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Despertar en navidad

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El Sargento Preston comienza a abrir sus ojos, se encuentra tirado en el piso, se siente entumecido, su visión es algo borrosa, poco a poco va logrando mirar hacia arriba, sin embargo la luz lo ciega, debió pasar mucho tiempo dormido o inconsciente, trata de moverse y con mucho esfuerzo consigue sentarse, comienza a revisar su cuerpo pasando las manos y va notando que su equipo personal permanece con él, su fornitura, la pistola, su casco aún permanece en su cabeza, los binoculares siguen colgando de su cuello y comienza a voltear su mirada hacia los lados para observar donde se encuentra.

¿Dónde me encuentro? –Se pregunta insistentemente sin conocer la respuesta, su mente permanece en blanco- ¿acaso estoy en alguna especie de celda? Es muy extraño todo esto, no me quitaron mi equipo de combate, aún tengo mi pistola, ¿Quiénes son ellos? –Se pregunta al ver dos cuerpos tendidos sobre el piso de aquel misterioso lugar rodeado de paredes muy altas- ¿serán prisioneros como yo?, no se mueven.

A unos pasos del Sargento yace en el piso un hombre vestido de payaso, permanece inmóvil, más allá se encuentra también una mujer vestida de bailarina clásica, con su delicado traje, sus medias y zapatillas de ballet, decide acercarse al payaso y ver si reacciona.

Señor –le dice al tiempo de colocarle su mano a un costado y tratar de moverlo- despierte, despierte.

Aquel hombre vestido de payaso comienza a abrir sus ojos lentamente, su primera reacción es de asombro al ver a quien tiene frente a él.

Por favor no me haga nada –le dice el payaso tratando de retirarse deslizándose sobre el piso- no sé quién es usted ni que hago aquí.

Pues somos dos los asombrados –le comenta Preston- yo acabo de despertarme, imagino que pasé mucho tiempo inconsciente igual que usted.

¿Pero dónde nos encontramos? –Insiste el payaso- ufff no recuerdo nada –dice colocándose las manos sobre la cabeza- me siento muy extraño.

Mientras el Sargento y el payaso trataban de hallar alguna respuesta a su situación, la mujer vestida de bailarina comenzó a despertarse, al abrir sus ojos y ver aquella escena tan extraña del payaso y el militar, no pudo contener el miedo y gritó.

¡Auxilio, por favor no me haga nada! –gritó con todas sus fuerzas al tiempo que corría hacia el otro extremo de aquel recinto lúgubre.

No se preocupe señorita –le dijo el payaso al tiempo que se levantaba y caminaba hacia ella.

¡No se acerque y no me toque! –insistió la bailarina con voz temblorosa y tratando de contener el llanto- ¿Dónde estoy?

Esa es la pregunta que todos nos hacemos –dijo el Sargento sin dejar de observar aquel recinto- lo más extraño es que no logro recordar nada, ni siquiera mi nombre.

Eso es sencillo, mire –le dijo el payaso señalándole el nombre bordado en su camisa de uniforme- allí dice PRESTON, ese debe ser su apellido.

¡Vaya! –Exclamó el sargento al verse la camisa- es cierto, al menos ya puedo saber cómo me llamo.

Desafortunadamente yo no tengo ningún bordado –dice la bailarina revisando su traje- y tampoco logro recordar nada, ¡Auxilio que alguien nos ayude! –gritó con todas sus fuerzas mirando hacia arriba.

Aquel misterioso local no tenía puertas ni ventanas, por su aspecto daba la apariencia de ser una fosa con paredes hechas de un extraño material, estaban recubiertas de pintura brillante de color gris, al mirar hacia arriba a muchos metros de altura podía observarse el cielo azul y despejado, de vez en cuando el silencio era roto por el canto de algún pájaro cercano.

Parece inútil tratar de pedir ayuda –comentó Preston a sus compañeros de encierro- quien nos haya dejado aquí encerrados no debe tener intenciones de dejarnos salir, luego no sabemos dónde nos encontramos, el enemigo debe estar muy cerca, si gritamos podríamos alertarlo y dándose cuenta que despertamos, corremos el riesgo de que nos vuelvan a dormir, pienso que debimos estar bajo los efectos de algún gas que nos borró la memoria.

