El gran viaje

Abbi

Hace dos días que ando un poco inestable del estómago. Supongo que debe ser que estoy comiendo poco y mucha comida rápida. Es una estupidez pensar que la comida puede hacerte un daño tan grande cuando te excedes o la evitas por completo. Hace unas semanas disfrutaba comer bien, disfrutar un buen plato de comida junto a William, ahora todo me recuerda a él y el apetito desaparece monumentalmente.

Revisé mi teléfono una vez más, le escribí a William un mensaje de texto unas horas atrás. Aún no contestaba y eso me tenía tensa. Pensé que me respondería rápido. Él no había dejado de mandar los atardeceres, ni cosas lindas en las noches. Sé que fui una perra egoísta al no contestarle, pero… para ser sincera, cada mensaje no contestado era la cosa más estúpida que había hecho.

No me sorprendió saber que estaba de viaje con su padre, Joshua. Desde que estábamos juntos, le tocaba salir a ciertos viajes para ir aprendiendo del trabajo político. A cada hijo le toca su turno a partir de los dieciocho. Por costumbre real, el hermano mayor es el que asume la responsabilidad política. En este caso, Paul prefirió dedicarse a los negocios familiares y William a la política. Soñaba con ser primer ministro y sabía que tarde o temprano lo lograría.

Blake estaba cocinando alguna cosa con mucha grasa, el aroma me estaba poniendo las tripas de mala leche. Intenté tomar agua para detener las náuseas cuando no pude más. Salí corriendo al baño a sacar todo el almuerzo. Me dolía todo de tanto vomitar. Este virus me estaba afectando de una manera que nunca pensé.

Ahí va hasta el intestino —pensé mirando cómo todo se tornaba borroso.

—¡Abigail! —gritó Cora—. Esto cada vez va peor.

Me lavé la cara escuchando su misma plática que tenía desde ayer. La misma en la que repetía que debía ir a ver un doctor, hacerme exámenes y ver qué diablos había comido para que estuviera tan mal.

—Ya te dije, Cora. No es nada grave. Iré lunes o martes si sigo mal.

—¡Apenas y es viernes! —dijo alzando la voz—. Necesitamos ver qué virus tienes, mujer.

—¿Virus? —Blake negó con la cabeza—. Tus vómitos me suenan a embarazo, Abbi, ¿lo habías pensado? —Blake le daba un mordisco a su emparedado de tocino, jamón, queso derretido y carne molida. Era vomitivo sin que estuviera enferma. ¿Quién le pone tanta carne a un emparedado?

—¿Embarazo? ¿Quién…? —me quedé estática. El muy idiota estaba sugiriendo que estaba embarazada. Pero qué pendejo.

—¿Cómo vas a creer? —dijo Cora observando de un lado a otro.

—No es imposible, Abbi, sé que no eres virgen, sé que lo hiciste varias veces con Will y espero en Dios que no te estés acostando con mi cuñado porque eso sí destrozaría a William.

Negando con la cabeza aclaré que eso no era de su incumbencia. No iba a admitirle si me acostaba o no con alguien. Además, estaba la parte inteligente de mi cerebro que me recordaba que habíamos sido precavidos todo el tiempo. Todos los días excepto… Me llevé las manos a la boca para contener el grito de caer en la realidad. Todos los días menos el primero. ¡Pero qué estúpida!

Mis manos comenzaron a temblar sin control. Esto no estaba saliendo como lo planeado, ¿hijo? ¿Embarazo? No, ni de loca. No podía ser cierto. Levanté la vista para ver a Blake. No me estaba acostando con nadie, no lo había siquiera pensado y Harry no lo había intentado. Intenté recordar mi último periodo, pero estaba tan nerviosa que no recordaba la fecha exacta.

¡Carajo! ¿Por qué no soy tan organizada como toda mujer debería de ser con eso?

—Oh Dios. Tenemos que hacer un maldito examen. Cariño, ve a buscar una prueba de esas caseras.

