Delta

Abbi

La semana pasó más rápido de lo que pensaba, mis días en el gimnasio y los esfuerzos de mi hermana para volverme una delta, eran molestos hasta cierto punto. Sabía que podía arreglarme y me inspiraba hacerlo cuando sabía que vería a William. Pero cuanto más me recalcaban que necesitaba un cambio de imagen, más me enojaba hacerlo. Tenía un alma rebelde y ese no era un secreto, nunca lo fue.

Mi hermana se comportaba como si quisiera matarme la mitad del tiempo, supongo que era porque yo estaba con William y ella no. Connor era de lo mejor que la élite tenía, pero William siempre fue su amor platónico y lo entendía, el mío también lo era… hasta ahora.

William mandó unos cuantos mensajes durante la semana, mensajes dulces de «Que tengas un lindo día», otros como «Otra vez lluvia. ¿Te gusta la lluvia?» y otros que alteraron mis nervios como «Fiesta en casa de Mark, hay unas mujeres para chuparse los dedos. Ven, te presentaré a un par de amigos». Odié esos mensajes, me enojaron como nunca. No los respondí, no tenía nada que decirle.

Mi hermana asistiría a la fiesta, pero yo no, no iba a torturarme con ir a verlo con otra mujer. Además, estaba en plan de cambiar mi aspecto. Sin la ayuda de mi hermana, yo sabía lo que quería ver en el espejo, ella no. Dejé que pasara una semana sin noticias mías, solo en momentos de debilidad cuando respondí uno que otro mensaje de texto. Fríos como la mierda, diría Mary, mi mejor amiga.

Tomé mi celular observando mi fotografía con mi amiga estadounidense. Realmente la extrañaba. En Estados Unidos era yo, nadie más que yo. No una chica de élite con la finalidad de conservar un maldito tipo de linaje. En esta secta «importante» si era necesario te casaban con tu hermano, eran tan destrabados como eso.

Me conecté a Skype y llamé a Mary, ella me entendería. Necesitaba de ella.

—¿Cómo vas, cariño? —dijo tan entusiasta como siempre. Tenía puesto su traje de baño. De seguro seguía de vacaciones en la playa.

—Todo está mal Mary, ni siquiera le intereso en lo más mínimo —me quejé—. Se tomó literal lo de tener otras parejas. Incluso ahora me cree su confidente, como si quisiera saber con cuántas se acuesta en el día.

—Pero te besó —dijo con una sonrisa pícara. Me llevé la mano a los labios recordando esos segundos donde tomó mi cara. Sus labios eran tan suaves y húmedos, tan perfectos. Traían varios recuerdos de un sueño que nunca olvidé.

—Sí, bueno. Eso no dice nada. Ahí anda tirando besos a todas las chicas que se le ponen enfrente. Quiero irme a casa, odio este lugar —me estaba quejando demasiado. Podía sentirlo en todo mi cuerpo. Me encogí de hombros.

—¿Pelo? —preguntó, negué con la cabeza. No iba a pintarlo—. ¿Piel? —le mostré los productos de limpieza facial y cremas hidratantes—. ¿Ropa? —esta parte sí le alegraría. Señalé mi armario antes de responder.

—Lo cambié todo, un estilo muy a la moda inglesa, pantalones cortos con medias rotas, gabardinas largas, botines de tacón alto, botas, blusas pegadas y flojas. Todo a la medida. También un grupo amplio de vaqueros, vestidos flojos y elegantes. No tengo que quejarme de ropa en una buena temporada.

—Genial, que le den. Serás lo que todos deseen. Ya practicamos cómo seducir hombres y ya practicamos tus reacciones de indiferencia. Te irá bien. El plan va a funcionar. Lo vas a tener —movió las manos en un gesto exagerado— comiendo de tu mano en un abrir y cerrar de ojos.

—Sí, me gustaría decir que tienes razón. Pero no lo sé. ¿Qué tengo que hacer primero?

—Lo primero, encerrada en el puto cuarto no vas a lograr nada. Debes salir y enseñarle tu parte sexi. Seducirlo, volverlo loco. ¿Recuerdas cómo lo hiciste con Mauri? Bueno, pues es lo mismo.

—¡Mauri es gay! —le grité frustrada.

Recordaba ese día como si hubiera sido hace dos semanas, lo cual realmente había sido hace dos semanas. En cuanto me enteré que mi agapi sería William y al terminar el ciclo escolar tenía que venirme porque el señor perfecto estaba cumpliendo sus veintiún años.

