Momento incómodo
Abbi
Vivir con un hombre del cual estuviste toda tu vida enamorada no es fácil, menos cuando suplicas porque te ponga la atención necesaria. Han pasado unos días desde la mudanza. De vez en cuando nos besamos en el sofá durante horas, pero jamás nos tocamos o llegamos a más. No entiendo por qué aún no damos el paso si los dos estamos muriendo por hacerlo.
¿Pena?
¿Miedo?
No lo sé exactamente. Sé que tenemos una conexión especial, una que nos hace fuertes cuando estamos juntos. Hay tensión en cada roce de piel, en cada mirada. También estoy segura de que me desea, lo veo cada mañana cuando me paseo por la casa con el nuevo pijama que me compré. Es pequeño y muestra una parte de mi culo. Un día él comentó que le gustaba la seda en una mujer, por lo que eso hice, me compré seda.
Me senté en el sillón con un vestido corto, observando a William. Él estaba entretenido con el televisor, viendo noticias. Clásico.
—¿Algo interesante? —pregunté viendo también el televisor.
—La verdad no. Otra pelea en el senado. Nada del otro mundo —apagó las noticias dando la vuelta para verme—. ¿Qué tal tu día?
—Ya estoy oficialmente en The Royal Academy. Último año.
—Eso es bueno, podemos ir juntos.
Sonreí. Eso era exactamente lo que quería, estar más tiempo juntos.
William se humedeció los labios recorriéndome con la mirada. Me deseaba, era palpable en su mirada. Me mordí el labio de la forma más seductora que pude, o al menos creía que era seductora. Había funcionado bastante cuando quería besar a alguien en Estados Unidos. Aun así, los americanos siempre fueron presas fáciles.
—¿Intentas seducirme? —preguntó regresando su mirada a mis ojos.
—¿Funcionó?
William me tendió la mano para que me sentara a horcajadas sobre él. El vestido se subió por completo revelando mis piernas. Era un vestido flojo por lo que no había problema de movilidad.
—Bésame —susurré, acercándome a sus labios.
—Quiero hacer más que besarte en estos momentos —¡santa mierda! Creo que voy a necesitar una cubeta de agua fría si no hacemos nada. Esto es demasiado.
—Soy tuya —respondí, bajando todos mis mecanismos de defensa.
La respiración de William se aceleró, marcando un ritmo excitante. Tomando mi cuello con fuerza me acercó a sus labios, besándome apasionadamente. Su lengua exploraba toda mi boca, no de una forma grotesca, más bien sensual.
Me acomodé mejor en su regazo, moviendo un poco las caderas para motivarlo. Había visto tantas escenas como estas en televisión y leído lo suficiente para saber qué estaba haciendo pese a que la única vez que me monté con alguien así fue hace dos años en una fiesta universitaria en la que casi pierdo la virginidad.
—¡Dios! —susurró William—. Tenemos que parar.
Ni loca. No iba a parar.
Tomé sus manos llevándolas a mis pechos, dándole la bandera blanca que estaba esperando. Como si fuera un despertar de su cordura, finalmente, logré seducirlo lo suficiente para que se emocionara con ellos. Tomó la parte de arriba del vestido sacando uno de mis pechos, su respiración cada vez era más pesada y acelerada.
Levantó la mirada antes de bajar su rostro sin apartar la vista de mí y darle un pequeño chupón que sentí directo en la entrepierna. Apreté sus hombros arqueando un poco la espalda para darle más acceso. William sacó el otro pecho dándole la misma entretención que al primero. Esto se sentía de maravilla.
Necesitaba sentir su piel, por lo que quité su camisa sin ninguna delicadeza, él no se quejó lo cual fue bueno. Observé su pecho al tiempo que posaba mis labios donde está el corazón, bajando un poco hasta llegar a su pezón, no sabía si ellos sentían lo mismo o no, aun así, me enfoqué en hacer lo mismo que él había hecho al tiempo que mis manos recorrían su espalda y abdomen. Sus manos bajaron a mis piernas sobándolas al tiempo que volvía a besarme en los labios.
—William —susurré al tiempo que sentía su mano en mi entrepierna.
—Sí quieres que pare solo tienes que decirlo.
—No quiero —susurré subiendo mi cadera para que él tuviera mejor acceso—. Quiero más.
Sus pupilas se dilataron de inmediato, cambiando el semblante de su rostro. Era una mirada que jamás me había dado antes. Como si quisiera hacer cosas inimaginables con mi cuerpo, cosas sucias y dominantes. En ese momento, o en cualquier otro, igual lo dejaría. Él era lo que quería y cuando me proponía algo, lo lograba.
Apartando mis bragas, sus dedos rozaron la delicada piel haciéndome temblar de inmediato. Mis sentidos se durmieron de inmediato sintiendo solo sus dedos sobar con delicadeza. Podía sentirlo temblar también, como si no fuera la única nerviosa. Cualquiera diría que un hombre con experiencia no se ponía nervioso, al parecer me equivoqué.