Indudablemente –le contestó el payaso- no existe una razón lógica para que los tres no recordemos nada, al menos que nos hayan inducido la amnesia por algún fármaco o elemento químico, lo que no concuerda es que una bailarina, un militar y un payaso se encuentren detenidos juntos.

Quizás fuimos detenidos durante una de mis funciones –dijo la bailarina tratando de encontrar alguna lógica- pero no recuerdo haber estado en alguna guerra o conflicto.

Fíjese Preston –le dijo el payaso señalando su pistola- lo más extraño es que estemos prisioneros y no le hayan quitado a usted su pistola.

Es muy extraño de verdad –asintió el sargento desenfundando su arma y revisándola- lo primero que hace el enemigo es quitarnos las armas al ser capturados.

Quizás no seamos prisioneros –les refirió la bailarina tratando de buscar más respuestas- podría ser que estamos en algún hueco y caímos por accidente mientras caminábamos en la calle, esto pudiera tratarse de algún drenaje, obra inconclusa o proyecto de construcción, simplemente caímos y con el golpe perdimos la consciencia.

Pues lo primero que haremos es tratar de salir de aquí, gritando no lograremos nada –les comunicó en sargento- tengo una idea, tratemos de montarnos uno sobre el otro a ver si logramos alcanzar el borde superior de este sitio.

Me parece bien, aunque se ve demasiado alto para nosotros –les dijo el payaso- pero todo intento es bueno.

Perfecto, comencemos, usted que es el más corpulento y alto de nosotros –le dijo Preston al payaso- colóquese aquí cerca de la pared para mantener el equilibrio –señalándole donde debía pararse- yo trataré de subirme por su espalda y la señorita que es la más delgada que trate de escalar sobre nosotros y pararse en mis hombros.

No sé si pueda hacer eso –dijo con dudas la bailarina- quizás solo logremos hacernos daño.

Si no lo intentamos nunca saldremos de este sitio –le reclamó el sargento- venga.

El payaso se colocó frente a aquella gran pared de espaldas a sus acompañantes y el sargento comenzó a trepar por su espalda no sin hacer varios intentos con un precario equilibrio de ambos por realizar tal proeza, luego de varias caídas, se quitó el casco para estar más cómodo y las botas para no hacerle tanto daño al payaso, consiguiendo pararse sobre sus hombros. Acto seguido la bailarina comenzó la difícil tarea de trepar sobre sus acompañantes, logrando en un tercer intento y varias caídas de todos lograr tan difícil tarea, una vez encima del sargento estiró sus brazos lo más que pudo, dándose cuenta que le faltaban dos o tres metros para alcanzar el borde que los separaba con el mundo exterior.

¿Cuánto le falta por alcanzar el borde superior? -Le preguntó Preston a la bailarina- ¿logra llegar si se impulsa un poco?

Creo que no llego –dijo con voz temblorosa- está muy alto, quizás me falten dos o tres metros de distancia.

No voy a aguantar mucho este peso –les reclamó el payaso- mis piernas ya comenzaron a temblar por el peso de ustedes dos, apúrense en lo que estén haciendo.

Trate de saltar hasta el borde –le insistió el sargento a la bailarina- si se impulsa con fuerzas quizás llegue.

Trataré de hacer un esfuerzo –les dijo ella con muchas dudas- aguanten mientras me impulso.

La bailarina se agachó lentamente parada sobre los hombros de Preston y cuando pensó estar lista, se impulsó con todas sus fuerzas al tiempo que ambos compañeros de encierro caían al piso al perder el equilibrio, por más que saltó con todas sus fuerzas no alcanzó el borde de la pared que pretendía escalar, cayendo al piso y golpeándose con los cuerpos de sus compañeros.

No lo vamos a lograr –les dijo el payaso rompiendo en llanto ante la impotencia que sentía- estamos destinados a permanecer aquí sin saber la razón de nuestro encierro.

Cállense, escuchen –les increpó tratando de lograr silencio entre ellos- están sonando unas campanas.

