Jon estaba flotando a unos centímetros del suelo en el piso franco y los nervios no le permitían quedarse quieto.
—¿Cómo vamos a probar que este tal Stryker te mató si está muerto?
—¿Buscando a su fantasma? —respondió Brody—. No es una opción porque, sinceramente, dudo que esté por aquí en algún sitio. No tiene ninguna razón por la que quedarse.
—¿Para descubrir quién le mató?
—Dudo que le importe. De todas formas, probablemente lo sepa. —Brody tocó la pantalla del portátil. Pertenecía al piso franco, una de las comodidades para quien fuera que estuviera allí bajo protección. Había podido encenderlo, sorprendido de que no hiciera falta una contraseña.
—Sé que se supone que entre usos tienen que borrar la contraseña antigua, pero alguien debería haber puesto una nueva. Alguien la cagó o fue demasiado perezoso.
Jon se deslizó cerca, se posó en el suelo y miró por encima del hombro de Brody.
—Le dispararon en el pecho. Sí, sabe quién fue.
—Sí. Así que ya no está. Espero que Mike le investigue, aunque después de todo este tiempo probablemente solo es un mal recuerdo, si acaso, para la gente que pudo haberle conocido.
—Merece la pena intentarlo de todas formas. —Jon esbozó una sonrisa pícara—. Le dará algo que hacer mientras está haciendo trabajo de oficina.
—Créeme, tendrá más que suficiente para mantenerse ocupado. Ojalá… —Brody cerró el portátil.
—¿Ojalá qué? No me dejes así.
—Ojalá le hubiera preguntado a Irwin por qué te mató y no por mi asesinato. Entonces estaríamos seguros de que fue él.
—¿Qué otra persona pudo ser? Grant no. Creo que decidimos que era exactamente lo que parecía ser. Además, sabemos que Irwin le mató, lo que definitivamente le descarta. —Jon se golpeó la barbilla—. ¿Saben algo del tipo que disparó a Mike?
Encendiendo el portátil de nuevo, Brody fue a una página de noticias para encontrar la historia del tiroteo.
—Era un tal Ogden Reed.
—Un momento. Recuerdo algo —dijo Jon con excitación—. Ese era el nombre del hombre que estaba con Irwin en el club. Vale, no estoy seguro de lo de Reed, pero su nombre era Ogden. Tiene que ser la misma persona. ¿Cuántos Ogdens hay en el mundo, o al menos en la misma cuidad?
—Más de los que puedas pensar, supongo. Aun así, si era la misma persona sí que enlaza algo las cosas. Mike necesita descubrir si Reed estaba en el negocio con Irwin. Vale, alguien tiene que hacerlo, ya que Mike está fuera de juego ahora mismo.
—¿Puedes mandarle un correo electrónico a Sage y pedirle que le pregunte a Mike de todas formas?
—Si tuviera su dirección.
—El cartel en la puerta de su oficina decía «Sage Crewe: diseño de exteriores». Apuesto a que tiene una página web. Ve a ella y… Eres rápido.
Brody sonrió.
—Me he acordado justo después de decirlo. Allá va. —Copió la dirección de correo, se abrió una cuenta para que Sage pudiera responderle, y le escribió con su pregunta—. Ahora, a esperar. Y a cruzar los dedos para que Sage no decidiera saltarse el trabajo para poder estar en el hospital cuando le den el alta a Mike.
—¿Todo el día?
—Estamos hablando de Sage. El… bueno, a lo mejor no pretendiente, pero alguien con mal de amores.
—Es cierto —respondió Jon con una carcajada.
* * * *
La mañana del día siguiente, Sage fue al trabajo, pero estaba demasiado nervioso para hacer nada que no fuera devolverle la llamada a un hombre que había dejado un mensaje diciendo que quería contratarle para diseñar el jardín de su casa. Sage acordó una cita con él para ver con qué tendría que trabajar. Después pasó alrededor de una hora observando unos diseños que había hecho para otro cliente antes de darse cuenta de que en realidad no estaba viéndolos, ya que sus pensamientos no hacían más que redirigirse hacia Mike. Apagó el ordenador, salió de la oficina y se fue a casa para esperar a que este le llamara. Cuando lo hizo, salió directamente hacia el hospital y llegó diez minutos más tarde para encontrarse a Mike esperando en la recepción.
