Mañana será el Día de Acción de Gracias, y en lugar de hornear postres, como suele hacer, mamá conducirá por tres horas hasta la prisión Evergreen.
Es un milagro que estemos yendo para allá. Tuvimos que hacer todo un papeleo para que Seven pudiera entrar. No soy legalmente su papá todavía, necesitamos a Iesha para que eso suceda y no sé dónde está… así que técnicamente no pudimos hacer el trámite por él. El primo Gary tuvo que pedir algunos favores. Es estúpido que las personas tengan que ser aprobadas para ver a sus seres queridos en prisión, para empezar.
Pongo la pañalera de Seven sobre mi cama y sostengo el teléfono con mi hombro. Quiero ver cómo está Lisa en una llamada rápida. Aún no le ha dicho a su mamá que está embarazada. Está esperando que Carlos regrese a su casa. Ella dice que él podrá evitar que la señora Montgomery se sobrepase. Se supone que él llega hoy.
Lisa no me ha dicho lo que quiere hacer con respecto a su embarazo. Creo que estaba asustada de admitir que quería un aborto. Sigo diciéndole que yo estoy bien con lo que sea que ella decida, con la esperanza de que siga con eso y lo acepte.
El teléfono sólo suena una vez antes de que ella responda.
—Hey, Mav.
Olvido que su mamá tiene identificador de llamadas.
—Hey, ¿cómo te sientes? —pregunto. Ella ha estado lidiando con las náuseas mañana, tarde y noche. Ha hecho pensar a su mamá que sólo se trata de un virus estomacal.
—Estoy bien —dice, con la voz un poco baja—. Carlos llegó hace unos minutos.
—Oh. Genial —eso explica por qué mantiene el tono bajo. Quiero preguntar si esto significa que ya les dirá, pero estoy tratando de no presionarla, ¿sabes?—. ¿Qué tienes planeado para hoy?
Lisa resopla.
—Si ésa es tu forma de preguntar si se los voy a decir, muy bien hecho.
Sonrío. Me conoce demasiado bien.
—Bueno, tú lo dijiste, no yo.
—Ajá. Bueno, no les voy a decir hoy. Quiero esperar hasta después del Día de Acción de Gracias, en caso de que haya un montón de drama.
—Claro, no te preocupes. Probablemente se enojarán, pero conseguiremos superarlo. Todo habrá terminado antes de que te des cuenta.
—Mmm… sobre eso —hace una pausa larga. Y entonces—: Quiero tener al bebé, Mav.
Es como un elefante que se deja caer sobre mi pecho.
—Tú… ¿eso quieres?
—Sí. Algunas chicas tomarían una decisión diferente, y eso es genial. Ésa es su elección. Pero yo quiero ser mamá.
—¿Y también quieres quedártelo?
—Sí.
Pensé —supuse— que tenía tantos planes, como la universidad y el basquetbol. Un bebé no cabe en eso. Tan desquiciado como todo esto sonara, pensar que ella iba a tener un aborto era lo único que me impedía hacerme bolita en un rincón de alguna parte. No era un bebé. Era un embarazo.
Ahora es un bebé, mi bebé, al que tengo que cuidar y mantener.
—¿Mav? ¿Estás allí?
Me aclaro la garganta.
—Sí. ¿Qué… mmm… qué te hizo que decidieras quedártelo?
—Creo… sé que puedo con esto. Mamá y Carlos se enojarán al principio, pero ayudarán. Y estoy segura de que mi padre también.
Me duele la cabeza, hombre.
—¿Qué pasará con la universidad? Querías una beca de basquetbol.
—Tengo las calificaciones para obtener becas académicas —dice Lisa—. Todavía quiero ir a la universidad. Keisha lo hizo. Este bebé no significa que mi vida haya terminado.
Nunca conocí a alguien con la determinación que tiene Lisa. Actúa como si al decir algo, ya estuviera arreglado. No hay duda. Dice que su vida no ha terminado, así que su vida no ha terminado.
Pero siento que la mía sí. Ser el padre de Seven ya es bastante difícil. Otro bebé significa más llanto, más pañales, más biberones, más dinero. Más, más, más. No tengo más. No sé qué hacer. Ni siquiera sé qué decir, y ahora el teléfono está tan silencioso que es incómodo.
—Vaya —dice Lisa—. Demasiado para estar de acuerdo con lo que sea que yo decida.
Me lanza mi promesa de lleno a la cara y me golpea como agua helada.
