No pude dormir anoche por pensar en Red.
Red.
Red.
Red.
Pasa lo mismo al día siguiente en la escuela: estoy sentado en las oficinas de la dirección con Red en mi mente. Soy uno de los veinte estudiantes que esperan ver al señor Clayton, el consejero. Durante esta semana se ha estado reuniendo con todos los que vamos en el último año, uno a uno, para discutir sobre nuestro “futuro”. Para mí, tal vez incluya la escuela de verano debido al actual estado de mis calificaciones.
En realidad, no me importa en este momento. Estoy casi mareado por el forcejeo que sucede en mi cabeza.
Red tenía el reloj de Dre.
Pero ¿y si no era el reloj de Dre y sólo se le parecía?
¿Por qué Red se puso nervioso cuando me vio mirándolo?
Es un tipo retorcido, sin duda, pero como dijo P-Nut, no es de los que matan.
Sin embargo, desapareció justo después de la muerte de Dre.
—¿Maverick Carter? —grita el señor Clayton.
Sacudo a Red de mi cabeza al menos por ahora, y me acerco al señor Clayton. Me recibe con un fuerte apretón de manos. El señor Wyatt dice que se puede decir mucho sobre un hombre por cómo da la mano. Clayton no se anda con estupideces. Ya lo sabía. Luce como un “Stone Cold” Steve Austin negro, calvo y de hombros anchos. Apuesto a que levanta pesas más grandes que yo.
—Encantado de verlo, señor Carter —dice—. Me alegro de que finalmente haya venido por aquí.
Oh, sí. Olvidé que quería hablar conmigo después de la muerte de Dre.
—Mi error.
—No hay problema. Entre, tome asiento.
Su oficina es de alguna manera genial. Tiene fotografías en blanco y negro enmarcadas en las paredes de todos estos negros de aspecto importante. Sólo reconozco a Malcolm X y a Huey Newton, el fundador de las Panteras Negras. Mi viejo me puso al tanto de ellos. Nunca escuché que los mencionaran en alguna clase de historia.
Tomo la silla frente al escritorio del señor Clayton. Saca una carpeta de su archivador y se une a mí.
—Se cuenta en la escuela que este año ha pasado por algunos acontecimientos que le cambiaron la vida —dice.
Espero la mirada. Lo juro, cuando los adultos saben que tengo dos hijos, al instante me convierto en basura ante sus ojos. Es como si también vieran a mis bebés como basura, sólo porque los hice siendo tan joven. Diablos, no.
—Mire, si me va a salir con el asunto de mis hijos…
—Tranquilo, señor Carter. No hay juicio. Estoy aquí para ayudarle, joven hermano.
Examina los archivos de la carpeta. Mi nombre está escrito en la pestaña de la parte superior.
—Puedo ver cómo ser padre ha afectado sus calificaciones este año. Su promedio general ha bajado de manera drástica.
—Sí, pero no soy idiota.
El señor Clayton me mira por encima de sus lentes.
—Entonces, ¿por qué sus calificaciones no lo han reflejado?
Esto se lo sacó del libro de jugadas de mamá.
—Tengo muchas cosas que hacer, como usted mismo dijo.
—Eso lo entiendo, señor Carter. Sin embargo, hay padres adolescentes que mantienen sus calificaciones altas. Salvo que ocurra un milagro, que requeriría mucho trabajo de su parte, no se graduará en mayo.
Mierda.
—Tengo que ir a la escuela de verano, ¿eh?
Maldita sea, en verdad no quiero lidiar con esto, pero supongo que lo haré.
—Me encantaría que fuera así de fácil.
—¿No lo es?
—No, señor —dice—. Tendría que tomar todas sus clases y no ofrecemos todas en el verano. El distrito no se lo puede permitir. Ahora, puede esperar que aumente su promedio general lo suficiente para graduarse. De lo contrario, tendrá que repetir el duodécimo grado para obtener un certificado.
Mierda, hombre. Pensé… sé que mis calificaciones están muy mal, pero pensé…
—Señor Clayton, no puedo repetir. ¿Cómo me vería viniendo a la preparatoria todos los días cuando tenga dos hijos?
—Tendrá que resolverlo —dice.
—¡No, hombre! ¡No debería tener que hacerlo durante todo un año más!
El señor Clayton se retira los lentes y se frota los ojos.
—Joven hermano, no puede esperar hasta que los créditos estén pasando para decidir que sí quería ver la película. Obviamente, no hizo de la escuela una prioridad este año, a juzgar por sus calificaciones y todas sus ausencias. Estamos a unos meses de la graduación. ¿Por qué le importa ahora?
¿Sabes qué? No, no me importa. Me levanto de mi asiento.
—Al diablo con esto —farfullo.
—Vaya, espere, señor Carter.
—No intentaré hacer otro año, señor Clayton. Hablando en serio.
