En los partidos de futbol americano de los viernes por la noche, no importa si representas el gris o el verde. Sólo importan los colores de la escuela.
Por la mañana, mamá se detuvo en mi puerta y me preguntó:
—¿Por qué no vas al juego de esta noche?
Na, pensé al principio. Hoy ella no irá a su segundo trabajo. No podía pedirle que pasara su tiempo libre cuidando a mi hijo.
—Tú no lo estás pidiendo, yo te lo estoy ofreciendo —dijo—. Sería bueno que salieras a divertirte.
No soy estúpido. Esto tiene más que ver con Dre que con cualquier otra cosa. Ella también me dio dinero, así que sé que se siente mal por mí. Diez dólares. Eso debería ser suficiente para cubrir mi boleto y algo de comer. Yo estoy en la ruina hasta que me paguen, pasado mañana. Estos diez se sienten como cien para mí.
Sigo a King, Junie y Rico al estadio. Hace suficiente frío para ver mi aliento. No me importa. Éste es mi primer juego de este año, y será algo fuera de lo ordinario. La preparatoria Garden se enfrenta a los estúpidos de la Washington, la preparatoria de Presidencial Park. Nuestra rivalidad con ellos hace que eso de los King Lords contra los Discípulos del Jardín parezca cosa menor. Nosotros estamos en su territorio, en su campo, pero toda la preparatoria Garden está aquí, además de la mitad de nuestro barrio.
Es muy difícil encontrar asientos. Nos paramos en la valla a lo largo de las líneas laterales, cerca de la línea de cincuenta yardas. Al menos tendremos una vista decente.
King sopla en sus manos.
—Será mejor que esos chicos pateen los traseros de los de la Washington esta noche.
—Palabra —dice Junie mientras observa a esta chica que pasa a nuestro lado, con un disfraz de árbitro y las nalgas prácticamente de fuera—. ¡Ay, cariño! Puedes hacer sonar mi silbato el día que quieras.
Ella le muestra el dedo medio. El resto de nosotros estallamos en una carcajada. Halloween es hasta mañana, pero podrías pensar que es esta noche, con todos los disfraces que se ven por aquí. Mamá, mi tía Nita y yo llevaremos a Andreanna y a Seven a pedir dulces en el barrio del primo Gary mañana por la tarde. De acuerdo, seré yo el que pida los dulces; Seven pasará el rato en su carriola. El año pasado la gente me veía raro si les pedía dulces. Este año mentiré y diré que es por el bebé. La gente no puede decirle que no a un lindo bebé.
—No puedo creer que Mav finalmente haya salido —bromea King—. Actúas como si estuvieras en arresto domiciliario.
Junie y Rico ríen. Saben todo sobre arrestos domiciliarios.
—Cállate —le digo—. Mamá está cuidado a Hombrecito. Ésa es la única razón por la que estoy aquí.
Rico peina su cabello. Tiene un cepillo a la mano en todo momento.
—¿Iesha nunca se ocupa de él?
—Ella está pasando por cosas difíciles —miro a King—. ¿La has visto últimamente?
—Hombre, olvídate de esa chica —dice—. El juego ya va a empezar.
Suenan los silbatos y la banda de la preparatoria Garden empieza una vieja tonada del grupo Temptations. Marchan hacia el estadio, liderados por los tambores mayores y las bastoneras, y seguidos por el equipo de atletas. Nuestro lado estalla en porras. Los abucheos resuenan en todo el campo de la preparatoria Washington. Mierda, eso sólo logra hacernos más ruidosos. Oh, sí, ocurrirá esta noche.
Las bastoneras están ahí y lucen muy bien con sus leotardos o como sea que se llamen esas cosas. Tal vez busque hablar con alguna de ellas.
Sí, claro. No voy a buscar a nadie. Extraño demasiado a Lisa. Camino por su casa todos los días cuando voy al trabajo y le dejo notas en el buzón. Ella o su mamá deben tomarlas, porque para el día siguiente ya no están, pero todavía no he recibido una respuesta. Me estoy quedando sin opciones y sin ideas.
—El equipo no es lo mismo sin ti, King —dice Junie—. Si estuvieras abajo esta noche…
—No dejaría que esos imbéciles consiguieran un solo punto —dice King—. Soy ese n-i-doble-g-a. ¡Es mejor que lo reconozcan!
Reímos a carcajadas.
—Eres un estúpido, hombre —le digo.
—Hablando en serio, deberían dejarte volver al equipo, perro —dice Rico—. Nos hiciste un favor a todos al patear el racista trasero del entrenador.
King observa cómo el equipo canta en las líneas laterales durante su presentación antes del juego.
—Lo extraño, no te voy a mentir. Haría casi cualquier cosa para volver allí.
Creo que ser expulsado del equipo fue peor para él que ser expulsado de la escuela.
King hecha un par de miradas hacia atrás, a las gradas.
—¿Por qué ese imbécil me mira tan fijamente?
Todos volteamos. Ant y algunos Discípulos del Jardín están sentados un par de filas atrás, y Ant me está lanzando una de sus miradas amenazantes. Lo hace también en la escuela. Siempre lo ignoro porque no quiero arriesgarme a meternos en problemas. Entonces estaría rompiendo mi promesa a Shawn.
—Todavía está enojado porque lo castigaron por haberme tirado mierda la semana pasada —digo—. La señorita Turner lo castigó.
King extiende los brazos como diciendo: ¿Qué te traes?
Ant ondea las manos, como si se sacudiera una mosca, y mira hacia otro lado.
—Pedazo de imbécil —dice King—. Si intenta algo esta noche, nosotros estamos contigo, Mav.
