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Don Juan celebra la navidad

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Siendo aproximadamente las ocho y diez de la mañana, en el hotel Trípoli de la capital, Juan Carlos Arévalo siente que algo comienza a calentarle el rostro, con mucho esfuerzo logra abrir uno de sus ojos, dándose cuenta que un rayo de luz entra por la ventana entre las cortinas y lo encandila, su cabeza parece que fuera a estallar, nota que padece una de sus recurrentes resacas debido a los tragos del día anterior, voltea hacia un lado y logra ver entre las sabanas una figura femenina, por un momento no recuerda su nombre, ayer la conoció en el bar del hotel, tras compartir una botella y bailar, terminaron juntos en su habitación, solo recuerda de ella que trabaja como ejecutiva para una empresa y por reuniones de trabajo viajó a la capital alojándose en su mismo hotel, a diferencia de ella, Juan Carlos vive en el hotel, soltero empedernido a sus cuarenta y dos años se niega a casarse, vivir en un hotel ofrece muchas ventajas, alguien se encarga de arreglar la habitación todos los días, la comida se la preparan otros, siempre está rodeado de gente y cuando se aburre del lugar puede cambiar de residencia fácilmente.

Para un moderno “latín lover” no hay nada mejor que la informalidad y la falta de ataduras que coarten su apreciada libertad, anda siempre bien vestido con trajes finos, zapatos caros, relojes de marca y no puede faltar su carro de último modelo, con todo ese equipo garantiza siempre una “buena pesca”. La familia de Juan vive en un sencillo pueblo del interior del país, su padre campesino y su madre ama de casa le dieron a él y sus cuatro hermanos todo el amor posible, desde niño siempre supo que su meta era salir del campo, estudiar, ser alguien en la vida, a la edad de dieciséis años se fue a la capital a vivir con sus tíos y allí se quedó al graduarse en la universidad, siendo bien parecido, desde joven tuvo un imán de atracción especial para el sexo opuesto, por lo cual nunca se ha preocupado por tener familia.

¿Para qué familia, esposa e hijos?, si puede vivir tantas vidas como diferentes tipos de amigas y amantes tiene, en su variado portafolio de amistades femeninas hay de todos los tipos de condición civil, solteras, casadas, viudas, divorciadas y comprometidas, también colecciona de diferentes ocupaciones laborales, médicos, abogadas, ingenieras, amas de casa, maestras y siempre ha pensado que le falta una enfermera, es difícil pensar que puede llevar a un hombre criado en el seno de una familia “normal”, a vivir en semejante locura, si fuera el caso que se crió huérfano de madre, quizás concluiríamos que le falto amor y lo busca en otras mujeres, si el caso es que su madre existió pero no le dio afecto, pues igual, necesita conseguirlo en otros brazos, pero en su caso tuvo madre, fue cariñosa y vivió en un hogar armónico, el caso de Juan es un misterio.

Ufff que terrible dolor de cabeza tengo –dijo la misteriosa dama acostada en la cama de Juan-, buenos días corazón, anoche la pasamos muy bien juntos, ¿Qué hora tienes?

Son las ocho y cuarenta minutos de la mañana –le respondió Juan- imagino que debes irte a tus reuniones.

¡Qué barbaridad!, se me hace tarde, necesito vestirme y salir rápido –dijo su acompañante- me voy a poner la ropa y salgo corriendo a mi habitación para arreglarme, no me puedo quedar aquí ni un minuto más –le dijo al tiempo que se abrochaba la blusa y se colocaba los zapatos simultáneamente- yo regreso al final de la tarde, quizás nos veamos antes de retirarme del hotel.

¿Hoy regresas a tu ciudad? -Le preguntó observando las bellas curvas de su nueva amiga- podemos vernos si logro regresar antes de tu partida, yo por mi parte tengo una reunión con empresarios y no sé cuanto se extienda.

¿Viajas a ver tu familia en esta navidad?, creo que me dijiste que ellos viven en otra ciudad –le comentó ya terminando de vestirse la dama- ¿Viajarás hoy o mañana?

No, este año solo recibiré el año nuevo con ellos, las navidades las pasaré aquí solo, tengo varios asuntos de la empresa que atender –le dijo Juan, mientras se peinaba- ya estoy acostumbrado a esto.

¡Chao! –Dijo en voz alta la dama mientras cruzaba la puerta de la habitación- espero verte antes de irme.

