—¡Hey, Mav! —Rico ondea su mano frente a mi cara—. ¿Dónde andas, perro?
Mi cuerpo está en la cafetería de la escuela, almorzando con él y Junie, pero parte de mí se quedó en esa conversación con Iesha ayer.
Ella se siente culpable por no poder atender a nuestro hijo, y eso me hizo pensar en lo mucho que yo me esfuerzo. A veces quiero rendirme, hombre. Como esa noche, cuando lo abandoné y lo dejé llorando en mi recámara. Estas cosas se vuelven en serio abrumadoras.
Así que entiendo cómo se siente Iesha. Hombre, lo entiendo. Ojalá pudiéramos resolverlo.
Lisa también está en mi mente. No puedo llamarla porque tiene mi número bloqueado y yo no tengo tiempo para ir a su casa, ¿qué diablos se supone que debo hacer, entonces?
La mayor parte de mí sigue pensando en Dre. Éste es mi primer día de regreso a la escuela desde que murió, y es duro. Comenzó esta mañana, cuando pasé por la casa de la tía Nita y no lo vi a él, ni vi su coche, en el camino de entrada. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Una vez que llegué a la escuela, parecía que todo el mundo decía “Lamento lo de tu primo” en lugar del habitual “¿qué cuentas?”. Las condolencias son sólo recordatorios constantes de que Dre ya no está aquí.
El cobarde que lo mató está sentado al otro lado de la cafetería, riendo y hablando con el resto de los Discípulos del Jardín. En cada clase que coincidimos, sé justo dónde se sienta Ant. Lo detecto en los pasillos. No sé cómo voy a matarlo, pero es mejor que crea que voy a hacerlo. Olvídate de Shawn y sus órdenes.
—Como Mav no está prestando atención, ayudaré a un hermano con las papas fritas —Junie intenta tomar una papa de mi bandeja.
Golpeo su mano.
—Hombre, si no controlas tu trasero glotón…
Rico casi escupe su Sunkist.
—Sólo me estaba asegurando de que estuvieras aquí —dice Junie.
—Aquí estoy —bueno, lo intento. Finalmente, me doy cuenta de todo lo que me rodea y, maldita sea, la cafetería está fuera de control. Un equipo de sonido vibra en una mesa y una batalla de rap se desarrolla en otra. Las chicas del equipo de porristas cantan en coro F-E-O a un tipo que intentó gritarle a una de ellas. Me siento mal por el sujeto.
La cafetería se divide casi como el barrio. Tienes a los King Lords de un lado y a los Discípulos del Jardín del otro. Las personas que no forman parte de ninguna pandilla se sientan en el centro. Eso significa que hay un montón de personas entre Ant y yo. Aun así, lo encuentro sin esfuerzo.
—¿Qué sigues mirando, perro? —Rico voltea y mira.
No puedo decirles a él y a Junie que Ant mató a Dre. Toda la escuela lo sabría antes de que termine el día.
—Nada. Sólo estaba distraído. Ya sabes cómo es esto.
—Te entiendo —dice Junie—. Probablemente tengas a Dre en mente, ¿no es así?
Rico deja escapar un silbido lento.
—Esa mierda es difícil de sacudir, perro. A veces recuerdo lo que le sucedió a mi hermano de la nada.
—Lo mismo me pasa con mi tía —dice Junie.
Cuando Rico tenía nueve años, su hermano gemelo, Tay, fue asesinado por una bala perdida mientras dormían en sus literas. La tía de Junie fue apuñalada en el barrio, durante una fiesta de los chicos de primer año. Garden se lleva a alguien de todos, pero aun así nos esforzamos por seguir adelante. Tal vez porque es lo único que conocemos.
—Sigue empujando, Mav —dice Rico—. Las situaciones difíciles no duran. Pero la gente sí.
—Carajooo —dice Junie en su puño—. Este chico sí que derrama su conocimiento sobre nosotros.
Rico se sube el cuello de la camisa.
—Es mi gandhidez.
Río a carcajadas. Siempre puedo contar con estos dos para hacerme reír.
—Ustedes son todo un viaje.
