Rezo

Una criatura reza. No advierte que reza al pensar

en el anhelo de morir o de matar.

Frente al tedio o al gran entretenimiento, reza.

Al ser odiada y al odiar, reza.

Amada o cuando no es amada,

en la subrepticia velocidad,

en la lentitud extrema,

frente a la idiotez,

al esperar

y cuando al fin se hartó de esperar,

frente a la belleza, a la inteligencia, reza.

Porque se lo enseñaron, tal vez

y, si no se lo hubieran enseñado, lo aprendería al enseñárselo

a otro, reza.

Con frases ancestrales

indescifrables o desesperadamente improvisadas

en el futuro

con impropios gerundios

adulando

sin tregua reclamando

con las manos, con los ojos, con las rodillas,

con admiración servil

con falso desprendimiento

presa de presentimientos

repitiendo hasta perder el sentido una palabra,

con intrépida esperanza

con todos los tropos

que le parecen pocos

con los ojos cerrados también

como cuando jugó al gallo ciego

o para pedir una fruta con fervor

cuando jugaba a Martín pescador,

con el cortaplumas

en la mano, abierto, con premura

furtivamente, fumando

en la calle,

en posición incómoda reza

y acostada también

en la arena enorme o en la cama de bronce.

Cuando arde su corazón como una antorcha

o se vuelve, corazón prestado, de hielo

que mata o de piedra.

Frente a quien le dice no

o le dice sí cuando espera que le digan no.

Sobre el trozo de pan que cae al suelo

y que devora el gato o el perro.

Esperando la luz de un ascensor que nunca llega

o el semáforo verde.

Frente a la imagen amada

frente a nada

a un resplandor

imperceptible, a un aroma,

al pedestal vacío

al tránsito, con furor, dividida,

sin rumbo. En un resumen

de animal, de piedra, de planta

de agua de palma,

de nube

de espuma

de distintos olores del aire

de distintos resabios.

Cuando no la entienden

o entiende demasiado a quien la entiende apenas,

o la insultan.

Cuando insulta.

Cuando miente.

Cuando se pierde.

Cuando quien recuerda la olvida.

Cuando se detiene o sigue.

Cuando rememora algo que jamás vivió

y que está segura de haber vivido.

Cuando un primer encuentro no parece el primero.

Cuando la realidad le da más miedo que un sueño.

Bajo la lluvia

entre la turba

abrasada por el sol,

sola, sola, sola,

o acompañada,

desaforada

dentro de una gruta,

oyendo voces que ululan

o voces de animales que hablan

y discurren sabiamente.

Asistida por ángeles

o por diablos.

En todo lo importante

y en todo lo que no tiene la más mínima importancia

tirando a cara o cruz

en plena luz

como los criminales, deslumbrada,

mirando nada.

Un tigre camina incesantemente

sobre ese corazón que reza

y a veces se arrodilla

brilla

y sabe lo que él no sabe en ese momento

pues no es él mismo a veces el que reza

sino después, mucho después

otro, que lo sustituye.