El reloj de Dre es lo único que veo.
No estoy imaginándolo, conozco el reloj de mi primo. Siempre deseé que el abuelo me lo diera a mí. Sólo conseguí uno de sus sombreros de ala porque yo era el más chico. Dre me restregaba esa mierda en la cara como el molesto hermano mayor que era.
Lo usaba en todas partes y todo el tiempo. ¿Qué diablos hace ahora en la muñeca de Red?
Los ojos de Red siguen los míos. Da un paso atrás.
—Mmm, cariño, creo que Khalil necesita que le cambien el pañal.
Brenda va a buscar a Khalil, pero le dice a Red qué él podría cambiar el pañal. Red le dice algo a Brenda mientras me mira, aunque sus ojos no se encuentran con los míos… casi como si estuviera nervioso.
¿Por qué está nervioso?
Se aclara la garganta.
—Ahora regreso, cariño.
Me recupero rápido. Brenda le ruega a Red que se quede un poco más. Él ya va hacia la puerta.
Me levanto detrás de él, pero alguien me sujeta la muñeca.
—Mav.
Miro a Lisa. Así de rápido, me olvidé de que ella estaba aquí.
—¿Eh?
—¿Estás bien? —me pregunta.
Tengo que ir tras Red. Tengo que ir tras Red.
—Sí, todo bien.
—¿Seguro?
La puerta de un coche se cierra de golpe en el camino de entrada.
—Sí, tengo que ir a trabajar —le digo a Lisa—. Te llamaré más tarde.
Me alejo y salgo corriendo de la casa, pero es demasiado tarde. Red desaparece.
El señor Wyatt me tiene trabajando en la tienda hoy. Éste es probablemente el turno más fácil que he tenido en este trabajo. Embolso las compras de los clientes mientras él hace los registros y cobros. Simple. Sin embargo, estoy casi demasiado distraído para hacerlo.
Todo el mundo en Garden sabe que Red es más retorcido que el Diablo. Por eso siempre tiene la conexión para conseguir buenas piezas: hace el trabajo sucio. Definitivamente él compraría un reloj robado, así que podría habérselo comprado a Ant.
Sin embargo, había esa mirada en sus ojos. Cuando se dio cuenta de que estaba mirando el reloj, el tipo se puso muy nervioso. ¿Estaría tan nervioso por comprar robado…?
—¡Maldita sea, chico! —grita el señor Wyatt—. ¡Pon atención a lo que estás haciendo!
Oh, mierda. Dejé caer una caja de huevos. Las yemas y las claras rezuman cerca de mis zapatos.
La señora Rooks, una de nuestras vecinas, se lleva una mano a la cadera.
—Ahora, ¿cómo diablos voy a hacer ese pastel red velvet si todos los huevos están en el suelo?
—Lo siento, Elaine —dice el señor Wyatt—. Maverick, ve a buscar su reemplazo. Te los descontaré de tu cheque. Eso te enseñará a prestar más atención. Luego, limpia ese desastre.
La única parte de este trabajo que odio es lidiar con su boca. Me muerdo la lengua todos los días.
Agarro la docena de huevos para la señora Rooks. Se saca los lentes y examina los huevos de uno por uno, como si no confiara en mí para conseguirle unos buenos. Supongo que están bien porque me deja embolsarlos.
El señor Wyatt espera a que termine de limpiar el piso y mis zapatos para decirme algo.
—¿En qué parte del mundo está tu cabeza? Has estado en otro planeta desde que llegaste.
—Lo siento, señor Wyatt. Es uno de esos días.
Se cruza de brazos.
—Si sigues así, perderás la mitad de tu cheque. ¿Qué es más importante que tu trabajo en este momento?
Sería un idiota si le dijera cualquier cosa sobre Red.
—Sabe cómo es mi vida, señor Wyatt. Tengo muchas cosas en qué pensar.
El señor Wyatt respira hondo.
—Sí, supongo que lo entiendo. Tienes que mantener tu atención en el premio, hijo. Una cosa a la vez hasta alcanzar tus metas.
