Tríptico de un jazmín

La infiel sirena de una fuente infausta

que abraza un pez contra su pecho análogo

con pornográfica inscripción escrita

en la nalga se torna al verte cándida

el lago en donde nada el tararira

con basura, botellas del domingo,

alambres fétidos, papel plateado

reflejándote es de agua cristalina;

y nuestro diálogo estupefaciente,

que no salva el contexto más diverso,

con tu presencia se transforma siempre.

Mi tierra no podría ser lo que es,

sin ti, jazmín, como sin mate, o tango.

No podría tener el jeroglífico

del muro, de los patios, del baldío,

tanta haraganería cuando el sol

enardece la tarde con insectos,

no podría tener en sus esquinas

ni en plazas donde mueren los hibiscos

ese hastío violento ni ese ocio

harto que besa a los trenzados novios,

no podría cantar con voz guaranga

ni conmoverme con pecados lánguidos,

ni inspirarme nostalgia intolerable;

no podría tener, no, no podría,

llanura y soledad que buscan sombras,

perros que acuden a lamer tu nombre

ni esa contemplativa mecedora

de mimbre y de caoba que detiene

como un retrato muy antiguo el tiempo

que me hace repetir estas palabras,

ni cantos de zorzal exasperantes

cuando acompañan furias y tan gratos

en los recintos para amar a alguien.

***

Bajo la lluvia de tus breves pétalos

quedará sepultado el hormiguero

como un palacio bíblico en un sueño

de horror y de abundancia, de delicias.

Si aspira tu fragancia el asesino

dentro del aposento de su víctima

con la sangre que tiene gusto a tinta

en sus manos creerá en la oscuridad

que lo asiste una escolta de querubes.

Bajo tu enredadera delicada

enredarán sus miembros los amantes

trocando el día en noche, el muro en cama,

el aire en sábanas, el sol en luna,

y en cielo el agua tornasol del río.

***

Productos químicos imitarán

con inmundos olores resumidos

el perfume que mora insustituible

sobre tu médula pentagonal.

Como un trompo de plumas o de género

con persistencia y en cualquier jardín

en los antiguos o en los que acumulan

en lugar de estaciones o de Dianas

los hongos, Blanca Nieve, los enanos,

pintados de amarillo, azul y rojo

del techo de la casa irás cayendo

en baldosas ardientes esparciendo

esa fragancia que, al cerrar los ojos,

entra por la garganta al corazón.