Luchando

Abbi

Hoy teníamos una fiesta de gala como era costumbre en The Royal, el baile Queen of London era un baile sencillo pero importante para la sociedad. Se celebra después de una de las sesiones en la cámara de Lores. Mamá me había mandado a hacer un vestido amarillo de encaje. Era pegado de la parte de arriba, sin espalda, sin escote, muy elegante. El vestido tenía una abertura en la pierna derecha que ayudaba a mostrar mis zapatos de doce centímetros.

Como era costumbre pasamos por el ritual habitual con mi hermana de belleza. Mascarilla, pedicura, manicura, depilación completa, exfoliación de cuerpo e hidratación con parafina. Dolorosamente perfecta. Bien dice que la belleza duele y hoy lo comprobé por décima vez en mi vida, sobre todo la depilación de piernas y de ahí abajo.

Mi cabello estaba suelto en ondas perfectas, me encantaba cómo me dejaron el cabello con los pequeños pines que brillaban de manera increíble, como si fueran pequeños destellos en mi cabello negro. Salí de mi habitación sabiendo que Will esperaba por mí, hace diez minutos que debía estar lista.

Nuestras miradas se cruzaron. Se veía increíble con el esmoquin negro y la pajarita combinada. Nunca lo vi tan elegante, solo la noche que nos comprometimos. Ese día estaba tan nerviosa que no presté atención a casi nada. Le tomé la mano para que me guiara fuera del apartamento. Antes de salir, me tomó el collar acomodándolo en mi cuello. Me dio un beso en la mejilla y sonrió.

—Pequeña, las promesas que te dije están llenas de deseo. Esto es lo que quiero. Te quiero a ti.

—¿Ames ya se fue de Londres? —pregunté. No había otra razón para que dijera esas palabras.

—No, pequeña. Ella aún está aquí. Pero no hay nada que me pueda separar de tu lado. Ya te lo dije, siempre fuiste tú.

Sin dejarme responder, me sacó del apartamento. Esta fiesta iba a ser demasiado interesante. Más que Harry estaba dispuesto a demostrarle a su padre que debía de estar conmigo y no con Will. Un vacío se formó en mi estómago. Esto estaba solo a punto de complicarse.

Quería dejar a Harry y demostrarle a William que solo él era para mí y nadie más. Quería demostrarle que era suya como él era mío. Así es la vida de complicada, ya que Harry estaba dispuesto a no dejarme ir. Por ahí dicen las malas lenguas que Harry quiere hacerme sufrir por un problema antiguo entre William y él, lo especial de eso es que ya lo sabía y no iba a dejarme vencer por nadie ni por nada. Pero me gustaba jugar y estaba dispuesta a jugar un poco más este juego.

Siempre fue Will, la persona que me cautivó, me cuidó y, en cierto punto, me protegió. Incluso cuando ya no podía más con mi vida por tanto acoso y maltrato, él siempre me decía que eso me haría más fuerte y al final sería yo mejor que todos ellos. Él me ayudó a salir adelante, mi vida le pertenecía en todos los aspectos. Sigo pensando que soy patética, pero qué más da.

—¿Pequeña? —dijo Will a mis espaldas—. Estás temblando. ¿Estás bien?

Solo estaba nerviosa porque Harry me había mandado un mensaje diciendo que esta noche era suya. No podía ser suya, ya que venía con William y estaría toda la élite metida en un mismo salón. En cierto punto las cosas estaban mejorando con William y no podía arruinarlas por completo. No, me negaba a hacerlo. Solo me gustaba llamar la atención de William, tampoco es que lo cambiaría por completo, eso jamás pasaría.

—Es importante que sepas que no voy a complicar tu vida. Antes de entrar, William, tienes que entender que todo lo que estoy haciendo es por ti. No mereces a alguien como yo. He visto cómo la miras, no es… igual. Yo solo soy yo y ella es ella. No puedo competir contra nadie.

—No, Abbi, es bueno saber que, finalmente, te das cuenta de lo que pasa. Jamás podrás competir contra nadie. Eres todo, métete eso en la cabeza.