—¡No! —grité sin darme cuenta. No iba a hacerme nada. Si orinaba en ese palo solo me confirmaría lo que no quería ni pensar. No podía, al menos no ahora—. Blake, te lo suplico. Por favor, no le digas nada. No sabemos siquiera si es verdad, solo… Por favor.

—No le diré, Abbi, no es mi llamado. Eso depende de ti.

Blake tomó a Cora de la cintura enterrando su cara en la curva del cabello. Ella soltó un chillido e hizo que me estremeciera ante los mimos que yo nunca obtenía. Blake había cambiado mucho, pasó de ser el amigo regalado de William que tenía un extraño acuerdo con su agapi, ahora todo era muy diferente, tan diferente que parecían una pareja diferente a la de unos meses atrás.

—Nosotros nos vamos a proteger muy bien, cariño. No quiero bebes sorpresa, no aún —dijo besándola de nuevo. Ella sonrió regresándole el beso.

El teléfono de Blake comenzó a sonar. La sonrisa en sus labios se formó de manera exagerada, dando la vuelta a su teléfono para que leyera el nombre «Will». Mi estómago se encogió y negué con la cabeza. No quería que le contara nada acerca del supuesto bebe.

—¡Aló, aló, aló! —respondió muy motivado—. ¿Qué tal Roma? Pensé que no regresabas hasta…

Su cara se volvió pálida, perdió la movilidad de su cuerpo. Escuchó atentamente al teléfono antes de que las lágrimas se formaran en sus ojos. Algo malo había pasado. Vi a Blake alejarse a la ventana y hablar durante unos minutos con Will. Lo intentaba disimular, pero veía su mano pasar una y otra vez por su cara. Estaba llorando. Le lancé una mirada a Cora por una explicación. Ella se encogió de hombros negando con la cabeza. No teníamos ni idea de lo que estaba pasando. Lo único que sabía con certeza era que estaba destrozado. No dijimos nada, no nos movimos de donde estábamos, solo esperamos. Blake colgó el teléfono. Esperábamos que él nos contara, pero lo único que hizo fue excusarse y salir del apartamento a toda prisa.

—Okey, no tengo ni una puta idea de lo que ha pasado.

—¿Crees que yo sí? —pregunté de regreso. Estábamos desconcertadas, pero momentos después cambiamos de tema. No podíamos pensar en algo tan malo para que Blake reaccionara de ese modo.

—Así que… ¿bebe Hamilton o Woodgate?

—Nunca me he acostado con tu hermano, Cora —dije sintiendo vergüenza.

—¿Ah, no? ¡Vaya! Mi hermano es un caliente de primera, es raro que casi tres semanas y no te abriera las piernas para penetrarte como le gusta.

—¡Mucha información! —grité tapando mis oídos.

—Tranquila, no sé mucho de la vida sexual de mi hermano. Solo lo encontré una vez con una rubia extranjera. Tampoco los he visto salir estos días. ¿Están juntos verdad?

Negué con la cabeza. La verdad es que tenía una semana de no saber absolutamente nada de él y prefería que mantuviera su distancia. Cuanto más lejos mejor. Este tiempo me había servido para pensar las cosas y necesito a William en mi vida, punto. Estaba deprimida y cada cosa pequeña que me recordaba a él me hacían llorar como una beba. No podía seguir de ese modo.

—No le hablo desde hace unos días. Tampoco salgo con él desde casi dos semanas.

No es que me interesara mucho la vida de Harry, de verdad que vivía en mi mundo de fantasía en el que Will venía y reclamaba mi mano. Eso jamás iba a pasar. Will era orgulloso y yo lo era aún más. Me retorcí las manos en el regazo como acostumbraba a hacer cuando estaba nerviosa.

