Le miento a mamá el resto de la semana. Ella cree que voy a la escuela todos los días. En realidad, dejo a Seven con la señora Wyatt y vigilo a Red desde lejos.
Conozco su horario como conozco mi nombre. Empieza las mañanas en casa, en el estacionamiento de Cedar Lane. Alrededor del mediodía almuerza en algún lugar del barrio y luego se dirige a Rose Park para instalar su puesto. Recojo a Lisa y me voy a trabajar. Para el momento en que salgo, él está empacando sus cosas en el parque.
Soy casi adicto a vigilar a ese imbécil, como si tuviera miedo de que desapareciera antes de que tenga mi oportunidad. Odio no poder vigilarlo hoy. Llevaré a Lisa a su recorrido sorpresa por el campus de Markham. Es un viaje de dos horas de ida y dos de vuelta. Mamá me deja usar su coche, pero no sin antes soltarme un sermón.
—Vuelve a llenar el tanque. No estoy jugando, Maverick —dice—. Ponle gasolina Premium. No quiero esa mierda normal… ya me hiciste maldecir delante del bebé.
Sonrío mientras empaco bocadillos en la mesa de la cocina. Seven bebe su botella matutina en su silla alta. Me tomé el día libre en el trabajo y mamá accedió a cuidar a Seven por mí. Yo mañana me ocuparé de él todo el día, mientras ella pasa San Valentín con Moe.
—Ya que estamos en el tema de la gasolina, ¿necesitas dinero para eso? —pregunta mamá.
—No, señora —no he necesitado dinero de ella desde que empecé a vender drogas. Eso es un maldito cambio de vida.
—Okay, bien. Usa tu cinturón de seguridad en todo momento y enciende la direccional cuando quieras cambiar de carril. El carril izquierdo es para rebasar, el derecho para el tránsito lento. Mantente en la derecha tanto como sea posible y no sobrepases el límite de velocidad.
La miro.
—Lo dice la piloto de NASCAR.
—Yo no soy un chico negro, conduciendo por la carretera —dice—. No le des a la policía una razón para detenerte. Si lo hacen…
—Mantengo las manos visibles, no hago movimientos bruscos y sólo hablo cuando me hablen —me sé la charla de memoria. Mamá y papá me la taladraron en la cabeza desde que tenía siete años.
—Exacto —dice. Me mira empacar bocadillos—. ¿Estás bien, bebé?
—Sí. ¿Por qué preguntas?
—Últimamente… No lo sé. Parece que tienes el corazón apesadumbrado, más de lo normal.
—Mi vida no es normal, ma.
—Sabes a lo que me refiero —dice. Pasa sus dedos por mi cabello—. ¿Está pasando algo?
Red se dirige a Cedar Lane en este momento… con el reloj de Dre en su muñeca.
—No, señora. Estoy bien.
—De acuerdo. Bueno, probablemente te hará bien estar fuera del barrio durante el día. Creo que disfrutarás mucho de Markham. Podría ser tu hogar algún día.
—¿Todavía crees que puedo ir a la universidad?
Mamá pone una mano en mi mejilla.
—Creo que puedes hacer lo que sea que te propongas.
Es difícil mirarla a los ojos. El hijo que soy en nada se parece al que ella cree tener.
Me entrega una hoja.
—Éstas son las indicaciones para llegar a Markham de ese sitio de MapQuest. Las imprimí en el trabajo. Tiene marcadas las gasolineras. Lisa podría necesitar un par de paradas para ir al baño. No la dejes entrar sola y no entres con las manos en los bolsillos. ¿Sabes qué? Debería llevarlos yo.
—Relájate, ma. ¿Por qué alucinas?
—Eres padre, lo entenderás muy pronto. Espera a que Seven comience a caminar y cobres conciencia de todos los peligros en que puede meterse.
De acuerdo, sí, ése es un pensamiento aterrador. Lo miro y señalo.
—Hey, no camines pronto.
Seven arroja su biberón hacia mí.
¿Qué demonios?
—Niño, deja de contestarme.
Mamá ríe y lo levanta.
—Díselo, bebé. Papá no sabe lo que le espera. Lo harás de la misma manera que lo hizo él con su papá y conmigo.
Es curioso que mencione a mi viejo.
