DIECISÉIS

¿Embarazada?

¿Qué?

Tengo que sentarme y el suelo está más cerca que cualquier silla. Me hundo en las baldosas.

¿Cómo diablos? Sólo lo hicimos una vez sin protección, y tuve cuidado. No es posible, a menos que…

La miro.

—¿Es mío?

Sus lágrimas se secan rápidamente y Lisa tiene esa mirada asesina.

—¿Que si es tuyo? —repite y se pone de pie—. ¿Que si es tuyo?

En segundos, me está dando una tunda. Me golpea, me patea, me castiga con los puños.

Me acurruco en posición fetal.

—¡Hey, hey! ¡Relájate!

—¿Que si es tuyo? —golpea mi brazo—. ¿Me estás tomando el pelo?

—¡Lo siento! ¡No lo sabía!

—¡Pues deberías saberlo! ¡No he estado con nadie más, Maverick! ¡Esto es tu culpa!

—¿Cómo diablos es mi culpa? —grito.

—¡Deberías haber tenido cuidado!

—¡Lo tuve!

—¡Obviamente, no fue suficiente! ¡Ooooh! —golpea mi brazo de nuevo—. ¡Se suponía que ya había terminado contigo! Se suponía… Oh, Dios… —jadea por aire—. Oh, Dios, oh, Dios…

Me levanto y la abrazo. Ella me golpea al principio, pero llora demasiado como para dar pelea.

—No puedo estar embarazada, Maverick —solloza en mi pecho—. No puedo.

Estoy tan asustado que no consigo calmarla.

—¿Estás segura de que estás embarazada?

Lisa se enjuga los ojos.

—No me he hecho una prueba, pero tengo un retraso y nunca me retraso. Y luego, esta mañana vomité. Por suerte, mamá no estaba en casa o… oh, Dios. ¿Qué voy a hacer?

—Hey, relájate —la ayudo a sentarse—. Podrías no estar embarazada. Tenemos que comprar una prueba.

—No puedo. ¿Qué pasa si alguien me ve y le dice a mamá? Ya sabes cómo es ella.

La señora Montgomery es una de esas personas estrictas que asisten a la iglesia a pesar de que maldice y bebe como cosaco. Definitivamente, Lisa no puede dejarse ver comprando una prueba. Su mamá la mataría, estuviera embarazada o no.

—Iré a comprarla yo, entonces —digo.

—¿Y si alguien te ve?

—Tenemos que saberlo, Lisa. Ésta es la única forma.

—¿Es malo que casi no quiera saberlo?

Yo también miro su vientre. Es difícil imaginar que haya un bebé ahí.

—Na. Estoy aquí contigo.

Nos callamos. Una pequeña prueba podría cambiar nuestras vidas por completo. Lisa cierra los ojos.

—¿Qué va a pasar si estoy embarazada, Maverick? ¿Qué vamos a hacer?

—Lo resolveremos —digo.

Solloza.

¿Juntos?

—Sí —seco las lágrimas de su mejilla—. Estamos juntos en esto.

Lisa envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y llora en mi hombro. La abrazo y le digo que todo estará bien, pero se siente como una mentira.

Beso su frente y me voy a mi habitación. Seven quedó fuera de combate con una sonrisa en la cara. Debe estar soñando algo bueno. No sabe que yo estoy viviendo una pesadilla.

Me pongo mi chaqueta Starter. Mi mejor apuesta es ir a Wal-Mart en el lado este. Es una caminata de veinte minutos sólo de ida, pero será nada comparado con que te vean comprando una prueba de embarazo. Miro en mi billetera y siento cómo se forma un nudo en mi estómago.

Sólo tengo dos dólares. Las pruebas de embarazo cuestan mucho más que eso. Tendría que robar para conseguir una de Wal-Mart. Sólo hay una tienda donde puedo conseguirla ahora y pagarla después.

Debo ir con el señor Wyatt.

Doy la vuelta a la esquina con la cabeza gacha. No sé qué voy a decir al señor Wyatt. Él querrá saber por qué necesito una prueba de embarazo. Debería decirle que es para un amigo. Sí, eso es. Además, tiene algo de cierto: Lisa es una amiga.

¿A quién engaño? No se lo creerá. Comenzará a regañarme. Lo único peor sería…

Mierda, mamá. Cuando le dije que el bebé de Iesha podría ser mío, se sintió muy decepcionada. Allí estaba yo, haciendo exactamente lo que el mundo espera que hagan los chicos negros: un bebé mientras yo mismo soy un bebé. Y ahora podría haber otro en camino…

Dios, por favor, haz que esta prueba resulte negativa.