¡Un bebe! Eso definitivamente no está en mis planes. No quiero bebe, no puede haber uno. ¿Qué dirá la élite? Mujer embarazada de alguien que ni siquiera es su agapi, es su exagapi… No, no puede ser. No iba a tener buena pinta, además, mis padres creen que sigo siendo virgen, al menos eso espero que crean. Me tomé el estómago sintiendo la liberación de las lágrimas.

Lamenté no haber tenido más cuidado, no tener a Will a mi lado para vencer esto juntos y sobre todo lamenté ser tan orgullosa para regresar a sus brazos y decirle que siempre fue él. Cora me abrazó de manera muy protectora. Se estaba volviendo buena amiga, aun así, solo pensaba en Mary. Necesitaba a mi amiga. La única que había estado para mí en momentos difíciles.

—Nena, tranquila. Todo tiene solución. Solo es algo… complicado estar embarazada de alguien que ya no es tu agapi y bueno… A mi hermano no le va a agradar mucho. Odia a Will.

En ese momento su hermano me venía flojo. Will iba a odiarme por haber quedado embarazada de él. A como dé lugar, tenía que hacerme la prueba para confirmar si era verdad o no lo era.

 

 

William

La vida es tan delicada, tan delicada que no sabes cuándo es que desaparecerá alguien a tu alrededor sin dejar rastro de vida. Observé detenidamente a Lui. Su piel estaba pálida y verdosa, tenía los ojos cerrados y tenía varios cables conectados a su cuerpo, más un respirador metido en sus fosas nasales.

Odiaba ver a mi amigo de este modo y el cáncer se estaba llevando a mi mejor amigo sin que pudiera detenerlo. Le diagnosticaron cáncer cuando tenía quince años, devastó a toda su familia y amigos cercanos. La familia siempre lo mantuvo en secreto para evitar el escándalo público. Después de quimioterapia durante dos años, el cáncer se detuvo. Pensamos que todo había acabado ahí y que el milagro de la medicina había funcionado, hasta ahora que el cáncer volvió a tocar la puerta tres veces más fuerte.

La habitación blanca me recordó a la época en la que pasábamos horas metidos esperando con Blake a que Lui estuviera bien. Lo esperábamos estudiando en voz alta para que él no se quedara atrás en las materias. Claro que por esta razón sus padres le pusieron un tutor y terminó sus estudios en casa.

Lui siempre me dijo que cuando estaba inconsciente podía escucharme, por eso es que jamás me movía de su lado. Si de algún modo él sabía que estaba aquí, sería bueno para ambos. Hace unas horas que estoy leyéndole en voz alta Game of Thrones, nuestra novela favorita.

Bajé el libro unos minutos recapitulando que quizá mi amigo estaba muriendo y eso no me gustaba en lo absoluto.

—Mira, bastardo. Sé lo mucho que te gusta que te droguen con esa mierda, pero aquí afuera, en el mundo real, te necesito. Así que espero que abras los malditos ojos. ¿Está claro? —no estaba murmurando, le estaba exigiendo con voz amplia.

Me acomodé en la silla que estaba matando mi trasero. Odiaba los hospitales, solo me traían malos recuerdos. Tener un amigo con cáncer no era fácil, tener a tu mejor amigo con cáncer era tres veces peor. No quería perderlo, sabía que algún día llegaría ese día, pero no quería. Me negaba a dejarlo ir.

—¿Will? —mi madre estaba a mis espaldas. Le indiqué que pasara, que estaba bien.

Mi madre era una mujer elegante, con vestidos pegados, chaqueta combinada, sus tacones bajos y las perlas que nunca faltaban. Nunca entendí por qué papá tenía a otro amor, ella era todo lo que las demás de la élite adulta podían querer. Ella era todo. Quizá lo veía de ese modo porque era mi madre, pero era hermosa.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Jannette.

—Sí, mamá. Estamos juntos y aún lo tengo junto a mí.

