Pasan dos días antes de que pueda ver bien. Cuatro días después, mi ojo todavía está magullado.
Éste es el primer día de regreso a la escuela después del descanso por el Día de Acción de Gracias, y mi ojo morado atrae muchas miradas. No puedo ir por el pasillo sin que alguien me mire o suelte una risita disimulada. Encuentro a Rico y Junie en el lugar debajo de la escalera donde nos reunimos los King Lords, y ambos dicen “Maldicióoon” cuando me ven.
—¿Quién te rompió el trasero? —pregunta Rico.
—Espero que haya terminado tan mal como tú —dice Junie.
—Olvídenlo.
—En serio, ¿qué te pasó, perro? —dice Rico—. Nos vengaremos de quien haya sido, si quieres.
—No es nada. Me partí el trasero bajando unas escaleras.
Junie arquea las cejas.
—¿Y esas escaleras tenían puños? Eso es un ojo morado, hermano.
—Fue la señora Carter, ¿cierto? —dice Rico—. Tu mamá bien podría lanzarse a los golpes.
Junie asiente.
—Sí. Aunque está buena.
¿Qué demonios?
—¡Estás hablando de mi mamá, imbécil!
—¿Y? Ella tiene trasero —mueve la mano como si la estuviera pasando por su trasero—. Con mucho gusto podría ser tu padrastro.
Le retiro el brazo de un puñetazo.
—¡Hey! ¡A quien tienes que golpear es a quien sea que te haya dejado ese ojo morado!
—Olvídalo. ¿Cómo van las cosas con ustedes? ¿Cómo está todo en las calles?
—¿Escuchaste, perro? Shawn fue arrestado el Día de Acción de Gracias —dice Rico.
—¿Qué? —casi grito—. ¡Estás mintiendo!
—Eso quisiera. Lo detuvieron en un control de tránsito. Ya sabes que les encanta hacer esas cosas durante los días festivos. Los policías encontraron su arma, que no estaba registrada. Lo llevaron al centro.
Me preguntaba por qué no había ido a la casa.
—¿No puede salir bajo fianza?
Junie niega con la cabeza.
—Ya tenía antecedentes, y se toman esa mierda muy en serio. Ese hermano podría estar dentro un largo tiempo.
—Maldita sea —no parece que haya pasado tanto desde que estuve en el coche de Shawn. Te lo juro, en Garden ves a una persona un día, y al siguiente está encerrada o muerta—. ¿Quién está dirigiendo la pandilla, entonces?
—Todos los hermanos mayores reclaman el cargo —dice Junie—. Me alegro de que ganemos dinero con King, así no tengo que lidiar con ellos.
—Palabra —dice Rico—. Con Shawn y Dre fuera, no es lo mismo. Eran los únicos mayores a los que sí les importábamos. Ahora tenemos que cuidarnos solos.
—Maldita sea —no sé qué más decir.
—No te estreses, Mav —dice Junie—. Mientras nos apoyemos el uno al otro, estaremos bien en estas calles.
—Mientras tanto —interviene Rico—, intentamos averiguar cómo vamos a ir a este baile de invierno. Tú también deberías ir.
¿Baile de invierno? Oh, maldición, olvidé que es el próximo fin de semana.
—No lo sé, hombre.
—¿Por qué no? —dice Junie—. Tu mamá puede cuidar a tu hijo como en el partido de americano.
No ahora que también dejé embarazada a Lisa. No estoy listo para decirles a mis chicos que ya viene otro bebé en camino. No necesito a toda la escuela metida en mis asuntos.
—No, probablemente ella no lo cuidará por algo así. Y no tengo con quién ir, como sea.
—¿Quién dijo una mierda sobre ir con alguien? Yo voy a circular solo para poder tener todo el sexo oral que quiera.
Rico golpea las palmas de las manos con Junie riendo.
—Conseguimos una limusina —agrega Junie—. Voy a pasar por unos jodidos esmóquines como los que usaba la mafia. No te puedes perder esto.
Habla de limusinas y de trajes costosos, y yo pienso en los dólares que no tengo.