Tras la salida de aquella mujer de la habitación, solo se escuchaban sus tacones golpear el piso en su rápida carrera por arreglarse y no llegar más tarde a su reunión, atrás quedó Juan Carlos aún preguntándose como era su nombre, le dio pena preguntárselo después de compartir momentos tan íntimos, tampoco la duda lo atormentaba, no lograba recordar los nombres de muchas de sus amistades fugaces, su preocupación mayor por los momentos era llegar a su oficina, le esperaba un largo día de trabajo con fastidiosas reuniones, muy conveniente para olvidar por los momentos que mañana es navidad.

En la oficina se consiguió con Fernando un buen compañero con quien compartía algunas de sus confidencias eventualmente.

Buenos días amiga –lo saludó Frenando con la alegría propia de conseguirse a un buen amigo- traes cara de no haber dormido mucho ayer.

Te cuento que ayer conocí una mujer preciosa, muy inteligente también, estuvimos charlando casi toda la noche.

¿Dónde conociste esa misteriosa dama? –le dijo con asombro mientras se servía un café- noto que dejo una huella en ti.

La conocí en el bar del lobby del hotel –acotó Juan- fue casual, decidí tomarme un trago antes de irme a dormir y allí estaba ella, desde que la vi me pareció preciosa.

¿Cómo se llama, donde vive, que hacía en ese hotel? –Le interrogó Fernando ya sumergido en la duda- a ti te ocurren siempre esos encuentros curiosos, quizás esa sea la suerte de los solteros.

Te diré que no recuerdo su nombre –le dijo en forma jocosa Fernando, se que trabaja en una empresa y estaba en el hotel alojada, vive en una ciudad del interior del país, pero no recuerdo grandes cosas o detalles de ella, por cierto ¿tienes alguna pastilla para el dolor de cabeza? –Le comentó mientras se colocaba las manos sobre su frente- la resaca por los tragos aún no me abandona.

Jajaja tu no cambiarás nunca amigo, no tengo pastillas pero seguramente en el botiquín de primeros auxilios de la oficina haya alguna, tomate el café que eso debe ayudarte, ¿sabes? Deberías pensar seriamente en casarte, en sentar cabeza, ya tienes más de cuarenta años, un hombre necesita un hogar, alguien que te espere en las tardes cuando sales de la oficina, y claro, hijos, ellos son los que justifican todos nuestros sacrificios –le decía Fernando a manera de un buen consejo que nunca está de más- la vida de soltero es sabrosa, no tienes muchas responsabilidades, pero en algún momento la soledad comenzará a hacer presencia en ti.

No creo eso –negó rotundamente Fernando convencido de sostener y defender a toda costa su preciada soltería-, yo disfruto mucho mi libertad, voy donde quiero, llego a mi habitación a la hora que quiero y salgo con quien quiero, además, aún estoy joven.

No creas que la juventud es eterna, los años pasan, sino me crees anda al baño y mírate en el espejo, ya te están comenzando a salir algunas canas –le dijo señalándole ciertos cabellos de color blanco cerca de sus sienes- cuando abras los ojos un día de estos serás un hombre mayor y cada vez te será más difícil tomar la decisión de vivir con alguien o comenzar una nueva vida.

Fernando terminó de tomarse el café y antes de ir a su escritorio se dirigió al baño de la oficina para echarse agua en la cara y tratar de disipar un poco el entumecimiento propio de la resaca que padecía, allí no pudo evitar al verse en el espejo revisar y constatar la presencia de ciertos cabellos blancos en su cabellera, al principio le pareció que solo se trataba de dos o tres, apurándose a tirar con fuerza de ellos y tratar de retirarlos arrancándolos de su cabeza, sin embargo, revisando mejor y con cierto temor que se fue convirtiendo en tristeza, pudo ver que sus canas estaban comenzando a sustituir aquella cabellera negra y bien cuidada de la que siempre se sintió orgulloso.

El tiempo pasa inexorablemente, sin detenerse, sin pedir permiso para continuar avanzado, Fernando, aquel Don Juan Tenorio, latín lover, Dandy, hombre de miles de mujeres, terror de madres ortodoxas, amenaza de las buenas costumbres sociales, estaba dándose cuenta que sus días de éxito femenino se acercaban al final con el avance de los años, quizás el primer aviso fue aquella muchacha nueva en la recepción de la empresa que le llamó “señor”, una palabra que va mucho más allá del respeto e indica una diferencia notable en la edad, usualmente lo trataban de “tu”, pero a partir de aquel día y como si todas las mujeres jóvenes se hubieran puesto de acuerdo, lo trataban de “usted”, cosa que le daba pánico.