—Tenemos mucho en lo que ponerte al día, Mav —dice Junie—. A Cortez lo mandaron de nuevo al reformatorio. Sin embargo, no fue por ese gran golpe de él y DeMario. Fue por otra cosa.
—¿Qué gran golpe? —pregunto.
—Ya sabes, esa cosa de los suburbios que tenían ellos —dice Rico—. ¿Cuando estuvieron robando diferentes casas todos los días?
—Oh, sí. Eso —finjo entender. Estoy tan perdido.
—Pero ahora nosotros tenemos nuestro propio gran golpe —dice Rico.
—Sí —Junie se frota las manos—. King nos metió en su mierda.
Aparto la mirada de Ant.
—¿Qué?
—Nos dijo que tú tenías que alejarte de eso —dice Rico—. Él necesitaba ayuda y nosotros necesitábamos algo de efectivo. Estamos haciendo su mierda.
Ésta es la primera vez que escucho algo de esto.
—¿Cómo es que ninguno de ustedes me lo había dicho?
Junie le da un mordisco a su segunda hamburguesa. Come mucho los días que tiene prácticas con la pelota.
—No estás por aquí, Mav. Pensamos que cosas como ésa ya no te preocupaban.
Eso pega duro. O me podría estar afectando porque todavía estoy enojado con la manera en que Shawn me trató el otro día. Y hablando de…
—¿No tienen miedo de que Shawn y los hermanos mayores se enteren?
—Hombre, es como dice King: olvídalos —afirma Rico—. Ni siquiera nos cuidan como deberían.
—No me malinterpretes, no los defiendo ni nada parecido, pero sí cuidan nuestras espaldas.
—A mí no me duele la espalda. Los bolsillos, sí —dice Junie—. Esos imbéciles conducen sus Benz y sus Beamer. ¿Has visto a alguno de los hermanos pequeños en Benz o Beamer?
—Na —debo admitirlo.
—Exacto. Estamos aquí, tratando de echar a andar los autos usados y tomando el autobús —dice Rico—. Tenemos que cuidarnos solos. Y si ellos vienen por alguno de nosotros por esto, tendrán que venir por todos.
—Maldita sea —me siento y lanzo una mirada entre uno y otro. Nunca los había escuchado hablar de esta manera—. Esto suena como un motín de mierda.
—Sí, es un enorme botín como el infierno.
Este imbécil.
—Dije “motín”, Rico. M-o-t-í-n. Significa rebelión. Eso es lo que hizo Napoleón en Francia en sus tiempos.
—Oh. No, no nos estamos rebelando. Sólo ganando dinero.
—Sí —Junie habla con la boca llena de papas fritas—. Lees demasiados libros, Mav. Haz algo mejor con tu tiempo.
Como sea, hombre. Es la forma en que King actúa con Shawn y ellos lo que hace que algunas veces me sorprenda. Ahora tiene a otros hermanos pequeños vendiendo droga en secreto. Si Shawn alguna vez se entera, no quiero saber cómo terminarán las cosas.
El timbre suena, lo que indica que la hora del almuerzo terminó. Llevamos nuestras bandejas a los contenedores de basura. Veo a Ant dejar la suya. Se dirige a la misma clase que yo, literatura universal.
Mantengo mis ojos en él mientras entramos en el salón. Toma su asiento en el centro. Me dirijo al mío, pero la señorita Turner agarra suavemente mi brazo.
—Hey, Maverick —dice. La señorita Turner es la maestra más dulce de la escuela y una de las más jóvenes. Y también está buena. Tiene un tremendo trasero, buen Dios—. Me alegro de verte de regreso. ¿Cómo lo estás llevando?
—Estoy bien —digo, y miro a Ant. Nos observa con gesto divertido.
—Siento mucho lo de tu primo —continúa la señorita Turner—. El dolor puede ser abrumador. Al señor Clayton le gustaría que fueras a su oficina en esta hora para que puedan hablar.
Toda la clase me mira ahora. Ya no soy Pequeño Don. Soy el tipo que encontró a su primo con una bala en la cabeza.
Suspiro por la nariz.
—Ya le dije que estoy bien, señorita Turner. No necesito hablar con el consejero.
Me entrega un pase de permiso.
—Ve, Maverick. Mañana te pondré al tanto de las clases.