Le lancé una sonrisa antes de entrar al gran salón donde todas las miradas se posaron en nosotros. Siempre atraíamos la atención de muchos, sobre todo de los jóvenes de la élite. Éramos esa historia dramática que nadie entendía. Lui estaba en mi campo de visión, frunciendo el ceño. Alguien tomó mi cintura separándome de William. Harry estaba a mi lado con una sonrisa monumental en la cara.

—Suéltala, Will. En muy pocos días ella ya no te va a pertenecer. Ella es mía.

La voz de Harry era dura. Con un hilo de desprecio. Algo estaba pasando entre ellos que no me enteraba. Di media vuelta para ver a Will. Estaba pálido, con el rostro lleno de terror, pánico. Como si hubiera visto un fantasma.

—No, Abbi, no lo hagas. No me…

—Basta, Will, los dos sabemos que no va a funcionar. Intentaré hablar con mis padres mañana. Tú mereces ser libre al igual que yo —la voz me salía tan suave que pensé me rompería a llorar en cualquier momento. Jamás hablaría con mis padres, jamás lo cambiaría, pero no podía dejar el juego hasta que él sintiera lo que yo sentí cuando me cambió por Ames.

Quizá mañana hablaría con él y arreglaríamos todo, pero por ahora no, no podía evitar amar esta reacción de niño frente a payaso que tenía William. Sonreí asintiendo antes de alejarme de William y caminar hasta la mesa donde estaba Cora, Blake y otros chicos. Lui negaba con la cabeza con desprecio. No lo culpo, estaba portándome como una odiosa perra.

—Si te pierdo, Abbi, no me queda nada. Estaré vacío. No puedes dejarme. Te necesito.

—Parece que ya lo hizo. Hamilton, será mejor que te alejes. Déjala tranquila.

Estaba a segundos de romperme a llorar cuando la voz de Will me llegó como un susurro. Pegado a mi oreja dejó salir un suspiro. Me quebré viendo cómo este puto juego que estaba creando en mi cabeza iba a acabar con nosotros.

—Pequeña, voy a luchar todo lo que sea necesario para demostrarte lo mucho que me importa estar junto a ti. Eres mi todo, Abbi. No Ames, no Lessa. Tú, siempre tú.

Dio media vuelta alejándose entre la gente. Las ganas de llorar eran más fuertes que antes. No podía creer que estaba a punto de dejarlo ir. Mi parte racional estaba a segundos de salir corriendo detrás y gritarle que lo amaba.

Mamá estaba en modo determinación de sacarme qué estaba pasando con William. Nunca lo admitió ni lo contó, pero había visto la manera en que se veían con el señor Hamilton. Era todo un poema. Los dos sentían una atracción que no podía siquiera pensarla. Era asqueroso pensar en mamá y el señor Hamilton envueltos en una ola erótica.

La música sonaba lenta y suave. Harry no dejaba de hablar de sus fiestas y de sus borracheras. Me encantaría decir que disfrutaba cada momento con él, pero no había temas de conversación. Las pláticas siempre eran las mismas y esto se tornaba muy aburrido. Demasiado aburrido.

—¡Épico! ¿Recuerdas cuando Jona estaba tirado en el jardín sacando las tripas? Buen, pues ese día…

La conversación se alargaba de manera que no podía más. Esto se estaba volviendo demasiado tedioso. Blake estaba en nuestra mesa y su mirada se cruzaba con la mía en cada momento. Sabía que él seguía siendo de los mejores amigos de Will, eso no podía cambiar de la noche a la mañana. Lo que no cuadraba en mi mente, era la manera en que se había empezado a relacionar con Cora de la noche a la mañana. Incluso a ella le parecía extraño.

—¿Qué acaso nunca vas a dejarla en paz? —fruncí el ceño. ¿Me estaba hablando a mí?

—Contrólala, Blake. No estoy para eso. Dios sabe que no puedo si ella interrumpe de ese modo.

Cerré los ojos sintiendo cómo la voz de Will penetraba mi alma. Blake asintió con la cabeza dándole una mala mirada a Cora. Harry había ido a traer dos copas de vino. No estaba cerca por lo que supongo fue el momento perfecto de William de acercarse.

—Baila conmigo —susurró en lo bajo—. Por favor.

—No creo que sea buena idea —le respondí sin girarme a verlo. Estaba segura de que, si mis ojos se cruzaban con el azul cielo, mi mundo caería en sus pies. No podía verlo.