Una vez en su escritorio y mientras firmaba comunicados, facturas y demás papeles burocráticos, recordó que al día siguiente era la noche de navidad, ¿con quién cenaría mañana?, quizás con Eloísa, aquella muchacha que conoció en el club, pudiera ser Amanda, la rubia de la discoteca o Susan la aeromoza, era cuestión de comenzar a llamar y ver quien estaba disponible para acompañarlo.

Aló, buenas tardes Eloísa –saludo al tiempo que se escuchaba una voz femenina del otro lado de la línea telefónica- ¿Cómo estás?

Hola Fernando –lo saludó muy amenamente y con voz dulce- que sorpresa recibir una llamada tuya, tenías cerca de dos meses sin llamarme, estabas perdido, ¿Dónde andabas metido? –le preguntó con asombro- ¿a qué se debe este milagro?

Pues estaba pensando en ti, mañana es la noche de navidad y estaba pensando invitarte para cenar juntos.

Lo siento mucho cariño –le contestó con un tono de voz melancólico- hoy salgo con mi familia para la casa de mi abuela en su ciudad, estaremos viajando y creo que regreso en tres días, si gustas cuando esté de vuelta te llamo.

¡Claro! Estaré muy pendiente de tu regreso, me encantará volver a verte.

Dicho esto la llamada se terminó, pero la respuesta negativa no lo afectó en lo más mínimo, aún quedaban otras opciones, debía seguir haciendo llamadas.

-El tono del teléfono indicaba la llamada en espera, de repente, se escucho una voz- ¡Fernando!, dichosos los oídos que te escuchan -exclamó Amanda- ¿Cómo estas, que es de tu vida?

Hola corazón, tienes la voz muy dulce como siempre, ¿sabes? Estaba pensando en ti, mañana es la noche de navidad y estaba pensando invitarte para que cenemos juntos.

Cuanto lo siento amor, mañana voy a la casa de mi hermana con un amigo, además, debiste llamarme antes para no comprometerme con otra persona, tu no pierdes la costumbre de llamar un día antes –le reclamó Amanda en tono molesto por su informalidad- te acuerdas de mí cuando no tienes con quien salir.

No digas eso preciosa, sabes que eres una amiga muy especial –dijo tratando de arreglar las cosas Fernando sin esperanza de lograr su cometido, ella era de carácter difícil y casi siempre le adivinaba sus intenciones- fíjate que pensé en ti para una fecha tan especial.

Seguro, ya casi te creo, hasta debes haberme comprado un regalo ¿verdad que si? –Le preguntó tratando de desarmar sus argumentos- ¿Qué me compraste?

Fíjate que de verdad te tengo un regalo, pero como los presentes de navidad son sorpresas no puedo decírtelo.

No me vas a convencer y no te creo –ya en tono más serio de Amanda- yo mañana no voy a cambiar mis planes y si me tienes un regalo me lo das después, te dejo porque estoy trabajando.

La llamada se terminó sin esperar que Fernando se despidiera, Amanda estaba cansada de sus informalidades y desplantes, ahora solo le quedaba una opción, Susan, quizás ella se alegre de recibir su llamada aunque tenía más de tres meses sin verla, eso ya parecía una eternidad, hay personas que en ese lapso de tiempo se mudan de ciudad, cambian de trabajo, se van de su casa, viajan, cambian de número telefónico, se comprometen y hasta se casan, tres o cuatro meses le cambian la vida a cualquiera, pero sin detenerse en esos aspectos, se decidió a llamarla.

¡Hola amor, que alegría escucharte! -Exclamó a viva voz ante el asombro de su secretaria que se encontraba parada en la puerta de la oficina contemplando tal espectáculo- al fin logro comunicarme contigo, se me había borrado tu numero de mi móvil –le respondió antes de recibir el respectivo reclamo por sus meses de ausencia- ¿Cómo has estado?

¿Juan? Has aparecido, vaya, vaya, que agradable sorpresa tu llamada –le dijo Susan al tiempo que del otro lado de la línea se le dibujaba una gran sonrisa a Fernando casi viendo coronado el éxito en su intento por lograr compañía navideña- cuéntame a que se debe este honor.

Pues en primer lugar saludarte, muy contento de haber recobrado el contacto, luego invitarte a cenar conmigo mañana que es el día de navidad, hasta te compré tu regalo –le adelantó Fernando tratando de no dejarla pensar mucho en otras opciones- aquí te lo tengo.