—Sin duda —dice Rico.
—Seguro —secunda Junie.
Eso es lo que pasa con tus amigos: cuando te respaldan, te respaldan. Puede que haya perdido a Dre, pero todavía tengo hermanos.
Ir a un partido de futbol americano colegial es algo así como estar hipnotizado. Quiero decir, maldita sea, nuestros traseros se están congelando y nuestros pies probablemente estarán entumidos cuando todo esto haya terminado. Pero a nosotros sólo nos importa que nuestro equipo va ganando por diez puntos para el medio tiempo.
Por primera vez en meses me vuelvo a sentir como yo. Aquí estoy con mis chicos, animando a nuestro equipo y haciendo tonterías. He tenido un niño a mi cuidado durante tanto tiempo que olvidé que yo todavía lo soy.
Los equipos se retiran y las bandas se abren camino hacia el campo. La batalla de las bandas puede ser tan emocionante como el juego. La mayoría de la gente se queda en sus asientos para verla. Tal vez la fila en el puesto de comida no sea tan larga en este momento.
—Voy por unos nachos —digo—. ¿Ustedes quieren algo?
—Una hamburguesa y un Sprite —dice Rico.
—Un Sprite suena muy bien —dice Junie—. Tráeme un hot dog con queso y chili con carne y un Frito pay también.
—Ooh, un Frito pay —Rico lo señala—. Olvidé que aquí los hacen. Sí, consígueme uno de ésos a mí también, Mav. Gracias, hermano.
—Sí, eres grande por comprar nuestra comida —agrega Junie.
¿Qué demonios? ¿Quién dijo que yo la iba a comprar? ¿Y de dónde salen dándome sus listas de la compra?
—Lo mejor será que lleven sus holgazanes traseros al puesto de la comida y compren sus propias cosas.
—¡Tú preguntaste, idiota! —dice Rico.
King ríe.
—Está bien, Mav. Yo te ayudaré. Vamos.
Junie niega con la cabeza.
—Tacaño.
Le presento su segundo dedo medio de la noche y sigo a King.
Estaba equivocado, la fila hasta el puesto es tan larga como la cola del diablo. Sólo dos o tres personas están trabajando adentro de la cabina, y la gente en la fila ya comienza a quejarse.
King sopla en sus manos y las frota.
—Más les vale que no tengamos que esperar aquí toda la noche.
—Hombre, éste es un estadio pequeño. Por supuesto que tendremos que esperar toda la noche —estiro el cuello para ver los carteles—. ¡Mierda! ¿Los nachos cuestan tanto dinero? Ahí se irá todo lo que tengo.
—¿Estás así de quebrado? —pregunta King.
—Básicamente. Todavía no me han pagado. Mamá me dio diez dólares para esta noche.
—¿Diez dólares? Vamos, hombre, ¿en serio? Mira —King saca un grueso rollo de dinero de su bolsillo—. Esto es con lo que estoy trabajando. Todos son de cien.
—Maldita sea. ¿Intensificaste el juego?
—Seguro. Tengo que darles a estos demonios lo que quieren. No quiero faltarte al respeto, pero Dre ya no está. Nada te impide volver a meterte. Tú también podrías estar haciendo todos estos billetes.
Una mujer se sale de la fila diciendo que estos lentos no van a hacer que se pierda la actuación de su bebé. Avanzamos un lugar.
Me rasco la cabeza.
—No sé si quiero que me atrapen de nuevo, King.
—¡Imbécil, sólo tienes diez dólares! Espera, ni siquiera tienes eso porque ya compraste tu boleto.
Créeme, lo sé.
—Estoy tratando de mantenerme alejado de los problemas.
King niega con la cabeza.
—Estás paranoico. ¿Al menos vas a perseguir a quien sea que haya matado a Dre? Por favor, dime que no te echarás atrás en eso.
—Shawn me ordenó que los dejara a él y a los mayores encargarse del asunto —digo.
—¿Qué? Se supone que eres un hombre, haz lo que sea por tu familia. ¡Maldita sea, eres demasiado blando!
Lo miro de arriba abajo.
—¿Qué?
—Primero te echas atrás en nuestra operación —King lleva la cuenta con los dedos—, luego, te quedas en casa todo el maldito tiempo como si fueras una jodida ama de casa. Y ahora, no vengarás a quien llamabas tu hermano. Eso es una mierda, Mav. ¿Sabes?, ya ni siquiera debería sorprenderme.
—¿Qué diablos se supone que significa eso?
—Exactamente lo que dije. Todo el mundo te conoce…
Es interrumpido por unos gritos y nos damos la vuelta. Los puños vuelan en el estacionamiento mientras algunos tipos emprenden una pelea. Cuatro de ellos usan pañuelos amarillos, Latin Royals. Presidential Park es conocido como su hogar. Los otros tres son Discípulos del Jardín. No me sorprende que uno de ellos sea Ant. Siempre está metido en algo. La fila por fin avanza, porque casi todo el mundo sale despavorido.
Doy un golpecito en el brazo de King.
—Hey, deberíamos irnos.
—¡Diablos, no! Esto es mejor que el juego. Hey, ¿quién crees que va a ganar?
Ésa es la cosa. Peleas como ésta no se ganan a puños. Por lo general, se ganan por…
¡Pum!
¡Pum!
¡Pum!
Me estremezco. La gente grita y corre por el estacionamiento. Las llantas rechinan. La banda deja de tocar y la gente sale corriendo del estadio.
Sólo una persona está inmóvil.
Ant yace en el cemento, muerto sobre un charco de sangre.