Dre pasa alrededor del mediodía para llevarnos a mí y a Hombrecito a la tienda.
Su máquina vuela como el demonio. Es un BMW del 94, pero Dre lo tiene tan cuidado que parece del 98 o 99. Lo encontró en un depósito de chatarra y lo arregló. Le puso una capa brillante de pintura, rines de veinte pulgadas y un sistema de sonido en la cajuela. ¡Oooh-diooos! No voy a mentir: me encanta que me vean en él.
Dre me ayuda a fijar el portabebés de mi hijo —yo no tengo idea de qué diablos estoy haciendo—, y nos dirigimos a la tienda del señor Wyatt. Está a la vuelta de la esquina, en Marigold. Dre baja todas las ventanas, se recuesta sobre su asiento y conduce con una sola mano. Va marcando el ritmo con la cabeza mientras se escucha en el radio “1st of tha Month”, de Bone Thugs-N-Harmony.
Estoy demasiado cansado para seguir el ritmo yo también. En cuanto King se fue, volví a acostar a mi hijo e intenté dormir una siesta. No pude porque seguía pensando en esa conversación con King.
Dre me mira.
—¿Estás bien, primo?
Recargo mi cabeza hacia atrás.
—King pasó por la casa hoy temprano. Le dije lo que pediste.
—¿Cómo estuvo?
—¿Cómo crees que estuvo? Se enfadó, pero dijo que se detendría —miento. Debo cuidar a mi chico.
Dre asiente.
—Bien. ¿Eso es lo único que te está molestando?
—Perro, ¿cuándo empezó a dormir bien Andreanna?
Ríe.
—No me digas que ya estás agotado.
—Demonios, sí. No he dormido ni una mierda en todo el fin de semana.
—Viene incluido en el contrato, papi. Alégrate de no tener algo más que hacer, como la escuela. ¿Ya le contaste a la Pequeña sobre él?
Se refiere a Lisa. Mi bebé mide menos de uno sesenta, pero juega como si fueran más de uno ochenta.
Retuerzo una de mis trenzas desde la raíz. La semana pasada estaba sentado entre las piernas de Lisa en su porche delantero mientras ella me trenzaba. Las luciérnagas destellaban alrededor de nosotros y las cigarras tocaban sus notas más altas. Ése era el tipo de paz que necesitaba.
—Na —digo—. No he podido ir con ella. Y no puedo decírselo por teléfono.
—Tienes que decírselo o las calles lo harán.
—No hay nadie que pueda.
—Mieeerda, de acuerdo —dice—. Déjalo así, si eso quieres. Pero te va a morder el trasero.
Actúa como si esto fuera fácil. Lisa va a resultar herida. No importa que no estuviéramos juntos cuando me metí con Iesha. Me metí con Iesha, punto.
—No estoy listo para romperle el corazón, Dre.
—Le dolerá más si lo escucha de otra persona. Aprende de mí. Después de algunas de las cosas que hice, tengo suerte de que Keisha me soporte ahora.
Dre ha estado con Keisha desde el séptimo grado. Es difícil imaginarlos separados.
—Cállate, hombre. Ustedes dos son uno solo.
Ríe.
—Espero que tengas razón. Estoy más que listo para hacerlo oficial.
—Todavía no puedo creer que te vayas a casar —la palabra suena extraña saliendo de mi boca—. Yo amo a Lisa, pero no puedo imaginarme permitiendo que una chica me limite.
—Eso dices ahora. Algún día, la historia será por completo diferente. Ya verás.
—¡No! Seré un jugador solitario de por vida.
Dre ríe.
—Sí, eso ya lo veremos.
“Hail Mary”, de Tupac, comienza en el estéreo. Ésa es mi canción. ʼPac es el mejor de todos los tiempos. Es difícil creer que se haya ido hace casi dos años. Recuerdo cuando anunciaron en la radio que le habían disparado en Las Vegas. Supuse que estaría bien: ya había sobrevivido a cinco disparos en Nueva York. Ese negro era invencible. Unos días después, estaba muerto.
Al menos, eso fue lo que dijeron.
—Hey, ¿oíste eso? 'Pac está vivo.
Dre ríe.
—¡No inventes! Lo siguiente que me vas a decir es que el final del mundo será en el año 2000.