Ant resopla.
—Debilucho.
Me volteo hacia él.
—¿Qué?
—¡Ya me oíste! Eres tan debilucho como tu primo. Era sólo cuestión de tiempo antes de que perforaran su insolente trasero.
La señorita Turner me sujeta antes de que pueda llegar a él. Ella es fuerte como el infierno. Me hace girar hacia la puerta.
—¡Maverick, a la oficina, ahora! Antwan, podrás explicarme tus aborrecibles comentarios después de las clases, en detención.
—Uuuuh —resuena en el salón.
La señorita Turner me empuja hacia la puerta y la cierra detrás de mí, mientras Ant intenta defender su caso.
Camino por el pasillo. Juro por Dios que podría entrar en ese salón y estrangular al tipo con mis manos. ¿Ahora se supone que debo ir a discutir mis “sentimientos” con el señor Clayton? ¿Qué bien me haría eso? No traerá de vuelta a mi primo ni se ocupará del tipo que lo mató.
Na, olvídalo. Olvídalo todo. Las condolencias, las miradas, todo.
Arrojo el pase a un basurero y salgo del edificio.
El viento no es broma hoy. Me quita la capucha de la cabeza. Eso explica por qué casi nadie ronda afuera.
Estoy a unas calles de la escuela cuando un Mercedes-Benz plateado se detiene a mi lado; un S500 del 97 con rines de veinte pulgadas, para ser exactos. El polarizado impide que se vea el interior, pero todos en Garden saben que es el auto de Shawn.
Baja la ventanilla del copiloto.
—¿Qué cuentas, Pequeño Don? ¿Adónde te diriges?
Sigo caminando. Él es la última persona que quiero ver.
—No te preocupes.
—No estoy preocupado, sólo pregunté —dice mientras conduce a mi lado—. ¿Estás bien?
—Sí.
Shawn suspira.
—Estás enojado por lo del otro día, ¿no es así? Hablemos de hombre a hombre.
Me detengo y lo miro.
—Eso va a ser difícil cuando me tratas como a un niño.
—Ése no es el caso, Mav —dice Shawn. Se inclina y empuja la puerta del copiloto para abrirla—. Sube.
El Benz de Shawn es una jodida maravilla. Interior de piel, quemacocos, televisiones en la parte de atrás. Solía decirle a Dre que algún día me estaría paseando en uno como éste. Él reía y decía: “Claro, y lo vas a destrozar. Tú no puedes conducir algo que valga la pena”.
Lo extraño tanto.
Shawn sorbe un gran helado que compró en la gasolinera. Es una de esas personas raras que se apegan a un solo sabor. Me lanza una mirada por encima.
—¡Okay, Pequeño Don! Mírate, con la chamarra de titular de los Lakers Starter y esos Reebok. ¡Luciéndote!
Nadie te sabe elogiar como los hermanos mayores. Puede largarse a seguir con eso en otro sitio.
—Dijiste que querías hablar. Habla.
—De acuerdo, bueno, en primer lugar, yo no diría que te trato como a un niño sino como a un hermano —dice Shawn—. No ha pasado tanto tiempo de cuando estabas tratando de seguirnos a mí y a Dre por todas partes. Siempre serás ese pequeño del que nos deshicimos en el centro comercial.
—Ustedes terminaron bien jodidos por eso —murmuro, y Shawn estalla en carcajadas. Yo tenía alrededor de once años, Dre y Shawn tenían alrededor de dieciséis. Yo quería ir a la sala de videojuegos, y ellos intentaban saludar a las chicas en la zona de comida. Me estaba comportando como un dolor en el trasero, la verdad. Me dieron dinero para que me comprara una malteada. Cuando volví a la mesa, ellos ya se habían ido.
—Estábamos tratando de conseguir buenos traseros, y tú estabas bloqueando la diversión —dice Shawn—. Pensamos que te daríamos una lección. Mierda, cuando te encontramos, estabas en Victoria’s Secret. Tenías a todos esos elegantes empleados encima de ti. Ellos y esas chicas se enojaron con nosotros.
—Hey, yo era hábil. Me sorprende que me hayan dejado ir a cualquier parte con ustedes después de eso.