—Hey, mamá, ¿puedo preguntarte algo?
—Mi chunka-chunka-chunk —le dice a Seven mientras mueve sus brazos con las palabras. Él ríe y ríe. No sé qué significa “chunka”. La mitad de las cosas que la gente dice a los bebés no tiene sentido—. ¡Mi chunka-chunka-chunk! ¿Sí, Maverick?
—Si me va bien en este viaje, ¿puedo tomar el coche para ir a ver a papá algún día?
Me mira.
—¿Tú solo?
—Sí, señora. Pensé que debería verlo en persona, ya que últimamente no hemos hablado.
Las cosas que ella dijo sobre su vida en un punto muerto se me quedaron grabadas. Después de uno o dos días supe que debería ser un hombre e ir a verlo.
Mamá sonríe.
—A él le gustaría eso. Me encargaré de programar una visita.
—Genial, genial —digo, pero ya estoy nervioso.
Besa mi mejilla.
—Todos estarán bien. Ahora, sobre el coche…
Alrededor de las ocho, salgo del camino de entrada.
El sol brilla en un cielo azul claro. Es el clima perfecto para un viaje por carretera. Hace un poco de frío hoy, pero enciendo la calefacción y traje una cobija por si Lisa la necesita.
Primero me desvío un poco, sólo para comprobar que Red no haya vuelto a salir de la ciudad. No, está en su lugar habitual de las mañanas, en Cedar Lane. Se supone que King me llamará al localizador hoy, una vez que me haya conseguido un arma. Me preguntó si quería algún tipo específico. Siempre que elimine a Red, cualquiera funcionará.
Tengo la fuerte sensación de que lo que dirá Keisha hoy confirmará que fue él.
Toco la bocina frente a la casa de la señora Rosalie. Lisa sale, bostezando, con una gorra y pantuflas, jeans y una sudadera. La chica apenas se vistió.
Salgo para ayudarla con su mochila y la cobija de Hello Kitty.
—Acabas de dejar la cama, ¿eh?
—Cállate. Tu bebé me mantuvo despierta toda la noche. Aquí —Lisa coloca mi mano sobre su sudadera. Su vientre se estremece, como si algo rodara por debajo.
Mis ojos se agrandan.
—Oh, maldición.
—Ya sé, ¿cierto? Fue fascinante al principio. Después de la tercera hora, sólo quería dormir.
Me arrodillo frente a ella. Algunos días Seven y el pequeño bebé en el vientre de Lisa son las únicas cosas que me hacen sonreír. Golpeteo con suavidad la pancita de Lisa.
—Hey, éste es tu papi. Tranquilo ahí adentro, tu mami ya tiene suficiente para lidiar.
Lisa resopla.
—Dudo que funcione. Ella es tan terca como tú.
—Bueno, él no quiere mantenerte despierta —me enderezo—. Sabe que hoy tenemos una agenda muy ocupada.
—Quiero salsa extra en mi plato de costillas cuando gane esta apuesta. ¿Me dirás finalmente adónde vamos?
Abro la puerta del copiloto.
—Tendrá que verlo por usted misma, señora.
Lisa inclina la cabeza.
—¿Cómo sé que no me estás secuestrando?
—¿Crees que querría quedarme atascado contigo?
Se le cae la boca y me golpea el brazo.
—¡Estoy jugando, estoy jugando! —río—. Es una sorpresa, ¿de acuerdo? Tienes que confiar en mí.
Lisa me estudia con atención.
—Bien —resopla por fin, y se sube al auto.
Cierro la puerta detrás de ella.
—Violenta.
Paso por Cedar Lane una vez más (Red todavía está allí) y salgo de Garden. No hay muchos autos en la autopista esta mañana. La mayoría de la gente duerme hasta tarde los sábados. Manejo dentro del límite de velocidad como pidió mamá y voy siguiendo el ritmo de la música del estéreo. Parece que la mañana está dedicada a Outkast.
Lisa desenvuelve su McMuffin de salchicha. Me hizo detenerme en McDonald’s antes de llegar a la autopista.
—¡Maldición! Debería haber pedido mostaza.
¿Qué demonios?
—¿Mostaza? ¿En un McMuffin?
