Salida — Visita al cementerio — Un pasajero inesperado — Un particular malabarista — Protestas en la zona industrial — La final de jiu-jitsu — Un enigmático peaje — El problema eléctrico de la consciencia — El líder del Tour de Francia — Parada en el zoológico de animales mitológicos — El Río de los Recuerdos — Extravío en el Desierto de los Espejos — Llegada al Hostal de Arena — La teoría del multiverso — El mago Segundo concede deseos — La melancolía cambia de hogar
Antes de partir, empaca un par de camisetas frescas, pantalones de repuesto, shorts para el mar o la piscina. Economiza espacio —no dobles: enrolla. Si en tu valija llevas zapatos, rellénalos con calzoncillos (uno por día), o con calcetines o con amuletos. Que no se te olviden el cepillo de dientes, el desodorante, el impulso explorador. Si quieres, haz tú también una lista, para que no se olvide nada importante: los binoculares, la brújula, una linterna con baterías de repuesto, los walkie-talkies, una novela de intrigas y aventuras. Si tienes que atravesar aeropuertos, ponte el escudo contra esbirros y deja el cinturón, las monedas, la impaciencia; si viajas en barco, recuerda la diferencia entre babor y estribor y repasa las nomenclaturas: qué es una carena, qué es un mascarón de proa, qué es una sentina; si viajas en globo aerostático, entérate de los principios básicos del arte de volar. En caso de que tu destino sea un paraje exótico, lleva la mente abierta, el pasaporte, un diccionario bilingüe y espacio extra para los regalos al regreso. Ten presente que a veces todo es distinto: los calendarios, las creencias, los enchufes. Viaja liviano: deja el miedo, la angustia, los incordios. Recuerda que viajar es como leer literatura: sobre todas las cosas, se requieren atención, libertad, creatividad, memoria, imaginación…