—Todo fue por Dre. Él quería mantenerte cerca —dice Shawn—. Me decía todo el tiempo: “Si Mav no puede ir, yo tampoco”.
Pellizco ese espacio entre mis ojos. Le debería haber dicho eso a la muerte. Yo no podía partir, así que él tampoco.
—El caso es que una parte de mí siempre te verá así, Mav —dice Shawn—. Ahora que Dre no está, él querría que te cuidara. No quería que vendieras hierba. ¿Crees que querría que asesinaras a alguien, aunque fuera para vengarlo?
Tan furioso como estoy…
—No.
—Exacto. En cambio, querría que tú cuidaras de tu familia, que cuidaras de tu hijo, que estuvieras al tanto de la mierda de la escuela. Ahora, ¿creo que tú podrías matar a alguien? Seguro. Matar es fácil. Vivir después de hacerlo es difícil, si es que vives. Es muy probable que esos Discípulos del Jardín vinieran rápido por ti, y la señora Carter podría estarte enterrando la próxima semana. ¿Quieres someter a tu familia a otro funeral?
La idea de mamá llorando por mí me enferma.
—No.
—Entonces, deja que los otros mayores y yo nos ocupemos de esto —dice Shawn—. Y hablando en serio, ¿cómo me vería si dejo pasar esto cuando Dre era mi mejor amigo y yo soy la corona? Necesito encargarme de este asunto.
—Todos por aquí ya piensan que soy blando, Shawn.
—¿Y? —dice—. Olvídate de lo que piensan esos idiotas. Tienes que vivir por ti y por Dre ahora, ¿entiendes? Tú puedes hacer todo lo que él no tuvo la oportunidad de hacer.
Nunca había pensado en eso.
—Cría a tu hijo. Sé el mejor padre que puedas ser —dice Shawn—. Así es como vas a honrar a Dre. ¿De acuerdo? —me extiende su puño.
Lo golpeo con el mío.
—De acuerdo.
Toma otro sorbo de su helado.
—Bien. ¿Por qué diablos no estás en la escuela?
—Ant y yo casi nos peleamos a puños —digo—. Dijo que Dre merecía morir, Shawn. Ahora sé que ese imbécil lo hizo. Deben agarrarlo lo antes posible.
—Cualquier idiota puede tirar mierda, Mav. Esto no prueba nada.
—Supongo. Sin embargo, la forma en que lo dijo…
—Probablemente sea un pequeño imbécil —dice Shawn—. Lo investigaremos. Mientras tanto, no dejes que te saque de quicio. Mantén tu trasero en la escuela. ¿Cómo van las cosas allí, como sea? ¿Rico, Junie y ellos están bien?
Me remuevo en mi asiento al recordar todas las cosas que dijeron en el almuerzo.
—Sí, están bien.
—¿Y tu chico, King? ¿Bien?
—Sí. ¿Y tú en qué andas?
—Estoy buscando a Red. Le pagué para que me consiguiera una pantalla grande. No he visto a ese idiota desde hace más de una semana.
—Puede que no consigas esa televisión. Red siempre está estafando gente. Me dio unos Jordan falsos.
—Apuesto a que no será tan estúpido para atreverse a estafarme —Shawn se estira frente a mí y abre su guantera. Su arma está adentro junto con algo pequeño, enrollado y listo.
Shawn enciende y fuma el porro con una mano y conduce con la otra. Eso es una multitarea del siguiente nivel. Le da una tremenda calada.
—¡Maldición! Ésta es de la buena —dice, ahogándose. Lo extiende hacia mí—. Suena como si necesitaras relajarte. No hay nada de malo en fumar un poco de hierba.
Sólo he fumado como dos veces en mi vida. King solía hacerme burla porque él agarraba el viaje y yo no me unía. Yo quería vender hierba, no fumármela.
El porro de Shawn me hace pensar en el par de veces que he fumado. Estaba tan lejos que nada me molestaba. Sin estrés, sin preocupaciones, sin dolor. No he sentido nada más que dolor desde que Dre murió.
Tomo el porro que me ofrece y succiono.