La gente ya está jodiendo con estas cosas y dicen que el año 2000 traerá consigo el apocalipsis. Como si no tuviéramos que superar el 98 primero.
—No sé si eso sea cierto —admito—. Dijeron en la radio que ’Pac vive en Cuba con su tía Assata. El gobierno le puso precio a su cabeza.
—Vamos, Mav. Bill Clinton no le habría puesto precio a la cabeza de ’Pac.
Mamá dice que Bill Clinton es lo más parecido que podemos tener a un presidente negro.
—Mierda, no lo sé, hombre. La familia de ʼPac está llena de Panteras Negras, y él dijo tantas verdades. Se dice que volverá en 2003.
—¿Por qué en 2003? —pregunta Dre.
—Serían siete años después de haber fingido su muerte —digo—. ʼPac tiene todas estas conexiones con el número siete. Le dispararon el siete. Murió siete días después de eso, justo siete meses después del día que salió All Eyez on Me.
—Ésas son puras coincidencias, Mav.
—¡Escúchame! Murió a las 4:03 pm. Cuatro más tres son siete. Nació el dieciséis. Uno más seis, son siete.
Dre se frota la barbilla.
—Y tenía veinticinco años cuando murió.
—¡Exacto! Dos más cinco, siete. Y luego, el nombre de su último disco. Esa canción de Makaveli.
—“The 7 Day Theory” —dice Dre. “La teoría de los siete días.”
—¡Exacto! Te digo, él planeó todo esto.
—Está bien, digamos que lo hizo —dice Dre—. ¿Por qué se centra en el número siete?
—Al parecer, es un número sagrado, yo no sé —me encojo de hombros—. Tendré que investigar más sobre eso.
—Okay. Bueno, lo admito, todo eso parece planeado. Pero ʼPac no está vivo, Mav.
—Dijiste que parecía planeado.
—Sí, pero sólo los cobardes se esconden y fingen sus muertes. ʼPac no fue un cobarde. No me importa si el gobierno lo quería muerto, él se habría ido en un resplandor de gloria.
Eso es cierto. ʼPac era la definición de un guerrero. No se escondería de nadie.
—De acuerdo, me acabaste con eso.
Dre se estaciona afuera de la tienda del señor Wyatt, que es tan vieja como Garden. La abuela solía enviar a mamá aquí cuando era una niña, en los tiempos que los padres del señor Wyatt estaban al frente. Aquí puedes comprar de todo, desde verduras frescas hasta jabón líquido para lavar platos.
Dre me ayuda con la carriola —¿por qué todo lo relacionado con bebés es tan complicado?— y empujo a mi hijo a la tienda. Para ser un lugar en el barrio, la tienda del señor Wyatt es bastante agradable. Él se asegura de que los pisos siempre estén brillosos y que las repisas se mantengan ordenadas.
El señor Wyatt se encuentra en la caja registradora, empacando algunos comestibles de una anciana. La señora Wyatt está a su lado, platicando con ella. Se jubiló el año pasado y ahora está siempre en la tienda. Salvo cuando cruza la calle para que le arreglen las uñas. Las mantiene pintadas de rosa.
Sus ojos se iluminan cuando nos ve.
—¡Maverick, trajiste al bebé!
La señora Wyatt ama a los bebés. Ella y el señor Wyatt solían ser padres de acogida y siempre tenían bebés y niños en su casa. Gracias a ellos, siempre tuve a alguien con quien jugar.
La señora Wyatt se inclina para mirar al interior de la carriola.
—No podrías negar a este chico aunque lo intentaras, hijo. Es igual a ti.
—Síp —dice Dre—. Incluso tiene la enorme cabeza de manzana de Mav.
—¡Ya cállate, hombre! —digo.
La señora Wyatt ríe.
—Sé más amable, Andre —gruñe cuando levanta a Hombrecito—. Ooh, Dios, eres un niño grande. Te están alimentando bien, ¿eh?
—Justo vine para comprar más fórmula —digo.
—Ya veo por qué —la señora Wyatt le sonríe. Él le devuelve una sonrisa que es pura encía—. Faye nos dijo que hoy lo estás cuidando tú solo. ¿Todo va bien hasta ahora?