—¿Cuánto va a costar eso?
—Sólo tienes que cooperar con un par de cientos —dice Rico.
—Hombre, yo tengo que conseguirle a mi hijo un nuevo portabebés para el coche. No puedo gastar dinero en un estúpido baile.
—¿Ésa es la razón por la que te paseas en esos polvorientos tenis todos los días? —pregunta Rico, y Junie se echa a reír.
Mis sneakers son los mismos Reebok que compré este verano. A estas alturas ya debería traer un par nuevo.
De vez en cuando, me pregunto qué tan diferentes serían las cosas si todavía estuviera vendiendo drogas. Tendría zapatos nuevos, seguro, y podría comprarle a Seven todo lo que necesita.
No puedo ir. Dre no querría que fuera. Me encojo de hombros.
—Tengo cosas más importantes de las que ocuparme que de zapatos.
—Tendremos que empezar a llamarte el Viejo Carter —dice Rico—. No, me retracto. Mi abuela sale más que tú y tiene más estilo.
—Como sea —farfullo.
Suena el timbre que indica el inicio de clases. Sigo a Rico y a Junie por el pasillo mientras discuten sobre el baile y sus planes. Es como si hablaran un idioma que ya no domino. Las palabras me resultan familiares, pero han perdido todo significado para mí.
Junie y yo vamos a la clase de Historia. El señor Phillips escribe notas en el pizarrón mientras vamos llenando el salón.
—Espero que todos estén preparados para el examen de hoy —dice, de espaldas a nosotros—. Confío en que hayan estudiado adecuadamente durante los días festivos.
Me paralizo y cierro los ojos.
No estudié ni un poco. Me encontraba demasiado absorto en la noticia de que venía otro bebé en camino.
Éste ya no es mi día.
Terminé haciendo tres exámenes para los que no había estudiado. Justo lo que necesito cuando mis calificaciones ya estaban muriendo.
Descanso mi cabeza contra la silla. Voy a tomar el autobús al centro para encontrarme con Lisa en el consultorio de su doctora. Me llamó el viernes, me dijo que tenía una cita hoy después de la escuela y que podía ir. Eso fue todo. Esta chica me saca de quicio, hombre. El señor Wyatt me dijo que puedo ir al trabajo cuando termine la consulta, pero por supuesto que eso quiere decir que tendré que quedarme hasta tarde. Nunca puedo tomar un descanso.
El consultorio de la doctora de Lisa está en el quinto piso de un rascacielos. La gente camina por el vestíbulo principal con trajes y portafolios. Estoy realmente fuera de lugar con esta sudadera con capucha, jeans y mochila. Subo al elevador con una mujer blanca, y ella aprieta su bolso más cerca, como si tuviera miedo de que se lo fuera a arrebatar. La gente me teme más de lo que debería.
Bajo en el quinto piso y sigo las señales hacia el consultorio. Ésta definitivamente no es una clínica gratuita. El agua corre por una fuente y la música del elevador se reproduce en algunas bocinas. De las paredes cuelgan unas elegantes pinturas.
Le hago saber a la recepcionista que estoy aquí para reunirme con alguien y me asomo a la sala de espera. Lisa está casi al fondo con el saco azul marino y la falda a cuadros que debe usar en la escuela Saint Mary. Hace que su uniforme se vea más en onda poniéndose unos Jordan. Está llenando unos papeles y no se da cuenta de que ya he llegado.
La persona a su lado sí.
Carlos me mira fijamente. Una de sus manos está vendada, tal vez por el puñetazo que me dio.
Ignoro a ese imbécil y me siento al otro lado de Lisa.
—No llego tarde, ¿verdad?
—No, acabamos de… —levanta la mirada y se le cae la boca—. Oh, Dios mío, Maverick, ¿eso es un ojo morado?
—No es nada.
—Claro que es algo —Lisa mira la mano de Carlos. Luego, me mira. Suspira—. ¿Ustedes dos pelearon?
Carlos se frota los nudillos.
—No fue una pelea. Le pateé el trasero.
Este idiota ganó una vez y ya está tirando mierda.