El tiempo pasa lento, pero luego es rápido. En un momento estoy en el Benz de Shawn, viendo a Garden pasar. Al siguiente, ya es hora de que me vaya a trabajar. El tiempo es divertido, hombre. La vida es divertida. Todos en este enorme planeta intentamos entender la mierda que nos rodea. ¿Y si el planeta ya la entendió? ¿Qué pasa si el objetivo es que no la entendamos? ¿Y si a Dios le gusta jugar con nosotros… como si fuéramos muñecas? Algunas Barbies de traseros negros.
Mierda profunda.
Estoy bien. No fumé mucho. Estoy tan relajado como podría esperarse. De acuerdo, sólo un poco deslumbrado.
Shawn me deja en la casa del señor Wyatt. Es un buen tipo. Muy buen tipo. Recorrimos el barrio en busca del tramposo trasero de Red. Ése no es un buen tipo. Es lo opuesto a un buen tipo. Pero no como Ant. Ant es el peor.
El señor Wyatt me tiene una lista de cosas que debo hacer hoy en el jardín. No estará aquí hasta más tarde. Me dijo que podría pedirle la lista a su esposa. Subo la escalera del porche —maldita sea, son demasiados escalones— y llamo al timbre.
La señora Wyatt me abre con Seven en brazos. Mi hijo. Tengo un hijo. La vida es salvaje, hombre. Dentro de un año estará hablando. ¡Hablando! Mi pequeño gran hombre. ¿O es mi gran hombrecito? Mierda, no lo sé.
—¡Hey, hombre! —le extiendo las manos.
La señora Wyatt lo acerca más, pero me mira raro.
—Clarence te está esperando en la parte de atrás.
¿Que qué? Son como las tres y media. Él debería estar en la tienda. Oh, diablos. ¿Y si se da cuenta de que estoy drogado? Tómatelo con calma, Mav. Relájate.
—Oh, de acuerdo. Voy a ir allá atrás —apunto con el pulgar atrás de mí—. Espere, no es hacia allá. Hacia allá —señalo detrás de ella—. Sí.
—Está bien —dice, un poco lento.
Bajo todos esos escalones (en serio, ¿por qué tienen tantos?). Y paso por la puerta trasera. El señor Wyatt está en la sección de tubérculos, donde me hizo plantar nabos y zanahorias no hace mucho tiempo. Tengo que llevármela muy tranquilo, como si fuera un cubo de hielo. O Ice Cube, el rapero que se llama cubo de hielo. Todavía mejor.
—¡Hey, señor Wyatt!
Se da la vuelta con el ceño fruncido.
—No es exactamente así como te diriges a tu jefe.
Está bien, eso fue demasiado relajado.
—Mi error, mi error. Me sorprende que no esté en la tienda.
—Decidí dejar que mi sobrino se encargara de las cosas allá para que yo pudiera pasar tiempo con mi esposa.
Por la forma en que brillan sus ojos, es claro que, en efecto, pasaron tiempo juntos. Espero que Seven haya estado dormido. No puedo permitir que mi bebé sea expuesto al sexo de personas mayores.
¿Por qué digo eso? Espera, ¿lo dije o lo pensé? ¿Por qué mis pensamientos son tan ruidosos? ¿Alguien puso un micrófono en mi cabeza? ¿Cómo lo metieron ahí?
—¡Hijo! —dice el señor Wyatt.
—¿Uh?
Se cruza de brazos.
—¿Has estado fumando María, eh?
Resoplo.
—¿Quién diablos le dice María?
Definitivamente dije eso en voz alta.
—El nombre es irrelevante —dice—. Es obvio que has estado fumando. Hueles.
Olfateo debajo de mi camisa. No huelo nada.
—¿Está intentando decir que apesto?
Sus labios se vuelven muy delgados.
—Niño. Éste es el strike número dos.
—¡Vamos, señor Wyatt! No estoy drogado.
—Y yo soy James Brown.
—No tiene suficiente cabello para eso.
Mierda, también dije eso en voz alta.
El señor Wyatt toma un azadón y me lo tiende.
—Ponte a trabajar. Cuando termine contigo, desearás no haber visto nunca la María.
Tres horas después, el señor Wyatt casi ha terminado conmigo.