—Exacto, es gay. Aun así, lograste calentarlo lo suficiente para ponérsela dura, eso debe significar algo.

—Sí, claro. Puede que no sea completamente gay —fruncí el ceño pensando en nuestro amigo. No había modo de decir lo contrario era un gay de primera—. Quisiera que estuvieras aquí.

No sé por qué presentía que iba a parar con el corazón roto, más de lo que nunca pensé. Sentándome de manera exagerada en la silla frente a la computadora, cambiamos de tema con Mary, hablando de los distintos chicos que la hacían suspirar. Mi amiga era una loca estadounidense que atraía como magneto a los hombres malos. Siempre le resultaban con trastadas y locuras. Celosos compulsivos e incluso locos por el sexo. No sé cómo lograba manejar todo eso. Yo apenas si podía con uno, ella operaba con tres.

Cuando terminamos de hablar con Mary. Me quedé tumbada pensando en la cena oficial de mañana. Nos presentarían como pareja ante la sociedad. ¡Pero que estupidez! No quería ser presentada ante nadie, menos con William —señor beso a todas— frente a la élite. Sería como el príncipe y la rana. No me sentía bonita, no aún. Quizá nunca me sentiría completamente linda. Me faltaba un largo camino que recorrer, heridas viejas que sanar y más terapia de la que pensé. Mi teléfono sonó con el pitito habitual. No quería ni siquiera verlo, debe de ser William.

No, era mi hermana.

Ash: Tenemos fiesta hoy, más te vale que estés lista a las 8:30. Vestido café con escote. XoXo.

Puse los ojos en blanco. Mi hermana se debatía todo el tiempo en ponerme mierdas destapadas. Entendía que a los hombres les gustara ver piel, pero yo no me sentía cómoda con eso. Descartando la sugerencia de mi hermana, sabía que no iba a salir de esta. Caminé al guardarropa buscando uno de los vestidos nuevos. Quizá podía empezar a aplicar mi plan. Ash no mencionó nada acerca de William, pero estaba segura de que iría.

Ignorando el hecho de que estaba preparada para llamar la atención, me maquillé como había aprendido en la academia a la que fuimos con Mary, me arreglé el cabello con esas ondulaciones que tanto me gustaban y, por último, me tallé el vestido negro, de escote en corazón, cintura alta y la espalda destapada. Me sentía segura de que nada se movería por el tipo de vestido. Acomodé el pequeño cinturón color rosa pálido, me calcé los botines negros con rosa y coloqué el saco largo encima para ocultar lo que había debajo. Era elegante, sexi, sin pasarse a lo vulgar como lo que mi hermana quería ponerme.

Mi hermana abrió mucho los ojos cuando me vio bajar, Connor negó con la cabeza, sorprendido. Claro que les sorprendía, ahora sí parecía del nivel de la élite.

—William está surgiendo efecto —susurró Connor—. Pareces una gatita a punto de atacar.

—Te debiste poner el vestido café —puse los ojos en blanco.

Claro que no. ¡Parecía puta! Quise gritarle.

Muchas veces sentía como si mi hermana me quisiera hacer quedar mal, como si de verdad no le importara hacer de hermana mayor. Me quedé viéndola vestida con elegancia sexi. Vestido corto, apretada en la parte baja, pero con caída como blusa. Era un estilo bastante bonito. Jamás pensé en usarlo, pero en ella era todo un modelo. Ella jamás se vestía con las cosas que me daba, era demasiado extraño. Sin enseñarles el pequeño bebe que llevaba debajo de la gabardina, salimos a la cálida noche en Londres. Amaba este lugar como una loca. Temblando por la excitación, me preparé para lo inesperado. Esta noche me traería muchas buenas cosas.

 

 

William

¡Santa eternidad! Estos traguitos iban a ponerme borracho en poco. Tenía tanto de no tomar como hoy. Mañana sería el anuncio de mi compromiso con Abbi y estaba muerto del miedo. ¿Qué dirían todos? No es como si Abbi fuera muy popular, pero todos conocían a Ash y su hermanita. No era la más agraciada de la familia Sheperd. Tomé el celular tentado por manarle un mensaje a Ameli. Era una tierna escribiéndome todos los días para decirme cuánto me amaba. Quizá debería de hablar con papá y explicarle la situación, no quiero comprometerme con una mujer que no amaba o que quizá nunca llegara a amar. Punto, se acabó. Me iré a Francia. El pensamiento de enfrentarme a papá era una locura, jamás lo haría. Ese hombre daba miedo.