—Vamos, pequeña. Solo un baile, uno nada más.

No voy a verlo. Me niego rotundamente a verlo. No voy a hacerlo. Rotundamente no, no y no. Will me tomó de la barbilla girándome para hacer contacto. Él sabe mi maldita debilidad. Cerré los ojos antes de conectar nuestras miradas. Estaba perdida.

Sin pensarlo, le di la mano para que me llevara a la pista de baile. Escuché los quejidos de Cora y a Blake callándola. En mi mente no existía nadie más. Solo nosotros. La gente desapareció de la pista o al menos eso parecía para mí. Era consciente que la canción estaba terminando para el momento que llegamos a la pista de baile. William levantó la cabeza dándole una mirada al chico que estaba colocando la música. Levantando su dedo en símbolo de «OKEY» la música empezó a sonar. Céline Dion con Because You Love Me.

—Solo sígueme, pequeña. Yo te voy a guiar —le sonreí. No sabía bailar como él lo estaba haciendo. Me arrastró por la pista de baile posando su mano en mi cadera. El calor me inundó en segundos pidiendo más de él.

Dejándome llevar por la canción y los movimientos suaves de William, de lado a lado. Su voz me llegó como un susurro mientras cantaba la canción. Escuchaba la determinación en cada tonada, en cada estrofa. Era como si William le pusiera un toque de su alma en cada palabra, como si realmente lo deseara. Yo lo deseaba. La letra quedaba perfecta al expresar lo que sentía por él.

La parte máxima de la canción llegó. William se agachó tomándome del trasero. Pensé que iba a caerme. Me agarré con fuerza de sus hombros entendiendo que estaba girando. Sonriendo a mi cara de sorpresa. Solté un chillido en la última vuelta. Me dejó caer al suelo solo para tomar mi mano y darme una vuelta más. Me atrapó en sus brazos y con su mano en mi cintura me bajó de espaldas. Su cara quedó a centímetros de la mía y en menos tiempo del que pensé, sus labios estaban sobre los míos. Estábamos rompiendo —una vez más— el protocolo. Los labios de Will desaparecieron antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando. Harry tomó a Will del brazo separándolo de mí. No me dio tiempo de incorporarme y caí al suelo llamando más la atención.

—¡Abbi! —la voz de Will se apagó al tiempo que Harry estrellaba su puño en la perfecta mandíbula.

Solté un grito abalanzándome a la espalda de Harry para detenerlo. Harry estaba tan fúrico que no paró a pesar de que estaba detrás de él. Uno de sus codos dio en mi estómago sacándome el aire por completo. Él seguía pegándole a William y William se defendía como podía. Lui, Blake y otros chicos se apresuraron a separarlos. Lui gritaba que me alejara, pero yo solo no podía reaccionar a esto. Mi padre fue el que llegó a sacarme de donde estaba. Gritando el nombre de William me sacaron de la fiesta. Harry intentó decirle a mi padre que me iba con él, pero mi padre, como era de esperar, lo mandó a freír pescado.

 

 

William

Me quedé observando a mi madre. Me veía decepcionada, como si hubiera sido mi culpa que el idiota de Harry llegara a pegarme, ella era mi agapi, yo podía bailar con ella siempre que yo quisiera y se me diera la puta gana.

Me quedé viendo cómo el papá de Abbi se la llevaba pegando gritos y llorando. Quería correr a donde estaba y decirle que yo la cuidaría y protegería, pero las cosas no siempre son sencillas y en lugar de correr a su encuentro me quedé detrás de mi madre como si no fuera lo suficientemente grande para tomar mis decisiones. Estaba a punto de estallar cuando Harry salió gritando que iba a matarme, su padre bastante humilde trataba de calmarlo, pero no funcionaba del todo. El hombre estaba fuera de control. Puse los ojos en blanco antes de caminar al automóvil y largarme del lugar.

Mi madre seguía en una discusión eterna acerca de lo que había pasado, diciendo que Abbi y yo éramos realmente un error y que no debíamos estar juntos, que solo aumentaba las dudas de todos. Levanté la mirada señalando la dirección a mi apartamento.

—Prefiero mi apartamento, Willson, por favor.

—De ninguna manera, vamos a casa —aclaró mi madre.

—Mamá, mi hogar ahora no es en casa, es en el apartamento. Willson, llévame al apartamento.