Primero, descargué grandes bolsas de mantillo y tierra de jardín de su camioneta. Alrededor de diez de cada cosa. Tuve que cargar esas cosas pesadas una por una desde el camino de entrada hasta el patio trasero. Luego, me hizo arrancar malas hierbas en esta nueva sección que quiere empezar. Después, usé el azadón y vertí tierra de jardín sobre el surco. Y ahora quiere que empiece a plantar. Estoy tratando de recuperar el aliento.
Bebe una limonada en la banca de piedra.
—Date prisa, hijo. Ese ajo no se plantará solo.
Podría desplomarme, así de cansado estoy.
—Señor Wyatt, necesito unos minutos, por favor…
—No, señor. El dinero es tiempo, el tiempo es dinero, y tú estás gastando el mío, compañero. Hey, eso rimó. ¿Crees que yo podría ser rapero? Un hip-hop, un hippity-hop, ¿no es así como lo hacen todos?
Si este hombre no se lleva su Dr. Seuss a alguna parte…
—¿Puedo tomar un poco de agua?
El señor Wyatt da un sorbo a su limonada.
—¡Mmm! Refrescante. ¿Para qué necesitas agua?
—¡Tengo sed!
—No, tú no tienes sed. Es la María la que está hablando.
—Hombre —me quejo. Cada pocos minutos, encuentra una manera de sacar todo esto a relucir—. ¡Ya no estoy drogado! Tengo sed. Necesito un descanso.
—Na, al parecer ahora lo único que necesitas es más hierba. Fuiste lo suficientemente valiente para presentarte a trabajar drogado. Debes haber pensado que la necesitabas.
—Quería sacar a Dre de mi cabeza, ¡de acuerdo!
No es mi intención estallar, pero es suficiente para callar al señor Wyatt.
Deja su vaso y da unas palmadas en el lugar junto a él.
—Ven aquí, hijo.
Dejo el azadón y me acerco. A pesar de lo duro que es esta banca de hormigón, se siente como lo mejor que existe.
—¿Querías sacar a tu primo de tu mente y pensaste que las drogas eran la mejor manera de hacerlo? —pregunta el señor Wyatt.
—No las drogas, señor Wyatt. La hierba.
—Lo cual se considera una droga, hijo —dice—. Puede que no sea dañina como las demás, pero es ilegal y sólo tienes diecisiete años. No necesitas estar drogado.
Cruzo los brazos sobre mi regazo.
—Ya se lo dije, estaba tratando de sacar a Dre de mi cabeza.
—¿Por qué?
Lo miro.
—¿Por qué querría pensar en eso? Ése era mi hermano, y lo vi con una bala… —niego con la cabeza—. No puedo pensar en eso.
—¿Por qué?
—¿Usted ahora es un terapeuta o algo así?
—¿Por qué? —repite.
—¡Porque tengo que seguir adelante! No puedo sentarme a llorar por Dre. Tengo que ser un hombre.
El señor Wyatt no dice nada durante un muy largo rato.
Suspira.
—Hijo, una de las mayores mentiras jamás contadas es que los hombres negros no tienen sentimientos. Supongo que es más fácil no vernos como humanos cuando se piensa que somos desalmados. El hecho es que sí sentimos. Sufrimiento, dolor, tristeza, todo. Tenemos el derecho de mostrar nuestros sentimientos tanto como cualquier otra persona.
Miro al suelo, mis piernas tiemblan como si estuvieran listas para sacarme corriendo de aquí. No es posible escapar de todas las cosas que se arremolinan en mi interior. Lo he intentado desde el día en que murió Dre, y no he llegado a ninguna parte.
El señor Wyatt pone una mano en mi nuca, lo suficientemente fuerte para comunicar que me tiene atrapado, pero lo suficientemente suave para ser casi un abrazo.
—Déjalo salir —dice.
Este sonido sale de mí y no sé si estoy gritando o llorando. Me cubro la boca con la camiseta, pero eso no ahoga los sollozos. Sólo atrapa mis lágrimas.
El señor Wyatt me rodea con sus brazos. Me abraza fuerte, como si supiera que me estoy rompiendo y estuviera intentando mantenerme unido.
—Está bien, hijo —dice.
No, no lo está. Mientras mi primo esté muerto, nunca será así.