—No me refiero a Lui, hijo. Sé que te estás guardando todo el asunto de Abbi, pero me preocupa. Sé que te importa, he visto la manera en que la miras, cómo se te iluminan los ojos de emoción. Es la misma mirada que tenía tu padre al ver a Karla.

—¿Karla Sheperd? —dije sorprendido. No podía ser ella, esto era tan… extraño.

—Algún día ibas a enterarte. Cuando éramos jóvenes, antes de que tu padre fuera mi agapi, ellos dos salían. Parecía que todo iba bien y era perfecto. Cuando anunciaron su compromiso conmigo, tu padre estaba muy molesto.

—Imposible, mamá —dije dándome la vuelta para verla—. Papá te ama.

—Aprendió a amarme. No siempre fue de ese modo.

No podía creerlo, escuchaba las palabras de mi madre y no me lo creía. Esto era mucho más complicado de lo que jamás imaginé. Cómo podía ser cierto. Mi padre con la madre de Abbi, eso no estaba bien. Era incluso asqueroso pensar en mi padre teniendo relaciones con alguien que no fuera mi madre, pensar en mi padre teniendo sexo con la que iba a ser mi suegra era peor.

—¿Puedes guardar un secreto por mí? —preguntó mamá. Asentí escuchándola—. Después del nacimiento de Joshua, Karla quedó embarazada de Ashley. Nunca lo admitieron, pero… esa chica es igual a tu padre, igual a ti. Ni Karla ni Milton tienen cabello rubio y ojos azules, ni sus antepasados.

Me quedé como la piedra. Ashley mi media hermana. Tiene que ser una broma. No quiero compartir sangre con esa mujer. Era una pesadilla que aturdía a Abbi. Sin mencionar que era una mierda que tu cuñada sea también tu hermana. Negué con la cabeza. Era imposible.

—No te precipites. Nunca supimos si era verdad o no. Solo tu padre y Karla lo sabrán. Ahora escúchame bien, no cometas el mismo error que yo cometí, dejé que tu padre eligiera a otra durante muchos años hasta que realmente luché por su amor. Él me gustaba muchísimo y le tenía cariño, solo me faltaba enseñarle lo mucho que valía como persona.

—¿Cuándo se dio cuenta papá de eso?

—Cuando quedé embarazada de ti. Las cosas cambiaron en casa radicalmente. Tu padre me dedicaba tiempo, me daba el amor que siempre quise. Hablamos y logramos que las cosas funcionaran. Al parecer no siempre es malo que te obliguen a estar con alguien.

Suspiré en forma de risa. Al parecer Abbi estaba sufriendo de una manera estúpida por estar conmigo cuando yo estaba casi seguro de que me amaba perdidamente al igual que yo a ella. Solo éramos demasiado orgullosos para admitir las cosas.

—Amo a Abbi, mamá. Ella lo es todo. ¿Qué hago si siento que la perdí?

—Tu padre amaba a Karla, pero también pudo llegar a amarme. Eso quiere decir que no todo en esta vida está perdido a pesar de las circunstancias. Podemos buscar una buena candidata para ser tu nueva agapi.

Negué con la cabeza. ¿Qué piensa mi madre? ¿Que puedo simplemente escoger a otra? A papá le funcionó el amar a su agapi, pero yo no quería tener otra agapi, quería a Abbi. Fin de la historia.

—No lo entiendes, pero desde niños deseaba que algún día fuera ella mi esposa. No podía admitirlo porque ella… —no podía decirlo. Dios, no podía.

—¿Porque ella no era popular?

Levanté la cabeza. Eso era exactamente lo que estaba pensando. Escucharlo de alguien más sonaba tan mal como se hubiera escuchado de mi boca. Era una persona tan horrible, deberían colgarme de un árbol, o quitarme los dedos o masacrarme de alguna manera como en Game of Thrones por algún día ser como había sido.

—Pero eso ya no me importa, mamá. La quiero en mi vida para siempre.