Asiento con la cabeza al sobrino del señor Wyatt, Jamal, mientras barre la acera frente a la tienda. Es un tipo tranquilo, estudioso y fornido, con rastas. No sé si alguna vez me ha dirigido más de cinco palabras juntas. La puerta de la tienda se siente más pesada de lo habitual. La campana suena para informarle al señor Wyatt que tiene un cliente. Él está en la caja registradora, hablando con el señor Lewis. Maldita sea, ¿en algún momento ese hombre está cortando el cabello de alguien?

—Hey, hijo —me dice el señor Wyatt—. ¿Estás bien?

Espero que no perciba que me están temblando las piernas.

—Sí. Tengo que ir por algo muy rápido.

—Apuesto a que no esperas obtenerlo gratis —interviene el señor Lewis—. El hecho de que trabajes para Clarence no significa que obtengas obsequios.

—Alto ahí, Cletus. No vengas a mi tienda a decirme cómo manejar las cosas.

Mientras ellos discuten, voy a buscarla. El problema es que no sé dónde están las pruebas de embarazo. ¿Cerca del papel higiénico? Tiene sentido. Lisa tiene que hacer pipí en la prueba. Voy a ese pasillo pero no, no están allí. ¿Cerca de los pañales para bebés? Tiene sentido. Estás comprobando si vas a tener un bebé. Na, no están ahí. Me acerco a los artículos de higiene para dama. Toallas, tampones, esa mierda. Mamá me envía aquí a veces para comprarle tampones. Es vergonzoso como el carajo.

Ahí es justo donde las encuentro. El señor Wyatt tiene dos tipos. No puedo notar la diferencia y no voy a arriesgarme. Tomo una de cada tipo.

Es hora de enfrentar al señor Wyatt. Siento que mis pasos suenan endemoniadamente fuertes, y la caja registradora está más lejos de lo habitual.

El señor Wyatt y el señor Lewis me miran acercarme. Los ojos del señor Wyatt se posan en lo que tengo en las manos. Su frente se arruga, como si no estuviera seguro de lo que ve.

Se lo dejo claro. Pongo las pruebas de embarazo sobre el mostrador.

—Oh, diablos. Tú no necesitas condones —dice Lewis—. Lo que necesitas es una maldita vasectomía —sale cojeando de la tienda y añade—: ¡Esto es ridículo!

El señor Wyatt pellizca el espacio entre sus ojos.

—Hijo. Por favor, dime que eso no es para ti.

Miro al suelo.

—No son para mí, son para un amigo.

—Mírame y dilo.

No puedo. No podría mirarme en un espejo en este momento y decirlo.

—Dios mío, muchacho. Cuando el Señor dijo que pobláramos la tierra, no esperaba que lo hicieras todo tú mismo. ¿Sabes cómo usar un condón?

—Por lo general, uso protección, señor Wyatt. Fue sólo esta vez.

—Obviamente, no. Tienes a Seven. Hijo, tienes que ser más inteligente que esto. No puedes andar por ahí haciendo bebés. ¿Cómo vas a mantenerlos? ¿Cómo los vas a cuidar?

No lo sé. Lo único que puedo hacer es mirar mis zapatos.

El señor Wyatt sale de detrás del mostrador y pone una mano en mi nuca, como hizo aquel día en el jardín. Suspira.

—¿Quién es la jovencita?

—Lisa —respondo en un susurro—. Me está esperando en casa ahora.

—No la hagas esperar, entonces.

Trago saliva.

—No tengo el dinero. ¿Puedo…?

—Lo descontaré de tu cheque —dice.

Murmuro un “gracias”, meto las pruebas debajo de mi chamarra y me voy a casa.

Lisa está dando vueltas alrededor de mi cocina. Hay tres latas de refresco vacías en la mesa y está tomando sorbos de una cuarta.

Dejo las cajas sobre la mesa.

—¿Qué estás haciendo?

—Necesitaré orinar para hacer las pruebas —dice—. Así que estoy tratando de llenar mi vejiga.

—Oh. Traje dos pruebas. No supe cuáles eran las diferencias, así que tomé las dos.

—Bien. Mientras más, mejor. ¿Sabes? Apuesto a que no estoy embarazada. Lo más probable es que sólo sea una coincidencia que tenga un retraso y que haya vomitado. Conozco mi cuerpo. Ya sabría si un condenado embrión estuviera en mi útero, ¿verdad?

No tengo idea.

—¿Quizá?

—Me gustaría saber —Lisa toma las cajas—. Van a resultar negativas.

Va murmurando eso durante todo su camino al baño. La sigo y espero en el pasillo.

—Serán negativos —dice al otro lado de la puerta—. Serán… ¡mierda!

Oh, maldición.

—¿Qué dicen?

—¡Nada! ¡Oriné en mi jodida mano!

Me reiría si se tratara de una situación distinta.

—¿Necesitas más orina?

—¿Qué, vas a orinar por mí?

—¡Demonios, sólo estaba preguntando!

—Como sea —farfulla.