—Está bien, es comprensible —dice—. También tiene la opción de obtener su GED. Es el equivalente a un certificado —saca un folleto de un cajón y me lo entrega—. El distrito escolar tiene un programa para adultos. Usted es el candidato perfecto.
Adultos. Supongo que ya no soy un niño.
—Tomaría clases nocturnas durante un periodo de tres meses —explica Clayton—. Al final, se presenta un examen. Si pasa, obtiene su GED. Si no pasa, vuelve a tomar las clases.
Y una y otra vez.
—También podría volver aquí, entonces.
—Parece que tiene buenas razones para intentarlo. Un GED o un certificado de la preparatoria le brindarían más oportunidades para mantener a sus hijos.
Ya los mantengo, y sin necesidad de volver a esta maldita escuela o tomar una clase más.
El señor Clayton me entrega una tarjeta y me pide que lo llame si decido que quiero inscribirme en el programa GED. Luego, me dice que puedo volver a clases. Ya sabes, las clases que estoy tomando ahora sin ninguna maldita razón.
Dejo la tarjeta del señor Clayton y el folleto en el contenedor de basura cuando salgo del edificio.
¿Qué sentido tiene un certificado de la preparatoria o un GED? No, en serio. La gente dice que me harán la vida más fácil, pero lo único que un diploma de preparatoria ha hecho por mamá fue ayudarla a conseguir dos trabajos que no pagan lo suficiente.
No, hombre. Hasta aquí llegué con esta mierda de la escuela. Es hora de poner todo mi enfoque en hacer dinero.
Voy a casa de King.
Rentó una casa cerca de Rose Park. Llamo a la puerta principal porque el timbre nunca funciona. La cerradura hace clic del otro lado e Iesha abre la puerta con un gesto de fastidio.
—¿Qué quieres?
Hombre, no quiero lidiar con ella hoy.
—Hey, también me da gusto verte. ¿Está King?
Iesha me mira como si fuera estúpido y apunta hacia el camino de entrada vacío.
—¿Acaso ves su coche en alguna parte?
—¿Sabes a qué hora volverá?
—Será mejor que sea pronto. Salió a comprar algo para desayunar y tenemos hambre.
—¿Tenemos? —pregunto.
Acaricia con orgullo su vientre.
—Ayer descubrimos que estoy embarazada. Y esta vez, sí es de King.
Uno: maldición, ¿qué diablos hay en el agua por aquí?
Dos: ella apenas se acerca al bebé que ya tiene.
Tres:
—¿Estás intentando reemplazar a Seven porque no es de King?
La sonrisa tonta desaparece de su rostro.
—¡Que te jodan, Maverick! Nadie está intentando reemplazarlo.
—Te aseguro que así se ve.
—¡Cállate! No tienes derecho a hablar. Tú dejaste embarazada a tu noviecita presumida. ¿Estás intentando reemplazar a Seven porque no es de ella?
—No, sólo pasó.
—¡Esto también! Puede que no haya estado cerca de Seven durante meses, pero no puedes decir que no amo a mi hijo.
—De acuerdo, de acuerdo. Mi error. Lo lamento.
Me apunta a la cara con su larga uña.
—Más te vale que lo lamentes. Será mejor que empieces a dejarme verlo más. Las visitas de los domingos no serán suficientes.
Me limpio la cara. No vine aquí para esto.
—De acuerdo, arreglaremos algo. Dame unos días.
—Bien. No te tardes una eternidad —dice Iesha mientras el coche de King avanza por el camino de entrada. Ella se da la vuelta y pisotea por la casa sin parar de hablar—: ¡Oooh, no lo soporto, no puedo con él!
Así es mi vida, hombre. Tendré que lidiar con esta chica durante al menos los próximos dieciocho años.
Y aquí viene este imbécil repugnante. King camina por el pasillo con un par de bolsas de McDonald’s.
—¿Qué hay de bueno, Mav?
Meto las manos en mis bolsillos. No he olvidado lo que hizo en el Día de Acción de Gracias.
—Mi reserva en casa está baja, y quiero ponerme a trabajar.
—Genial, me encargaré —dice, y lo sigo adentro. King sólo tiene una televisión, un sofá, un PlayStation y un estéreo en su sala. Ni siquiera tiene cortinas. Tras las ventanas colgó unas sábanas y cobijas que compró en la tienda de un dólar—. ¡Hey! Traje la comida —grita a Iesha.
Ella viene y levanta una bolsa.
—¡Te. Lo. Agradezco! —dice, y vuelve a su recámara.
King se sienta en el sofá y niega con la cabeza.
—Hembras. Viniste en un buen momento, hermano. Cociné algunas rocas anoche. Según uno de mis clientes habituales, no son cosa de este mundo —ríe—. Así de volado lo tenían.
—Genial. Tomaré lo que sea.
King inclina la cabeza.
—¿Qué pasa contigo?