—Me gusta la mostaza, ¿okay?
—De acuerdo, Dre.
Ambos reímos. Se siente bien volver a bromear sobre él.
—Como sea. Éste es un antojo por el embarazo. Dre era raro —dice Lisa. Mordisquea su McMuffin y mira los suburbios pasar junto a su ventana. Centros comerciales de lujo y barrios encerrados por altos muros por todas partes—. Es difícil creer que esto no está tan lejos de Garden, ¿eh?
—Supongo. Es un poco demasiado “sofisticado” para mí. Apuesto a que todos los que están por aquí son presumidos como el demonio.
—No lo sabes —dice Lisa—. ¿Tú serías presumido si vivieras aquí?
—No vivo aquí, así que nunca lo sabremos.
—Pero ¿y si vivieras aquí? —pregunta—. ¿Qué pasaría si tuvieras muchos millones de dólares y pudieras vivir aquí, en una mansión gigantesca? ¿Serías presumido?
—No, porque no viviría aquí. Viviría en una isla privada en algún lugar para que nadie me molestara.
—Una isla privada, ¿eh? De acuerdo —voltea hacia mí tanto como se lo permite su cinturón de seguridad—. ¿Qué más harías?
—¿Hablas en serio?
—Sí —dice—. ¿Qué harías si tuvieras muchos millones de dólares?
Pagarle a alguien para que averiguara si Red mató a mi primo y matarlo.
Me enderezo. Tengo que sacar a ese idiota de mi cabeza.
—Yo… mmm… tal vez reconstruiría todo Garden y lo haría agradable. Nadie tendría que pagar por su casa nueva. Luego, comenzaría una especie de empresa y contrataría a todos para que pudieran ganar mucho dinero. Si soy rico, todo mi barrio será rico.
Lisa inclina la cabeza.
—¿Por qué vivirías en una isla privada, entonces?
—No voy a dejar que nadie acabe conmigo. Los idiotas son muy celosos.
Ríe.
—De acuerdo, tiene sentido.
—Exacto. Viviría en una mansión con muchas ventanas para ver el océano y elevadores, olvídate de las escaleras. Conduciría un Bentley y un Rolls-Royce. Todos mis muebles serían de oro.
—¡Puaj! Eso suena de mal gusto.
—De acuerdo. Entonces, te llevaría para allá y dejaría que te encargaras de la decoración.
Pone los ojos en blanco, pero veo esa sonrisa jugando en sus labios.
—Como sea.
—¿Qué hay de ti? ¿Qué harías con muchos millones de dólares?
—Acabaría con la pobreza y el hambre en el mundo, y destruiría el sistema tal como lo conocemos. Luego construiría una casa con el resto, supongo —Lisa se encoge de hombros.
—Maldición. Ahora me siento mal por mi isla y mis coches.
—Mmm, no lo malinterpretes. Tendría un Bentley. Además, muchos zapatos y diamantes —mira su McMuffin—. También contrataría a un chef personal. Uf, ¿por qué no pedí mostaza?
—¿Quieres que vaya a otro McDonald’s y te consiga un poco de mostaza?
—No, me aguantaré. Siempre tienes que salirte del camino por mí.
—Tú lo vales, ¿por qué no lo haría?
Mantiene los ojos fijos en su almuerzo, pero sonríe. Vuelve a mirar por la ventana. Estamos en los suburbios, rodeados de árboles.
—¿Todavía no me dirás adónde vamos?
—Nop. Ya te dije que es sorpresa.
—Odio las sorpresas —Lisa juega con los botones del techo hasta que uno de ellos abre el quemacocos.
—¿Qué demonios? ¡Estás dejando entrar el viento frío, niña!
—¡Pero huele tan bien!
—El aire no huele, Lisa.
—El aire fuera de la ciudad definitivamente huele diferente. Dale una oportunidad.
Tiene suerte de que la ame. Inhalamos profundamente y exhalamos juntos. Maldición, sí huele diferente.
—¿Ves? —dice Lisa—. Puedes oler los pinos, ¿cierto?
—¿Eso es lo que huele?
—Ajá —apoya la cabeza hacia atrás y cierra los ojos—. Es como estar en un mundo por completo diferente.