Dejé que mamá le contara a los Wyatt. Han sido nuestros vecinos de al lado durante tanto tiempo que forman parte de la familia.
—Sí, señora. Lo tengo bajo control.
El señor Wyatt se despide de otro cliente y se acerca a nosotros. Tiene este bigote grueso y siempre lleva algún tipo de sombrero. Creo que está perdiendo el cabello. Hoy se puso un sombrero de paja para taparlo.
—Cuidado, Shirley —dice—. Cárgalo mucho rato y tendrás fiebre de bebé.
—No hay nada de malo en eso. ¿O tú qué crees, bebé? —ella besa la mejilla de Hombrecito.
El señor Wyatt agarra mi hombro con firmeza.
—No estás dejando que tu mamá se encargue de este bebé, ¿verdad, hijo?
—No, señor —le digo. Siempre es “sí, señor” o “no, señor” con el señor Wyatt. Él me lo taladró de esa manera en la cabeza desde que era pequeño—. Yo me estoy encargando.
—Bien. Tú lo hiciste, tú lo cuidas. La escuela comienza pronto, ¿verdad? ¿Estás listo? No dejes que tener un bebé haga que la dejes.
—Clarence, dale un respiro al chico —dice la señora Wyatt.
Él nunca hará eso. El señor Wyatt se queda parado a mis espaldas. Por mucho que me saque de quicio, sé que le importo. Recuerdo cuando los federales se llevaron a mi viejo. Todo era un verdadero caos en nuestra casa. Policías armados por todas partes. Hicieron que mis padres se tiraran al suelo y un oficial me acompañó afuera. Lloré por mamá y por papá, les rogué a los policías que los dejaran ir. Estuvieron a punto de subirme a un coche para llevarme a algún lado. Pero el señor Wyatt salió y habló con ellos. Lo siguiente que supe fue que puso su brazo alrededor de mi hombro y me llevó a su casa. Él y la señora Wyatt se quedaron conmigo hasta que la policía dejó libre a mamá, esa misma noche.
—Respirar nada. Ahora tiene responsabilidades —dice el señor Wyatt, con los ojos puestos en mí—. Necesitas cuidar a este bebé económicamente. ¿Qué planeas hacer al respecto?
—En realidad, está buscando trabajo —interviene Dre—. ¿Conoce a alguien que esté contratando, señor Wyatt?
—De hecho, yo. Mi sobrino, Jamal, tuvo que reducir sus horas a medio tiempo por su horario en la universidad comunitaria. Estoy buscando a alguien para llenar esos huecos.
Veo adónde está yendo todo esto, y diablos, no. El señor Wyatt ya está detrás de mí como mi vecino. Si me convierto en su empleado no podré mover un músculo sin que él me esté mirando.
—No se preocupe, señor Wyatt.
—¿Qué? ¿Tienes algo más en mente?
—Na… no, señor. Yo, ehhh… sé que no puede pagar mucho.
—Puedo pagarte lo mismo que en otros trabajos —dice—. ¿Cuál es el problema?
—Ninguno —le responde Dre—. Eso suena bien, ¿no es así, Mav?
Juro por Dios que si no cierra la maldita…
—Si estás preocupado por el cuidado del niño, yo puedo ayudar con eso —se ofrece la señora Wyatt—. No me importaría encargarme del bebé durante el día.
—Por una tarifa —agrega el señor Wyatt—. No hay nada gratis por aquí.
—¡Clarence! —lo regaña la señora Wyatt.
—¡Bueno, así son las cosas! Él tiene que aprender eso ahora.
—Estoy bien, señora Wyatt —digo—. Hombrecito volverá pronto con su mamá —eso espero.
—Está bien —dice el señor Wyatt—. No es el cuidado del niño y no es la paga. ¿Cuál es el problema?
—No hay problema —dice Dre—. Mav aceptará el trabajo.
¿Qué demonios…?
El señor Wyatt se cruza de brazos.
—El chico tiene boca, Andre. Quiero oírlo de él. Maverick, ¿quieres el trabajo?
Diablos, no.
Por otro lado… sí necesito algo ahora que Dre me obligó a salir del negocio. No puedo dejar que todos los pagos, además de mi hijo, recaigan sobre mamá.
Maldita sea. Supongo que tengo que madurar.
