Lamento de un paisano
(Acusado de un crimen en la provincia de Buenos Aires.)
Morados son los cardos,
grises los pajonales,
las llanuras iguales,
miserables los nardos.
Son perversos los muertos:
debajo de la tierra
el alma se les cierra
con los ojos abiertos.
Por eso cuando sueño
soy más malo que un perro,
con un collar de hierro,
atado siempre a un leño.
Sueño que soy la sombra
del galpón, que se cansa
mi voz sin esperanza,
y que el diablo me nombra.
Sueño que soy el fondo
del pozo donde suelo
ver mi boca y mi pelo
y un espejo redondo.
Sueño que soy el barro
del sendero, en verano,
las moscas y el pantano
donde pasa este carro,
mi cuarto que se llena
de noche de gallinas,
todas las cinas-cinas
del cerco, y de esta pena.
Me da miedo la aurora
porque es gris y celeste
del lado del oeste,
me asusta cualquier hora,
la noche, la quietud,
el tiempo, que ha borrado
mi cara y me ha dejado
sólo la esclavitud.
Ni esta huella segura
es misericordiosa,
ni el agua, ni la rosa
ni el sol, ni mi locura.