Respira. Respira
William
Ayudé a Lui a limpiarse como ya era costumbre, estaba recostado en la pared del baño con el rostro pálido. Las gotas de sudor le bajaban por el cuello, con los ojos cerrados. Sin despegar los párpados levantó la mano enseñándome el dedo de en medio. Negué con la cabeza conteniendo la risa, ¿pero qué diablos con Lui? Este hombre era imposible.
—¿No te enseñaron modales en casa, Lui?
—Los mandé a la mierda en el momento en que me di cuenta de lo idiota que es mi mejor amigo. ¿Solo sexo? ¡Vamos, Will! No es sexo. Sexo serio pasarte a Lessa o a cualquier otra chica de esas que no importan, pero ¿Abbi?
—No es eso, no estábamos teniendo sexo. Ni siquiera sé si es la indicada, era solo roce.
Lui soltó una carcajada tomándose el pecho por el dolor, se frotó las muñecas antes de verme fijamente con sus ojos que poco a poco perdían el color. Lo ayudé a sentarse en la taza del inodoro. Mojé una punta de la toallita de cara de Abbi y le limpié el sudor.
—Sí, claro. Me sorprende que incluso quisieras tocar a una mujer. ¿Cómo sentiste?
—Como si fuera a explotar. Todos mis sentidos se perdieron, no quería nada más que a ella, más cerca y más profunda. Tan húmeda, tan dulce. Quería llevarla al borde de la locura, escucharla gemir y saber que yo estaba provocando eso. Quería eso desesperadamente.
—Te das cuenta, ¿verdad? Eso, William, eso no es solo sexo. Sexo es querer complacerte a ti mismo sin importarte si ella está bien o no. Solo sexo no es sentir a la otra persona dulce y apetitosa. No es eso, para nada. Espero te des cuenta rápido de lo que sientes, no cuando Abbi se desespere y salga corriendo a la mierda y te quedes solo con el puto corazón roto.
Observé a Lui por unos minutos. Claro que tenía razón, Abbi era linda, atractiva y diferente, me gustaba, pero… no podía simplemente aceptarlo. Sería demasiado raro aceptar que estaba creando sentimientos fuertes para ella. No, no podía ser débil ante la élite.
En la élite era poco común que las personas estuvieran solo con una persona toda la vida, sin exagerar, las personas no se casan con la persona que pierden su virginidad. Apuesto a que ni siquiera mis padres lo hicieron.
No quise negarle a Abbi acerca de Lessa, no sin comprobar qué había pasado con Lui. Necesitaba respuestas de esa relación tan rara que habían tenido o aún tenían. Hasta el momento no sabía cómo actuar o cómo moverme respecto a ese tema.
Cuando Lui estaba mejor, salimos con el resto de las personas. Me sorprendió no ver a Abbi por ningún lado. No estaba en la cocina, ni en la sala de estar y, definitivamente, no la vi en su habitación cuando salimos del baño. Quizá salió a dar una vuelta. Cansado por todas las actividades de hoy, me dejé caer junto a Lui en el sillón donde hace menos de dos horas tenía a Abbi. ¡Carajo! No dejaba de pensar en esa hermosa sensación. Quería más.
Escuché las estupideces que Ash tenía que decir, no dejaba de hablar de su hermana y su falta de ética. Quería sacarla, no podía venir a nuestro hogar y hablar mal de ella. No era correcto. Juntando toda la maldita tensión del día me paré de golpe y señalé la puerta. Tenía límites y ella llegó a ellos.
—Connor, agradecería que te llevaras a tu mujer, estoy cansado de ella. No es bienvenida, no ahora.
Connor se puso de pie ignorando las quejas de Ash. Le dio una muy mala mirada como si le dijera cosas horribles sin hablar. Ashley se encogió de hombros como siempre siguiéndolo hasta la puerta. Esa mujer estaba desesperada por cariño. Despedí a todos los demás que no dijeron absolutamente nada al momento de irse. Lui pasó dándome un guiño de ojo antes de salir. Su maldita teoría de que amaba a Abbi iba a volverme loco.