Se queda callada por unos minutos. Pronto, unos ronquidos suaves me llegan desde el asiento del copiloto. Bajo el volumen del estéreo y cierro el quemacocos. Luego me acerco y acaricio el vientre de Lisa.
—Relájate —le susurro—. Deja que tu mami descanse un poco.
El bebé —o la bebé, supongo— me escucha. La barriga de Lisa deja de temblar.
Lisa duerme tranquilamente durante todo el viaje. Odio tener que despertarla cuando llegamos a Markham.
Debo decir que este campus es muy bonito. Es justo como las universidades que ves en la televisión: los grandes edificios de ladrillo, los jardines perfectos y las estatuas y fuentes. La única diferencia con las universidades en la tele es que aquí todos los estudiantes son negros. Mamá dijo que Markham es una HBCU, que quiere decir, una de esas facultades y universidades históricamente negras.
Acomodo el auto en el estacionamiento de visitantes, como me dijo la señora del teléfono. Nos reuniremos con nuestro guía a las diez y media, pero llegué temprano.
Sacudo con suavidad el hombro de Lisa.
—Despierta, bella durmiente —se mueve un poco, pero sus ojos no se abren.
—¿Ya llegamos?
—Sí. Tienes que despertar para ver tu sorpresa.
Se estira y bosteza. Despacio, abre los ojos.
—¿Dónde estamos?
—Markham. Te conseguí un recorrido privado por el campus.
—¿Qué? —Lisa mira alrededor un poco más—. ¡Oh, Dios mío, no hiciste esto!
—Sí, lo hice. Sé que ésta es la escuela que ocupa el número uno de tu lista y…
Lisa lleva sus brazos alrededor de mi cuello.
La abrazo. Maldita sea, extrañaba abrazarla. Huele mejor que cualquier aire fresco que haya respirado jamás.
—Gracias —dice en un susurro.
—De nada —le digo mientras se retira—. El insípido de Connor nunca te ha sorprendido de esta manera, ¿eh?
Lisa pone los ojos en blanco.
—Eres ridículo.
Se quita la gorra y deja que las trenzas caigan sobre sus hombros. Saca un cepillo de dientes y un poco de gel de su mochila y los usa para aplacar los pequeños cabellitos rebeldes de su frente. Desliza el brillo labial por su boca. Luego junta los labios y hace un sonido como pop.
—Okay, estoy lista.
Chicas.
Se supone que debemos encontrarnos con nuestro guía en la fuente del patio. Sigo las instrucciones que anoté y llevo a Lisa allí. Apenas puede caminar porque no para de mirar alrededor.
—Mierda, este campus es precioso.
—Definitivamente, puedo imaginarte aquí, con tu mochila al hombro y tus sneakers en onda. Perfecta.
—Ya sabes cómo hago las cosas —dice con total naturalidad—. Yo también puedo imaginarte aquí.
Todavía no he tenido las agallas para decirle que no podré graduarme.
—Hoy no se trata de mí. Éste será un recorrido por tu escuela.
—Puede que ni siquiera sea mi escuela. Obviamente, me tomaría el primer semestre libre y me inscribiría en el invierno, pero no sé cómo me las arreglaré con un viaje de dos horas todos los días cuando tengamos un bebé…
—Hey, no te estreses. Disfruta que estamos aquí. Ya veremos cómo resolver el resto después.
Una chica negra con una sudadera con capucha de Markham nos recibe en el patio con una sonrisa. Se presenta como Deja McAllister. Es estudiante de último año aquí, en Markham. Y también está embarazada.
No planeé eso, te juro que no. Pero tal vez sea bueno para Lisa ver a alguien como ella haciendo lo que ella quiere hacer.
—¿Ya sabes lo que vas a tener? —le pregunta Lisa mientras caminamos por el patio.
—Un niño, nacerá en junio. Mi esposo y yo lo llamaremos Justyce, con y —dice Deja—. Cualquiera pensaría que somos estudiantes aspirantes a la carrera de leyes, pero no. Yo estoy estudiando biología. ¿Qué tienes tú en mente?
—¿Para mi bebé o mi especialidad? —pregunta Lisa.
Deja suelta una risita.
—Tu especialidad.
—Oh. No lo sé. Quiero algo relacionado a la medicina, pero el asunto de ser doctora… La escuela de medicina y un niño pequeño serían mucho.
