Capítulo Catorce

 

 

 

 

 

Los faros delanteros del coche iluminaron una comadreja en la curva. Por fortuna, Nicole pudo sortearla y concentrarse en lo que la aguardaba.

No había encontrado a Nate en el despacho al llamarlo ni tampoco lo había encontrado en su piso.

Solo quedaba la casa de la playa.

Qué apropiado que aquello fuera a acabar donde había empezado.

Era liberadora la idea de haber acabado con las limitaciones previas que le habían impuesto y que había consentido que continuaran en la edad adulta. De todos modos, se sintió nerviosa al aproximarse a la casa. Aparcó frente al garaje y rodeó el edificio para llegar a la entrada principal. Llamó al timbre varias veces seguidas.

La puerta se abrió.

–¡Nicole!

Nate parecía asombrado de verla, pero ella sintió que sus ojos la examinaban como si la acariciaran. Su cuerpo traidor comenzó a reaccionar. Apartó sus ojos de los de él.

–Tenemos que hablar –dijo con brusquedad–. ¿Puedo entrar?

Él se echó a un lado y le indicó que tomara asiento en el salón.

–¿Quieres tomar algo?

–No es una visita social –observó ella. Era importante establecer los parámetros con claridad desde el principio–. Necesito saber una cosa.

–Pregunta. Te responderé en la medida de mis posibilidades.

–¿Sigues jugando a algún juego con mi familia con tu propuesta de fusionar las empresas?

Él pareció sorprendido.

–¿Ya lo sabes?

–Judd me llamó para que volviera a Auckland a hablar de ello. Me ha dado un informe por escrito, que aún no he leído. Quería hablar antes contigo para decidir si lo leo o si lo echo a la chimenea.

–No se trata de un juego.

–Entonces, ¿es eso lo que de verdad quieres?

Él la miro directamente a los ojos y ella vio la sinceridad reflejada en ellos.

–Sí.

–¿No lo haces para arruinar a mi familia o hacerle daño?

–No.

Ella inspiró profundamente.

–¿Ni para hacérmelo a mí?

–Ni para hacértelo a ti, Nicole. Nunca fue mi intención. Quise darte todas las oportunidades para que tuvieras éxito.

–Entonces, ¿por qué lo haces?

Nate suspiró y se inclinó hacia delante, apoyó los codos en los muslos y entrelazó los dedos. La miró fijamente.

–He hecho esa propuesta por tres buenas razones. La primera es que es lógica desde el punto de vista del negocio. Si dejamos de competir entre nosotros estaremos en una posición más fuerte a la hora de comenzar nuevos proyectos. Está todo en el informe. Cuando lo leas verás de qué hablo.

Nicole asintió.

–De acuerdo, esa es una de las razones. ¿Y las otras dos?

–Ya es hora de olvidar las peleas que tanto daño han hecho a las dos familias. Alguien tenía que dar el primer paso y decidí hacerlo yo. Es cierto que crecí en un entorno duro, pero muchos niños lo hacen. Y tuve más ventajas que la mayoría. Aunque mi madre y yo viviéramos de forma muy precaria, mi padre me dio la mejor educación posible. Y tener que luchar me hizo fuerte y resuelto; me hizo lo que soy hoy. Con defectos, sin duda, pero sé lo que está bien y lo que no. Debo olvidar la ira y el dolor para seguir adelante. El orgullo puede ser mortal. No quiero que destruya todo lo que amo.

Nicole volvió a asentir. Su padre le había dicho más o menos lo mismo. Se lo contó a Nate.

–Me gustaría verlo si le parece bien. Tenemos muchas cosas que decirnos.

–Creo que eso le gustará. El otro día le hablé de ti. Estaba segura de que me diría que quería que Wilson Wines y Jackson Importers siguieran compitiendo indefinidamente, pero su enfermedad lo ha hecho cambiar, ha reflexionado, y ha modificado su perspectiva.

Se calló durante unos instantes mientras reflexionaba sobre lo que le había dicho su padre.