—Lisa, espera…
—Tengo que irme. Espero que te vaya bien en la visita a tu papá.
Me quedo con el tono de llamada finalizada en el teléfono.
Mamá y yo nos preparamos para salir a la carretera.
Intento colocar a Seven en su portabebés, pero las correas le quedan muy ajustadas. Las jalo, esperando que eso ayude.
Mamá nota que estoy luchando.
—Necesita un portabebés nuevo. Ya creció y ése está muy pequeño.
La miro.
—¿Qué? Pensé que estas cosas se ajustaban para todos los bebés.
—No. Ése es un asiento para bebés recién nacidos. Tienes que conseguir algo un poco más grande.
Y va a costar dinero que no tengo. Ésta es la historia de mi vida.
Mamá acelera por la carretera, y sube hasta casi ciento treinta. La abuela dice que tiene “el pie pesado”. Ella bien podría reducir este viaje de tres horas a dos. Seven va balbuceando en su cómodo portabebés como si intentara compensar el hecho de que mamá y yo no hablamos.
Antes de irnos, le dije a mamá que Lisa tendría al bebé. Se quedó con la misma mirada en blanco que tenía cuando le dijimos que estaba embarazada y dijo: “Okay”. Eso es todo.
Veo pasar los árboles junto a mi ventana, y casi quiero saltar y correr hacia ellos. Lisa cree que puede encargarse de este bebé, pero ¿yo puedo? Seven ya me necesita para todo, y la mayoría de los días no estoy seguro de estar haciéndolo bien.
Cometí un error. Mamá solía decirme: “No crezcas demasiado rápido. Extrañarás ser un niño”. Pensé que sólo me estaba fastidiando, pero ahora lo entiendo. Porque de repente tengo hijos y deseo más que nada poder ser un niño. Así nadie dependería de mí.
Las lágrimas llenan mis ojos. Mi vida realmente se acabó, hombre. Nunca más voy a dormir. Nunca voy a tener suficiente dinero. Nunca podré pasar el rato con mis amigos. Nunca iré a la universidad. Voy a estar empaquetando las compras de alguien más en el supermercado por el resto de mi triste vida.
Jalo mi camiseta para taparme la boca con ella, y volteo hacia la ventana. Mamá no debería tener que verme llorar cuando es ella la que tiene el corazón roto.
La prisión Evergreen está en una pequeña ciudad que sólo tiene una tienda y un restaurante. Mamá y yo fuimos al restaurante una vez. Sólo había gente blanca allí, y nos echaron sus miradas asesinas en cuanto entramos. Dimos media vuelta y salimos en el acto.
Es ese tipo de ciudad. No ayuda que se sienta como si estuviéramos conduciendo hacia una plantación. La prisión está rodeada de hectáreas de campos. Algunas veces sacan a los presos a trabajar en ellos. Cuando era niño, pensaba que la cárcel era como un castillo: una montaña de concreto rodeada por una cerca alta de alambre de púas. Armé toda esta historia en mi cabeza: el castillo había sido tomado por los malos que secuestraron a mi viejo, y él encontraría una salida. Pero él no puede encontrar una manera de salir de esta condena.
Hoy no están haciendo el registro de autos, así que mamá se estaciona y entramos directamente. Los días festivos son populares para las visitas a la prisión, y eso significa que las filas se alargan. Pasamos por los detectores de metales y las revisiones antes de llegar al área de visitas. Sólo pude traer un chupón, un biberón, un pañal, un juguete y una muda de ropa para Seven. Paso todo a través del detector de metales y a él lo registran para asegurarse de que no estemos escondiendo algo en su pañal.
Odio esta mierda.
El área de visitas parece una cafetería escolar, pero con guardias parados alrededor. Tienen estas mesas y sillas de un amarillo apagado atornilladas al suelo. Las paredes son bloques de concreto de color amarillo claro, y los suelos son de color blanco y amarillo. Supongo que así intentan compensar la falta de luz del sol, dado que aquí no hay ventanas.
Conseguimos una mesa y esperamos. Mamá trajo algo de dinero para la máquina expendedora. Eso es lo único que ella pudo traer, además de la llave del auto. Compra todos los bocadillos que hay en la máquina y los coloca sobre la mesa. Nuestra versión de un Día de Acción de Gracias familiar.