—Debo decirte que Markham tiene un programa de enfermería fantástico. Ofrecen cursos aquí y también en nuestro campus satélite en la ciudad. Te permitiría trabajar en el ramo sin tener que pasar todos esos años en la escuela de medicina.
—Eh. No había pensado en eso —dice Lisa.
—¿Ves? —digo—. No lo sabes todo.
Me da un codazo.
Hacer un recorrido por el campus con dos chicas embarazadas es un viaje. Ambas necesitan muchos descansos para ir al baño, y cuando no están hablando de la escuela, se están quejando del dolor de espalda, los tobillos hinchados y lo estúpido que es que los hombres no tengan que lidiar con nada de eso. Soy lo suficientemente inteligente para mantener la boca cerrada.
Es una locura ver sólo a gente negra en un lugar como éste, personas negras que no son mucho mayores que yo. Nos cruzamos con algunos tipos con chamarras a juego y bien podrían ser King, Junie, Rico o yo.
Por estúpido que esto sea, me imagino aquí. Me uniría a una fraternidad, seguro. Pasamos por la casa de Omega Psi Phi (¡estos tipos tienen su propia casa!) y un par nos saluda. Me dicen que debería unirme a ellos en otoño. Casi me mentalizo pensando que lo haré.
Hasta que King me manda al localizador tres números durante el recorrido: 132. La tengo.
Markham no está destinada a los traficantes de drogas que reprobaron la preparatoria y conspiran para matar gente. No vine aquí para soñar. Necesito hablar con Keisha.
Deja concluye el recorrido un poco después del mediodía, alrededor de la hora en que Red se dirige a su almuerzo. Deja le da a Lisa su número de teléfono y ellas prometen mantenerse en contacto.
Llevo a Lisa en el coche a un restaurante chino que está a un par de calles del campus. La chica de recepción quiere darnos una mesa, pero le digo que vamos a encontrarnos con alguien más. Empiezo a buscar a Keisha y Andreanna cuando una vocecita grita:
—¡Mavy!
Andreanna corre hacia nosotros. Los broches en su cabello tintinean y repiquetean. La agarro y la hago dar vueltas. Cuando la bajo, se cruza de brazos con un puchero.
—¿Dónde está mi Sevy?
Finjo un jadeo, con la boca abierta.
—¿Yo no soy suficiente?
Andreanna niega con la cabeza. Lisa comienza a reír.
—Así es, niña.
Chocan las palmas.
—¡Odiosas! —digo, y le hago cosquillas a Andreanna. Ella ríe y corre de regreso al restaurante.
La seguimos hasta una mesa en un rincón. Keisha nos recibe con abrazos. Por supuesto, tiene que revisar la barriga de Lisa. Todo el mundo hace lo mismo.
—Entonces, ¿cómo estuvo el recorrido? —pregunta.
—¿Tú sabías de esto? —le pregunta Lisa.
Le acerco una silla.
—Sí. ¿Quién crees que me ayudó a planearlo?
Keisha levanta la mano.
—Me declaro culpable de todos los cargos. Pensé que sería una dulce sorpresa. No me había dado cuenta de que estaban juntos de nuevo hasta que Mav me llamó.
—No estamos juntos, pero puedo hacer algo especial por mi amiga, ¿cierto? —miro a Lisa—. Haré lo que sea que ella quiera.
Y me refiero a lo que sea, si entiendes a qué me refiero. Sí, allí he estado. No puedes culparme por intentarlo.
Lisa busca a tientas el menú y se aclara la garganta.
—Mmm, ¿qué plato me recomiendas, Keisha?
Demonios, sí. Todavía tengo una oportunidad.
Pedimos rollos de huevo y rangoon de cangrejo para la mesa. Keisha nos cuenta lo que ha estado haciendo durante los últimos meses, sobre todo en la escuela y el trabajo. Andreanna nos da un resumen completo de sus actividades preescolares. Afirma que un pequeño cabeza de chorlito es su novio.
—Voy a tener que darme la vuelta por allí para hablar con él —digo—. No jugamos con eso.
—Adiós —Keisha ríe—. Eres tan malo como…
Su voz se apaga. Dre debería estar aquí con nosotros.