—Sólo porque lo permití. No volverá a suceder.
—Oh, estaré más que feliz en darle una revancha.
—¿Qué es esto, entonces?
—¡Ustedes dos! Por favor —dice Lisa—, no empiecen.
—Bien —dice Carlos, entre dientes—. Pero tengo todo el derecho a estar enojado porque arruinó la vida de mi hermanita.
—No arruinó mi vida y no hizo a este bebé solo —dice Lisa—. Yo fui una participante más que dispuesta. Maverick me dijo que no tenía condón y de cualquier manera, yo quise tener sexo con…
Carlos se estremece.
—No necesito más información, gracias.
—Obviamente, la necesitas. Si te vas a enojar con él, enójate conmigo también.
—Créeme, estoy molesto contigo.
—Sí —dice Lisa en voz baja—. Lo has dejado bastante claro.
Espera, ¿qué le hizo? Lo juro, si le dijo alguna mierda a Lisa de manera indirecta…
—¿Lisa Montgomery? —grita una enfermera.
Conozco esa voz. Levanto la mirada y, en efecto, es…
—¿Moe?
La mejor amiga de mamá mantiene abierta la puerta que conduce a las salas de examen. Ella me ve y sus ojos se agrandan.
—Mav, ¿qué estás haciendo aquí?
Carlos y yo seguimos a Lisa hacia ella.
—Lisa tiene una cita —le digo.
Mamá ya le contó todo el asunto a estas alturas. Ella le dirige a Lisa una pequeña sonrisa.
—Ahora veo por qué el nombre me resultaba familiar. ¿Cómo te va, cariño?
—Bien, supongo. Lista para cumplir con mi cita.
—Estás en las manos correctas —Moe mira a Carlos y levanta sus cejas—. Sólo se permite que una persona ingrese con la paciente.
—Lo sé —dice Carlos, mirándome—. Sólo quiero recordarle a mi hermana que estoy aquí afuera, en caso de que me necesite.
No, quiere recordármelo a mí.
—Gracias —responde Lisa en un murmullo y camina a un lado de Moe.
Le doy una palmada en el hombro a su hermano.
—Disfruta de la espera, Carlton.
Antes de que él pueda responder, Moe cierra la puerta detrás de mí.
Nos conduce a una habitación donde revisa el peso de Lisa y su presión arterial. Otra enfermera toma un poco de sangre de Lisa y la hace orinar en un vasito. Después, Moe nos lleva a otra sala y le entrega a Lisa una bata.
—Tendrás que ponerte esto —dice—. Ahora, no te pongas nerviosa. Es sólo un examen. La doctora Byrd hará más preguntas que otra cosa.
Lisa respira hondo.
—Okay.
—Te cuidaremos bien. Faye me mataría si no me encargo. ¿Cómo está ella, Mav?
—Está bien. Recuperándose del Día de Acción de Gracias. Me sorprende que no hayas pasado por ahí.
La sonrisa de Moe se atenúa un poco.
—No quería causar un problema. La doctora Byrd estará aquí en un momento —toma su portapapeles y se apresura a salir de la sala.
Frunzo el ceño y señalo con el pulgar hacia atrás.
—¿Qué pasó?
—Maverick… nada —Lisa niega con la cabeza—. Olvídalo. No me toca a mí decirlo.
—¿Eh? ¿Qué es lo que no te toca decir?
Lisa suspira.
—No lo has descubierto todavía, ¿verdad?
Sé que mis cejas prácticamente se tocan.
—¿No he descubierto qué?
Lisa sonríe.
—En realidad, eres un poco lindo cuando estás confundido.
—Oh, ¿en serio? Creí que yo era una mierda.
—Nunca dije eso, Maverick. Tú lo asumiste —se quita el saco y, vaya, esta chica comienza a desnudarse justo frente a mí. No me estoy quejando (no soy un pervertido), pero me toma desprevenido.
—¿Tienes que quitarte todo? —pregunto.
—Sí —su blusa cae y luego su sostén, con lo que me ofrece una muy buena vista. Hombre, me encanta lo que veo. A veces, sólo quiero tocarlas. No soy un pervertido, lo juro.