–¿Y la tercera razón?

–Ya la sabes.

Nicole lo miró desconcertada. Al ver que ella no decía nada, Nate prosiguió.

–Te quiero.

–¿Eso es todo? –comenzó a sentirse escéptica.

–Sí, eso es todo –afirmó él riéndose entre dientes–. Pero no esperaba semejante respuesta.

–No es eso lo que he querido decir… –protestó ella, pero él la interrumpió.

–Nicole, sabía que, después de lo que te había hecho pasar, tendría que hacer algo para que creyeras que te quería sin ninguna duda. Y me hallaba en desventaja debido a los errores que he cometido en nuestra relación. Cuando en la playa te pedí que nos casáramos pensando que estabas embarazada, estaba dispuesto a hacer lo que fuera para protegeros a ti y a nuestro hijo, pero te lo planteé muy mal. Tienes que comprenderme, ya que yo fui un hijo ilegítimo. Está claro que no es lo peor que me podía haber pasado, y no era el único niño de familia monoparental en mi clase, pero quería algo más para mi hijo.

Se levantó y comenzó a pasear por la habitación con las manos metidas en el bolsillo. Nicole percibió la tensión en todo su cuerpo.

–Sigue –le pidió–. Cuéntame lo demás.

Él se quedó donde estaba, junto a la ventana, mirando la playa oscura.

–Deseaba que, a diferencia de lo que me sucedió a mí, a mi hijo no le faltara de nada y que supiera que era querido. Aunque mi madre y yo pasamos muchas dificultades, aunque sufrí acoso escolar porque era distinto, porque mi madre compraba en las tiendas de segunda mano o de beneficencia, siempre supe que me querían. Nunca seré un padre ausente para mis hijos. Formaré parte de su vida y estaré a su lado cuando me necesiten.

Se dio la vuelta para volver a mirar a Nicole.

–Esa es mi forma de querer, Nicole, con todo lo que soy. Y así te quiero. Te pedí que te casaras conmigo sin entender del todo cuánto puede querer un hombre a una mujer, pero lo aprendí cuando me dejaste. Lo eres todo para mí, y tenía que demostrártelo, aunque eso implicara olvidarme de todo lo que he defendido hasta ahora.

–Eso es todo: sencillamente, te quiero.

Nicole siguió sentada. Estaba aturdida. Lo que le acababa de decir era todo menos sencillo. Le había demostrado cómo era en realidad. Ella lo había rechazado y no se había dado por vencido.

No era la misma persona que la había llevado premeditadamente a aquella casa un mes antes, alguien dispuesto a chantajearla por un fin de semana de placer salvaje, con el único objetivo de hacer daño a su padre. Había cambiado. Al Nate de antes no se le hubiera ocurrido la idea de fusionar ambas empresas para crear una más potente.

El nuevo Nate la quería, la amaba de verdad.

Ella también había cambiado, porque ya no tenía miedo de corresponderle. Se levantó y se situó frente a él.

–Te creo –susurró con voz temblorosa de amor por él, un amor que por fin reconocía en él y en ella.

Le acarició la mejilla.

–Yo también te quiero.

El sonido que Nate emitió fue en parte humano y en parte otra cosa. Giró la cara para besarle la palma de la mano.

–Es más de lo que me merezco –afirmó con la voz entrecortada.

–Nos merecemos mutuamente. Ninguno de los dos es perfecto, pero juntos tal vez podamos eliminar la parte mala y dejar la buena. Quiéreme, Nate. Quiéreme para siempre.

–Puedes estar segura.

Se sacó las manos de los bolsillos y la tomó en sus brazos para llevarla al dormitorio del que ya tenían tantos recuerdos. Se desnudaron lentamente el uno al otro mientras se besaban y acariciaban la piel que iba quedando desnuda. Como si fuera la primera vez: un viaje de descubrimiento.

Cuando ya no pudieron esperar más, Nate se tumbó sobre ella y fue a agarrar un preservativo.