Es cierto, debemos estar cerca de alguna iglesia –mencionó la bailarina con cierto asombro- eso quiere decir que es posible la presencia de otras personas cerca de nosotros, debemos gritar con fuerza para tratar de ser escuchados, es posible que alguien nos socorra.

De inmediato los tres comenzaron a gritar con todos sus fuerzas, con las manos colocadas alrededor de su boca tratando de darle más potencia a la salida de su voz, pedían auxilio.

¡Ayúdenme! –no dejaba de gritar el payaso- que alguien nos ayude, estamos aquí abajo.

Parece inútil –exclamó Preston- no se escuchan personas cerca, quizás la iglesia se encuentra retirada o simplemente nos encontramos en algún lugar donde no hay circulación de público.

Quizás debemos tener serenidad, en algún momento quienes nos hayan encerrado vendrán a vernos –dijo la bailarina- en cualquier momento sabremos de que se trata todo esto.

¡Esperen! –Exclamó el payaso- creo escuchar algunas voces, ¡Auxilio! Ayúdennos, sáquenos de aquí –comenzó a gritar a todo pulmón- estamos aquí encerrados.

A lo lejos se escuchaban voces, se podía reconocer voces de hombres, algunas mujeres e incluso niños un tanto cerca de aquel recinto.

Un poco más retirado de aquel lugar la familia Parker estacionaba su vehículo a media cuadra de la iglesia del pueblo, Dan apagaba el motor al tiempo que daba las últimas instrucciones a sus dos hijos.

Ya saben cómo deben comportarse en la misa –les dijo mientras volteaba la cabeza hacia el asiento trasero donde sus dos hijos pequeños se encontraban sentados- no quiero que estén corriendo en los pasillos ni que se pongan a jugar mientras el sacerdote habla.

No tienes porque adelantarte a los acontecimientos –le dijo Amalia en tono dulce a su esposo- ellos saben muy bien cómo deben comportarse, ¿verdad niños?

Si mamá –respondió Charli de inmediato- dile eso a Maikel, es él que siempre se porta mal y terminamos regañados los dos.

Dicho esto la familia se salió de su vehículo y comenzaron a caminar hacia la iglesia, era la misa de nochebuena o misa de navidad, la tradición familiar ordenaba que cada año antes de la cena, debían asistir para darle gracias a Dios por los favores recibidos y pedir por los más necesitados, el reverendo Ismael siempre disponía para tal ocasión una recolecta de juguetes para repartirlos entre los niños más necesitados y de familias de menos recursos de la comunidad, una vez que los Parker se acercaron a la entrada de la iglesia pudieron ver a un costado una gran papelera o especie de caja muy grande de material plástico que en su parte frontal lucia un letrero “DONA AQUÍ UN JUGUETE PARA ESTA NAVIDAD”.

A ver niños, ¿trajeron el juguete que vamos a donar este año? –preguntó Dan deteniéndose al frente de la gran caja- espero no lo hayan olvidado en casa.

De ninguna manera –dijo Amalia volteando la vista hacia Charli- yo lo traje conmigo, toma –le dijo sacando de su cartera un gran tractor de plástico de color amarillo- tómalo Charli, esta vez te toca a ti echarlo en el cajón de los donativos.

¡Pero mamá ese es mi tractor de juguete! –Le reclamo el niño molesto- no quiero regalarlo.

No digas necedades –le contestó con cierto tono enérgico su madre- ese tractor estaba guardado en una caja y debe tener dos años que no te veo jugando con él, estoy segura que debe haber muchos niños sin juguetes estas navidades que estarán felices de recibirlo de regalo, no insistas más, tíralo a la caja de los donativos.

Aquel niño obedeciendo a su madre, caminó hacia la caja y sin dejar de mostrar su disgusto dejó caer el juguete en su interior.

¡Cuidado! –Dejó salir un grito de pánico la bailarina, al tiempo que un gran estruendo se escuchaba en su recinto de encierro- casi nos aplasta eso.

La bailarina, el payaso y el sargento Preston, una vez recuperados por la sorpresa de lo que estaba ocurriendo, se quedaron paralizados observando un enorme tractor amarillo que cayó frente a ellos.

No permitas que tus juguetes duerman en el olvido, seguramente hay un niño esperando darles vida en sus fantasías y juegos.