—Nada. Dame algo de producto para que pueda irme.
—¿Cuál es tu maldito problema últimamente? —pregunta King—. No me digas que todavía estás enojado porque Iesha se mudó conmigo. ¡Eso fue hace meses! Ella ni siquiera es tu chica, ¿por qué estás enojado?
—¡Porque no me dijiste dónde estaba ella, y sabías que yo batallaba con mi hijo!
—¡No sabía que todavía la estabas buscando! —dice.
—Sólo dame algo de producto, King. No estoy de humor, ¿de acuerdo?
—¡Por eso te pregunté qué está pasando, imbécil! Es obvio que estás molesto —se inclina hacia delante—. En serio, Mav. Soy tu hermano. Habla conmigo.
Pongo una mano en mi nuca. Estas cosas de la escuela y esta situación con Red en mi mente pesan mucho, y el hecho es que no tengo a nadie con quien hablar. Lisa no es opción; no necesita el estrés. El señor Wyatt, no; mamá, definitivamente no. Podría hablar con la tumba de Dre, pero así nunca obtendré una respuesta.
King es lo único que me queda.
Suspiro. Bien, tal vez esté exagerando con el asunto de Iesha. No es tan importante, supongo. Además, King tiene razón, eso pasó hace meses.
También puedo hablar con él.
—Descubrí que no me graduaré. Quieren que repita el último año.
—¿Qué? Eso es una mierda —dice King.
—Es mi culpa, King. Lo acepto. Sin embargo, me niego a pasar otro año ahí. Sería una pérdida de tiempo.
—Diablos, vaya que lo sería. ¿Quién querría ver el viejo rostro arrugado del señor Phillips un año más?
—Palabra —río con él—. El señor Clayton me dijo que podría tomar clases nocturnas para obtener mi GED.
—Otra pérdida de tiempo —dice King—. Una vez que te concentres por completo en esta mierda de las drogas, estarás ganando más que Clayton y todos los profesores juntos. Te lo apuesto.
—Lo sé —digo en un susurro. Dejé la escuela sabiéndolo. Pero, al mismo tiempo, esto no es lo que quiero hacer para siempre. Lo que le dije a Dre era en serio. Se supone que la venta de drogas es sólo temporal.
Ser hombre no tiene nada que ver con lo que quiero. Tengo que hacer lo que tengo que hacer, y parece que eso es vender drogas.
—Claro —dice King, y lo miro—. No te estreses con esto. Tú eres mi chico, y me voy a asegurar de que estés bien. Somos hermanos de por vida, ¿recuerdas? —me acerca el puño.
Ahora me siento realmente estúpido.
—Hombre, lamento que yo…
—Te perdono —dice King—. Estamos bien. ¿De acuerdo?
Chocamos puños.
—De acuerdo.
King busca unas papas fritas en su bolsa de McDonald’s.
—¿Eso de la escuela es lo único que te molesta?
Veo el reloj de Dre en la muñeca de Red tan claro como veo mi propia muñeca.
—No —digo entre dientes—. Vi a Red ayer. Traía el reloj que le robaron a Dre cuando lo mataron.
King levanta la vista de su bolsa.
—¿Qué? Estás jodiendo.
Eso es lo que debería haber dicho P-Nut.
—Para nada. Además, cuando se dio cuenta de que lo estaba viendo, su negro trasero se conmocionó.
—¡Carajo! Eso es sospechoso como el infierno. ¿Se lo dirás a P-Nut y a ellos?
Me siento al lado de King.
—No me hagas empezar. Le dije a ese pendejo ayer. Me dijo que tal vez Red le había comprado el reloj a Ant, y que Red es demasiado cobarde para matar a Dre.
—¿Qué demonios? ¿Estamos hablando del mismo turbio Red? —King niega con la cabeza—. Ese pendejo de P-Nut no puede ser la corona.
—¿A quién se lo dices? —cruzo los brazos sobre mi regazo—. Amenazó con saltarme si seguía presionando con el tema. Dijo que estaba haciendo que se viera como un estúpido.
—¿Se ha visto en un espejo últimamente? Tiene la palabra “estúpido” escrita en la frente.
Se me sale una sonrisita.
—¿No lo sabes? P-Nut está lleno de inteligismos que lo han capacitacionalizado para la situacionalización en cuestión.
King y yo reímos. Se siente bien reír con él de nuevo.
—¿Sabes lo que esto significa, verdad? —dice, después de un minuto.
Ésa es una de las razones por las que no pude dormir anoche.
Miro hacia el suelo y casi puedo ver a Dre. Nunca olvidaré ese abrazo en medio de la calle, mientras la sangre brotaba de su cuerpo. Está tatuado en mi cerebro de por vida.
Si Red le hizo eso, juro por todo lo que amo que no le queda mucho tiempo.
Miro a King.
—Tengo que matar a ese negro.