sabel.—Pedro.—El Doctor.—Doña Soledad.
doña soledad (sale de la alcoba enjugándose las lágrimas).
¡Pobre hija mía! ¡Yo no tengo valor para verla ahogarse de ese modo! ¡Ay, debe estar muy mala!
doctor
No está buena, no, señora. Sería una tontería decirle á usted lo contrario... Es de esas cosas qne basta tener ojos... Pero todavía nos queda alguna esperanza...
doña soledad
Diga usted: ¿y si me la llevase una temporada al campo?
doctor
El campo le conviene mucho. De eso hemos hablado ya. (Se dirige á Pedro).Precisamente ayer... ¿No ha sido ayer?
pedro (con timidez).
Sí, ayer fué...
doña soledad (sin dignarse mirar á Pedro).
Yo no pienso consultar la voluntad de nadie. ¿Creo que usted me dará la razón?
doctor
No, señora. La voluntad de la enferma debe consultarse siempre.
doña soledad
Unicamente esa... Como señora y como madre, tampoco estoy en el caso de hacer más. Octavia lo que necesita es vivir á mi lado, sin tener quien le dé disgustos.
sabel
Déjese de esas historias, señora. Mire que la señorita está sola. Ande, ande para allá.
doña soledad
Esos modos, hija, los guardas, si te lo consienten, para tus amos No se te olvide con quien hablas.
doctor (coje el sombrero apresuradamente)
Queden ustedes con Dios. (Vase por la derecha.)
sabel
¡Ave María! Ni que fuese la reina de España.
doña soledad
En mi casa lo soy, y en casa de mi hija también. Yo aquí no reconozco otro dueño y señor que ella.
pedro
Usted está en su casa, señora.
doña soledad (secamente).
Gracias. Sabel, ten cuidado que no entre aquí la niña. (Sabel entra en la alcoba.) Usted y yo tenemos que hablar.
pedro
No lo dudo, señora. Basta que usted lo diga. Pero quizá fuese mejor que no hablásemos.
doña soledad
¡Mejor! ¿Para quién?
pedro
Para Octavia, señora. Ella es lo único que debe interesarnos.
doña soledad
¿Y quién es usted para interesarse por mi hija?
pedro
¡Quién soy yo!
doña soledad
No me lo diga usted. ¡Si usted tuviese un poco de respeto á lo que es una madre, se callaría, sin atreverse ni á levantar los ojos!...