Lisa me lanza una mirada asesina.
—Deja de mirar.
Miro a la pared.
—Actúas como si no te hubiera visto antes.
—Eres más que bienvenido a esperar con Carlos.
—¡Bien, bien! No miraré.
—Buena idea —dice, y escucho una cremallera.
Tomo este juguete de aspecto extraño de la mesa. Tiene forma de un triángulo al revés, pero dos cosas sobresalen de cada lado. ¿Manijas? No lo sé. La parte media es roja y rosa. Hace un túnel hasta una abertura, como para que entre una pelota o algo así.
—¿Qué clase de juguete es éste? —le pregunto a Lisa.
—Eso es un útero, Maverick.
Suelto esa mierda rápido.
Lisa resopla.
—Es sólo un modelo, relájate. Puedes mirar ahora.
Su ropa y sus sneakers se encuentran en una pequeña pila en la silla a mi lado, y ella está sentada en el borde de la mesa de exploración con la bata. Balancea los pies.
—Carlos realmente te dejó muy mal, ¿eh?
Eso es lo que dice todo el mundo. La abuela quería llamar a la policía y hacer que lo arrestaran. Mamá no la dejó. Ella dijo que yo me lo había ganado.
—Algo —digo. Nunca le daré tanto crédito—. Lo dejé ganar. Quizá lo merecía.
—Oh —Lisa mira hacia abajo—. Mav, lamento lo que dije el otro día.
—No tienes que disculparte.
—Sí tengo. Lancé un par de golpes innecesarios.
—Debe ser de familia.
Lisa pone los ojos en blanco.
—Me alegra que puedas bromear sobre las golpizas.
—Hey, sólo digo. ¿En serio? Yo también lo lamento.
—No estabas mintiendo, hay muchas cosas que ignoro cuando se trata de las calles.
—No hay nada malo en eso. Ojalá hubiera cosas que yo no conociera. De todos modos, ¿cómo te sientes? ¿Todo va bien en casa de la señora Rosalie y en la escuela?
—Las náuseas matutinas apestan, obviamente —dice Lisa—. También las vespertinas y las nocturnas. Ayer estuvo mejor, sólo vomité por la mañana. Hasta ahora, todo va bien. La señora Rosalie se ha portado bien. La escuela… interesante.
—¿Cómo es eso?
—Hoy tuve que decirle al entrenador que estoy embarazada. Menos de una hora después, ya me estaban llamando a la oficina de la dirección. Una de las hermanas y el capellán me esperaban.
—¿Qué querían?
Lisa observa cómo sus pies se balancean.
—Querían hablar de mi salvación. Me dijeron que había cometido un pecado al tener relaciones sexuales antes del matrimonio y al romper mi promesa de pureza. Dijeron que debo buscar el perdón y que si aborto, obtendré la condena eterna.
¿Qué demonios? Hay muchas cosas que no sé en lo que respecta a Dios, pero esto suena como una tontería.
—¿Tú crees eso?
—Yo creo que Dios es mucho más misericordioso que ellos —responde Lisa—. Les dije que no deseo un aborto. Quieren que dé al bebé en adopción. Me dieron información sobre una agencia católica con la que ya han trabajado antes.
En primer lugar, ¿por qué se meten en los asuntos de Lisa de esa manera? En segundo, ¿por qué diablos una escuela trabaja con una agencia de adopción?
—¿Eso es lo que quieres hacer?
—No. Quiero quedarme con mi bebé. Se los dije. Y entonces empezaron con esta perorata, me dijeron que debo casarme contigo para que mi bebé no nazca fuera del matrimonio.
—Podemos ir al juzgado. No hay nada de que preocuparse.
Su rostro se desploma.
—¿Qué?
—Estoy jugando, Lisa, maldición —pero algo más está en mi mente—. ¿Podríamos al menos ser novios?
Quiero volver con ella. Lo he querido desde que rompimos.
—Mav, te dije que este bebé no significa que seamos pareja.
—No estoy diciendo que ésa sea la razón por la que deberíamos volver a estar juntos, pero ¿por qué no podemos?