—¿Metas?
—Sí, metas —dice—. ¿No tienes algunas?
—Quiero decir, quiero comprar un coche pronto. Ah, y una de esas carriolas dobles que pueda usar para Seven y el bebé.
—Hijo, ésa es una lista de tareas pendientes. Yo estoy hablando de verdaderos logros. ¿Qué quieres hacer con tu vida?
Lo miro.
Nadie me había preguntado eso nunca.
Bueno, claro, en ese tiempo en que era pequeño, los profesores solían preguntarme qué quería ser cuando fuera grande. Decía cosas como astronauta o médico o veterinario. Pero en algún momento, dejé de imaginarme siendo algo de eso. No hay astronautas, médicos o veterinarios por aquí. Todas las personas que conozco están simplemente tratando de sobrevivir, y eso es lo único que yo quiero hacer.
Me encojo de hombros ante el señor Wyatt.
Su frente se arruga.
—¿No tienes ningún tipo de sueño?
—Los sueños no compran pañales.
—Quizá no de inmediato, pero al final pueden hacerlo. Cuando eras niño, ¿qué querías ser?
—Señor Wyatt, vamos. Esto es estúpido.
—Sígueme un poco la corriente —dice—. ¿Qué querías ser?
Meto las manos en mis bolsillos.
—Quería ser como papá.
—¿Por eso estás en esa pandilla?
—Eso es por protección, señor Wyatt. Estas calles pueden ponerse difíciles. Tienes que ser gris o verde para sobrevivir.
—No lo creo. Hay hombres jóvenes por aquí que no son pandilleros. Mi sobrino, por ejemplo. Ese chico Montgomery, Carlos, tampoco. Ahora, míralos. Jamal está en la escuela comunitaria, a punto de ir a la universidad, y Carlos ya está en la universidad.
Son los peores ejemplos que podría dar.
—No se ofenda, señor Wyatt, pero su sobrino parece un nerd. En cuanto a Carlos, su mamá los mantuvo a él y a Lisa metidos en su casa. Por supuesto que no necesitaban protección. De cualquier forma, yo soy el Pequeño Don. Todo el mundo esperaba que me uniera.
—¿Porque la manzana no cae lejos del árbol? —pregunta el señor Wyatt—. Pero puede alejarse del árbol rodando. Sólo necesita un pequeño empujón.
—Sí, claro.
El señor Wyatt niega con la cabeza.
—Te entra por un oído y te sale por el otro. ¿Tenías otros sueños, Maverick?
Tuve uno cuando era niño que nunca le conté a nadie. Parecía estúpido, pero era lo único que en verdad quería ser.
—Un Laker.
—¿Uno de esos jugadores de basquetbol?
—Sí. Quería unirme al equipo y convencer a Magic de dejar el retiro para jugar conmigo. Seríamos mejores que los Toros. Eso no está sucediendo. Ni siquiera sé jugar.
—Tengo que estar de acuerdo contigo en eso —dice Wyatt—. Te he visto jugar, y eso definitivamente está fuera de tu alcance. ¿Qué sueños has tenido últimamente?
Me encojo de hombros de nuevo.
—Algunas veces pienso que podría ser genial tener un negocio como el suyo. No tiene que rendirle cuentas a nadie. Eso es genial.
—Un emprendedor —dice—. Eso es factible. ¿Qué tipo de negocio tienes en mente?
—¿Quizás una tienda de ropa? Podría vender camisetas, sneakers, gorras, usted sabe, todo lo que está de moda. O una tienda de música. A todo el mundo le encanta la música, y los discos compactos y los casetes no van a ninguna parte —lo miro—. ¿Cree que eso podría funcionar?
Sonríe.
—Sí, eso creo. Puedes hacer que suceda, pero tienes que idear un plan.
—¿Qué tipo de plan?
—Bueno, primero, necesitas obtener tu certificado de la preparatoria o un GED.* Yo tengo un GED. Después, te recomendaría que tomaras algunos cursos de la escuela comunitaria o que fueras a una escuela de oficios.
