La Tercera, 3/agosto/2018
Esta semana tuve la oportunidad de participar del encuentro “3xi”, que reunió en Villarrica a líderes sociales, empresarios y dirigentes mapuche; la mal llamada “cumbre” por algunos medios de comunicación. Nada más alejado de la realidad.
Se trató, en verdad, de un encuentro ciudadano, el octavo que realiza la corporación privada “3xi” a lo largo de Chile y que, en parte, es continuidad de uno anterior realizado en Frutillar. Allí, me confidenciaron sus organizadores, hubo una activa participación de emprendedores sociales mapuche (Jessica Huentemán, Andrés Antivil, Venancio Coñuepán y Rodrigo Marilaf, entre otros), quienes extendieron la invitación para replicar el “3xi” en la Araucanía. Fin del misterio.
¿Qué busca este tipo de encuentros? Debo reconocer que algo bastante extraordinario en estos tiempos de crisis de las instituciones y escasa —por no decir inexistente— fe pública: fomentar la cultura del diálogo y restituir confianzas bajo los conceptos de “inspiración”, “inclusión” e “innovación”. De allí su particular nombre, “3xi”.
Pero tal vez su mayor mérito sea reunir en un mismo espacio a los llamados “pares improbables”; hablamos de personas que, ya sea por su posición social, origen étnico u otra variable, jamás tendrían la posibilidad de encontrarse y establecer vínculos. Y mucho menos hacerlo dejando de lado roles, etiquetas, cargos e incluso ideologías que tarde o temprano redundan en prejuicios, desconfianzas y barreras.
Fue lo que aconteció en Villarrica.
En el grupo donde me tocó participar y actuar como relator fui testigo directo del encuentro entre el lonko Aniceto Norín y el empresario Bernardo Matte, tal vez los “pares improbables” más emblemáticos de todo el encuentro. Ambos, sentados uno al lado del otro, tuvieron en “3xi” la posibilidad única de contar sus historias personales y las motivaciones que los hicieron aceptar la invitación a Villarrica.
Dialogar, educar, “darse a entender” ante el winka, señaló Norín. Escuchar, aprender, intentar comprender ese otro mundo, subrayó Matte. Y allí estuvieron ambos charlando, interactuando: el lonko mapuche condenado por terrorismo y el dueño de uno de los más grandes imperios madereros de Chile y el Cono Sur de América.
Pero que nadie se confunda. No hubo negociación entre ambos. Tampoco la firma de un hipotético acuerdo entre el Gobierno y los “duros” del movimiento mapuche, como especuló la prensa por días. Fueron los rumores en torno a otro asistente ilustre, el exfundador de la CAM, Víctor Ancalaf, también condenado por “terrorismo” en la década pasada y absuelto más tarde por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Pocos saben que Ancalaf, además de ser un dirigente de larga y probada trayectoria, es también un destacado emprendedor social. Y que, tal como hace Norín en Traiguén, Ancalaf impulsa en Collipulli diversos proyectos económicos para mejorar las condiciones de vida de su gente. Por eso fue invitado a Villarrica. Y de eso charló con quienes se atrevieron a dejar de lado temores y caricaturas.
Fue lo que dijo también a los periodistas que lo abordaron como estrella de rock a su llegada al encuentro: que asistía para dialogar con empresarios y otros líderes sociales de una de sus principales preocupaciones hoy como dirigente, el desarrollo económico de las comunidades rurales y su pueblo.
“Los dirigentes tenemos el deber de salvaguardar los derechos, pero también el bienestar de nuestra gente. No tenemos un ejército convencional para enfrentar al Estado; eso nos lleva a transitar otros caminos para conquistar derechos y mejorar las condiciones de vida de nuestras comunidades. El diálogo es uno de esos caminos. No queremos morir luchando sin lograr nada”, señaló Ancalaf.
“En dos días aprendí más de mi país que en el resto de mis sesenta y dos años de vida”, declaró Matte al finalizar el encuentro. Nunca antes había compartido con lonkos acusados de terrorismo. Y escuchado de su propia boca el origen de su reclamo territorial y las razones del enojo. “Si nos hubiéramos conocido antes usted tal vez no habría terminado preso”, le dijo al lonko Norín el alto ejecutivo en aquella mesa que compartimos.
¿Y si dejamos las desconfianzas de lado y nos atrevemos todos a dialogar y escuchar?