San Martín de Porres

En un convento de Perú

de mucha luz,

de mucha sombra

donde había ratones

grandes como gatos,

Martín de Porres era el lego

que siempre escoba en mano

mantenía todo limpio.

Martín oye un día las quejas del sacristán:

los ratones destrozan

la ropa de la sacristía.

Martín trae una enorme capa,

la despliega en el suelo

y convoca en ella a los ratones.

Echa después la capa al hombro

y sale al jardín donde los suelta.

Les dice “Les traeré el sustento diario

si me prometen no volver a la sacristía”.

Los animalitos cumplieron.

Por eso a San Martín de Porres

lo llaman el Santo de los Ratones.