Llamé a Abbi a su teléfono celular, revisé mi habitación con la esperanza de que estuviera ahí. No la veía por ningún lado y tampoco contestaba su teléfono. Lui me comentó antes de irse que teníamos que hablar seriamente con ella y estaba seguro de que eso debía hacerse.
Revisé cada rincón hasta que, por fin, entré al estudio encontrándola en la silla de respaldo alto. Estaba hecha una bolita. Dormía profundamente, abrazada con sus manos, como si intentara protegerse. ¿Acaso la había lastimado alguien? Con mucho cuidado la tomé en mis brazos para llevarla dentro de su habitación. Casi no pesaba y era fácil manipularla. Sus brazos rodearon mi cuello y su cabeza se recostó en la curva de mi cuello. Me di el gusto de observarla unos minutos antes de cambiar de rumbo. Ella no pertenecía a su cama, pertenecía a la mía, ahí es donde la quería.
Colocándola encima, la tapé con el edredón. Me metí junto a ella tomándola en mis brazos para que se acomodara. Tenía miedo que despertara y me mandara a freír pescado. Algo me decía que no estaba bien. Algo no estaba como tenía que estar. Cuando sus brazos rodearon mi cuerpo me sentí en casa. Me sentí bien. Dándole un beso en la frente me dejé caer en un sueño tranquilo. Uno donde estaba feliz junto a la mujer que ahora sostenía en brazos.
Abbi
Me retorcí en la cama con desesperación. El calor que desprendía del cuerpo de Will era insoportable. Me di cuenta en la madrugada de que estaba en sus brazos. Quería pegarle, defenderme, gritar…, pero no podía o, mejor dicho, no quería. Me quedé viendo su rostro al tiempo que él abría los ojos. Quería odiarlo. En verdad quería hacerlo. Pero no, no lo hacía. Quería que me besara de nuevo, me abrazara, me tocara e hiciera cosas que jamás pensé con él.
En el momento en que Will abrió los ojos decidí que nada importaba. Quería una probada de su cuerpo, un poco más de él. Me coloqué encima de su pecho ignorando mi parte lógica que gritaba «Es solo sexo». Me apoderé de sus labios chupándolos con intensidad, sintiéndolos eternos. El sol entraba en pequeños rayos por las pesadas cortinas. William suspiró atrayéndome más a él. Colocándome encima de él me perdí en el beso, me perdí en nuestra conexión. Quería que fuera el primero. Quizá no llegaría a ser el último, pero lo quería, lo necesitaba. Bajando su pijama dejé al descubierto todo lo que era William. No me sentía incómoda o mal, ya era hora después de tantos años queriendo esto.
—¿Estás segura, pequeña? —preguntó sin dejar de sobar mi cara.
—Sí, lo quiero —me acomodé mejor dándome cuenta de que aún tenía el vestido de ayer, en ningún momento lo quité o me cambié.
—No tienes ni idea de lo grande que es este paso para mí, Abbi —suspiró—. Yo también lo quiero, lo he querido siempre contigo.
—¿Tener sexo? —pregunté sintiendo una opresión en el pecho.
Esto es solo sexo.
—No sexo, Abbi —William se rio en lo bajo—. Quizá ayer pensé que eso sería esto, solo sexo.
—¿Ya no lo crees? —pregunté.
—No, Abbi. No lo creo. Es mucho más.
William cambió el juego colocándome debajo de él. Su mirada intensa decía muchas cosas. Cosas que me hacían fantasear con momentos inolvidables, otros que me decían que estaba haciendo bien las cosas. ¿Quería hacerlo? Sí, sin duda. ¿Me iba a arrepentir? Ni idea.
