«Hace pocos días, Lucy, la redactora de modas de La Industria de Trujillo, fue invitada a una conferencia de prensa. Esto no puede sorprender porque las conferencias de prensa son usuales y corrientes. Las hacen hasta las reinas de belleza, pasando por las artistas de cine, los cupletistas famosos y las maquilladoras de Elizabeth Arden y Helena Rubinstein. Lucy no podía ser menos y montó su conferencia de prensa, valiéndose de los servicios de una estación televisora.
Yo vi el programa. No pierdo nunca estas exhibiciones que me encantan. He visto a Ana María Peluffo, a Sarita Montiel y a la Faraona. Y de todas conservo muy buen recuerdo. Lástima nomás que Lucy está muy deteriorada y no ofrece los encantos de las otras. Ha enflaquecido algo y se ha descolgado hasta el punto en que su cuello, antes tenso y regordete, parece una pechuga de pavo desinflada. Se ha hecho robacorazones para disimular, sin conseguirlo, la caída del cabello.
Muchas preguntas se le hicieron a Lucy, que respondió con desenvoltura. Su lucha no fue contra los periodistas que eran sus amigos sino contra sus dientes o, mejor dicho, contra la falta de dientes. Y esto es imperdonable. Las respuestas fueron siempre vagas, gaseosas y con frecuencia incoherentes. Lucy estuvo muy bien cuando acuñó esta frase: “La política empieza en la cocina”. Y esto es tan cierto que justamente por eso engordó con exceso. Toda su carrera pública la hizo comiendo. Sus intervenciones más felices fueron cuando contestó al representante de la revista femenina Limeña. Se sintió en caja. Le preguntaron: “¿La mujer ha llegado a la madurez cívica suficiente para participar en las elecciones de 1962?”. Lucy contestó resueltamente que sí. Hasta dijo que “las mujeres lo harían mejor que ciertos hombres”. Todos estuvimos de acuerdo, porque “ciertos hombres” no deberían intervenir en política. Fue el momento cumbre de la sesión televisada. Su elogio a la mujer resultó muy femenino.
Hubo cosas raras. Cuando le hacían preguntas sobre el Perú, ella contestaba sobre Europa. De preferencia habló de Alemania, de Holanda, de Suecia, de Suiza y de Noruega. Se refirió a los modistos que había conocido en Europa. Algunos fueron rusos, pero luego prefirió a los franceses e ingleses, y ahora a los italianos. Estaba muy bien enterada de todo esto, pero de las modas del Perú sabía muy poco. Esto se debe seguramente a sus largas ausencias. No sabe nada de los trajes autóctonos ni de los sombreros tan primorosos que usan las serranas del Cusco. Todo era de Europa y de Perú cero. Esto produjo muy mala impresión entre los televidentes. Pero, con todo, las opiniones estuvieron divididas: sus amigos sintieron pena y sus enemigos, lástima.
Los periodistas estuvieron muy discretos y modositos. No le hicieron preguntas agudas. Por ejemplo, no indagaron por sus años. Eso hubiera sido impropio en periodistas tan circunspectos frente a una dama. Lucy tuvo algunas fallas de memoria, lo que no puede extrañar. Yo tuve una tía a la que la pasaba lo mismo. No todas llegan a esas alturas con el cerebro fresco. Cometió errores de lenguaje, lo que se explica por sus dilatados viajes al extranjero. Estuvo muy mal que varias veces se metiera los dedos a la nariz y que se restregara la cara. Se puso en jarras varias veces y sus movimientos con la mano izquierda resultaron lerdos. Se ve que ahora usa mucho más la mano derecha que la izquierda. Todos estos defectos habrá que corregirlos para la próxima sesión. También estuvo mal que no se haya limpiado las uñas.
Como de costumbre Lucy no tuvo noción del tiempo, ni del espacio, ni de la hora. Habló durante tres horas y diecinueve minutos. Cada respuesta no bajaba de catorce minutos. Expresar el mínimo de ideas en el máximo de tiempo acusa obnubilación mental y galimatías ascendente. Pero Lucy ha sido siempre así y será muy difícil que modifique su personalidad.
Lucy hizo declaraciones muy interesantes, pues declaró que hace treinta años pidió el voto femenino. Esto no lo sabíamos y nos tomó por sorpresa. Lucy vendría a ser la primera sufragista del Perú. Y habrá que hacerle un monumento como pionera del voto de la mujer. Pero un monumento pedestre. Porque hacerlo ecuestre sería peligroso, ya que podría caerse del caballo y a sus años no hay que correr esos riesgos» («Lucy en la televisión». Diario Hoy, 2 de febrero de 1962).