ESCENA V

Pedro.—El Padre Rojas.—El Doctor.

 

doctor (desde la puerta,

como si hablara con la enferma).

Sí, señora, sí; volveré esta noche. Ahora, silencio; mucho silencio. Hay que procurar dormir. ¡Sabel, no hay que darle conversación!

 

sabel (dentro).

Usted descuide, Don José.

 

pedro (acercándose ansioso al doctor).

No me engañe usted, doctor; ¿cómo está?

 

doctor (con calma).

¿Qué quiere usted que le diga?

 

pedro

¡Pobrecilla! Le han dado un tósigo horrible.

 

doctor

¿Pues qué ha pasado?

 

pedro

¿Usted cómo la encuentra?

 

doctor

Hombre, en lo que cabe, con una gran mejoría.

 

pedro (sorprendido).

¿Mejor?

 

doctor

En lo que cabe, nada más que en lo que cabe. No me sorprende por qué es eso; la tranquilidad del espíritu... A veces estos señores realizan curas maravillosas (con el ademán y la sonrisa indica al Padre Rojas), Sin embargo, no hay que fiarse de ellos. ¿Qué tiene usted que decir, Padre Rojas?

 

el padre rojas

Nada, nada. Le escucho.

 

pedro

¿Es decir que la encuentra usted mejor?

 

doctor

Más calmada. Seguiremos observando.

 

el padre rojas

Me parece á mí que el señor doctor no quiere atribuirse toda la gloria de esa mejoría.

 

doctor

Ya está el Padre Rojas arrimando el ascua...

 

el padre rojas

Permítame el señor doctor (designando á Pedro). Este caballero hace un momento amenazaba con hacer yo no sé qué locuras, si la enferma se hubiese agravado.

 

doctor (sonriendo).

¡De veras! Le pondremos la camisa de fuerza.

 

el padre rojas

Este caballero se conoce que está muy poco acostumbrado á dominarse; pero hay nobleza, hay nobleza: he podido observarlo.

 

pedro

Gracias.

 

el padre rojas

Tiene un carácter muy poco cristiano, eso sí. La humildad, la resignación, el sufrimiento, son cosas con las cuales no quiere avenirse. Es la manera de ser de nuestra sociedad pagana, más pagana que aquella de la antigua Roma. (Transición.) ¿Conque esa señora, en opinión de usted, está mejor? Va mos, me felicito, me felicito.

 

doctor

Ya sabe usted lo frecuentes que son esas reacciones en algunos enfermos después de confesarse.

 

el padre rojas (á Pedro).

¿Y usted, qué tiene que decir?

 

pedro (friamente).

Nada.

 

doctor

Claro está que en esas mejorías no pueden fundarse grandes esperanzas, pero son un hecho.

 

el padre rojas

Eso es lo esencial.

 

doctor

Cuando yo salí de la Universidad no creía en otra ciencia que en la de los libros. Hoy soy ecléctico. Creo lo mismo en la eficacia de cualquier reliquia que en la del yoduro potásico. No son paradojas. Claro está que es según los enfermos. Para mí, el agua de Lourdes ha curado más tísicos que la de Panticosa. (Después de mirar el reloj) ¡Adiós! ¡Adiós! (Dirigiéndose á Pedro). Tener en casa una de aquellas famosas muelas de Santa Polonia era como tener un dentista americano.

 

el padre rojas

¡Válgame Dios, señor Don José! ¿Por qué ha de mezclar usted siempre la impiedad y la ironía, ese virus volteriano, con unas cosas tan respetables?

 

doctor

Ya sabe usted que es mi genio, Padre Rojas. Perdone usted, perdone usted.

 

el padre rojas

Es usted incorregible, señor Don José. Si usted reconoce la esencia y

virtualidad de los hechos...

 

doctor

Lo reconozco todo. No quiero entrar en discusiones.... Es ya muy tarde... Otro día, otro día...

 

el padre rojas

Vaya usted con Dios, señor Don José. Pero conste que yo en manera alguna me proponía discutir.

 

doctor

Bueno, bueno. (Vase por la derecha y Pedro le acompaña.)