Problème
Abbi
Secando las lágrimas de mis ojos, decidí que era tiempo de avanzar. Sabía que si ella regresaba todo se habría acabado. Vi muchos de los mensajes que ella le mandaba, pero poco a poco, él dejó de contestar. Quizá por eso estaba aquí. Ella quería luchar, me lo dijo ayer, pero… ¿acaso ella sabía quién era yo? Esperaba que no lo supiera. No quería sentirme como una estúpida frente a ella. No tengo ni idea de cómo no la reconocí, en las fotos de William se veía tan distinta. Con su cabello largo hasta la cintura.
Compuse mi maquillaje cuando una chica entró al baño de ramplón. Me observó unos minutos y supe que estaba borracha. Soltó un bufido antes de meterse al baño tambaleándose. Recordaba haberla visto antes en las fiestas, pero nunca hablado con ella. La observé al salir después de echar agua. Finalmente, preguntó.
—¿Tú eres la prometida de Will-Idiota-Hamilton?
Asentí con la cabeza. No tenía ni idea de cómo reaccionar. La chica se lavó las manos salpicando todo el mueble y el espejo. Su cabello rubio cenizo me recordaba a la muñeca Barbie. Pero sus curvas eran demasiado marcadas para parecer una. Sin mencionar los mechones azules en su cabello.
—Siento lástima por ti, cariño. No malinterpretes, pero no soy de las que levantan carteles para tener la atención de William. No podría, a pesar de que mi maldito agapi es su mejor amigo.
¿Lui? Lui no tenía prometida. No aún, sus padres le estaban dando un rango más alto de edad por alguna razón. Negué con la cabeza sintiéndome muy confundida. Quizá solamente no lo sabía. Ni me di por enterada.
—No Lui —dijo cargada de risa—. El idiota de Blake. Tenemos una relación bastante… especial. Yo no lo molesto y él tampoco lo hace. Mutuo acuerdo.
—Sí, bueno. Al parecer ese es mi destino también —dije soltando un suspiro. Mi vida estaba a punto de irse a la mierda. Podía sentirlo.
—Lo entiendo, vi a Ameli. Esa perra es de lo peor. Nunca entendimos muchas qué hace Will con ella. Si no ha besado a toda la élite inglesa es un milagro. ¿Vienes? No voy a dejarte sola. Tú necesitas un trago y yo tengo ganas de dártelo. Ven, vamos.
Salimos del baño caminando en dirección a su sala. No quería verlo, pero se cruzó en mi camino. Ameli hablaba muy entusiasmada y William la veía de la manera que siempre quise que me viera. Con ojos de amor. Mierda, en verdad la amaba o al menos eso aparentaba, algo que no pasaba conmigo.
Nos sentamos en la salita, Coralia me presentó a su hermano y a su primo menor. Dos chicos muy apuestos. Parecidos a ella con excepción del cabello, ninguno lo tenía teñido como ella claro está.
—¿Quién es ella? —preguntó alguien a mi espalda. Me sentí amenazada por un minuto como si la persona que estaba detrás de nosotros no se sintiera cómodo teniéndome en su mesa. Me di la vuelta para ver a un chico de cabello rubio y ojos de muerte. Una mezcla de gris con azul. Su camisa resaltaba por los músculos y mi respiración quedo tan parada que pensé que me daría un ataque.
—¡Harry! —gritó la chica—. Conoce a Abbi. Ella es…
—Sé quién es. Él idiota de su prometido no es mi favorito en la puta élite —me tendió una mano—. Harry Woodgate.
Le tendí la mano sintiendo una oleada de calor, sensación bastante hipnótica. Deliciosamente increíble. Tomando asiento junto a mí, dejé que Coralia me sirviera una ronda de solo Dios sabe qué. Era fuerte y el sabor a alcohol se sentía en todo su esplendor. En cualquier otro momento lo hubiera escupido y pedido un Martini o alguna bebida más suave, pero en este caso estaba más que segura de que necesitaba este trago. Tomé mi celular tomándole una foto para hacer un poco de show en redes sociales, nunca fui de esas que tenían que demostrar que se la pasaban bien en redes, pero en este caso era de ese modo.
Una hora después, no dejaba de gritar. Los Darling Buds estaban por comenzar. Nunca pensé que pudiera estar tan emocionada por algo cuando tenía el corazón roto. Tomé el tequila que Harry me estaba dando. Había dejado de pensar en William. Efecto del alcohol o no, me sentía libre y feliz. Por primera vez desde que estoy de vuelta en Londres, dejé de fingir que me importaba todo y me dediqué a disfrutar mi vida dejando de encajar en una élite.