¡Corazón! Cuanto lo lamento, te cuento que tengo novio, no sé si recuerdas aquel amigo mío que regreso de los Estados Unidos, yo creo que la última vez que nos vimos te comenté algo, pues formalizamos nuestra relación y mañana viene a mi casa a cenar con mi familia.

¡Qué alegría que haya regresado! –le dijo Fernando sin evitar hacer un gesto de decepción que su secretaria tomó de forma jocosa, a ella la divertía ver esas locuras de su jefe soltero- pues ni modo, te guardaré tu regalo para otra ocasión, ¿Cuándo nos vemos?

No seas bandido Fernando –le reclamó Susan en tono sarcástico- te estoy diciendo que tengo novio, yo no soy como tú –con carcajadas- pórtate bien, deberías ir formalizando tu vida también, deja de vivir de forma tan desordenada, las personas con el tiempo necesitamos tener estabilidad.

Es verdad –dándole la razón más para salir del tema que por convencimiento- debo ir pensando en esas cosas, mientras te deseo una muy feliz navidad.

Tras concluir sus esfuerzos por lograr la tan anhelada compañía de navidad, Fernando decide no pensar más en el asunto y continuar su trabajo haciendo pasar a la oficina a Matilde su secretaria, una mujer de cincuenta años con varias décadas dedicadas a la empresa.

Pasa por favor Matilde, veamos que me traes allí.

Buenos días jefe –entró saludando Matilde- no pude evitar escucharlo, usted no cambia, fíjese, por ser tan mujeriego y tener tantas amigas ahora no tiene ninguna para pasar las navidades, eso es algo lógico, las personas tratan de pasar esa fecha tan importante con sus seres queridos.

No te preocupes Matilde, en la tarde llamaré a otras amigas, seguro que debo conseguir a alguien o ¿tú quieres cenar mañana conmigo? –Dijo jocosamente al tiempo que le guiñaba un ojo- podríamos hacer una buena pareja.

Jajaja –soltó una carcajada Matilde- yo mañana paso la noche con mi familia, respete, soy una mujer casada desde hace veinte años, con hijos y próximamente nietos, más bien debería ir sentando cabeza jefe.

El día transcurrió, Fernando en la tarde llamó a más de diez mujeres, todas le dieron buenas excusas para no acompañarlo, varias de ellas le reclamaron su ausencia e informalidad, alguna le dio consejos sobre cómo estabilizar su vida y finalmente en la noche se dio por vencido, bajó de su habitación al bar del lobby en el hotel en un intento desesperado por conseguir alguna dama elegante a quien invitar para la cena de navidad al día siguiente, pero el hotel como en muchos períodos de vacaciones, se encontraba casi vacío, un hotel en la capital se ve concurrido en días laborales con huéspedes que asisten a reuniones de negocios, citas gubernamentales y simposios académicos, la noche de navidad no era un buen sitio para permanecer, así que finalmente recurrió a lo más desesperado, llamó a Fernando, quizás su buen amigo estaría dispuesto a recibirlo y hacer un lugar en la mesa con su familia.

Buenas noches Fernando –le dijo en tono de voz melancólico y propio del efecto que causan tres tragos de ron en el bar del hotel- no me vas a creer, te estoy llamando porque no tengo con quien pasar la navidad, ¿será posible que me recibas en tu casa para no tener que quedarme solo?

¡Claro amigo! –Exclamó- ¡no faltaba más!, ven mañana y trae una botella de vino para que brindemos, le diré a mi mamá que vienes y te haremos un lugar, sabes que siempre eres bien recibido en mi casa.

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Aquella noche de navidad, Juan sentado en la sala del hogar de  Fernando, contemplaba la bella escena de compartir en familia una fecha tan especial, los niños entre gritos de alegría destapaban sus regalos, él, minutos atrás habló con su madre que sin ocultar su emoción lloraba de tristeza por tenerlo lejos esa noche, con su corazón contraído por la emoción reflexionaba sobre su vida tan superficial y la soledad que sin darse cuenta iba invadiéndolo, la mayor parte por no decir todos sus amigos ya estaban casados, sus amigas al mismo tiempo comenzaban a formalizar sus vidas, se estaba quedando solo, estaba llegando el momento de hacer cambios importantes, esos amores fugaces de los que disfrutaba temporalmente,  con cada despedida matutina aumentaban el vacío que ya sentía, esa noche, el milagro de la navidad se hizo en el corazón errante de Juan.

Cosechamos lo que sembramos, siembra en tu presente amor y cultiva lazos sólidos con quienes te aprecian, solo así tendrás en tu futuro el calor del verdadero afecto.