Mamá hizo mala cara antes de comenzar una gran discusión acerca de por qué era indignante toda esta situación. No le negaba nada, pero tampoco se lo confirmaba. Sabía que Abbi y yo no éramos un error, solo estábamos jugando un juego que no terminaría nada bien.

—Al menos déjame que llame a los paramédicos para que te revisen —suplicó mi madre.

—Lui está en mi apartamento con Blake, les diré que llamen a los paramédicos —aclaré para su tranquilidad. La vi relajarse un poco antes de empezar a pelear de nuevo.

Mi madre siempre alegó que Harry y Cora eran unos «niños malcriados». La madre de los Woodgate era todo un caso perdido. Después de varios intentos, perdió la esperanza con su hijo y al tiempo, la perdió con su hija.

Llegué al apartamento bajándome del auto de mis padres sin decir nada. Mamá era una mujer tan elegante que después de esta situación se debe estar jalando el cabello de indignación. Lui se acostó a mi lado ayudándome a limpiar mi cara y quitarme la camisa. Ni idea si la sangre sale de la ropa. Pero por lo visto, esta cantidad dejó una mancha considerable de ropa inservible. Un paramédico entró a mi habitación, me revisaron la nariz para ver que no tuviera ningún hueso roto. No lo tenía. Solo el golpe que el maldito de Harry había marcado en mi cara.

Mi teléfono vibró dos veces antes de contestarle a Paul, mi hermano mayor. No tenía muchas ganas de hablarle, pero sabía que iba a estar pendiente de mí y si no le contestaba subiría un par de pisos. Amaba a mi hermano, era buena persona, en estos momentos no quería verlo ni a él ni a nadie. Solo a Blake y Lui.

Lo puse en altavoz para escucharlo mejor. Blake estaba a mi lado viéndome con los ojos entrecerrados al tiempo que mi hermano comenzaba a hablar.

—Hermano, te pasaste. Te tenías que meter con Harry. ¿No aprendiste la última vez?

—Yo no me metí con nadie, Paul —dije cansado en lugar de molesto.

—Al menos esta vez solo te deformó la cara, la última vez te mandó al hospital y pasaste con inmovilizador de hombro por tres semanas.

—Un día de estos voy a matar al maldito. ¿Qué tal la fiesta? —pregunté para desviar la plática.

—Se cagó después de su pelea —dijo en tono aburrido—. ¿Qué le hiciste ahora, Willy?

—Dime que no creen que fue culpa de Will. Esta vez sé que no fue él. Harry le está intentando quitar a Abbi —dijo Lui molesto. Ese era mi amigo. Aquel que siempre luchaba por salvarme el pellejo.

—Son las consecuencias del pasado. Un amigo no humilla a sus amigos delante de toda la élite, sabías que tarde o temprano se iba a vengar. Esta es su venganza.

—De eso pasaron años, maduramos o eso se supone que debíamos hacer —contrataqué.

En un pasado, Harry fue mi amigo, una persona difícil de entender. Yo me sabía todos sus secretos más ocultos y vergonzosos de pubertad. Un día los saqué todos al aire y grabé cómo lo molestaban todos en la clase, lo publiqué en internet y lo hice viral en los medios. Me porté como un grandísimo idiota y él jamás me perdonó por eso. ¿Quién te perdonaría por algo así?

—Golpe bajo para Woodgate. Recuerdo que ni una chica quería estar cerca de él.

—¡Basta! —dije tapándome los oídos. No podía cargar con esta culpa, menos porque sabía que Harry se volvió rebelde después de eso. Incluso se habla de que intentó suicidarse, pero esa es otra historia.

—Como sea —Paul bostezó—. Me voy a dormir, me hablas mañana o si necesitas a alguien. Quién sabe si mañana ya tienes una nueva agapi, una menos problemática. Buenas noches, tarados.

Lui le sacó el dedo a pesar de que no podía verlo, negó con la cabeza y se tapó la cara con una almohada. Me quedé pensando unos minutos acerca de Abbi, sí, era problemática, pero si en un mundo alterno no me obligaban a casarme con ella… quizá la elegiría otra vez, una y otra vez a ella.