Lisa le toca la mano.
—¿Cómo estás realmente?
Andreanna balancea la cabeza mientras se come un rollo. A los niños les encanta bailar cuando la comida es buena. Keisha se pasa los dedos por el cabello.
—Día a día, eso es lo único que puedo hacer. Lo extraño tanto que duele. Deberíamos estar preparándonos para la boda.
Ésa es la peor parte de esto. Dre tenía toda una vida por delante que ya no podrá vivir.
Lisa se aparta de la mesa.
—Uf, lo siento. Debo correr al baño. La vejiga del embarazo es lo peor.
—Recuerdo esos días —dice Keisha—. Sólo va a empeorar.
—No me digas eso —se queja Lisa—. Vuelvo enseguida.
Ésta es mi oportunidad. Espero hasta que Lisa desaparece en el baño de mujeres.
—Keisha, ¿te importa si te pregunto algo?
Intenta que Andreanna beba el agua de su vaso. Andreanna quiere jugo.
—Seguro, ¿qué pasa?
Me muevo en mi silla.
—Mira, no quiero mortificarte, pero quería preguntarte algo sobre esa noche. ¿Hay algo que recuerdes de antes de los disparos?
—Mav, no sé si puedo…
—Lo entiendo. Yo también trato de no pensar mucho en eso. Pero la pandilla está intentando averiguar quién lo hizo —puedo mentir tan fácilmente hoy en día.
Keisha agita el popote alrededor de su vaso.
—Estábamos hablando de nuestros planes para el próximo fin de semana. Iba a llevarnos al acuario. Andreanna había estado rogando por ver todos esos “pecetitos”. Tony Parada de Autobús vino y bromeó con él y…
—Hey, espera. ¿Tony?
—Sí. Le pidió dinero a Dre para comprar licor. Dre rio y le dijo que lo dejara en paz. Unos minutos más tarde, apareció el ladrón.
Pensé que Tony se había ido mucho antes de que mataran a Dre. Sin embargo, regresó, por lo que es muy probable que haya estado en el área cuando sucedió.
Miro a Keisha.
—¿Recuerdas algo sobre el ladrón?
—Mav, le dije a la policía todo lo que escuché. No debe haber sido suficiente. Ya no siguieron investigando el caso.
Por supuesto que no. Dre sólo es otra “víctima del gueto” en sus registros.
—Por eso quiero… quiero decir, por eso la pandilla quiere encargarse de esto. Cualquier cosa que recuerdes podría ser de ayuda.
Keisha parpadea y parpadea.
Mierda, no debería haberle preguntado nada de esto.
—Lo sien…
—Era una voz ronca —susurra—. La he escuchado antes, te juro que ya había oído antes esa voz. Me he estado volviendo loca, tratando de recordar dónde.
Me pongo rígido.
La voz de Red es ronca.
La mesera trae el resto de nuestra comida a la mesa. Andreanna aplaude cuando ve sus fideos. Mi estómago está demasiado revuelto para comer.
Tengo pocas dudas sobre que Red mató a Dre, pero debería hablar con Tony antes de hacer mi movimiento.
Lisa regresa a la mesa y dejo que ella y Keisha hablen la mayor parte del tiempo durante el resto del almuerzo. Tomo apenas un bocado de mi pollo a la naranja. La mesera mete el resto en una bolsa para llevar. Lisa come toda su comida, pide otro plato para llevar y sale del restaurante con un cono de helado. Actúa como si estuviera comiendo por cuatro. Le pido a Dios que no sea así.
En el estacionamiento nos despedimos de Keisha y de Andreanna con abrazos. No me subo al coche de mamá hasta que veo que ellas se encuentran a salvo en el suyo y ya avanzan por la calle. Dre habría hecho lo mismo.
El sol todavía brilla, así que Lisa y yo deberíamos regresar a Garden antes de que oscurezca. Mamá no quiere que conduzca en la autopista de noche. Dijo que es más probable que la policía me detenga.
Repaso su lista de recomendaciones: abrocho el cinturón de seguridad, arranco el motor del coche, enciendo las luces, me aseguro de que la música no esté muy fuerte y pongo mi billetera en el portavasos de manera que no tenga que ocultar las manos para buscarla si me llegan a detener. Estoy listo para arrancar.
