Jardín de Twickenham
de John Donne
Cargado de suspiros, y cercado de lágrimas
he venido a buscar aquí la primavera
y a través de mis ojos y a través de mi oído
recibir estos bálsamos que pueden curar todo.
Mas, oh traidor, yo mismo he traído también
aquel amor-araña que transubstancia todo,
que puede convertir el Maná en amargura.
A este jardín que puede ser sólo comparable
al verdadero Edén, yo traje la serpiente.
Sería saludable para mí que el invierno
pudiera oscurecer la gloria de este sitio
que una helada profunda pudiera prohibir
la risa de los árboles que en mi cara se burlan
que no tuviera ya que soportar afrentas
ni, por eso, no amar. Déjame pues, amor,
ser un inanimado pedazo de este sitio,
transfórmame en mandrágora que aquí pueda llorar
o en la fuente de piedra que llora todo el año.
Que vengan los amantes con frascos de cristal
para beber mi llanto que es el vino de amor,
que prueben en las casas de enamorados lágrimas,
que si el sabor no tienen de las mías, son falsas.
El corazón no brilla adentro de los ojos.
La mujer por las lágrimas no se puede juzgar:
tampoco su atavío se juzga por su sombra.
Oh sexo tan perverso en que no hallo ninguna
verdadera salvo ella cuya verdad me mata.