Palta cautiva

En una casa, alguien que no me amaba

cercenó mis ramas

y me refugié en el sitio opuesto

donde alguien que me ama en otra casa

me contempla.

Me recliné en la ventana

de mi bienhechor

llenando de color verde

el vidrio.

Y ahora espero que el alba

de una fotografía

inmortalice mi ademán secreto.

Qué ingrato sería el mundo

sin fotografías,

sin frutos, sin fulgores colorados

entre las hojas de una Persea gratísima.