Nicole le detuvo la mano.

–Sin preservativo –afirmó–. Quiero que lo que suceda de ahora en adelante en nuestra vida sea natural. No deseo que haya barreras entre nosotros.

–¿Estás segura? –preguntó él mientras ella le acariciaba las nalgas y los fuertes músculos de la espalda. Le encantaba su fuerza y que fuera todo suyo.

–Totalmente –susurró ella mientra levantaba la cabeza para buscar su boca y demostrarle con un beso todo lo que sentía en aquel momento.

Cuando él la penetró, supo que había tomado una decisión acertada. Nunca lo había sentido igual dentro de ella, ardor contra ardor, solo él y ella.

Nate comenzó a moverse y Nicole lo siguió. Los gritos de placer de ella se intensificaron mientra él los llevaba a un lugar donde únicamente existían ellos dos.

Después permanecieron abrazados como si fueran una sola persona. Cuando su respiración se hubo calmado, Nicole alzó la mano y le acarició la cara. Nunca lo había querido tanto como en aquel momento.

–¿Crees que habríamos terminado así si nuestros padres no se hubieran peleado?

Él sonrió.

–¿Quién sabe? Me gusta pensar que sí. Sé que no hay nadie en el mundo para mí, salvo tú.

–¿Por qué crees que ella lo hizo?

–¿Quién?

–Mi madre. ¿Por qué crees que ha mentido a mi padre durante todos estos años? Abrió una brecha entre las dos familias sin pensárselo dos veces.

–¿Estás segura de eso?

–Mi padre no me lo ha contado todo, pero me ha dicho que sus mentiras fueron la causa de lo que pasó.

Nate se tumbó de espaldas sin dejar de abrazarla.

–Supongo que fue la instigadora. Tal vez estuviera contrariada por todo el tiempo que Charles le dedicaba a la empresa. ¿Quién sabe? No es de extrañar que él reaccionara como lo hizo al sentirse traicionado por su mejor amigo.

–Pero que ella haya dejado que transcurran tantos años… No lo entiendo. ¿Por qué lo haría?

Nate la apretó contra sí mientras se juraba que nada volvería a separarlos.

–Es evidente que era muy desgraciada. Lamento que no llegara a tener lo que tenemos nosotros, pero no vamos a consentir que nos lo estropee.

Le besó el pelo.

–Perdóname por lo que te he hecho, Nicole. Me engañé al creer que si te ofrecía todo lo que creía que querías, estarías contenta y te quedarías conmigo. Debí haber comprendido que te merecías mucho más.

–Menos mal que ya lo has entendido, ¿no? –murmuró ella mientras se ponía encima de él.–. Porque espero mucho de este amor.

–Creo que soy el hombre adecuado para la tarea –Nate sonrió mientras su cuerpo se endurecía dentro de Nicole al comenzar ella a balancearse lentamente. La agarró por las caderas para que parara y la miró con mucha seriedad–. Nicole, lo digo en serio. ¿Me perdonas por lo que te hice?

–Pues claro, Nate. Ya está perdonado. Los dos hemos hecho cosas que lamentamos.

–Pero hay una de la que nunca me arrepentiré –afirmó mientras la seguía sujetando para que no se moviera–. Y es haberte conocido. Me has abierto los ojos y me has enseñado a querer con todo el corazón. Te casarás conmigo, ¿verdad?

–Sí. Te quiero, Nate, y me casaré contigo.

–Eso está bien, porque no me gustaría nada volverte a secuestrar.

Ella se echó a reír mientra sus músculos internos lo aprisionaban. Nunca había sido tan feliz ni se había sentido tan plena. La seguridad, el amor y el reconocimiento que había anhelado durante toda la vida los tenía allí, con aquel hombre especial. Hasta ese momento, el camino que habían hecho juntos no había sido fácil, pero no había nada en la vida que lo fuera. Lo sabía perfectamente. Y también sabía que lo amaba y que el futuro sería mejor teniéndolo a su lado.