Desabrochando su pantalón con poca habilidad, sobre todo en el cinturón, saqué su erección para verla completamente dura. Solté un chillido sin poder apartar la vista de ella. No era la primera que veía una, pero sí la primera que tocaba.
Levanté la vista para verlo con los ojos cerrados, la boca semiabierta y las facciones relajadas. ¿Cómo podía estar relajado? Yo estaba muerta del miedo. Sus dedos seguían la labor de sobar mi piel. Era difícil sentir algo más que nervios de que alguien más me tocara, pero solo con ver su rostro era suficiente para que maldijera en lo bajo y dejara caer mi cabeza en su hombro.
—¿Estás bien? —preguntó parando por completo.
—Se siente tan bien —mis piernas estaban temblando, él también estaba igual. Will sonrió retomando lo que estaba haciendo.
—Tómala con fuerza —dijo llevando una mano a la mía para enseñarme cómo hacerlo—. Sigue mi ritmo.
Hice exactamente lo que pidió. Suave en un principio, acelerando con el paso del tiempo. Los dos gruñíamos de vez en cuando, nos besábamos, maldecíamos, mencionábamos el nombre de Dios y suplicábamos por más.
—¡Mierda! —William estaba temblando, moviendo sus caderas desesperado, en un principio pensé que podía ser un calambre, pero cuando su mano abandonó lo que estaba haciendo para agarrar mi mano supe que estaba teniendo un orgasmo. Sonreí como idiota. Logré darle un orgasmo. Podía sentirlo en mi mano.
Cerramos los ojos tranquilizando nuestras respiraciones. Estaba adorando este momento, esperé tanto por él y aún no llegábamos al sexo como tal.
—Te debo un orgasmo —dijo con la respiración entrecortada.
—Ya habrá tiempo —William seguía respirando fuerte, con los ojos cerrados, nuestras manos aún en su miembro.
—Fue increíble.
¡Dios mío! Cree que soy increíble. Espero no estar soñando, no quiero estar soñando, este momento lo era todo. Estaba a segundos de decirle que él también lo era cuando la puerta principal se abrió por completo. Lui extendió los brazos como si fuera el rey gritando.
—Cariño, estoy en… —sus ojos fueron directo al sillón. Mis pechos seguían fuera, montada sobre William. ¿Lo bueno? No se veía nada de cómo estábamos por debajo. William se dio la vuelta para ver a la puerta provocando que me cayera de culo.
Lui no venía solo, Ash, Connor, Blake y Marie Anne, una buena amiga de mi hermana estaba a unos pasos de la puerta.
—Sal de aquí —gritó William a Lui. Lui cerró la puerta de un portazo y las risas estallaron en la parte de afuera.
Salí corriendo al baño con William. Los dos nos limpiábamos a toda prisa un tanto avergonzados. No había contacto visual en ninguno de los dos.
—Tengo que cambiarme de pantalón —William observaba el desastre que habíamos hecho. Solté una risita nerviosa—. De ahora en adelante le ponemos llave siempre a la puerta.
Asentí con la cabeza dos veces. Caminé a la entrada nerviosa y un poco apenada. William se estaba cambiando por lo que debía enfrentarlos sola. Abrí la puerta para ver a Lui con una mirada llena de picardía. Pasó dándome unos golpecitos en la espalda, llevaba una bandeja en la mano con algo de comida. Connor también traía una bandeja en la mano. Pasó felicitándome antes de entrar a la cocina con Lui. Mi hermana me dio una muy mala mirada y Marie Anne ni siquiera se dignó a saludar. No sé ni por qué diablos la invitó a entrar a mi casa.
—Pero qué zorra me saliste, hermanita. ¿Perdiste tu virginidad?
—Cierra la boca, Ash —William entró saludando a todos antes de enfocarse en mí y mi hermana.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Solo le decía que hace unos días no se podían ver a la cara sin pelear, ahora resulta que enseñan cómo tienen sexo a sus invitados.
William puso los ojos en blanco antes de caminar a la cocina con los chicos. No estábamos enseñándole nada a nadie. No estábamos teniendo sexo exactamente, tampoco contábamos con que ellos entrarían sin tocar la puerta. Eso es obra y gracia de Lui. Debía recordar ponerle pasador a esa maldita puerta.
Nos sentamos en la sala en silencio todos como si fuera un funeral. Mi hermana no dejaba de darme miradas matadoras.
—Deja de verme de ese modo —le dije cruzándome de brazos.
—No puedo creértelo, Abigail.
—¿Qué pasa? ¿Envidia? Al menos yo no tengo que mentir —dije dándole una mirada a Connor—. Yo sí puedo tener sexo con él. Así de sencillo.
Connor abrió mucho los ojos viendo a William. Regresó la mirada a mi cara y exclamó con un grito de sorpresa. Por un minuto pensé que iban a tomarse a golpes otra vez, pero ya habían dejado las cosas claras y no habría más problemas con ellos, a menos que Ash ocasionara otro.