Respiré dejando que William me examinara por unos segundos antes de que la vergüenza fuera más grande y me obligara a cerrar las piernas con las manos tapando todo. William volvió a reír con ternura obligándome a abrir las piernas de nuevo antes de bajar su pijama y quedar tan expuesto como yo.
Bueno, no puedo arrepentirme. Este es el momento.
Respira. Respira.
Ninguno de los dos habló. Éramos solo miradas, miradas de nervios y miedo. Necesitaba que él me guiara, a pesar de los videos o lo que Mary me había explicado, era muy inexperta en este paso. Volví a respirar.
El dolor se abrió y como si el sentimiento fuera mutuo, William hizo una mueca que mostraba un autocontrol que llegaba a ser doloroso. Gruñía y fruncía el ceño con fuerza. Agarrándome de sus brazos con fuerza esperé a que terminara de empujar. Eso iba a doler. ¿A quién engañamos con decir que no duele?
—¿Estás… bien?
—No —negué con la cabeza—. Esto duele.
—¿Quieres que pare? —la pregunta tenía un hilo de súplica diciendo que quería seguir. A pesar de que dolía, yo también lo quería, en algún momento tenía que pasar esto. William bajó hasta mi rostro para besarme, un beso que no involucraba lengua, sino labios pasionales moviéndose al mismo tiempo que el ritmo de las caderas. El dolor fue pasando.
Las respiraciones quedaron suspendidas en el aire tras un torbellino de momentos. Mi vida pasaba frente a mí como si estuviera muriendo lentamente, momentos que solo William y yo habíamos compartido tiempo atrás.
—¡Carajo! —dijo antes de acostarse a mi lado. Retirando el condón que nunca vi ponerse, intentó regular la respiración—. Valió la pena esperar.
—Lo mismo digo, pero… —me levanté de golpe. Mary me explicó que muchas vírgenes sangran. Observando la cama, caí en la cuenta de que yo era de esas. Pero no era como pensé que sería, era solo una pequeña mancha. Muerta de la vergüenza, salí al baño para esconderme. Genial. Esto sí que no estaba en mis planes.
¡Qué vergüenza!
—¿Abbi? —William tocó la puerta—. ¿Estás bien?
No podía ni siquiera contestarle que sí, que todo estaba bajo control a excepción que perdí la virginidad y manché su cama. Antes de que pudiera reaccionar, Will abrió la puerta entrando completamente desnudo. Esto era demasiado para mí.
—Sangre —susurré señalando sus muslos.
—No me molesta un poco de sangre, no cuando me demuestra que tú eras pura como yo.
—¿Pura? ¿Como de… virgen? —pregunté estupefacta, ¿era verdad? ¿Will era virgen?
Lo vi sonreír de oreja a oreja. Realmente había pasado. Le había entregado a este hombre mi cuerpo, mi alma, mi ser. Esto era lo que siempre había soñado, lo que siempre había querido. Me puse roja cuando observé a Will delante de mí. Perfectamente marcado. Toda una locura. Si fuera más débil, quizá ya estaría tocando su cuerpo.
Will tomó mi barbilla dándome un profundo beso en los labios.
—Sí, pequeña. Esta mañana te entregué mi alma y mi cuerpo. Ahora, ¿te bañas conmigo?
Me negué. La verdad es que no quería bañarme con él. Eso sonaba mucho más íntimo que solo acostarte con él. Necesitaba un poco de espacio para asimilar todo a pesar de que no debería de existir vergüenza entre nosotros.
—Creo que será mejor bañarme en mi propio baño —me encogí de hombros.
—Está bien —dijo sin discutir—. Pero tenemos que hacer eso en algún momento.
Tomando una toalla que estaba colgada a la par de la ducha, me envolví en ella para salir a mi habitación, aún seria y pensativa por lo que acababa de hacer. Como buena mujer que soy, necesitaba contarle a Mary y a Mauri.