Quizá parezca que estoy haciendo rebotar a Seven en mi rodilla, pero la verdad es que no consigo mantener las piernas quietas. No sé por qué estoy tan nervioso, éste es mi viejo. Él nunca me ha juzgado.
Se oye un fuerte zumbido, se abre una puerta y, uno por uno, los presos con sus overoles naranjas entran y se reúnen con su gente. Parece que todos los visitantes aquí ya están con su preso, y empiezo a preguntarme si saldrá mi viejo.
Al final, ahí está.
Este hombre se parece mucho a mí. Quiero decir, yo me parezco a él. Mamá dice que somos idénticos. Lo menciona en los momentos más aleatorios. Puedo estar mirando fijamente mi tarea hasta el punto en que mis cejas casi se tocan, y mamá dirá: “Eres idéntico a tu padre”.
Ella también dice que caminamos igual. Mi viejo camina como si el mundo hubiera sido hecho para él. Ahora está calvo, pero en sus buenos tiempos tenía un rizado Jheri como Eazy-E. Solía ser delgado, pero no hay mucho que hacer en prisión además de levantar pesas. Eso lo ha hecho musculoso.
Nos ve y una sonrisa se apodera de su rostro.
Mamá se apresura a tomar su lugar dentro de sus brazos. Este abrazo es el único momento en que se pueden tocar durante la visita. Reglas de la prisión. Se besan y yo aparto la mirada como si fuera un niñito.
Mi viejo me mira. En estos días, ya estamos a la misma altura, pero me siento como una hormiga frente a una montaña; siempre me parece más grande que la vida. No sé si se debe a que la gente de Garden actúa como si él fuera un dios o si es tan sólo porque se trata de mi viejo.
Mamá toma a Seven y papá me rodea con sus brazos. Es uno de esos abrazos grandes y fuertes que parecen atraparme por completo.
—Te extrañé, muchacho —dice, todo rudo—. Te extrañé.
—Yo también te extrañé, pa.
Me sostiene frente a él.
—Maldición, hombre. Tú… —se aclara la garganta— sigues creciendo, ¿eh? ¿Qué has estado comiendo?
—Todo —dice mamá.
Mi viejo ríe.
—Puedo verlo —pone una mano detrás de mi cabeza—. Mi mano derecha.
Eso también se siente como un abrazo.
Mi viejo voltea hacia mamá, y Seven es lo único que ve. Sus ojos se iluminan.
—Y ahí está ese bebé.
Extiende las manos hacia Seven. Hombrecito agarra la blusa de mamá y gime.
—Está bien, Enano —le dice mamá con voz melosa—. Éste es tu abuelo.
Le paso los dedos por el cabello para comunicarle lo mismo. Mientras nosotros estemos bien, él estará bien… Deja que papá lo cargue sin hacer mucho alboroto. Tan regordete como es, luce diminuto en las gigantescas manos de mi viejo.
—Seven Maverick Carter —dice papá como si lo estuviera probando—. ¿Puedes decir “abuelo”? Di “abuelo”.
Mamá ríe.
—Adonis, este bebé es demasiado pequeño para hablar.
—No lo sé. Si es tan inteligente como dices que es, hablará pronto. Estoy listo para escuchar lo que tenga que decir —mi viejo besa su mejilla.
Mamá y yo nos sentamos en un lado de la mesa, y papá se sienta en el otro con Seven en su regazo. Tiene permiso de cargar a Hombrecito durante toda la visita, pero no puede volver a tocarnos a nosotros hasta el final. Los guardias vigilan para asegurarse de que lo cumpla.
Seven balbucea y mi viejo dice:
—Sí. Sí, lo sé —como si estuvieran teniendo toda una conversación.
—¿Cómo estuvo el viaje? —nos pregunta.
—Bien —dice mamá—. El tránsito estuvo un poco pesado porque es día festivo, pero ya lo esperábamos. ¿Tú estás bien?
Mi viejo finge comerse la mano de Seven. Seven grita y ríe. Papá sonríe ampliamente.
—Sobreviviendo. Por fin conseguí ese trabajo en la cocina que quería. Ahora ustedes están viendo al cocinero más nuevo de la prisión Evergreen.
—¿Hey, en serio? —digo.
—¡Adonis, eso es maravilloso! —agrega mamá.
—Oh, sí. Ya no soy un negro de campo. El amo me envió a la casa grande.
Ma y él ríen a carcajadas. Entiendo por qué, pero a mí no me parece divertido.