—Espere, ¿para qué? Yo sería mi propio jefe.
—Vas a necesitar un préstamo comercial, hijo —dice el señor Wyatt—. Como hombre negro, entras en un banco sin algún tipo de educación y te sacan de ahí entre carcajadas. Así que digamos que la tienda termina cerrando o no está generando suficiente dinero. Necesitarías algo más en que apoyarte. Planifica todo esto con anticipación y aumenta tu educación.
Niego con la cabeza.
—Eso no funcionará, señor Wyatt. Apenas tengo tiempo para ir a la escuela.
—Buena suerte, entonces. Es posible que te encuentres vendiendo cosas en la parte trasera de tu cajuela, como ese estafador del Impala.
Red. Durante unos minutos, el señor Wyatt me distrajo de mi distracción.
—Hey, tengo una idea —dice—. Tenía un par de encargos que planeaba hacer por la mañana, pero si salgo de aquí ahora, puedo encargarme de eso hoy. ¿Por qué no te quedas a cargo de la tienda mientras yo no estoy?
Mis ojos se abren muy grandes.
—¿En serio?
—Sólo por una hora o dos. Te dará una idea de cómo se sentirá tu sueño.
Para que haga algo así, realmente debe creer en mí. Peor aún, confía en mí, sin saber que sólo estoy usando este trabajo para mantener mi tráfico de drogas en secreto de mamá.
El señor Wyatt toma su cartera y las llaves de su oficina. Antes de irse, me recuerda que debo comprobar que no me den billetes falsos y vigilar el monitor de seguridad.
Miro alrededor. Durante las próximas dos horas, todo esto es mío. No hay nadie aquí para decirme qué hacer o cuándo.
Ésta es vida.
Tomo la escoba. El señor Wyatt dice que barrer le da tiempo para pensar, y eso es lo que necesito. Hasta hoy, estaba seguro de que Ant había matado a Dre. Dijo que mi primo merecía morir. Eso es tan malo como alardear de haberlo eliminado. Pero ¿y si él no lo hizo?
No puedo pensar mucho en esto. Un par de mocosos de los multifamiliares entran en la tienda. Toman papas fritas, galletas y jugos Little Hugs y arrojan un calcetín lleno de cambio en el mostrador para pagar. Los hago contarlo. Estos pequeños rufianes necesitan saber contar el dinero.
La señora Pearl entra después. Vive al otro lado de la calle de la mamá de Lisa. Compra unos manojos de hojas de nabo y, aunque no pregunto nada, me explica que si le echas bicarbonato de sodio a la olla, las hojas se vuelven más tiernas. Le prometo que lo tendré en cuenta.
Cuando no hay nadie en la tienda, reviso los pasillos y las repisas para asegurarme de que todo esté donde se supone que debe estar. Suena la campana de la puerta y vuelvo a la caja registradora cada vez que llega otro cliente. Registro sus cosas en la caja, las empaqueto y luego se marchan.
Honestamente, no se siente como si estuviera trabajando. Esa primera hora pasa muy rápido. Las cosas se ralentizan un poco, así que agarro el Windex y limpio la puerta. Todas esas huellas de dedos no se ven bien.
Una todoterreno gris se estaciona frente a la tienda. Me pongo tenso.
P-Nut y tres de los hermanos mayores saltan con sus ropas grises y negras. P-Nut balancea un par de cadenas que se pueden ver a una manzana de distancia. Mi viejo solía decir que las cosas llamativas sólo atraen atención no deseada. Es la razón por la que Shawn mantuvo un perfil bajo casi todo el tiempo. En cambio, P-Nut actúa como si quisiera que todos lo vieran y supieran lo que hace.
Espero que el trasero entrometido del señor Lewis no lo vea. Seguro que a él le encantaría decirle al señor Wyatt que estoy metido en algo.
Mantengo la puerta abierta para P-Nut y los hermanos mayores.