Coralia era distinta a las demás chicas, era como Mary y eso me gustaba. Harry no era el típico chico plástico como William. Lancelot y Volt eran exactos a sus primos. Nunca conocí a los Woodgate, solo sabía que eran los rebeldes. Harry Woodgate declaró a sus padres que no se casaría con nadie de la élite, claro que sus padres lo mandaron al diablo diciendo que era su deber como heredero del nombre real. Ellos eran lores muy importantes, no podían simplemente lavarse las manos y romper el linaje, eso hasta yo lo comprendía.
—Ven, te presento a mis amigos —dijo señalando al grupo—. Son idiotas, pero buenos chicos.
Harry me tomó de la mano llevándome hasta el frente donde estaba Roland afinando su instrumento. Al verlo no pude evitarlo. Pegué de gritos como loca aclamando su atención. El chico giró su cara para ver quién armaba tanto bullicio. Con una mano tomé el hombro de Harry indicándole que ahí parado estaba Roland. No es como si no lo supiera, pero yo estaba famélica delante de ellos.
—¿Una fan dentro de la élite? —no me lo preguntaba a mí, pero sí a Harry. Él solo se encogió de hombros.
—Es de mi equipo —sonrió—. Abbi, este es Roland, aunque ya captamos que lo conoces. Y Roland, esta es Abigail… Ammm, lo siento, cariño, olvidé tu apellido.
—Déjalo con Abbi, está bien. Dios, puedes cambiarme el nombre, apellido y linaje real si el tipo baja a saludarme —volví a gritar como loca. Iba a parar asustando a todos, tenía que calmarme.
—Más tarde, ellos se quedan a la fiesta conmigo. Como te digo, son amigos. El idiota de Blake me pidió que les hablara para esta noche.
Le di una sonrisa tierna. Este chico que parecía ser muy malo tenía un corazón debajo de toda la planta de chico malo o al menos eso parecía. Coralia llegó corriendo con unos vasos altos. No tenía ni idea de qué era, pero el sabor era fantástico. Tomé un trago dejando que Harry me tomara por la cintura. Estaba segura de que intentaba seducirme. Por momentos tocaba puntos de mi cuerpo que mandaban señales de advertencia. En el momento en que Jamie apareció en el escenario yo estaba en la perdición. Gritando de emoción, perdida en la música. Canté canción tras canción. Desde Where did all my Friends go hasta Waiting.
Bailé como una maniaca acompañada de Harry que seguía con sus intentos de seducción más fuertes que antes. Esta vez lo dejé que besara mi cuello. El chico sabía lo que estaba haciendo y eso era excitante. Una de mis canciones favoritas empezó a sonar, levantando las manos para cantarla al mismo tiempo que Jamie sacaba los acordes afinados de su voz, alguien me tomó del brazo regresándome a la realidad. William estaba parado frente a mí, con los ojos concentrados en mis caderas, donde las manos de Harry reposaban con toda tranquilidad. Ignorándolo me giré una vez más a la música.
—¡¿Pero qué diablos Abigail?!
—Vete con Ameli, sinceramente ahora no puedo verte.
—¿Algún problema? —Harry interrumpió jalándome más a su lado.
—Este idiota me está arruinando una buena canción —dije concentrando mi atención en la banda.
—Ya la escuchaste, déjala tranquila.
—Abbi, esa es nuestra canción —dijo desesperado. Me encogí de hombros. Era la favorita de los dos, pero, aun así, no quería decir que fuera nuestra.
—Tú y yo no tenemos nada, ni canción, ni relación. Aquí no hay nada, William, vete. Por favor.
Negando con la cabeza vi cómo Ameli se acercaba a él. Al momento de tomar su mano, William suavizó sus expresiones volteando a ver a esa chica que me quitaba mis sueños. Su vista cambió completamente regresándolo al mundo real. Sin más que decir, William se alejó de mí, como si nunca hubiera venido a reclamarme nada.
¿Qué diablos había sido eso?
Harry me apretó la cintura con más fuerza enviándome olas de calor por todos lados, besó mi mejilla y se alejó por la parte trasera del escenario. Minutos más tarde reapareció en el escenario con una guitarra blanca. Cora gritó como loca, animando a su hermano. Yo no me quedé atrás gritando como toda una buena fan de cinco minutos.
Parecía esas idiotas que en menos de cinco minutos eran fanes de toda la vida.