—Con suerte, podré utilizar algunas de mis recetas en lugar de esas porquerías que nos hacen cocinar —dice mi viejo—. Convencí al chef para que pidiera algunos condimentos. La comida necesita más que sal y pimienta.
—Ojalá te escuche. Yo voy a hacer tu receta de camote mañana —dice mamá—. Aunque ya sé que no me queda igual.
—¿Escuchaste eso, Mav Man? Si cocinas bien, una mujer no tiene más remedio que extrañarte —guiña un ojo.
No puedo esbozar una sonrisa. Él debería estar en casa, cocinando para nosotros.
Seven balbucea muy fuerte, y mi viejo dice:
—Lo sé, amiguito. Estoy contigo. ¿Qué tal todo en casa, cómo están ustedes?
Mamá giró por completo hacia mí y el estado de ánimo cambia. Ésas son las mamás, chico. Pueden asesinarte con una mirada.
—Tu hijo tiene algo que decirte, Adonis —dice.
Su hijo. Mamá actúa como si yo perdiera su ADN cuando me equivoco.
Mi viejo me mira por encima de Seven.
—¿Qué tiene que decirme?
Mis piernas están temblando en serio ahora. Hombre, estoy alucinando. Mi viejo me va a apoyar.
De todos modos, miro a la mesa.
—Mmm… mi mmm…
—Mis ojos no están abajo, y mi nombre no es “Mmm” —dice mi viejo—. Arregla esa mierda. Y enderézate.
Papá nunca me deja hablar sin mirarlo a los ojos, y tampoco tropezar con mis palabras. Lo mejor será que diga lo que vengo a decir, sin dudarlo.
Me siento como él me enseñó, con los hombros erguidos, el pecho levantado y mis ojos fijos en los suyos.
—Lisa está embarazada.
—¿Qué demonios? —mi viejo se queda ahí sentado, aturdido. Mira a mamá—. ¿No le enseñaste sobre los condones?
—Espera un maldito minuto. No te atrevas a culparme, Adonis.
—Sólo estoy tratando de averiguar por qué este niño está haciendo bebés de esta manera.
—Estoy segura de que si su padre estuviera en casa para enseñarle, él lo haría mejor.
—Aquí vas —gruñe mi viejo—. No quiero escuchar esto hoy, Faye.
—Entonces no me culpes —dice mamá—. Estoy haciendo lo mejor que puedo.
—¿En serio? Tal vez si no estuvieras con Moe todo el maldito tiempo…
—¿Perdón? —dice mamá—. Déjala fuera de esto.
—Yo no fui el que la metió en esto. Llamo a casa para hablar con mi esposa y tú estás por ahí con ella. No es de extrañar que nuestro hijo ande embarazando niñas.
—¡Lamento haber encontrado tiempo para vivir mi vida!
Mi viejo se lame los dientes.
—Vivir tu vida, ¿así es como lo llamas?
—Tienes toda la maldita razón. Vivir mi vida como sea que quiera vivirla. El mundo no se ha detenido porque tú estás aquí.
Quiero desaparecer, hombre. Odio cuando discuten. No entiendo por qué mi viejo tiene tanto problema con Moe. Mamá debería poder pasar el rato con su amiga sin tener que preocuparse por mí.
—Pa, esto no es por mamá. Esto es culpa mía, ¿de acuerdo?
—Hay que tener muchas agallas para que vengas a culparme a mí —dice mamá, como si yo no hubiera dicho ni una palabra—. ¿Cuándo fue la última vez que te encargaste de educar a nuestro hijo, Adonis?
—¿Qué quieres que haga, Faye? ¿Eh? —pregunta mi viejo—. ¿Qué demonios esperas que yo haga?
—No lo sé, pero será mejor que lo averigües. Y rápido.
Mamá salta de su asiento. Toma a Seven de los brazos de mi viejo y se va al otro lado de la habitación.
Papá se frota la cara.
—Maverick, ¿qué demonios, hombre?
—Fue un accidente, pa. Yo no tenía la intención de…
—No importa cuál era tu “intención”. Esto es una mierda irresponsable, hombre.
—Lo sé. Lo siento, ¿de acuerdo?
—¡Eso no es suficiente! —ladra—. Ésta no es una mala boleta de calificaciones ni una pelea en la escuela. Estás haciendo bebés, Mav. ¿Dónde diablos estaba metida tu cabeza, eh?
¿Por qué está actuando así?
—No estaba pensando, eso es todo.