Me callo y espero. Después de un rato, escucho la cadena del inodoro y Lisa abre la puerta.

—Ambas pruebas tomarán cinco minutos.

Cinco minutos nunca se habían sentido como tanto tiempo.

—De acuerdo.

Pongo un temporizador en mi reloj y nos sentamos en el suelo del baño. Es difícil no mirar fijamente estos palitos que podrían cambiar nuestras vidas.

—Gracias —dice Lisa—. Por conseguir las pruebas, por ser tan solidario. Aunque eso es lo que se supone que tienes que hacer, para empezar, así que francamente no debería agradecerte.

Sonrío.

—Tienes razón. Esto es lo que debo hacer. Ya te lo dije, estamos juntos en esto. No importa qué suceda.

A pesar de que el “no importa qué suceda” da un miedo brutal.

Ella debe pensar eso también, porque no replica. Echo un vistazo a mi reloj.

—Tres minutos.

Lisa asiente. Apoya la mejilla en la rodilla y me mira.

—¿Te has estado lavando el cabello?

He mantenido mi cabello en un peinado afro desde que ella lo lavó. Algunas veces le pongo champú cuando tomo un baño. El acondicionador sigue siendo cosa de niñas.

—Sí. Esta mierda de afro es difícil de mantener. Creo que quiero cortarlo y hacerme un degradado.

—Eso se vería bien. ¿Cómo va la escuela?

—Bien, supongo. Intento aprobar. ¿Tú?

—Ocupada, pero bien —dice—. Está el basquetbol, las solicitudes para la universidad, el anuario, el periódico escolar. La graduación.

—¿La graduación? Eso no será sino hasta la primavera.

—Lo sé, pero mamá quiere que ya me compre un vestido. Dice que ahora son más baratos. Iremos a que me tomen las medidas esta semana —Lisa mira su vientre—. Puede que eso no importe ahora.

Mi reloj suena con un pitido y ambos saltamos. Se acabó el tiempo.

—Está bien —dice Lisa—. Una línea significa que no hay bebé; dos líneas, que lo hay.

—Entendido.

Permanecemos juntos. Lisa cierra los ojos y mueve la mano hacia la repisa. Toma las pruebas.

—Por favor, Dios. ¿Por favor? —reza.

Lisa abre un ojo y luego el otro. Su rostro se desploma. Mi estómago se va al piso.

—No —dice—. ¡No, no, no!

Arroja las pruebas sobre la repisa. Ambas tienen dos líneas.

Lisa está embarazada.

Durante la última hora, las palabras se han repetido en mi cabeza como la peor canción, imposible de olvidar.

Lisa está embarazada.

No ha dejado de llorar desde que nos enteramos. La sostengo en el sofá y quiero llorar con ella.

Lisa está embarazada.

Estamos esperando a que mamá vuelva a casa para poder darle la noticia. Estoy jodido. Soy hombre muerto.

Y Lisa está embarazada.

Se endereza, se seca los ojos.

—¿Qué vamos a hacer?

—No lo sé —murmuro. Lisa está embarazada. Las palabras golpean mi cráneo. Pongo una mano en mi frente—. Quiero decir, tienes opciones. ¿Tú qué quieres hacer?

Sí, me va a afectar, pero yo no estoy embarazado… Lisa lo está. Ésta es su decisión.

Lisa se muerde la uña del pulgar.

—No lo sé. Hay una clínica de abortos en el centro. Escuché que es caro.

Maldita sea, siempre necesito dinero.

—Encontraría una manera de conseguirlo.

—No quiero que vuelvas a vender drogas, Mav. Podría llamar a papá. Él pagaría por esto.

Lisa no habla mucho de su padre. Sé que él está casado, y no con su mamá. Tiene una familia completamente diferente al otro lado de la ciudad. Le da dinero a la señora Montgomery y pasa a buscarla a veces. Pero eso no es asunto mío.

—También está la adopción —continúa Lisa—, pero no lo sé —se cubre la cara con las manos—. No lo sé, no lo sé, no lo sé.

Verla llorar consigue cortar dentro de mí, como una herida profunda. La rodeo con mis brazos.

—Decidas lo que decidas, estoy contigo, ¿de acuerdo?

Levanta su mirada hacia mí.

—¿Lo dices en serio?

—Seguro —beso su cabello—. Tienes mi palabra.

Lisa entierra su rostro en mi camisa y llora. Ya sé lo que va a hacer. Es la única opción que tiene sentido. Y estaré a su lado cuando lo haga.

Un motor zumba en el camino de entrada. Lisa jadea.

—Oh, Dios.

El motor se apaga, la puerta del coche se abre y se cierra con un chirrido. Los pies de mamá golpean contra el pasillo. Sus llaves tintinean en el porche y la puerta principal se abre.