—¿Will perdió su virginidad? —¿qué? ¿Virginidad? ¿Will?
—¡Campeón! —Lui levantó las manos como si hubiera ganado una maratón.
Imposible. William Hamilton no podía ser virgen. Tiene veintiún años, por Dios. Eso no ocurre. La pavada que dice que tienes que llegar virgen al matrimonio murió años atrás, ni siquiera mis padres llegaron vírgenes al matrimonio. Entrecerré los ojos.
—¿Pueden cerrar la boca?
—Ni por una mierda —Lui me guiñó un ojo—. Quiero detalles.
—¡Suficiente! —dije poniéndome de pie—. Pueden cerrar la boca, hablamos en serio.
Lui simuló cerrar la boca con un zíper, tirar la llave y sonreír como tonto. William ofreció algo de beber, señalando la cocina. Nuestros no invitados se pusieron de pie y se perdieron detrás de William hablando y cambiando de tema. Todos menos Lui.
—¿Estás bien? —Lui colocaba su brazo en mi hombro—. Al menos sé que no voy a sentarme en ese sillón. Todos lo están evitando si te fijas, creo que hay una mancha blanca…
—Cállate Lui —dije dándole un empujón pequeño—. Fue solo un pequeño roce, no es como si hubiéramos dado el último paso.
—Sí, lo sé. Créeme que cuando lo den, William será tuyo. Ha esperado tanto a dar ese paso que no dudo que si lo da contigo quedará perdido. Lo conozco demasiado bien.
Vi cómo Lui sonreía a William, le daba esa mirada de orgullo, llena de valentía. Conocía poco a Paul, mi cuñado, pero sabía que la mirada de Lui reflejaba hermandad. Para Lui, William era su hermano no de sangre.
Nos dispusimos a comer unas bolitas de queso frito que trajo Connor. Estaban increíbles, crujientes por fuera, suaves por dentro. Me las estaba disfrutando como nunca. Lui tomó mi mano con tanta fuerza que me vi obligada a levantar la vista. Estaba pálido, sus ojos rojos y las gotas de sudor que se formaban de la nada en su frente me pusieron alerta. Sin que nadie se diera cuenta, se levantó del sillón camino a mi cuarto y se perdió en él.
Me puse de pie disimulando. Mi hermana me dio una mirada preguntando a dónde iba. Respondí que tenía frío y quería ponerme algo más tapado. Era válido, ya que las puertas del balcón estaban abiertas y el aire había enfriado todo.
Entré a mi habitación corriendo buscando a Lui. Lo encontré en el baño, temblando, abrazado del inodoro como si fuera su próxima amante. Lo vi vomitar repetidas veces. Me acerqué a sobar su espalda para calmarlo, no podía ponerle demasiada atención. Mi estómago era muy débil y si le dedicaba mucho tiempo más compartiría área de evacuación con él. Cerré los ojos concentrándome en decirle palabras tranquilas.
Alguien me tomó de la cintura, levantándome de un solo del suelo. Me costó entender que era William. Estaba asustado. Pálido al igual que Lui. William me puso en la puerta, corriendo al lado de Lui, acomodándolo de una manera que no se lastimara los brazos, es como si tuviera experiencia en lo que estaba haciendo. William se veía tan grande en músculo a la par de Lui. Él estaba tan delgado y un poco desgastado.
¿Qué estaba pasando con él?
—Cierra las dos malditas puertas, Abbi —ordenó. Sabía que se refería a mi habitación. Con un jalón de puerta la cerré girando la llave para evitar que alguien más entrara. Antes de preguntar si podía ayudar en algo más, Will terminó de cerrar la puerta del baño en mi cara. Me quedé esperando a que salieran, no iba a regresar con la idiota de mi hermana, su amiga y su agapi. No quería verlos.
Pegué el oído a la puerta para ver si todo estaba mejor. Escuché los susurros de Lui diciéndole algo a William. Si hubiera estado sentada en la cama, de seguro lo hubiera escuchado de igual manera.
—No es nada, no siento nada. ¿Qué no lo entiendes? Es solo sexo, atracción sexual, nada más.
Como golpe en el corazón. Era hora de retirarse de la jugada. Nunca sería más que una atracción sexual. Lo más callada posible, abrí la perilla cruzando el pasillo hasta el estudio. Entré buscando el sillón de respaldo alto. Me acomodé sintiendo que mi mundo estaba acabando. Me sentía vacía, destrozada. Las lágrimas silenciosas bajaron por mis mejillas. ¿Cómo pude pensar que todo estaba bien? Nada en esta puta vida estaba bien. El ser humano es capaz de soportar cierto dolor en la vida, incluso es capaz de superar muertes y rupturas monumentales. No iba a morir de amor. Pero vaya si no dolía bastante lo que estaba pasando.
Solo sexo.
Eso era lo que era.
Solo sexo.
Curioso, ya que nunca nos habíamos acostado.