—No estaba pensando —dice con una risa cruel—. Vaya, tú no estabas pensando. ¿Qué significa tu nombre, Maverick?
—Pa, vamos.
—Respóndeme. ¿Qué significa tu nombre?
Siento como si estuviera en primer grado de nuevo. Mi maestra, la señora Stanley, era una mujer blanca de mediana edad que usaba lápiz labial rojo. El primer día de clases, pasó lista y cuando llegó a mí me dijo:
—¿Maverick, eh? Es un nombre extraño.
Los otros niños soltaron unas risitas. Sentí como si la señora Stanley me hubiera golpeado. Fui a casa y le conté a mi viejo lo que había pasado.
—Sabes lo que significa tu nombre —dijo—. Apuesto a que el nombre de ella no significa una mierda. Mañana pregúntale cómo se llama y qué significa su nombre.
Lo hice. Dijo que se llamaba Ann y que no creía que tuviera algún significado. Era “sólo un nombre normal”.
Le dije exactamente lo que mi viejo me dijo que dijera a continuación. “Maverick significa ‘pensador independiente’. Su mamá y su papá no eran pensadores independientes cuando le pusieron su nombre a usted.”
Me envió a casa con una nota. Mi viejo la hizo bolita y la desechó. Después de eso, me hacía decirle lo que significaba mi nombre todos los días, porque así yo sabría quién se suponía que debía ser.
Miro a mi viejo ahora y le digo lo que significa mi nombre como solía hacer.
—Entonces, ¿por qué diablos no estabas pensando? —pregunta.
—Fue el día del funeral de Dre.
Papá se queda callado, como hace la gente cuando recuerda que perdí a mi hermano. Deja escapar un suspiro lento.
—El dolor es una carga infernal, Mav Man. Una carga infernal. Pero ésa no es una excusa.
Levanto la mirada.
—¿Qué?
—Dre no estaba en tu mente cuando estabas con esa chica —dice—. Ambos sabemos lo que fue. Dejas que esa cosa en tus pantalones tome decisiones por ti. No uses a Dre como un pretexto.
—¡No lo estoy usando como un pretexto!
Papá golpea la mesa.
—¡Aleja ese tono de tu jodida voz!
—Relájate, pa.
—¿Que me relaje? ¿Esperas que me sienta bien con el hecho de que mi hijo va por ahí haciendo estupideces?
Espera. Él está vestido con ese overol naranja.
—Eso no es tan estúpido como esconder cocaína en la casa donde viven tu esposa y tu hijo.
Él puede parecerme una montaña, pero yo también comienzo a sentirme como una.
—Oh, de acuerdo —dice mi viejo, acariciando su barbilla—. Éste es el Día de Todos Ataquen a Adonis, ¿eh? Podrás decir lo que quieras, pero yo estaba siendo un hombre y cuidando a mi familia.
—Maldita sea, no lo estás siendo ahora.
Las fosas nasales de mi viejo se ensanchan.
—Ten cuidado.
—¿O qué? —me siento tan audaz como el demonio, y las cosas que tenía miedo de decir de repente ya no me asustan—. Nos dejaste. Tienes a mamá rompiéndose el trasero para cuidarme y poner algo de dinero en tus cuentas. Tuve que unirme a una pandilla por tu culpa. No puedes culparnos a nosotros.
—Lo que yo hice no tiene nada que ver con el hecho de que tú embaraces chicas.
—Sí, de acuerdo, tomé algunas malas decisiones— lo admito—. Pero voy a estar ahí para mis hijos. A diferencia de ti.
No puede responder a eso, como pensé.
Me aparto de la mesa.
—Hombre, me largo de aquí.
—Maverick, no hemos terminado de hablar…
—Sí, ya terminamos. ¿Primero quieres culpar a mamá y ahora quieres lanzarte sobre mí? ¿Qué haces además de tirarnos mierda? Soy más hombre que tú. Yo me ocupo de lo mío.
—Hijo…
—“Hijo” nada. No he tenido padre desde que tenía ocho años.
Por la forma en que mi viejo se encoge, lo golpeé fuerte. Bien. Agarro la llave de mamá y me dirijo a la puerta. Mamá me llama, pero no me detengo hasta que estoy en el coche.
Vaya que ese hombre tiene agallas, en serio.
Entro en el auto y abro la guantera. Tuve que dejar mi localizador aquí. Recibí algunos mensajes mientras estaba adentro, todos de un número que no reconozco.