—¿Abigail Sheperd? —Lui soltó una carcajada—. ¿La desalineada Abbi? Por Dios, hermano, siento tanta lástima por ti. Esa mujer es… Bueno, es… diferente.

—¿Diferente o fea? —preguntó Mark conteniendo la risa. Esto se estaba poniendo feo. David tomó su teléfono enseñando una fotografía de Abbi junto a Ash. Como era costumbre, la mayor de las Sheperd era todo un poema. Toda curvas y cabello rubio bien arreglado. A su lado, la chica de cabello negro recogido en un moño alto, lentes gruesos y ropa de vagabunda se paraba de brazos cruzados. Los tres soltaron una carcajada mientras yo continuaba observándola.

Realmente no era mi tipo de chica. ¿Qué iba a hacer? ¿Quién en su sano juicio usa esa ropa? Era horrible. Sentándome frente a la barra, tomé otro chupito. No estaba de humor para intentar defender a mi futura agapi. No quería, realmente no quería estar con ella.

Recordé el trato que teníamos y me di cuenta de que a ella no le importaba que tuviéramos otras parejas. Realmente era muy lindo de su parte proponerlo de ese modo. De seguro me tomaré sus palabras literales. Necesitaba disfrutar de esta vida de soltero antes de tener que dar el siguiente paso, realmente no quería ser un chico infiel, no quería ser como el resto de nosotros. Paul no era infiel, lo cual me daba la pauta que quizá eran los valores que mamá nos había enseñado. Claro que era mucho mayor que nosotros. Se había casado hace dos años y vivía de maravilla con Jane. Quizá algún día lograra eso. Necesitaba lograrlo.

—Puedes componerla. ¿Lo sabes verdad? —preguntó Lui observando las fotos en Facebook de Ash—. Exígele que se arregle y que use ropa de su talla. Baby Dolls y quizá unos pantalones tallados para marcar su trasero.

—Sí, claro. Voy a llevarla de compras. ¿Después qué? Lo más seguro me saca la madre.

—Lo único bueno que le veo a tu chica, es que te dejó andar de soltero. ¿Cuántas mujeres te dejan ligar con otras?

Solté una carcajada. Ella lo estaba haciendo porque quería tener sus propios ligues. Expliqué una vez más la plática con Abbi en mi habitación. Los alpha eran unos idiotas. No podían tomarse nada en serio. En cuanto terminé, Lui ya estaba haciendo alguna broma pesada y Mark imitaba a Abbi. Entre risas logré pedir una botella de agua. Tenía que calmar un poco mi sed de alcohol. Bebiéndome toda la botella de agua, escuché a Mark suspirar.

—Van a hartarse una puñada de su propia mierda. Miren quien viene entrando y se ve… increíble.

Con un gesto de asco, me di la vuelta para ver a Ash con Connor. Iban de la mano como era costumbre. Era muy bonita, con su cabello rubio y sus ojos azul claro. Aún no entendía cómo es que nunca lograba hacer clic con Connor, algo me decía que se querían, pero no se amaban. Era más que obvio. Detrás de ellos venía entrando una chica completamente atractiva, con su cabello negro, su chaqueta larga y su… ¿Abbi? Vi para todos lados asegurándome de que todos la estuvieran viendo. ¿Lo estaba imaginando? Lo más seguro. Abbi no era atractiva y la mujer que tenía frente a mí era todo, irradiaba sensualidad.

—¿Te cambiaron de mujer? —Lui frunció el ceño—. Creo que sí te la cambiaron, esta está para comérmela, ¿puedo? —preguntó inocentemente.

—Ni se te ocurra —no podía quitarle el ojo de encima.

Dejando a todos mis amigos atrás me acerqué caminando rápido. Paul diría que iba corriendo. Me paré cerca de Abbi sin hablar, no me había visto. Ash hablaba muy entusiasta con un grupo de chicas. Más conocidas como la élite delta. Las delta, como los alpha, eran el grupo de chicas de sangre real. Abigail y Ashley Sheperd estaban casi en la cima, al igual que mi familia que ocupaba el primer lugar en el listado debajo de la reina. Su gran majestad era increíble. Una señora muy agradable. ¡Gran vida a la reina!

Estaba a punto de hablarle a Abbi cuando escuché lo único que no he querido escuchar.