Los días pasaron y como era de esperarse el compromiso fue anulado por nuestros padres sin siquiera darnos tiempo de arreglar esto. Yo estaba más enojado que nunca en mi vida. Harry logró su venganza. ¿Lo peor? Yo ayudé a que lo lograra, le puse en bandeja de plata absolutamente todo para que rompiera mi corazón.

Estaba mal y me sentía vacío, pero eso no significaba que me iba a morir o dejar de vivir. La primera noche salí con Blake y Lui a la casa de otro amigo a ver un partido de soccer. Era la final de la temporada y a mí me emocionaban los deportes. Ese día bebí cerveza y salí a un bar a pesar de que no sentía absolutamente nada de ganas.

Me puse en el plan rebelde, no iba a reuniones de élite, iba a mis clases, veía a Abbi de lejos y le rogaba con cada mirada que nos habláramos. Luego de tres días el enojo llegó. Yo estaba molesto por cómo reaccionó ella. No había sido mi culpa sino de ella. Ella salió con ese idiota, fue él el que me pegó, no yo. Fue ella quien nos terminó de separar.

Respiré.

Volví a respirar.

Esto no podía seguir así, debía enfocarme en lo importante, en mi trabajo como político y en ser algún día el primer ministro del Reino Unido. En eso iba a enfocarme, en prepararme y ser mejor y demostrarle a todo mundo que yo podía ser mejor que nada.

Pasé observando las motocicletas que tenía delante de mí, tenía ganas de comprarme una para tener algo en qué perder mi tiempo libre. Dicen que la velocidad limpia pensamientos impuros y yo tenía muchas ganas de montar una.

—¿Así que está en la casa de la idiota esa? —pregunté molesto.

Abbi estaba en la casa de Cora, ahí había pasado todo el fin de semana. Me enojaba la actitud tan inmadura que tomaba, como si tuviéramos quince años en lugar de veintiún años. Ya iba siendo hora que nos sentáramos a hablar y arregláramos esta mierda.

—No te pases, Will, ella es mi agapi y merece respeto. Además, la que corrió de ti fue Abbi. ¿No será mejor que dejes de buscarla?

—No, no voy a parar hasta que me escuche.

Tenía casi quince días esperando por Abbi, quince días buscándola. La había llamado unas quinientas veces hasta que apagó su celular. Los mensajes en WhatsApp salían leídos, pero jamás se dignó en responder uno. Abbi nunca fue una mujer fácil, siempre fue diferente y difícil. Eso era lo que me gustaba de ella. Me rasqué la cabeza viendo la gran catedral.

—Quiero esta —señalé, finalmente, una Ducati negra con plateado. No era de carrera, ni la más rápida de todas, simplemente era una buena motocicleta.

—Te irás a matar y voy a ser yo quien te verá morir, pedazo de mierda —Lui me observaba con los brazos cruzados. Lui se negaba a que me comprara la moto, pero sabía que era por miedo y no por otra cosa.

—Prometo tener cuidado —le di una sonrisa.

—Mira que con un raspón que te hagas te cuelgo de los huevos y te arrastro por todo Londres. ¿Te queda claro?

Asentí con la cabeza. Odiaba que mencionara la muerte como una vieja amiga suya, pero una muy lejana para mí, me recordaba que su reloj estaba en cuenta regresiva y esa mierda me era inaceptable.

—¿Qué tal si salimos con Lulu? —dijo Lui. Sabía que Lulu era la chica de repuesto. Salía con ella cuando necesitaba una distracción y la chica estaba dispuesta a soltar todo por un poco de mi atención. Dolía que todas estuvieran dispuestas a tanto cuando yo no podía abrirme a ellas. En ningún sentido. Además, las mujeres deberían darse a respetar, no andar de regaladas con cualquiera.

—No, mañana salgo de viaje con papá. No puedo descuidar el proyecto educativo por ella. No cuando tengo responsabilidades que cumplir.

—Supongo que está bien distraerte con algo, algo que no sea una puta motocicleta para romperte el culo. Las responsabilidades son buenas si dejas a un lado tu corazón para que se rompa y se haga mierda, ¿verdad? —Lui andaba más gruñón de lo normal. Él tenía su actitud de querer matar al mundo y estaba actuando como psicópata, pero entendía que lo hacía porque sabía que a mí me dolía.