Hay un teléfono público en el estacionamiento. Corro hacia él y echo una moneda de veinticinco centavos. Estoy suponiendo que no se trata de un número equivocado, si me marcaron tantas veces. Ésa es mi última moneda.
—¿Hola? —responde una chica.
—Hey, soy Maverick. Recibí un mensaje de este número.
—Espera, Mav —dice, y me doy cuenta de que es Tammy. Hay un sonido amortiguado, como si le estuviera pasando el teléfono a otra persona.
—¿Mav? —dice Lisa.
Me enderezo. Suena como si estuviera llorando.
—Lisa, hey. ¿Estás bien?
—Mamá ya sabe que estoy embarazada —llora—. Me echó de la casa, Mav.
Mamá sale una hora más tarde.
Es obvio que está enojada conmigo por la manera en que le hablé a mi viejo. No es algo nuevo, ya estaba enojada cuando llegamos. Colocamos a Seven en el coche y le cuento lo que Lisa me dijo.
No mucho después de que colgáramos el teléfono esta mañana, Lisa volvió a vomitar. La señora Montgomery preguntó si estaba segura de que se trataba de un virus estomacal o de otra cosa. Lisa tenía la sensación de que su mamá ya sabía la verdad, así que admitió que está embarazada de mi bebé.
La señora Montgomery estalló. Lisa no quiso decirme todo lo que dijeron, pero debe haber sido muy malo. Terminó con que la señora Montgomery echó a Lisa de su casa. Lisa no sabía adónde ir, así que caminó hasta la casa de Tammy. Ahí es adonde nos dirigimos ahora.
Mamá me aplica la ley del hielo durante las tres horas que dura el camino. Por mí está bien. Ella sólo me llevó a ver al viejo para que pudiera comportarse como mi “padre”. No puede estar enojada porque le grité después de que ella hizo lo mismo.
Se detiene en casa de la señora Rosalie, farfulla que se llevará a Seven a casa y se marcha.
La señora Rosalie es la señora de los dulces del barrio. No es que vayas a ver a los niños salir por la puerta de su casa con Skittles y Doritos. Ella hace los mejores vasos congelados. Creo que esa mujer pone una bolsa entera de azúcar en el Kool-Aid cuando los prepara. Hace poco comenzó a vender nachos, y esas malditas cosas también están muy bien. Les echa jalapeños y chili con carne por un dólar extra. Ponle pepinillo picoso y un Sprite al lado, y eso es una comida completa para mí. He gastado muchísimo dinero en esta casa. La señora Rosalie podría estar ganando más billetes que algunos chicos vendiendo hierba.
Toco el timbre y la señora Rosalie responde con una cálida sonrisa. No dejes que eso te engañe. Se dice que lleva un arma.
—Hey, Maverick, cariño. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. ¿Lisa está aquí?
La señora Rosalie mantiene la puerta abierta.
—Está atrás, en la habitación de Tammy.
Hay plástico en los muebles de la sala. La abuela hace eso para mantener sus cosas como nuevas. En el área del comedor, la mesa está cubierta con cajas de dulces y papas fritas y frascos de encurtidos. Hay un par de ollas de cocción lenta para el queso de los nachos y el chili, y un congelador muy grande para los vasos congelados.
Voy por el pasillo y escucho a Lisa y Tammy hablando en voz baja. Cuando me ven en la puerta, se callan.
—Hey, Mav —dice Tammy. Está sentada con las piernas cruzadas en el piso y Lisa está sentada en su cama.
—Hey, Tam. No quise molestarlas.
—Está bien. Los dejaré solos —Tammy se levanta y cierra la puerta al salir.
Los ojos de Lisa están hinchados y rojos. Odio que haya estado llorando.
—¿Cómo te fue en la visita a tu papá?
Me siento a su lado.
—Eso no es importante. ¿Tú estás bien?
Abraza su mochila contra el pecho. Está llena, tal vez con toda su ropa.
—La verdad, no. No dejo de pensar en lo que dijo mamá… —se le quiebra la voz—. Carlos se quedó allí parado, y la dejó decir todas esas cosas horribles, Maverick. No me defendió.
Por supuesto que ese cobarde de mierda no la iba a defender. Esos dos tuvieron suerte de que yo no estuviera allí.
—Lamento que hayas tenido que pasar por eso. La jodieron, hombre, en serio.
Lisa sorbe los mocos.