—Sí. Lo tomaré.
—Muy bien —dice el señor Wyatt—. Puedes empezar el mismo día que comienzan las clases. Cuatro horas después de la escuela, todo el día los sábados y descansarás los domingos. Así es como Jamal maneja las cosas. Algunos días trabajarás aquí en la tienda. Otros días, en mi jardín. No estoy para tonterías y no toleraré drama de pandillas.
El señor Wyatt sabe que somos parte de King Lords. Es bastante normal por aquí, tan malo como pueda ser.
Dre pone su brazo alrededor de mi hombro.
—No saldrá con alguna tontería ni dramas, señor Wyatt.
Me sacudo su brazo traidor.
—Voy a buscar mis cosas —murmuro.
La señora Wyatt se ofrece a cuidar a mi hijo mientras hago las compras. Agarro un carrito y le doy un empujón por el pasillo tan fuerte como quisiera empujar a Dre. Él viene detrás de mí, hablando.
—¿Estás bien? —pregunta.
—Diablos, no —siseo, y volteo hacia él. Estamos lo suficientemente lejos para evitar que los Wyatt nos oigan—. ¿Sabes en lo que me metiste?
—¡Carajo, es un trabajo! Un trabajo que tu trasero necesita, perro. Mientras hagas lo que se supone que debes hacer, estarás bien. Además, el señor Wyatt no es tan malo.
—¿Según quién?
—Podría ser peor. Podrías tener que trabajar para el señor Lewis.
Eso es verdad. El señor Lewis es el barbero de al lado, y ese hombre es la definición de un dolor en el trasero.
—Además, dijiste que querías ayudar a la tía Faye —continúa Dre—. Ésta es una buena forma de hacerlo. Los hombres hacen lo que tienen que hacer, y es hora de ser hombres, ¿recuerdas?
Odio cuando este idiota tiene razón.
—Sí. De acuerdo.
Extiende la palma de la mano y las chocamos.
—Vamos, necesitamos hacer las compras, comenzando con un poco de pasta de dientes —dice Dre—, ¡porque tu aliento me está matando!
Levanto el dedo medio. Él se aleja por el pasillo, entre carcajadas.
Ya llevo todo lo que mamá escribió en la lista. Se necesita todo el dinero que me queda después de que compré el collar de Lisa. Le pido al señor Wyatt un descuento para empleados, pero me mira como si hablara otro idioma. No obtengo un descuento.
Dre empuja el carrito de compras hacia la puerta y yo llevo la carriola de mi hijo. Hombrecito quedó fuera de combate después de que la señora Wyatt obró su magia. Casi quiero rogarle que se encargue de dormirlo esta noche.
Antes de que Dre abra la puerta, alguien del otro lado lo hace por él. Me quedo congelado.
Es Tammy, la mejor amiga de Lisa.
Y la mamá de Tammy, la señora Rosalie, está justo detrás. Exhibe una brillante sonrisa.
—¡Hey, Maverick y Dre! ¿Cómo están…?
Se da cuenta de la carriola y del bebé que duerme dentro, y sus ojos se agrandan. Los ojos de Tammy ya parecen discos.
Dre dijo que esto se convertiría en una mordida en el trasero si no le contaba a Lisa. Esto se siente como si estuvieran poniendo mi trasero en una charola.
Me aclaro la garganta.
—Estamos bien, señora Rosalie. ¿Cómo están ustedes?
Intercambian miradas y te juro que hablan sin hablar.
—Estamos bien, cariño —dice la señora Rosalie—. Vine a recoger un par de cosas.
Tammy me mira como si fuera un maldito detective.
—¿De quién es este bebé?
Mierda.
—Eh, tenemos que irnos —Dre sale al rescate—. Que tengan buen día.
—Ustedes también —dice la señora Rosalie.
Tammy hace ese sonido como si estuviera chupando algo entre los dientes. No necesito decir que el bebé es mío. Ya lo sabe.
Sigo a Dre hacia la puerta. Mi corazón late con fuerza en mis oídos. Me pregunto si en realidad lo que oigo es el reloj de una bomba recién activada. No se trata de si Tammy se lo dirá a Lisa, sino cuándo. Y cuando lo haga…
Mierda, va a explotar.
Debo hablar con Lisa. Ahora.