Se coloca un mechón de cabello detrás de la oreja.
—No quiero estar con un pandillero, Mav.
—Solías pasar el rato conmigo y los hermanos. No veo por qué ahora eso se ha vuelto un gran problema.
—Ése es justo el tema —dice en voz baja—. Tú no ves los problemas.
—Lisa…
Se oye un golpe en la puerta y entra una mujer negra y corpulenta, con pecas.
—¡Bueno, hola! Soy la doctora Byrd. ¿Cómo están ustedes dos hoy?
Espera un minuto. Recepcionista negra, enfermera negra, doctora negra. Todos los que trabajan aquí son negros. No sabía que era… “posible” no es la palabra correcta. Sólo diré que no lo sabía.
La doctora Byrd confirma que Lisa está embarazada. Le pregunta si va a continuar con el embarazo. Una vez que Lisa lo confirma, la doctora analiza su historial médico y el de su familia. También quiere conocer mi historial. Le digo que mamá tenía asma y que la hermana pequeña de mi viejo tuvo anemia falciforme. Murió cuando tenía catorce años. También le cuento que Seven es alérgico a los gatos. Nos enteramos cuando la tía Nita se quedó con él y estornudaba cada vez que su gato, Bubbles, se le acercaba.
La doctora Byrd no se inmuta ante el hecho de que ya tenga un bebé. No nos habla mal ni levanta la nariz porque tenemos diecisiete años. Es muy dulce y comprensiva. Hace lo que llama un examen pélvico y, maldita sea, no sabía que los ginecobstetras hacían tanto. Ella entra allí, si sabes a qué me refiero. Lisa habla con ella sobre la escuela y esas cosas, como si esta mujer no estuviera en ella… demonios.
Después del examen, la doctora Byrd nos permite hacer preguntas. Lisa había preparado una lista. En serio, saca un cuaderno de su mochila. Hace preguntas de todo tipo, desde “¿Tengo que cambiar mi dieta?” a “¿Puedo tener relaciones sexuales mientras estoy embarazada?”.
Ésa recibe toda mi atención. Me asombra que pregunte, eso es todo. Estoy realmente impactado cuando la doctora Byrd dice que sí.
—¿No lo verá el bebé? —pregunto—. Ya sabe, el… —muevo las cejas.
La doctora Byrd suelta una risita. Ya sabe a qué me refiero.
—El bebé no verá nada. ¿Tienes alguna otra pregunta, jovencito? Has estado tan callado que casi olvido que también estás aquí.
—Estoy bien. Ésta es la cita de Lisa.
La doctora hace girar su silla hacia mí.
—Si estás aquí, obviamente quieres estar involucrado. ¿Qué te gustaría saber?
—Mmm… —no quiero parecer idiota—. ¿Cuándo sabremos lo que vamos a tener? ¿Cuándo va a hacer esa cosa del video?
—El ultrasonido —dice la doctora Byrd—. No podremos determinar el sexo del bebé en una etapa tan temprana del embarazo. Sin embargo, hoy haremos un ultrasonido.
—¿Lo haremos? —pregunta Lisa.
—Ajá. Eso puede ayudarme a determinar tu fecha de parto. Es posible que escuchemos el latido del corazón.
Instala una máquina y ayuda a Lisa a sentarse en la mesa de exploración. Esto no es como los ultrasonidos que se ven en televisión, en los que ponen gel en el abdomen de Lisa. La doctora Byrd coloca una especie de varita en… vaya. Esto de la ginecobstetricia es salvaje.
—¿Qué pasa si algo anda mal? —pregunta Lisa.
—Nos ocuparemos de ello, si es el caso —dice la doctora Byrd—. Relájate por ahora.
Me acerco a Lisa y le tomo la mano. De hecho, me deja sostenerla.
La pantalla del ultrasonido se parece a una televisión que hubiera perdido la señal. Todo está en blanco y negro, y borroso. Hay una parte en el medio que parece un agujero negro, y en ella hay una pequeña… ¿mancha blanca?
—Y ahí está nuestro bebé —dice la doctora Byrd.
