Le hablo al sueño

¿Por qué no dormiré?

Porque en la oscuridad

hay ubicuos ejércitos

que llegan de mi infancia.

Colorados y azules,

no distingo uniformes

ni formas de armamentos,

sólo un brillo de lluvia

que vigila mis ojos

porque quiero dormir.

Con ellos entraría

en tu reino, oh mi sueño.

Hay figuras geométricas

dispersas que se juntan

como en calidoscópicos

jardines laberínticos

cuando cierro los ojos

o cuando no los cierro.

El compás y la regla

que mide cada línea,

la goma de borrar,

también la tinta china

y la terrible pluma,

la pluma que no escribe

porque es como un anzuelo.

Las arterias de ríos

nítidos en sus mapas,

inmóviles y duros,

contradictorios, raudos,

y las líquidas piedras

de corazón celeste

no las puedo olvidar.

¡Cuántos nombres de piedras!:

la obsidiana, el coral,

la amatista y el jaspe,

con todas sus estatuas,

sus tumbas, sus consolas

pueden ellas también

no dejarme dormir.

Porque en tu expectativa

hay muchas torres altas

de Ilión o de Babel

en las puestas de sol

de arena iluminada

con algas y con sal.

Y el sueño irresistible

de Palinuro, el mar

enorme que se pierde.

Hay tigres y leopardos,

sirenas, querubines

y el ángel de la guarda

con la cara cambiada

que entró ya en tus dominios.

Hay demasiados gatos

que cantan en la luna,

cuyo paso de elástico

va matando los pájaros

que podrías salvar.

Porque en la oscuridad

hay muchos mares verdes,

innumerables hordas

con manos de demonio

que desordenan todo

lo que estoy ordenando.

Porque en la oscuridad

hay nombres sin personas

y personas sin nombre;

indescifrables hojas

de papeles que vuelan,

y las genealogías

de árboles deshojados

que se abrazan desnudos,

en los libros de historia,

que te dibujaría.

Porque en la oscuridad

vienen hasta mis manos

prominentes y vivas

las rosas todas rojas

del papel de mi cuarto,

blandas como de trapo,

fragantes como rosas

y tengo que juntarlas

y después entregártelas.

Porque no sé por qué

durante dos veranos

de mi vida futura

no aspiré ni admiré

tumbergias florecidas

en su árbol como cirios

que quisiera mostrarte

y me pasa lo mismo

con alguna otra flor.

Porque no rememoro

las palabras arcanas

que dijeron mis perros

en ti estarán guardadas

los días de tormenta

cuando me contemplaban.

Porque en la oscuridad

se han abierto ventanas,

sobre la luz siniestra

de mi cuarto cerrado,

y estás en otros sitios,

sueño adorado mío,

abrazando a cualquiera

que no te necesita

ni te ama como yo.

Infiel como los hombres,

en dársenas o puentes,

en trenes o desiertos,

en los ojos de niños

que rezan al dormirse,

o en los de las mujeres

o del hombre acostado,

o con un solo azahar

en la mesa de luz.

Porque el viento que mueve

la cortina que cae

sobre los vidrios suena

como si la golpearan

fantasmas que me quieren

porque me abandonaste.

No dormiré. ¿Por qué?

Será que te pregunto

tratando de dormir:

“Si morir es dormir

¿por qué quiero dormir

con desesperación?

Si morir es dormir

¿por qué le tengo miedo

a la muerte, mi sueño?

¿Ese apócrifo sueño

o tal vez sueño auténtico

me agradará algún día

tanto como me agrada

el verdadero sueño?”