Cuando llegó a casa de sus padres, se sorprendió de ver tantos coches aparcados allí. ¿Cómo habían encontrado sus padres a tanta gente para que les ayudara? Desde luego, a ella no le parecía mal.
Rodeó la casa y buscó un lugar en el exterior donde no hubiera polvo y Joey estuviera bien, pero al doblar la esquina, se quedó helada. Trabajando con Cort para asegurar una larga viga de carga, estaba Sawyer.
Cuando miró hacia abajo, Sawyer vio a Maya con Joey en los brazos, mirándolo como si no supiera qué hacer. Se sintió culpable porque después de picnic, se había mantenido alejado de todo el mundo, incluida ella y se había pasado toda la semana pensando si debía hacer su ruptura definitiva. Si no podía ser todo lo que ella necesitaba, tenía que dejarlos antes de hacerles más daño.
Entonces ¿por qué romper con ella le parecía un error?
—Qué sorpresa —dijo ella—. ¿Cómo os habéis enterado?
—Por la pregonera de la ciudad, también conocida como Val —respondió Sawyer.
—A mí me lo dijo Paul —comentó Court—. No podía dejar que derribasen la cabaña del amor. Mi mejor recuerdo de la época del instituto tuvo lugar aquí.
—¿Se puede confesar?
—Digamos que por fin vi el tatuaje de Nova Vargas.
—¡Y yo pensando que eras un buen chico! —rió Maya
—Define «buen» —dijo Cort con un guiño.
Sawyer los miraba preguntándose qué era aquello. No podía creer que su hermano estuviese flirteando con ella.
—Da igual los motivos, os agradezco que hayáis venido —dijo ella.
Joey chilló y movió las manitas al ver a Sawyer y él le respondió.
—Hola, grandullón. Aún tendrán que pasar unos años para que puedas subir aquí arriba.
—Esos años pasarán volando —apuntó Cort.
Sawyer, que estaba bajando la escalera, se detuvo y lo miró irritado.
—¿Quieres decirme algo?
—No, sólo que los niños crecen muy rápidamente.
Cuando Sawyer llegó al suelo, Maya dudó un momento antes de ir hacia él y tocarle el brazo. Lo miró con el corazón en los ojos, como si tuviera mucho que decirle.
—Esto es muy importante para mí, y también para mis padres.
Sawyer se puso rígido sin querer, al sentir el contacto de su mano, evocando memorias recientes con una mezcla de dolor y placer.
Maya se apartó y bajó la mirada, pero Sawyer pudo ver la confusión y el dolor en sus ojos.
—No os molesto más —dijo, apartándose unos pasos—. Iré a ver si puedo ayudar en algo.
—No te preocupes, dejaremos todo esto listo a tiempo para la inspección y no echarán a tus padres —como Sawyer no dijo nada, Cort insistió—. ¿Verdad, Sawyer?
—Claro, no te inquietes.
—Voy dentro. Decidme si necesitáis algo —dijo ella, antes de marcharse.
—Si vas a terminar con ella, ¿por qué no se lo dices? —le soltó Cort a Sawyer en cuanto ella se fue.
—¿Para que tú puedas suplantarme? —respondió él, pero se arrepintió al ver la sonrisa de Cort.
—¿Qué pasa, hermanito? ¿Estás celoso?
Sawyer no se molestó en responder y siguió trabajando. Claro que estaba celoso, de la confianza con la que hablaban su hermano y ella. Cort lo había hecho a propósito para provocarlo, así que trató de ignorarlo y trabajaron en silencio durante casi una hora hasta que Azure salió con una bandeja en la mano.
—¡Chicos, hora del té de jengibre y galletas de soja!
—Vaya —murmuró Cort—. Mis favoritas…
—He tomado precauciones —sonrió Sawyer—. Tengo cerveza en la nevera portátil del coche.
Sawyer vio como Maya y Joey, se reunían con Azure y Shen, y pudo sentir el fuerte vínculo que había entre ellos. Era obvio que Azure y Shem se querían después de tanto tiempo, y cuando estaba con ellos, a Maya le cambiaba la cara; se sentía protegida y amada, igual que Joey. Parecía tan fácil… ¿Podría serlo?