Lisa abrocha su cinturón y se envuelve en su cobija de Hello Kitty sólo para seguir devorando su helado. Si tiene tanto frío, ¿por qué come eso?
—Y entonces… ¿qué pasa contigo? —dice.
Despacio, salgo del lugar de estacionamiento.
—¿Qué quieres decir?
—Estuviste súper callado durante la comida. Maverick Malcolm Carter es todo menos silencioso.
Le hago cosquillas en el costado.
—Oh, alguien está haciendo bromas.
—Bastaaaaa —se queja—. Vas a hacer que me den ganas de orinar, y mi vejiga está muy estrecha gracias a tu bebé.
Río y doy vuelta hacia la carretera.
—Mi error. Estoy bien. Simplemente no tengo mucho que decir.
—Parecía que tenías muchas cosas en la cabeza. ¿Quieres hablar?
No sé cómo puede leerme tan bien.
—No es nada. ¿Disfrutaste tu sorpresa?
—Sí. No puedo creer que lo hayas logrado —dice.
—Te lo dije, haré cualquier cosa por ti… —tamborileo en el volante. Bien puedo seguir adelante y preguntar—. ¿Esto significa que tengo una oportunidad ahora?
Lisa suspira pesadamente.
—Mav, agradezco lo que hiciste hoy, pero ya te dije que no hay nosotros.
—Espera. Así que el cursi de Connor te da un osito de peluche y él está bien, pero yo te doy esto…
Lisa se endereza por completo.
—Vaya, para ahí. En primer lugar, yo no te pedí que hicieras nada. Lo hiciste por tu cuenta. En segundo, con quién estoy no tiene nada que ver con lo que puedo “sacar” de ellos. No soy una cazafortunas como la mamá de tu otro bebé.
El coche se queda en silencio.
—No debería haber dicho eso —dice Lisa.
—Está bien. Estás enojada y…
—No es justo para Iesha. Tú fuiste el idiota que tuvo sexo con ella. ¿Qué, pensaste que hacer cosas por mí haría que yo tuviera sexo contigo?
—¡Por supuesto que no! No pienso en ti de esa manera, Lisa. Pero maldita sea, estoy haciendo mucho. Te compro cosas, te recojo todos los días, te llevo comida. Ni siquiera me darás una oportunidad jamás.
—¡Ese tipo de mierda no me importa! —grita—. ¿Qué estás haciendo con tu vida?
—Mi error. Lamento no tenerla resuelta como tú. Algunos de nosotros intentamos hacerlo día a día. No es que lo entiendas.
—¿Eso es lo que quieres hacer? ¿Jugar la carta de “Lisa es demasiado presumida para entender lo que significa luchar”? No me salgas con esa mierda, Maverick. No es necesario que tengas tu vida resuelta. Deberías al menos querer superarte. Pero nooo, todavía sigues en una pandilla. ¿Y yo debería querer estar contigo?
—¡De esto es de lo que estoy hablando! No sabes cómo funciona —le digo—. No puedo simplemente alejarme de la pandilla. Tengo que hacer un trabajo importante, como asumir un gran cargo por alguien, o entonces ellos se encargan de dejarte fuera. Los tipos terminan muertos o muy cerca de eso después de las golpizas. No vale la pena.
—¡Podrías tan sólo distanciarte! —dice Lisa.
—¡Pero son mis hermanos! King, Junie y Rico me cuidan más de lo que jamás podrías imaginar.
Lisa me mira muy fijamente.
—Estás vendiendo para King otra vez, ¿no es así?
Suspiro.
—Hey, escucha…
—¿Sabes qué? No me respondas —dice—. Haz lo que quieras, Maverick. Mi bebé y yo estaremos bien.
—Ahí vas otra vez, actuando como si yo no fuera a estar cerca.
—¡Porque no estarás! —dice Lisa—. Hago mis planes sabiendo eso. Mi bebé necesita que uno de nosotros piense en el futuro.
No lo entiende. En verdad, ella no lo entiende.
—Lisa, escúchame…
Me da la espalda y se cubre la cabeza con la cobija.
—Déjame en paz, Maverick.
No hablamos durante el resto del viaje.