—Algún candidato para hoy, mi hermana necesita liarse con alguno muy caliente.

Abbi soltó una carcajada antes de empezar a escanear el salón. No quería verla ahí de caliente con otro, no quería verla con nadie más que no fuera yo. Punto, fin del caso. Armándome de valor. La tomé de la mano dando un jalón fuera de su círculo. Abbi soltó un grito ahogado. La había asustado.

Abrió los ojos como un búho antes de sonreír. Una sonrisa dulce y tierna. La tomé de la barbilla observando cómo había resaltado sus ojos grises, los labios eran de un rojo cereza. Estaba preciosa. Busqué debajo de todo eso a la chica sencilla que tanto me gustaba. A pesar del maquillaje y accesorios, estaba allí. Mi chica estaba allí. Conteniendo las ganas de besarla susurré.

—Hola, pequeña.

—Hola, pequeño —se burló de regreso. Estaba sonriendo de oreja a oreja. Le complacía verme. Podía verlo en sus ojos.

Escuché los susurros de las delta, morían de la curiosidad. Además, no sería hasta mañana que todos se enteraran. No iba a admitirlo, pero aún estaba mareado por culpa del alcohol. Esta noche sería todo un caos.

Abbi me sonrió antes de indicarme que tenía calor, me ofrecí voluntario para acompañarla dentro y dejar su saco con uno de los sirvientes. Necesitaba estar más tiempo con ella. Sorprendentemente, aceptó mi propuesta. Caminamos dentro de la casa abandonando a todas las personas a nuestro alrededor. Intenté tomarle la mano, pero me frené justo antes de hacerlo. Ante las personas, ella seguía siendo solo Abbi; ante mis ojos, mi futura esposa.

—No sabía que vendrías —dije abriendo la puerta para que ella entrara. Abbi se encogió de hombros antes de agregar.

—No me dieron muchas opciones. Tenía planes de quedarme en casa escuchando a los Darling Buds, pero no funcionó.

—¿Te gustan los Darling Buds? —estaba impresionado. Era de mis grupos favoritos. Definitivamente teníamos una cosa en común.

—Sí —se ruborizó—, sé que no son tan conocidos, pero… Bueno, me gustan mucho.

Señalé sus mejillas conteniendo la sonrisa que se formaba en mi rostro.

—Parece que te hubieras quedado bajo el sol. ¿Te hago sentir incómoda?

—¿Incómoda?

—Sí, veo cómo te pones. Como si te calentara solo el escuchar mi voz.

Se llevó las manos a las mejillas, su color aumentó y supe que estaba muy apenada. Me encogí de hombros ignorándola. Tenía que seguirle el juego. Esto era parte del plan. La iba a atraer a mis encantos. No podía creer que fuera la única que no se sentía hipnotizada por mi forma de ser. Estaba acostumbrado a que las chicas fueran fáciles.

¿Por qué mi futura esposa me pedía que la dejara libre por un tiempo? Era tan confuso.

La vi dejar el bolso y retirarse la chaqueta. Me quedé con la boca abierta al ver el vestido negro, con el pequeño cinturón rosa. Le llegaba a la mitad del muslo, tenía un escote en forma de corazón y unos botines altos de muerte. Las piernas se le veían largas y demasiado marcadas. Algo que jamás pude verle con el vestido largo. Me quedé como la piedra. ¿Dónde estaba la chica desalineada? Creo que la prefería a ella que a esta mujer que me ponía bastante caliente.

Podía ver que le costaba caminar con esos tacones, eso no impidió que quisiera meter la mano debajo del vestido, buscarle las bragas y quitárselas de un tirón. Quería poseerla en todos los sentidos posibles. Estaba hipnotizado y el alcohol no ayudaba para nada. Mi cuerpo estaba reaccionando de una manera que no podría ocultar si seguía con esos pensamientos. Necesitaba un trago.

Una hora después, estaba sentado al final de la barra, tragándome de cerveza y tequila. Abbi se había perdido en la plática con Lui y le coqueteaba descaradamente. El muy idiota sabía que mañana anunciaríamos a mi agapi. ¿Por qué intentaba quitármela? Hace no más de dos horas estaba sintiendo lástima por mí, porque no era atractiva.

Pues que se trague sus palabras, aquí estaba la prueba de que mi chica no estaba tan mal como creíamos.

Lessa, una chica de la élite, se acercó contoneando sus caderas. El vestido azul pavo que cargaba puesto le daba un aire fantástico. Su cabello rubio estaba recogido de medio lado y sus ojos cafés eran todo lo que podía ver, aunque en realidad veía cuatro ojos en lugar de dos.