—¿Qué están haciendo aquí?
—¡Miren esto! El viejo Wyatt tiene a Pequeño Don limpiando puertas —dice P-Nut—. ¿Quién se supone que eres? ¿Maestro Pulcro?
Los mayores ríen como lo hacían con las bromas de Shawn. La diferencia es que las bromas de Shawn tenían sentido.
—Es Maestro Limpio, P-Nut —digo.
Hace un movimiento de la mano como si se estuviera sacudiendo una mosca de encima, mientras él y los otros vagan por los pasillos.
—Los idiotas siempre se centran en los tecnicalismos. Tú trabaja en tus pisos y puertas, papi.
¿Tecnicalismos?
Olvídalo, eso ni siquiera es importante. El idiota de P-Nut es la corona por el momento, y debería enterarse sobre este asunto de Red.
—P-Nut, necesito hablar contigo.
—¡Oh, maldita sea! —gime desde el pasillo de los snacks—. ¿Puede un hombre saciar su hambre primero, sin que se le acerquen con actividades operacionales?
Deja caer los paquetes que cargaba en el brazo sobre el mostrador de la caja y me entrega un billete de cien dólares.
—¿Qué quieres, Pequeño Don? Será mejor que me des el cambio correcto o te abriré un segundo agujero en el trasero.
Tiene suerte de ser la corona o me haría trizas a este idiota.
—No aceptamos billetes de más de cincuenta, P-Nut.
—¿Qué clase de establecimiento es éste? —P-Nut saca su billetera y golpea dos billetes de cincuenta en el mostrador—. Quiero mi cambio, de cualquier manera.
—Bien —le digo, y empiezo a marcar sus cosas en la caja. Los hermanos mayores agregan más snacks a la pila.
P-Nut salta al borde del mostrador. Abre una bolsa de Doritos y comienza a comérselos.
—¿Por qué tu estrecho trasero vándalo necesita hablar conmigo?
Me trago lo que realmente quiero decir, por amor a Dre.
—Vi a Red el estafador hoy temprano, P-Nut, y estaba usando el reloj de Dre. El que le robaron cuando lo mataron.
—¿Y?
Se me cae el estómago.
—Y… ¿no crees que eso es un problema? ¿Qué está haciendo con el reloj de mi primo?
P-Nut lame el polvo de queso de sus dedos.
—Tal vez ese perro de Ant se lo vendió.
—No, P-Nut. ¿Y si él fue quien mató a Dre?
P-Nut comienza a reír.
—¡Sí, claro! El trasero cobarde de Red no es un asesino. Él es tan blando como tú.
Los hermanos mayores ríen.
Rechino los dientes.
—No soy blando.
—Ésa es una maldita mentira si alguna vez hubo una. Durante los últimos meses te has estado escondiendo en esta tienda y en la casa de tu mamá, mientras el resto de nosotros ganamos las batallas en las calles. Tienes suerte de que respete los deseos de Dre de mantenerte al margen del juego de las drogas, porque de lo contrario te obligaría a ponerte manos a la obra.
—Mira, P-Nut, creo que necesitas revisar a Red, en serio. Se puso muy nervioso cuando se dio cuenta de que yo…
—Pequeño Don, me vas a sacar de quicio. Dije que Red no es un asesino. ¿Intentas hacerme parecer imbécil?
No me necesitas para eso.
—No.
—Entonces, deja de discutir conmigo. Me hace pensar que te estás aprovechando de mi amabilidad. No quieres cruzar esa línea.
Los hermanos mayores me miran fijamente y me siento como carne fresca en la guarida de un león. Éste ya no es Shawn, es P-Nut, y estaría encantado de decirles que me rompan el trasero.
No digo más. Marco sus cosas y los dejo ir.
Por primera vez en toda mi vida no estoy seguro de que pueda depender de la pandilla. Parece que Dre tampoco.
* GED significa “General Education Development”, Desarrollo Educativo General, y es un examen de equivalencia para el certificado de preparatoria. (N. de T.)