La sombrilla
Por el jardín pasaba tu sombrilla,
lucía el mango una cabeza de ave
con las plumas de plata y era suave
entre retamas su aroma amarilla.
Si eran las sombras como un agujero
¿por qué sólo la tuya era celeste
aun cuando soplaba el viento agreste
de las tormentas que inventaba enero?
Sobre el aire venían, detestadas,
a veces las visitas sin cabeza
bajo ingratas sombrillas a buscarte.
¿Por qué estarían todas disfrazadas?
Mas tu sombra celeste con destreza
te escoltaba. Morir era esperarte.