Tan pronto como dejaron atrás la puerta principal, Mike se levantó de la silla de ruedas que le habían obligado a usar, dándole las gracias con sarcasmo a la enfermera por llevarle hasta allí.
—Podría haber venido andando —le dijo a Sage, sonriendo con ironía—. Pero las normas del hospital y todo eso…
—¿Necesitas ayuda para bajar las escaleras? —preguntó Sage, aunque solo había tres escalones.
Mike le dirigió una mirada afilada.
—Estoy bien, joder.
Sage resistió decirle que obviamente no lo estaba, ya que el inspector bajó muy lentamente, sujetándose al pasamanos mientras lo hacía, y caminó igual de lento hasta el coche de Sage. Cuando Mike estuvo sentado en el coche, se apoyó sobre el respaldo con un pequeño suspiro de alivio.
—Vale, a lo mejor no estoy en plena forma —admitió cuando Sage se subió al coche y arrancó—. Pero estoy trabajando en ello.
—Mientras no te fuerces demasiado —respondió Sage, sacando el coche del aparcamiento a la calle.
—Sí, sí. —Mike cerró los ojos, y, por un momento, Sage pensó que se había quedado dormido.
—Me han dado suficientes analgésicos como para que me duren hasta el final de los tiempos —murmuró Mike.
—Y te los vas a tomar todos.
—Sage —dijo Mike, girándose para mirarle—, no me atosigues, ¿vale?
Sage se tragó una respuesta, concentrándose en su lugar en el camino a casa. Cuando hubo aparcado en la urbanización, salió del coche de un salto y dio la vuelta para ayudar a Mike.
—Puedo hacerlo solo, así que apártate —gruñó Mike.
—Sí, su majestad —dijo Sage con sarcasmo, dando un paso atrás. Sabía que Mike estaba probablemente dolorido. Había leído sobre las lesiones del esternón y entendía por lo que estaba pasando. Pero, aun así, la actitud de Mike le estaba resultando difícil. Ni siquiera un gracias por ir a recogerle. ¿Sería eso tan difícil de decir?
Mike caminó con cuidado hasta la puerta de su casa antes de sacarse las llaves del bolsillo.
—En cuando esté dentro voy a librarme de esto —dijo, tirando de la camisa de hospital que llevaba puesta. Como era de esperar, habían tenido que cortar y tirar la que llevaba puesta cuando llegó al hospital.
Abrió la puerta, desactivó la alarma y se giró para decirle a Sage:
—Vete a casa, o vuelve al trabajo, o lo que sea.
Dolido por las… órdenes de Mike, Sage respondió con enfado:
—No me digas qué hacer. Todavía no tienes ese derecho. A lo mejor no lo vas a tener nunca.
Mike le miró con consternación. Inhaló aire con fuerza.
—Lo siento. —Observó a Sage—. Vale, sé que estoy drogado hasta las cejas, pero… —Hizo una pausa—. ¿Estás intentando decirme algo? ¿O intentando evitar decírmelo?
—No —respondió Sage, dándose la vuelta rápidamente para irse a casa. Oyó la llave en la puerta de Mike y cómo se abría.
Mike le agarró del brazo, con un siseo de dolor.
—Entra y habla conmigo.
Firmemente, Sage respondió:
—No estás en forma para hacer nada que no sea irte a la cama.
—Por favor. Yo… Necesito tu ayuda. No creo que pueda subir al primer piso yo solo.
—Mentira. No necesitas mi ayuda ni la quieres. —Le dirigió una mirada agria—. Ni para subir al primer piso, ni para hablar. Para nada.
—Mueve el culo y entra —respondió Mike. Se dirigió al salón y se sentó con cuidado en el sofá.
Sage pensó seriamente en ignorar a Mike. Mandón hijo de puta. No podía hacerlo. Entró y cerró la puerta antes de sentarse en una de las sillas.
Mike apenas logró ocultar una sonrisa.
—Sí, no necesito tu ayuda para hablar. Pero se necesitan dos personas para tener una conversación. Ahora, contesta a mi pregunta, por favor. ¿Estabas intentando decirme algo?
Sage apartó la mirada, mordiéndose el labio.