—No me extraña que Maya sea tan buena madre —dijo Sawyer al ver a Cort mirándolos—. Sus padres son raros, pero la quieren de verdad.
—¿Sabes? —dijo Cort—. Nosotros siempre hemos estado escasos de cariño de padres y abuelos de verdad, pero eso no significa que tú no puedas tenerlo ahora.
—Maldición, Cort, no empieces —Sawyer sacó el martillo del cinturón de herramientas y empezó a subir por la escalera de nuevo—. No estoy de humor para otro sermón sobre Garrett.
—No me refiero a Garrett.
—¿Entonces? Suéltalo ya, porque no tengo todo el día.
—En contra de lo que crees —dijo Cort, mirándolo a los ojos—, nunca he querido que nos reuniéramos con Garrett como una gran familia. A lo que me refiero es que tú puedes tener lo que tienen los Rainbow. Con Maya.
—¿Y qué te hace pensar que ella quiere eso conmigo? Me dejó claro desde el principio que no me necesita para cuidar de Joey.
—¿Y? —Cort sacudió la cabeza—. No todo el mundo necesita que le rescaten, Sawyer. Deberías estar orgulloso de ella por apañárselas sola.
—Lo estoy, y ella lo sabe —dijo Sawyer.
—Eso es algo —Cort le puso una mano en el hombro—. ¿Pero le has dicho ya que la quieres?
—Eso no es asunto tuyo —soltó Sawyer.
—Entonces, no lo has hecho. Ya me lo imaginaba —dijo, y empezó a clavar clavos en la madera.
Sawyer lo imitó y preguntó.
—¿Esto nos va a llevar a otra discusión sobre Garrett, verdad? Ni lo intentes porque no me creo nada esa patraña de diseccionar el pasado. ¿Qué puede cambiar eso?
—Uno nunca sabe.
—No, y no necesito saberlo. Mi relación con Maya no tiene nada que ver con Garrett.
—Lo que tú digas, hermano, pero te toca mover ficha a ti.
—¿Desde cuándo?
Pero Cort decidió concentrarse en el trabajo a partir de ese momento y no dijo nada más. Parecía que su hermano se pasaba la vida presionándolo, primero con Garrett y después con Maya. Clavó un clavo con violencia y una voz cantando lo distrajo.
Maya, con el pelo recogido en un pañuelo azul, cantaba a la vez que amontonaba escombro. Al verla, sintió un pinchazo en el corazón y se quedó ensimismado contemplándola.
La pregunta de Cort no dejaba de venirle a la cabeza: «¿Pero le has dicho ya que la quieres?» ¿La quería? Su corazón le dio la respuesta que se había esforzado en ignorar: Lo había llamado pasión, interés y empatía, cualquier cosa menos amor. Pero la amaba.
Joey y ella eran lo mejor que le habían pasado en la vida. Si pudiera ser lo mismo para ellos…
—¡Se acabó el trabajo! —llamó Shem—. Hay un cerdo asado en la parte trasera con vuestros nombres escritos encima.
Sawyer miró el sol que empezaba a descender a través de la nueva ventana del salón. Cort estaba recogiendo sus herramientas.
—No sé a ti, pero a mí me vendrá genial el descanso.
—Yo no puedo quedarme —dijo Cort—. Tengo que preparar unas cosas para mañana.
Maya llegó con dos cervezas frías en la mano.
—He secuestrado a estas dos rubias para vosotros —dijo, pasándoles las latas con una sonrisa y evitando mirar a Sawyer—. ¿Os quedáis a la barbacoa? Hay carne, lo prometo. Y patatas, maíz y ensalada. Comida normal. Yo me he encargado de todo. Diego ha traído el cerdo, que al parecer ha estado dos días marinándose en cerveza, en teoría para ablandar la carne.
—Yo ya lo he probado así —dijo Cort—. Está de muerte.
—¿Entonces te quedas?
—Como le decía a Sawyer, no puedo.
—Qué pena —Maya lo abrazó—. Gracias por todo lo que has hecho hoy. Creo que la casa nunca ha tenido tan buen aspecto. El inspector quedará impresionado.
