Todo pinta bien
Abbi
El aroma a tocino y huevos me llegó de inmediato. Eran las ocho de la mañana, demasiado temprano para mi organismo que se levantaba a las nueve, estos días por alguna extraña razón me estaba levantando más temprano de lo normal. Quizá era por la rutina en la casa de los Hamilton, o porque me ponía nerviosa el hecho de que William estuviera tan cerca de mí. En estos nueve años que han pasado, nunca pensé estar en esta situación donde William se volvía parte de mi todo. Él sería mi rutina diaria.
Pensando en que ya no estaba en la casa de los Hamilton, salí volando de mi habitación para cocinar algo. Por lo visto, William estaba preparando su desayuno, quería decir que yo también podría, además, ya no teníamos que seguir las reglas de su madre, él lo dijo ayer. Aquí hacemos nuestras reglas. Moría por algo con grasa. La fruta con yogur en la casa de los Hamilton no había sido de mi preferencia, pero su madre creía que debía bajar de peso. Menuda mierda. Me pasé un año de mi vida marcando el abdomen para ponerme a dieta y perderlo. No, para nada. Se puede ir a comer ella su fruta, yo necesito la grasa para después ir al gimnasio y quemarla. No por algo me preparé durante todo este tiempo para regresar y que le llamara la atención.
Eso era lo bueno de este edificio, incluía gimnasio, piscina y salón social. ¿Lo malo? Todas las parejas de la élite adolescente y un par de chicos y chicas como compañeros de cuarto vivían aquí. Esos que decían querer su independencia. De esos había bastantes dentro, que eran consentidos en casa y los dejaban libres para ser más consentidos aún con carros del año y apartamentos como estos que costaban una fortuna, William era uno de ellos.
Al llegar a la cocina encontré la misma escena de ayer. La mesa estaba montada para dos personas. Plato, vaso, servilleta de tela. La comida estaba dividida en cada lugar, bien montados. Aún salía humo indicando que todo estaba recién hecho. ¡Apetito al mil! A este paso voy a subir de peso, no bajar.
William salía de la cocina con dos platos de hot cake que lucían increíbles. Nuestras miradas se cruzaron, una mezcla de gris y azul. La sensación de alivio se formó en mi estómago. Esto era lo que siempre había soñado. Exactamente esto, el poder estar juntos y que fuera perfecto. Por primera vez en mi vida creí que esto de verdad podía funcionar sin que fuera una ilusión de niña.
—Hola, pequeña —dijo con su increíble sonrisa—, hice el desayuno. Espero te guste.
—¿Tú? —pregunté sentándome en la mesa para ver lo grandioso que estaba todo. El aroma a café me llegó de inmediato, delicioso aroma matutino. ¿Qué mejor aroma que el del café por la mañana?
—Puedo sorprenderte cuando me lo propongo. ¿Café?
Dejé que me sirviera una taza de café recién hecho. Después de poner un poco de leche en mi taza se inclinó y me dio un largo beso en la frente, como si fuera la cosa más dulce del mundo. Con una sonrisa le agradecí por este detalle tan propio de él. En mis sueños, cuando imaginaba este momento, jamás lo imaginaba con él haciéndome desayuno, arreglando cosas para la cena. Siendo tan cariñoso y atento.
A veces me daba por pensar en la doble personalidad de William, aquella etapa horrible en la que me jalaba el cabello, me gritaba al oído, decía cosas ofensivas y me hacía sentir como que no valía nada. Por otro lado, estaba William el cariñoso, el que se escondía para ver que estuviera bien, darme cariño, pedir disculpas y convencerme que le diera un beso en los labios. Eran dos personalidades tan distintas que no sabía cuál me enseñaría y eso me asustaba. Claro que a los veintiuno no me va a estar jalando el pelo, al menos no involuntariamente. Sonreí ante la imagen pícara que se formó en mi cabeza. Este hombre me ponía demasiado.
Hablamos poco durante la comida, estaba deliciosa y él se veía igual de apetitoso. Desde los huevos —sigo hablando de la comida— hasta el tocino que aguadaba mi boca con solo con el aroma. Will era bueno cocinando y lo agradecía hasta la médula, por mi parte, no sabía ni hervir el agua. ¿Dónde diablos aprendió a cocinar?
—Estaba pensando —dijo William—. ¿Quieres pasar el día conmigo? No sé, quizá demos un paseo en las calles de Londres. De manera que podamos convivir, ¿te parece bien?
Le sonreí asintiendo con la cabeza, quería contestarle que me encantaría. Pero tenía la boca llena y no podría responderle de otra manera sin enseñarle toda la comida y ser aún más desagradable de lo que podía ser. A este paso me sacan de la élite en menos de lo que pensé.
—¡Genial! —dijo tomando un pedazo de tocino—. Lui quería pasar con Blake más tarde, a conocer el lugar. ¿No te importa?
No me importaba, me encantaba tener a Lui cerca. Era el único amigo que tenía en este lugar. No es como si pudiera decirle a Mary que viniera de visita por unas horas. Casi no había podido hablar con ella desde que abandonó Inglaterra. Debía llamarla por Skype y enseñarle todo esto, le iba a encantar.
