Oscuridad
Tal vez nadie te ame como te amé aquel día.
Ni yo misma. Qué oscuro estaba el aposento.
En la dicha que fue también padecimiento
tu clandestinidad era, en tinieblas, mía.
Las cortinas metálicas y las ruedas que giran,
el confuso rumor de ascensores, los cables,
en el viento afilado las escalas variables,
los gritos ambulantes, con voces que se estiran,
no anunciaban que afuera persistieran las cosas
como siempre: las tiendas, la gente, los carruajes,
los letreros políticos, las miserias, los viajes,
los portafolios rotos, los zapatos, las rosas.
Y para recordarte, sin querer, en mi olvido
compuse este catálogo de sonidos diversos
ahora descifrables, antes vagos, dispersos,
que paulatinamente adquirieron sentido,
rostros, mitos y luego complejas vestiduras,
rituales perfecciones, edificios de frente,
en esa luz que a veces aun sin amor consiente
como la eternidad a elaborar figuras.