DÍA 291
Hoy me incluyo a mí mismo en la compasión
La aspereza del mundo resulta dura para el corazón; el mío ha sido puesto a prueba, como el de todo mundo. Hoy reconozco las heridas de mi alma y las entrego a Dios. Sé que en sus manos serán sanadas.
Mi dolor me pertenece, por lo que ilumino cualquier oscuridad engendrada en mí. Rezo para que ni los otros ni yo nos veamos afectados por mis errores. Que mi propia compasión por lo sufrido me ayude a sobreponerme a mi dolor.
Querido Dios,
te entrego a ti
las cicatrices de mi corazón,
los recuerdos que arden,
y las penas que permanecen.
Por favor, pon tu mano sobre mí.
Y sáname milagrosamente
para levantarme
sobre las cenizas de mi pasado
y experimentar una nueva vida.
Amén.