—Nada que quieras oír —dijo al final. Deseó de inmediato haber dicho cualquier cosa excepto eso, como «para nada» o «no».
—Sage, puede que ahora mismo esté colocado, pero eso no me hace estúpido. Creo que sé lo que quieres decir, pero me gustaría oírtelo a ti. Y mírame cuando me hables. —Sonrió de repente—. Eso ha sonado como algo que diría una madre.
—Sí. —Sage respiró profundamente—. Me gustas. Me has gustado desde, bueno, desde poco después de que te mudaras aquí, aunque sabía que estaba siendo estúpido. Quería conocerte, pero eso no pasó… hasta ahora. Ya está. Ahora lo sabes y yo probablemente debería irme. —Se levantó.
—Sí. He empezado a verlo —respondió Mike con una sonrisa amable.
—Y eso es todo. Lo has visto y no te importa. Soy un amigo, si es que soy al menos eso, y nada más. Lo entiendo.
—Siéntate, por favor —dijo Mike—. Tenemos que hablar de esto.
—No hay nada de lo que hablar —respondió Sage con firmeza. Aun así, dudó y volvió a sentarse.
—Cuando alguien me dice que le gusto, creo que tenemos que… ¿Explorar el sentimiento?
—Obviamente esta no es la primera vez que alguien te lo dice —respondió Sage con sarcasmo.
—No. —Mike sonrió—. Sin embargo, es la primera vez que me he planteado seriamente la idea de que puede importarme que les guste. —Miró a Sage—. Que yo te guste.
Sage sintió un arrebato de esperanza, antes de aplastarlo rápidamente. Va a decirme que yo también le gusto, como amigo, y nada más.
—Eres un buen hombre —continuó Mike—. Además de eso, eres interesante, aunque un poco… extraño. Nunca he conocido a nadie que pudiera hablar con fantasmas. Pero eso no viene al caso. No me importaría conocerte mejor. Entonces podemos ver qué pasa.
—¿Estás seguro? —preguntó Sage, rezando porque el alivio que sentía no se le viera en la cara.
—Sí, lo estoy. Antes de que empieces a preocuparte, no son las drogas las que hablan. —Mike alargó la mano en el espacio que había entre ellos para darle a Sage unas palmaditas en la rodilla—. He estado pensando que me gustaría… Que esto no terminara, después de todo lo que hemos hecho para ayudar a Jon y a Brody.
—Lo que probablemente no podemos hacer —respondió Sage, incluso mientras procesaba las palabras de Mike y su felicidad cobraba alas.
—En ese caso —Mike le guiñó el ojo—, ¿estamos atrapados juntos para siempre?
—Al menos como amigos —replicó Sage, negándose a creer todavía que serían algo más que eso con el tiempo.
—Un buen comienzo. Cuando pueda moverme sin parecer un hombre geriátrico, ¿te gustaría cenar conmigo?
—¿Como en una cita? Me encantaría.
—Genial. Ahora una pregunta más. ¿Me acompañarías al piso de arriba? Estoy atontado y cansado, pese a haberme pasado el último día en la cama. No me apetece caerme, lo que podría pasar. No creo que fuera bueno para mi recuperación que me cayera por las escaleras.
Sage le ayudó quedándose detrás suyo mientras subía, en caso de que pareciera que iba a caerse. Cuando llegó arriba, Mike dijo:
—Gracias. No solo por esto, también por traerme a casa y por preocuparte lo bastante como para estar ahí cuando me despertara en el hospital. Significa mucho para mí.
—No es nada. —Sage quería darle un abrazo. Sabía, sin embargo, que eso sería contraproducente con la recuperación de Mike. En su lugar, le apretó el hombro, le dijo que era hora de que se fuera a la cama y después observó mientras caminaba los pocos metros que le separaban de su dormitorio—. Llámame cuando necesites más ayuda… o solo porque quieres. Puedo encontrar la salida.
—Eso espero, porque no voy a volver a discutir con las escaleras hasta mañana. Te llamaré. —Mike le sonrió—. Y no para pedirte ayuda.
Eso espero. Sage le devolvió la sonrisa, esperó a que Mike estuviera en su dormitorio y después salió de la casa sintiéndose como si, por fin, las cosas le estuvieran yendo bien.