Entrecierro los ojos.
—¿Esa pequeña mancha?
Lisa me golpea en el pecho.
—¡No es una mancha! Es un pequeño cacahuate.
La doctora ríe.
—Entiendo por qué lo llamó una mancha. Mira de cerca y podrás distinguir la cabeza y las extremidades.
Una parte parece una pequeña cabeza redonda, y unas cositas pequeñas sobresalen cerca de la parte inferior.
—Creo que las veo.
—Las veo —dice Lisa en un susurro—. ¿Y esa parte que está golpeando en el medio?
—Ése es el corazón —dice la doctora Byrd—. A veces no es posible escucharlo tan pronto, así que no te alarmes. Pero veamos si podemos…
Gira una perilla de la máquina de ultrasonido, y un pum-pum-pum amortiguado llena la habitación. No tengo palabras. No creo que ninguna sea lo suficientemente buena.
Los ojos de Lisa brillan.
—Ése es mi bebé. Quiero decir, mi embrión.
La doctora Byrd sonríe.
—Ése es tu embrión.
Más tarde nos dice que la fecha de parto de Lisa será alrededor de mediados de julio. Hasta ahora, todo se ve bien. La doctora Byrd imprime una imagen del ultrasonido para Lisa y otra para mí, y escribe una receta de vitaminas prenatales. Quiere ver a Lisa en un mes.
Lisa se viste y yo la llevo a la sala de espera y hacia el mostrador de pago. Lisa está demasiado enfrascada en su ultrasonido para prestar atención al lugar al que está caminando.
—Mi pequeño cacahuate —murmura.
El seguro de su mamá cubre la mayor parte de la visita. Tan mala como la señora Montgomery es, me sorprende que no se lo haya quitado a su hija. Lisa sólo recibe algo llamado pago complementario que debemos cubrir.
Deslizo mi mochila y busco mi billetera.
—¿Cuánto es?
—Veinte dólares —dice la señora negra mayor en el escritorio.
Sólo tengo goma de mascar. El señor Wyatt me pagó la semana pasada. Cubrí los recibos de la luz y del agua, y compré algunos juguetes para Seven.
Debo tener más que esto. Busco en mi billetera y mi mochila, por todas partes. Lisa mira, y la señora del escritorio mira.
—Disculpe —murmuro. Me arden las mejillas—. Sé que tengo un…
—Mav, está bien —dice Lisa—. Yo puedo pagarlo.
—Na, yo lo pago. Sólo tengo que encontrar…
—¿Qué pasa? —pregunta Carlos.
Por supuesto, debía traer su entrometido trasero hasta aquí.
—Nada. Yo me encargo.
—Mi pago complementario es de veinte dólares —explica Lisa—. Mav está tratando de pagar pero…
Este tipo me empuja a un lado. Saca su billetera y le da a la dama el billete de veinte.
—Alguien aquí ya tiene demasiados niños para poder pagar.
Hombre, si no estuviéramos en el consultorio de esta doctora…
—Sólo tengo otro niño, imbécil.
—Al parecer, uno es demasiado. ¿Exactamente cómo planeas cuidar al hijo de mi hermana?
Mi mandíbula se aprieta.
—Eso no es asunto tuyo.
—En otras palabras, no sabes cómo. Obviamente. Vamos, Lisa —dice—. Te llevaré a comer algo, que es más de lo que este rufián puede hacer. Mi sobrina o sobrino tal vez tenga hambre.
Espero a que Lisa me defienda. Pero ella mira fijamente al suelo y se coloca una trenza detrás de la oreja.
—Hablaré contigo más tarde.
Sigue a su hermano fuera del consultorio y me quedo ahí solo, con una goma de mascar en la mano.
Lisa depende de mí, Seven depende de mí y también mi nuevo bebé. Está muy claro que no puedo hacer mucho por ninguno de ellos con lo que me paga el señor Wyatt. Si no puedo pagar un complemento de veinte dólares, estoy seguro de que no podré pagar los pañales ni la comida.
La forma en que Dre quería que viviera no funciona.
Debo volver al juego.