Ah, cuánto amor nos pides...

¡Ah cuánto amor nos pides siempre, amor

cuando entreabres tus puertas y nos llamas

a tus oscuras casas donde hay llamas

y un incestuoso asombro velador!

¡Por qué, cambiando tanto tu favor,

escondes las espinas de tus ramas,

y enseñas la dulzura de tus camas

si eres un ángel exterminador!

Por qué fingiendo a veces ser distinto

de ti mismo, con sabia extravagancia,

nos conduces al largo laberinto,

donde estábamos presos en la infancia,

por ti inocentes, crueles sin perderte

dentro de todo lo que nos pervierte.