Jamie comenzó a cantar siendo acompañado por Harry que ayudaba en los coros. Las dos voces sonaban melodiosas. Cantando Stay with me, bailando y gritándole a Harry, sentí que todo mi mundo era una canción. El vacío se formó antes de que me diera cuenta. Quería dedicarle esa canción a William, quería gritarle que se quedara conmigo, que no se apartara. Quería gritarle que lo amaba. Que siempre había sido él. Pero era imposible. Ameli iba primero. Siempre fue ella. Le quité la botella de la mano a Coralia dándole un trago interminable. La náusea se hizo presente de manera inminente. Antes de intentar salir corriendo al baño, Harry bajó de un salto del escenario. Vi cómo le daba una mala mirada a alguien, tomando mi cara en sus manos, sin previo aviso me besó. No pude reaccionar de lo que estaba pasando. Los vítores, gemidos celosos y varios «uuuu» y «aaaa» se corrieron en el lugar.
Quizá a Will no le importara lo que estaba pasando. Pero Harry me hizo sentir como si valiera algo. Como si aún fuera alguien. Todo lo mal que pude haber sentido desapareció con un simple gesto. Ya nada importaba. Estaba borracha, lastimada y ardiendo por otro hombre.
William
Ameli intentó tomar mi mano otra vez, la había dejado porque esa era mi costumbre. Siempre la dejaba manipularme. Observé cómo Harry brincaba del escenario. ¡Maldito engreído! Siempre hizo de las suyas en la Academia. No nos llevábamos bien, al menos ahora. Se acercó a Abbi dándole un largo beso en los labios. Perdí mi cordura en ese preciso momento. Tomándome el pecho sentí cómo todo se iba a la mierda. Ames la observó gritando un «Eso es Abbi». Quería matar a Ames por decir ese nivel de estupidez. ¿Vamos Abbi? Pero qué diablos.
Desviando la mirada me encontré con Lui, me observaba de brazos cruzados. Estaba seguro de que se preguntaba qué diablos hacía parado mientras ese imbécil me quitaba a mi chica, también estoy seguro de que se preguntó qué hago de la mano de Ames.
—Buen trabajo, campeón, lograste que el rompecorazones te robe a tu chica. Te iba a decir que teníamos que cuidar a Abbi de ese imbécil, pero… Bueno, tú ya rompiste su corazón, ¿qué más da?
—No le rompí… ¡Mierda! Tienes que traerla. No voy a dejarla con… —moví la mano en dirección al espectáculo de besos. ¿Por qué carajos no la suelta?— él. No la quiero cerca de él.
—No la quieres cerca de nadie más, pero aquí estás junto a… ella —señaló a Ames.
—Ames es mi debilidad —dije sintiendo cómo mi mundo se contraía. En cierto punto era verdad. Ames era la debilidad más grande que tenía. Todo mi mundo giraba alrededor de ella. En cierto punto, eso era lo único que conocía. No estaba acostumbrado a nada más. Ella era la única relación que había tenido.
—No —negó con la cabeza—. Tú has visto a Ames besar a media élite. La has encontrado teniendo sexo con Jordan. Siempre la perdonas, no porque sea tu debilidad. Es por miedo, William, y creo que es hora de que dejes de tener miedo y enfrentes tu realidad. Abbi es tu realidad, no ella.
Sí, había visto a Ameli pasarse por todas las personas. Recuerdo que intenté que me doliera esa reacción de mi chica. Pero la verdad es que no dolía. Tampoco me sorprendía que ella estuviera con otros. Aun así, me aterraba perderla. Tenía miedo de perder lo único en esta vida que me había amado. Creí que era de esos chicos destinado a la soledad eterna. Sinceramente, qué autoestima más baja.
—Lamento mucho que regresara —dijo viendo en dirección a Abbi y Harry. Nunca pensé que tendría que volver a verlo, menos que se vengara de mí de esa manera—. Pensé que lo había superado, pero… Bueno, la gente cambia.
—Déjalo estar, no quiero saber nada de él.
Estaba enojado por toda esta situación. Abbi se estaba tambaleando, borracha y era bastante obvio. Se sostenía de Harry mientras él le daba otra ronda shots que ella se empinaba sin preguntar qué era. Esto no iba a parar en nada bueno. La mirada de Harry se cruzó con la mía. Dándole un beso en los labios a Abbi, regresó su atención a mí. Lo estaba haciendo a propósito. De todas las personas en la élite, él era el único que sabía qué significaba Abbi para mí.
—Lui. ¿Te recuerdas cuando cometí el error con Harry? —pregunté.
—A todo loco le llega su día. ¿Se está vengando?
—Y lo está haciendo de maravilla.
—Sabes que Harry va a luchar para verte caer de rodillas y no dudo que lo va a lograr. Así como tú lo dejaste a él. Es karma, hermano.