—Nadie se muere de amor, voy a sobrevivir. Además, fue ella la que me dejó. Ella, por Harry.

Con eso, dimos por cerrada la conversación de Abbi. Cambiamos de tema platicando inmediatamente. No podía pensar en ella, no merecía estar así. Si algo me enseñó mi padre es ser fuerte ante la vida y ahora debía demostrar ser alguien que vale la pena y no estar arrastrándome por ninguna mujer.

Me senté en la gran silla de conferencias en el palacio de Roma. Papá estaba negociando unos tratados de los cuales desconocía la mitad. Él solamente quería que observara sus movimientos corporales para aprender a persuadir a la gente. Era todo un experto cuando de negociar se hablaba. Pude distinguir que cuando algo le molestaba se tocaba las mancuernas de las muñecas frunciendo los labios. Estar en Roma me acordaba la primera fotografía que le mandé a Abbi. Parecía ser una eternidad. Intenté concentrarme en mi padre, que movía sus manos de una manera exagerada para recalcar que el proyecto era enorme, que debían confiar en él. Estaba seguro de que lo lograríamos, pero mi mente seguía estando en Abbi, en Abbi y sus atardeceres eternos.

Decidimos ir a comer con mi padre a un restaurante italiano muy típico. Hablamos de política y proyectos que tenía en un futuro. Él decía que Paul no tenía la sangre necesaria para seguir con el legado, pero que yo sí lo tenía. Esperaba en un futuro cercano, ser la mitad de fuerte y buen político que era mi padre.

Entramos al restaurante, bastante ostentoso con sillas de respaldo alto y mantelería oscura. El lugar era acogedor. Una pequeña chimenea chispeaba al fondo de la sala. Si en algo me parecía a papá era en la atracción al fuego. Hipnotizados por el calor, caminamos al fondo tomando la mesa cerca del fuego. El camarero nos tendió los menús, tomando la orden de bebidas. Después de anotar el pedido desapareció dejándonos a papá y a mí en nuestra intimidad.

—Hijo, nunca pudimos… platicar acerca de lo que te está pasando. Sé que es difícil porque te he visto cómo miras a Abbi, era del mismo modo que yo veía a… —papá se quedó pensando unos segundos antes de darme cuenta de que hablaba de su primer amor.

—¿De tu primer amor? —pregunté sabiendo la respuesta.

—No es que nunca llegara a amar a tu madre, porque es mi universo. Pero sí existió alguien más aparte de tu madre. Una chica por la que quise luchar tanto como tú quieres luchar por Abbi. El problema fue que ella no pudo enfrentarse a sus padres, al momento de comprometerse, las bodas no eran a los veinticinco como ahora, en ese entonces era a los veinte. Mantuvimos una relación a escondidas, ya que era alta traición a la Corona dejar a tu agapi.

No tenía ni idea de quién podía ser esa chica, o señora en este tiempo. Pero sabía cómo se sentía papá. Ha de ser horrible que te quiten al amor de tu vida, a mí me estaba pasando. Eso de los amores prohibidos era una porquería enorme. Me rasqué el cuello esperando a que papá continuara.

—De igual forma, William. El amor es una caja de chocolates, nunca sabes de qué sabor te va a tocar y si será tu gusto o no, pero cuando te toca, realmente te toca. Quiero que sepas que tienes mi apoyo en cualquier decisión. ¿La amas? Pelea. ¿Te quieres casar con ella? Conquístala, pero nunca en tu vida dejes de creer en tus ideales y pelear por ellos. ¿Entendido?

Papá se giró para que el camarero tomara nuestra orden. Había perdido el apetito, aun así, me las ingenié para pedir una pasta al pomodoro. De entrada, convencí a papá por el carpaccio extragrande. Mi apetito se volvió a abrir al segundo de ver la comida. Esto era un manjar italiano. Papá tenía razón. Muchas veces hay luchas que no valen la pena y otras que valían la vida entera. La pregunta era, ¿vale la pena esta?

Mi teléfono vibró. Tenía un mensaje en WhatsApp. Por un minuto fantaseé con la idea que fuera Abbi, pero no era ella. Leí el mensaje de la madre de Lui y mi mundo se vino abajo. Debía volver lo antes posible a Londres. Con los ojos llenos de lágrimas le di una mirada a papá. Era hora de marcharnos.