—Sabía que mamá estaría molesta, pero no esperaba que me echara de casa.
—No te preocupes, ¿de acuerdo? Te puedes quedar en mi casa. Mamá estara de acuerdo con eso —creo. Para ser honesto, algunos días me pregunto si está de acuerdo con que yo esté allí.
—Tu mamá ya tiene suficiente, Mav. La señora Rosalie me ofreció la habitación que era de Brenda. Ella se mudó fuera de la ciudad con su novio. Le dije a la señora Rosalie que la tomaría.
—No tienes que hacer eso. Te lo digo, mamá lo comprenderá. Eres mi chica, tienes a mi bebé, deberías estar con…
—Espera un segundo… Mav. Este bebé no significa que tú y yo seamos pareja. ¿Lo sabes, cierto?
—Mi error. Lo dije por costumbre —algo así. Hablando de parecer estúpido—. Aun así, vamos a tener un bebé juntos. Tendría sentido que te quedaras con nosotros.
—Te agradezco el ofrecimiento, pero necesito algo de espacio y no puedo tenerlo en tu casa.
Actúa como si la señora Rosalie viviera en una mansión.
—Haremos que funcione. Dormiré en el sofá y tú puedes tener…
—No me refiero a ese tipo de espacio.
Por la forma en que me mira, es obvio lo que quiere decir en realidad.
—No quieres estar cerca de mí, ¿verdad?
—Maverick…
—Pensé que estábamos juntos en esto.
Lisa se burla.
—Sí, quedó muy claro esta mañana.
Debería haber sabido que eso saldría en algún momento.
—Me sorprendió, ¿de acuerdo? Ya tengo mucho con Seven, tienes que entenderlo.
—¡Entonces, no deberías haberme dicho que estarías de acuerdo con lo que fuera que yo decidiera hacer! Pensé… —cierra los ojos—. ¿Sabes qué? Ya no importa. Ahora que mi madre y mi hermano no me apoyarán, necesito averiguar qué es lo mejor para mí y para mi bebé.
—¿Intentas decir que no soy lo mejor para ustedes?
—Honestamente, no lo sé.
Me levanto.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Oh, Dios mío, sabes exactamente lo que significa. Eres un King Lord, Maverick. ¿Crees que quiero que mi bebé tenga a un pandillero por padre?
—¡Te encantaba tener uno como novio!
—¡Esto es muy diferente! No quiero que mi hijo esté cerca de esas cosas. Y para empeorarlo, eres traficante de drogas.
—¡Ya dejé de vender eso! ¡Me he estado rompiendo el trasero trabajando para el señor Wyatt!
—Genial. ¿Cuáles son tus planes más allá de eso?
—¡Lo resolveré!
—No puedo depender de ti para “resolverlo” —dice Lisa—. ¡Ni siquiera puedo confiar en que no te acostaras con otras chicas! ¿Crees que eso es justo para mi bebé?
Pensé que había sido malo esa vez que le dijo a Carlos que yo no valía la pena ni para pelear conmigo. Esto es peor.
—Tú también crees que soy una mierda, como tu mamá y tu hermano.
—Yo no dije eso. Pero tomas decisiones estúpidas.
—Ya te lo dije, le puse fin a esas cosas de la calle —digo.
—Oh, ¿ya no eres un King Lord? Genial.
—No lo entiendes.
—¿Qué hay que entender? —pregunta.
—¡Un montón! ¡No sabes cómo es la calle! Estás sentada en tu casa sin tener siquiera una pista.
—Caramba.
—Sólo digo que venimos de mundos diferentes, eso es todo.
Lisa asiente.
—Síp. Obviamente somos personas diferentes. Yo sólo soy la chica de la pretenciosa escuela católica, ¿cierto? Bueno, esta chica presumida de la escuela católica y su bebé merecen algo mejor que tú.
Podría haberme abofeteado y hubiera dolido menos.
—¿Será así?
—Será como quieras creer que es.
Aquí estaba yo, pensando que estábamos juntos en esto. Esta chica me hizo lucir como un maldito imbécil. Ella es peor que su mamá y su hermano. Ellos al menos me dicen directamente que soy una mierda. Lisa me hizo pensar que en verdad me amaba.
Veo ahora cómo son las cosas. Muy claro.
—De acuerdo —digo, asintiendo—. Haz lo que creas que es mejor para ti, Lisa.
Le doy todo el espacio que necesita. Yo me largo.