¿Cómo diablos va a importarme? Al parecer Lui era el único amigo que tenía en esta élite tan rara en la que nací. No me llevaba bien con las chicas, tampoco invitaría a mi hermana. Esa mujer estaba más loca que el propio Jack Sparrow. Muchas veces consideraba que esa mujer había nacido con la influencia de alguna extraña alineación de planetas en la que la luna apagó la poca luz que había en el mundo. Me gustaría tener a Mary y enseñarle todo esto, o pedirle a Mauri que cuando terminara de conectar españoles viniera a verme otra semana. Me gustaría tener amigos a los que enseñarles mi nueva vida.
Levanté la vista, William me seguía viendo detenidamente. Al menos lo tenía a él.
Cuando terminamos de comer, William y yo lavamos los platos y ordenamos el desorden, él era un buen cocinero, pero era un desorden al cocinar. Cantábamos Better Man de los Darling Buds a todo volumen, bailábamos al tiempo que recogíamos todo y esporádicamente William se acercaba a darme un beso en los labios. ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Este hombre se está interesando por mí de una manera que jamás pensé. Estaba muy contenta de haber dejado atrás el rollo de darle celos con Lui, tenía razón en algo. Lui no era bueno para eso, William lo quería tanto que estaba dispuesto a dejarme ir con tal de ver a su amigo feliz. Eso es muy raro porque estoy muy segura de que Lui no lo haría por William.
Hora y media después, estábamos caminando en Hyde Park. Unas horas antes fuimos a montar bicicleta por los lugares turísticos de Harry Potter. Un tema muy inglés desde que era pequeña, todos amaban a Potter y sus historias. En lo personal, me gustaba porque a William parecía fascinarle de una manera monumental.
En algún momento, William tomó mi mano de forma muy natural. Quizá todo iba a estar bien, nada podía salir mal cuando estaba tan bien, ¿o sí? Sacudí la cabeza, no me puedo dar el lujo de pensar de ese modo. Vamos a encontrar la manera de estar juntos, de sobrepasar los obstáculos. Le di una mirada dulce mordiendo mi labio, tenía que contener la risa absurda que se formaba en mi ser.
Él me estaba observando con los ojos muy abiertos, el azul de su mirada era tan intenso que pensé estar viendo el cielo. Me encogí de hombros antes de tapar mi boca para esconder la risa. Will tomó mi mano y la apartó.
—No tapes tu boca al reír, no sabes lo condenadamente sexi que te ves cuando ríes. Es como… magia.
Mis mejillas se sonrojaron de manera muy evidente. Estaba avergonzada por la reacción de Will. Era mi complemento, era vida. Me puse de puntillas para alcanzar sus labios, nada parecía estar fuera de foco. Dándole un beso —el cual William profundizó— hizo que nos perdiéramos en medio de Hyde Park. Este era el destino. Tenía que ser William quien cambiaría mi vida.
Para la hora en que Lui y Blake llegaron al apartamento, yo estaba sumergida en Sentimientos Encontrados. La verdad, el libro que me regaló Mary no era para nada malo. Al contrario, había cosas que la autora describía como un sentimiento de pérdida que se volvía conocido. Definitivamente, tenía que buscar a la mujer en las redes sociales.
Blake, Lui y William se sentaron frente a la plasma en la sala principal. Las carreras de carros, la música a todo volumen, los gritos y maldiciones hicieron que los tres parecieran de menor edad de la que realmente tenían. No sabía cuál era la costumbre en ellos a la hora de beber, por lo que me dispuse a preparar boquitas para acompañar con las cervezas que estaban tomando. Nada del otro mundo, nachos con queso y frituras. Comida de mortal, diría Mary. La extrañaba bastante.
Dejé la comida sobre la mesa captando la atención de los tres. William me dio una sonrisa antes de concentrarse una vez más en la televisión. Todo estaba saliendo bien, todo tenía que estar bien. Quizá si me lo repetía una y otra vez, llegaría a lograrlo.
Me fui a sentar a uno de los sillones, cerca de la ventana. El cielo azul pintado de naranja me indicaba que el sol estaba completamente oculto. Tomando el libro una vez más me perdí en la lectura que me recordaba lo que era tener un amor complicado. Lui se acercó tomando asiento en la silla continua. Se cruzó de brazos y me lanzó una sonrisa.
—Parece que las cosas están mejor entre ustedes, ¿no es así?
—Eso parece. No quiero cantar victoria antes de tiempo. Solo están bien, no quiere decir que estemos destinados a permanecer juntos.
—Todo a su tiempo, Abbi, no presiones nada. Deja que las cosas tomen su rumbo.
Lo observé unos minutos, se veía cansado, había recuperado el color de sus mejillas un poco, pero, aun así, la respiración era rápida y agitada. La voz carrasposa y su peso bajó en cuestión de días.
—¿Crees que algún día podamos ser felices?
—Absolutamente —contestó observando a Will metido en su plática con Blake—, te desea, te quiere. Siempre lo hizo, solo no puede admitirlo.
—¿Por qué no puede? —la ansiedad en mi voz era evidente. Estaba desesperada por respuestas.
—Porque no, no está listo —me dio un beso en la mano antes de agregar—. Pronto lo sabrás.
Sin más que decir, regresó a su lugar junto a sus amigos. Suspiré antes de regresar a mi lectura. Simplemente no podía dejarlo, había tantas cosas que quería discutir con Mary de esta historia. ¿En qué diablos estaba pensando la autora? La amaba y odiaba al mismo tiempo.