Negué con la cabeza. No era ningún karma, era venganza pura. Se iba a vengar y yo tenía que aceptarlo. Lo único que no podía aceptar era lo que Abbi iba a tener que pasar por mi culpa. Una culpa que cargaba de tiempo atrás. Algo que me había hecho cambiar quien realmente era.
—¿Me llevas a tu casa? —preguntó Ameli con los ojos radiantes, como si suplicara mi atención. Había tenido un momento de debilidad con ella, uno que me costó mi relación con Abbi. No es que no quisiera a Ame, la quería. Pero algo en mi interior me gritaba que esto no era correcto, ella no era correcta.
—No, Ames, no lo creo —solté su mano alejándola de mi lado. No había venido conmigo, por lo que no debía regresarla a su casa. Tampoco quería estar con ella. Abbi me necesitaba—. Mi agapi me necesita, está muy borracha y… Bueno, siento que es mi responsabilidad cuidar de ella. Te hablo mañana, quizá, ¿un café?
—Pues ella parece estar muy bien con Harry, no te necesita.
—¿Dejar que se aproveche de ella? ¿Estás loca? Ames, voy a casarme con esa mujer. Tengo que cuidar su reputación.
—No quieres que alguien más le rompa el corazón, pero tú, William —dijo con su acento francés—, ya lo has hecho. Toma eso, querido, te veo mañana. Pasa por mí a las tres de la tarde.
Dándome un beso en los labios —que no se sintió correcto— salió de mi vista camino a la salida. Suspiré acercándome a Harry y a Coralia. Abbi aún cantaba las canciones de los Darling Buds y los chicos del grupo la acompañaban. Su sueño de conocerlos se hacía realidad y ella no recordaría nada.
¡Vaya sorpresa!
Harry nunca venía a estas cosas, era obvio que su Cora lo había persuadido a venir. Sin mencionar que era amigo de los chicos del grupo. Le di una mirada a Lui, estaba ocupado con una chica. Sonreí por verlo otra vez tan estable. Estaba mejorando y eso me gustaba. Blake me lanzó una mala mirada al momento de captar a donde me dirigía, las cosas no podían salir bien en una plática con Harry. Pero no iba a hablar, solo me llevaría a Abbi a casa.
Acercándome vi cómo Cora me veía con los ojos muy abiertos. Nunca le agradé a ella, a ninguno de los Woodgate, a decir verdad, excepto a Harry en la época victoriana años atrás cuando aceptábamos que éramos compatibles. Tomé a Abbi de la mano jalándola a mi lado, viendo cómo perdía el equilibrio.
Esto no iba a ser sencillo. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que pasaba, la tomé como costal en el hombro y la empecé a sacar. Abbi gritaba como loca, pegando patadas.
—¡Bájame, Hamilton! Harry —su voz no era nada coordinada—, dile que… Dile que me dé un trago o más alcohol. Bájame, idiota, puedo caminar.
—¿Acabas de llamarme idiota, Abigail?
—Sí, te llamé idiota, ahora bájame que voy a vomitar. Me estoy mareando.
—Creo que te dijo que la bajes, William.
La voz de Harry me dejó completamente estático. No podía manejar esto, no iba a poder verlo a la cara y no recordar lo sucedido. Bajé a Abbi que se tambaleó unos minutos antes de tomarse el estómago como si realmente fuera a vomitar.
—Déjala, yo la llevo a casa. Mañana quizá, cuando pueda decirme dónde vive —sonrió—. ¿No deberías de estar con Ames? Vino desde París solo por ti. ¿No es así?
—Me importa una mierda, Abbi se va a casa conmigo.
—Los dos sabemos que Abbi sí te importa, siempre fue de ese modo. Aun así, Hamilton, dejaste que la gente la tratara mal y se burlara de ella, tal y como pasó conmigo, ¿no es así?
Recordar las cosas del pasado no me hacían sentir orgulloso, siempre fue mi maldito arrepentimiento. Abbi y Harry, dos personas que no acepté en un pasado por el qué dirán. Negué con la cabeza viendo a Harry a los ojos.
—Harry, yo…
De pronto el sonido de vómito a unos pasos de mí. Volteé a ver a Abbi completamente descompuesta, mis zapatos manchados y todo su vestido si vale la pena decirlo. Era un asco total, pero estaba tan acostumbrado al vómito para este momento que no sentí absolutamente nada más que la necesidad de limpiarla y decirle que todo iba a estar bien.
—Tú la moviste de más, William, es tu responsabilidad. Dile que la llamo mañana.
Dando media vuelta, Harry regresó con sus amigos. Tomé a Abbi para sostenerle el cabello para que sacara lo que tenía en el estómago. La subí a mi hombro una vez más sin importarme qué tan manchada estaba y la llevé a casa. Necesitaba limpiarla.