—Esperemos —dijo Cort—. Pasadlo bien, tengo una cita con mi ordenador —y se marchó tirando la lata de cerveza a la basura.
Maya la recogió y la puso en el reciclado.
—Nadie es perfecto.
A pesar de la cantidad de gente limpiando y recogiendo herramientas a su alrededor, Sawyer sólo podía ver a Maya.
—¿Y si alguien es verdaderamente imperfecto? —preguntó él, deseando abrazarla.
Ella sonrió y él vio en sus ojos fe, confianza, pasión y amor.
—Con más motivo para quererlo.
Él la abrazo, incapaz de mantener la distancia entre ellos más tiempo. ¿Cómo había podido pensar en dejarla?
—He sido un idiota.
—Eso no te lo voy a discutir —dijo ella, apartándose un poco para mirarlo a los ojos—. Empezaba a creer que se había acabado.
—Y yo empezaba a creer que sería lo mejor para los dos.
—¿Y ahora qué piensas?
—No sé qué es lo mejor, pero sé que no quiero estar sin ti.
Maya se puso de puntillas y lo besó con todo su amor y su pasión. Él la correspondió casi con desesperación, consumiendo sus labios y deseando sentir su cuerpo.
—Ya es suficiente —dijo Azure con el niño en brazos, interrumpiendo el momento—. Joey, no mires. Eres muy pequeño para esas cosas. Ya tendréis tiempo luego, pero ahora necesito ayuda para llevar la comida. Comeremos primero y después haremos la fogata.
Joey alargó las manos hacia Sawyer, haciéndolo sonreír.
—Hola, chiquitín, yo también te he echado de menos —tomó al niño de brazos de Azure.
—Ahora todo está en su sitio —dijo ella, mirándolos a los tres.
—¿Han traído Tai y Diego las guitarras? —preguntó Maya.
—Sí, y tu padre sacará la suya también. Y Patia tiene su flauta, y Spring los tambores.
—Parece que va a haber canciones alrededor del fuego —dijo Sawyer.
—¿Qué pasa? —rió Maya junto con su madre—. ¿No te sabes ninguna?
—No te preocupes —lo tranquilizó Azure—. Shem tampoco se las sabe, se las inventa sobre la marcha.
Y se alejó hacia la cocina dejándolos con el niño.
—Tu familia no está mal, ¿lo sabías?
—Sí —respondió ella con una sonrisa.
—Ahora me siento más cerca de ti que nunca.
Y era cierto. De repente deseó decírselo todo, lo mucho que la necesitaba y la deseaba, lo mucho que la amaba y que nunca volvería a estar bien si la perdía.
—Maya…
—Me alegro. Yo también quiero que estemos juntos —dijo, antes de que él pudiera seguir—. Te he echado mucho de menos esta semana —y bostezó—. Lo siento, me apetece hablar, pero estoy agotada. He dormido muy mal esta semana.
—Lo sé. A mí también me ha pasado. Voy a llevaros a casa y mañana puedes venir a recoger tu coche.
—Genial —dijo—. Soy toda tuya.
Maya dejó a Sawyer en el salón mientras le daba el pecho a Joey y lo acostaba, y cuando acabó, fue a reunirse con él. Sawyer no había encendido la luz, sino unas cuantas velas que creaban una atmósfera cálida y sensual.
—Hola, ¿está Joey dormido? —dijo al verla.
—Como los ángeles —lo llevó de la mano al sofá y se sentó con él—. Ahora estoy más despierta, pero tú debes estar agotado.
—¿Qué? No tanto.
Él parecía lejos de allí y ella empezó a darle un masaje en los hombros.
—Gracias por lo de hoy.
—No —dijo él, tomándole las manos en las suyas—. Gracias a ti.
—¿Por qué?
—Por ser como eres.
—No… no sé qué decir —no lo comprendía—. Sawyer, ¿qué ocurre?
—Nada. Nada malo. Sólo que… —se detuvo y la miró a los ojos—. Di que sí.
—¿Sí? ¿Sí a qué?
Sawyer le apretó las manos.
—A convertirte en mi esposa. Maya, ¿quieres casarte conmigo?