—¡Ya regresé! Te traje algo para la… —nos mira fijamente en el sofá— cena. Lisa, cariño, ¿qué estás haciendo aquí?

La barbilla de Lisa tiembla.

—Lo sentimos, señora Carter.

Mamá deja la bolsa de Red Lobster. Es uno de los lugares favoritos de ella y de Moe.

—¿Lo sienten? ¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Nosotros… —mi corazón late tan fuerte que apenas puedo oírme—. Nosotros…

Lisa se cubre la boca. Salta y corre por el pasillo.

—¿Qué demonios? —dice mamá, y corremos detrás de ella. Encontramos a Lisa inclinada sobre el retrete, echando afuera las tripas.

—Lo siento tan… —no puede hablar por las arcadas—. Nosotros no queríamos…

Mamá sujeta el cabello de Lisa hacia atrás.

—¿De qué estás hablando, cariño? ¿De qué te estás disculpando?

Es más fácil mirar el cabello de mamá que mirarla a los ojos. Veo el par de canas que dice que yo le di, y me siento como una mierda sabiendo que estoy a punto de provocarle más.

Trago saliva.

—Lisa está embarazada, ma.

Mamá no responde. Su rostro ni siquiera reacciona. Sólo frota la espalda de Lisa.

Tal vez no pronuncié las palabras como pensaba.

—Ma, dije que Lisa…

—Te escuché —dice, y su voz es casi un susurro—. Ve a buscarle un ginger ale.

Voy a la cocina y tomo una botella fría del refrigerador. Cuando regreso, Lisa está sentada frente al retrete. Mamá le está limpiando la boca con una toallita.

Le paso la botella a mamá. Ella lo abre y se lo entrega a Lisa.

—Esto ayudará a calmar tu estómago.

Lisa asiente y toma pequeños sorbos.

Mamá se sienta a un lado de la bañera y cierra los ojos. Toma una respiración profunda.

—¿No habíamos hablado ya de estas cosas, Maverick?

Mamá nunca me habló de los pájaros y las abejas; no, me dijo exactamente cómo se hacen los bebés sin metáforas tontas. Compró mis primeros condones cuando tenía quince años, cuando se dio cuenta de que Lisa y yo pasábamos mucho tiempo juntos. Ésa no era su forma de decir: “Ve a tener sexo”. Me dejó claro que sólo quería que yo estuviera preparado.

Ahora debo admitir que no lo estaba.

—Sí, señora. Lo hablamos.

—Y de todos modos, tuvieron sexo sin protección —dice.

—Sí, señora. Fue un accidente.

—Un accidente es dejar caer un plato al suelo. Ustedes fueron unos tontos.

No podemos decir algo contra eso.

Seven despierta llorando. Mamá se levanta para salir de la bañera.

—Iré a ver cómo está el bebé.

Pasa por encima de Lisa y sale. No me ha mirado directamente todavía.

Las lágrimas llenan los ojos de Lisa.

—¿Qué hicimos?

Me siento en el suelo a su lado y la rodeo con mis brazos. Finalmente, ayudo a Lisa a ir al sofá de la sala para que pueda recostarse un poco. Todo ese llanto no puede ser bueno para ella, y no puede irse a su casa así en este momento. Voy a mi recámara para tomar una almohada y una cobija.

Encuentro a mamá encorvada sobre la cuna de Seven. Parece congelada.

Me acerco.

—¿Seven está bien, mamá?

Ella se limpia la cara y es entonces cuando comprendo que está llorando.

—¿Te he fallado, Maverick?

Su suave voz me golpea tan fuerte como un ladrillo. Trago el nudo en mi garganta.

—No, señora.

—¿Estás seguro? Porque así se siente. He intentado con todas mis fuerzas, Dios sabe que lo he hecho y, sin embargo, aquí estamos. Dos bebés antes de los dieciocho. Ya es bastante malo que tu padre me convenciera de que te dejara unirte a una pandilla para protegerte —niega con la cabeza—. Vaya madre que soy. Amarte no es suficiente. Ser dura contigo no es suficiente. Yo no he sido suficiente.

Quiero abrazarla, pero no tengo el derecho.

—Sí, lo has hecho, ma. Yo tomé algunas malas decisiones, eso es todo. Lo haré mejor, lo prometo.

Voltea hacia mí y sus ojos finalmente se encuentran con los míos. Están ahogados en lágrimas.

—¿Cómo, Maverick? ¿Cuáles son tus planes? ¿Qué vas a hacer?

Abro la boca, pero…

No lo sé.

Creo que esto la lastima más todavía.

Se enjuga las lágrimas de la cara de nuevo.

—¿Sabes qué? Hemos pospuesto esto, pero está claro que es hora de hacer un viaje.

¿Eh?

—¿Un viaje? ¿Adónde?

—A encontrarnos con la persona que más necesitas —dice mamá—. Vamos a ver a tu padre.