—Lessi, creo que eres un alienígena, tienes cuatro enormes ojos —dije señalando con cuatro dedos.

—Y yo creo que eres un borracho, así de simple. ¿Qué te ha pasado? Nunca te excedes.

No, nunca lo hacía. Tampoco me portaba como un cursi enamorado y ahora mi corazón respondía de una manera tan rara al ver a Abbi. Le expliqué que mañana era mi fiesta de compromiso, claro que ya lo sabía porque toda la maldita élite estaba invitada. No había escapatoria. Lo único bueno es que sabrían que Abbi estaba reservada para mí. Giré la cabeza para verla de cerca. En estos momentos parecía una traidora. La manera en que sobaba el brazo de Lui era tan… ¡Mierda! Voy a volverme loco.

Tenía que traer su atención, tenía que lograr que me observara. Tomé la mano de la chica de cuatro ojos y comencé a hablar de la manera en que siempre lo había hecho. Era trampa. A Lessa ya la había besado antes, no sería nada difícil. Empecé a seducirla con la mente en Abbi, al cabo de unos minutos, Abbi ya no existía. Tenía la mano en la pierna de Lessa, le susurraba al oído cosas bonitas y le besaba el cuello con determinación, escuchando cómo reía. Era… increíble.

—Podríamos ir adentro —dijo Lessa retorciéndose ante mis insistentes besos—. Dicen que eres increíble en la cama.

¿Qué? Cómo es que alguien iba a saber cómo era yo en la cama. Nunca nadie había tenido ese placer. Me aparté unos segundos para ver su cara contraída por la excitación. Incluso yo tenía mi parte hecha una piedra. Podía probar un par de juegos, no llegar a última base, pero sí… la tomé de la mano sin pensar dispuesto a entrar a la casa y encontrar una habitación, cuando me encuentro a Lui dándole un beso a Abbi que tenía los ojos puestos en mí. La ira se apoderó en segundos de mi persona. Solté la mano de Lessa caminando a donde estaban los dos y arrebaté de un tirón a Lui. Este desorientado maldijo en lo alto.

—¿Pero qué diablos, Will?

—¿Qué diablos? ¡Vete a la mierda! —señalé a Abbi—. Esa es mi mujer.

—Bueno, pues me estoy tirando el lote con tu mujer porque ella no quiere contigo. Eres un idiota.

Me giré para ver a Abbi abrir los ojos como platos. Estaba sorprendida por mi arrebato, pero yo estaba tres veces más cabreado que nunca en mi vida. Señalé a Lui sin apartar la vista de ella. Mis manos temblaban, estaba incontrolable. Incluso quería calmar mi corazón, pero no tenía el control de mi vida. El alcohol era una mierda.

—¿Qué diablos Abbi? ¿Por qué con él?

Se encogió de hombros de forma indiferente antes de agregar.

—Tiene buen cuerpo.

Sentí como si me hubiera metido una patada en el culo. ¿Buen cuerpo? Lui no tenía buen cuerpo. Era un idiota que se acostaba con todo mundo, no iba a permitir que toda la maldita élite hablara de ella, menos cuando estaba a punto de comprometerse conmigo. Mañana saldrá la noticia a la luz pública. Seguro saldría en todos los periódicos de Londres. Negué con la cabeza, esto no estaba bien.

—¿Por qué es que no me deseas, Abbi? —mis palabras salieron suaves, como si le rogara su atención.

—¿Por qué es que no me deseas tú? —preguntó de regreso. Eso no era justo. Ella era la que me había mandado a la mierda, no yo.

Cerré los ojos un instante pensando en cómo estaba de excitada con Lui. Ella quería vivir su vida y aquí estaba yo impidiéndoselo. No podía venir y admitirle que no es que la quisiera, solo me ponía mucho. Mi cuerpo reaccionaba al de ella.

—No importa —tomé la mano de Lessa—. Tengo cosas mejores que hacer que discutir contigo.

Con paso decidido, Lessa soltó una risita estúpida que de seguro puso a Abbi como la mierda de enojada, Lessa era una arpía cuando quería serlo y esa sonrisa lo decía todo. No me importó, por extraño que pareciera, nada importaba.

Me gustaría decir que los besos de Lessa me hicieron olvidar todo, pero nada me haría olvidar lo que estaba empezando a sentir.