—¿Entonces qué estás esperando? Tienes que luchar un poco más. Yo no me dediqué a criar cobardes. Yo crie luchadores que cumplen sus metas. Ahora levanta tu maldito culo de la silla y ve a buscarla.

Mamá tenía razón. Pero no iría a ningún lugar. No mientras Lui esté en esa cama, inconsciente. Necesito saber que mi mejor amigo está sano y a salvo. Lo necesito junto a mí. Abbi tendría que esperar un poquito más.

Mamá salió de la habitación a los minutos de nuestra plática. Preguntó cómo estaba Lui, llamó a una enfermera para pedir que le explicaran el estado de Lui y luego salió a buscar a la señora Montgomery.

—¿Lo ves? —dije en dirección a Lui—. Necesito ir a buscar a Abbi para decirle que la amo, pero para eso necesito saber que estás bien.

Lui estaba comenzando a despertar de la sedación, por lo que levantó el dedo de en medio como pudo, me lo enseñó unos segundos y lo dejó caer a la cama. Sonreí al ver que seguía escuchándome estuviera en el estado que estuviera.

Estábamos sentados en la orilla de la camilla. Lui despertó hace unas horas, lo primero que hizo fue sacarnos la madre a todos. Eso nos indicó que estaba en perfecto estado. Hoy nos darían los resultados de su enfermedad. De qué progreso positivo o negativo tenía. Estaba asustado, muerto de miedo por lo que podían decirnos. Quería que fuera algo positivo como hace cinco años, pero estaba seguro de que después de esa decaída no podía venir nada bueno.

El doctor pidió un momento a solas con los Montgomery. Las noticias malas no se le dan a todo mundo. Lógico. El estómago se me encogió ante ese pensamiento. Observé a Blake, con ojos llorosos. Los dos sabíamos lo que pasaba. Tarde o temprano teníamos que afrontarnos a la realidad. Tomé a Blake de la mano dándole un apretón de ánimo. Estábamos juntos en esto.

—Necesitas hablar con ella, Will —dijo sin verme a la cara—. Abbi piensa no ser suficiente para ti. Necesitan hablar antes de que esto se cague más.

—Ella es suficiente para mí, Blake.

—Sí, lo sé. Es suficiente. Pero ella no lo sabe. No pierdes nada diciéndole lo que sientes. Ella necesita saberlo y tú necesitas sacarlo de adentro. Harry solicitó ser su agapi —soltó, finalmente.

Me quedé pensando unos minutos qué decir, pero no tenía cabeza para otra cosa más que Lui. Negué con la cabeza odiando con todo mi ser a Harry. Él tenía que superar el hecho de que de jóvenes se cometieron errores que no podía cambiar de la noche a la mañana.

Algún día me disculparía por molestarlo y humillarlo ante el mundo, pero por ahora simplemente no podía pensar en él. Sabía que Abbi comprendería las cosas y entendería por qué él me odiaba, no entendía por qué Harry nunca le dijo nada, era extraño. Quería que estuviera conmigo en estos momentos difíciles en los que el mundo estaba a punto de descubrir el estado de salud de Lui, dependiendo de las palabras del doctor, los padres de Lui tomarían la decisión de avisar el estado de su hijo ante la élite o mantenerlo en secreto como hasta ahora.

Veinte minutos después, el doctor salió de la habitación. Entramos literalmente corriendo para encontrar a los Montgomery en un mar de lágrimas. No les importaba que su hijo los viera sufrir.

—Me voy a morir —anunció Lui con una gran sonrisa en el rostro—. Finalmente, descanso eterno. Esta enfermedad cansa.

Reí ante su comentario aguantando las lágrimas. Los gritos de la madre de Lui eran inconsolables y eso no me causaba una buena reacción. Aun así, fui fuerte por la familia. Me senté a su lado, Blake a unos pasos de mí con las manos temblorosas. Lui soltaba tanto sarcasmo para ocultar sus sentimientos. No iba a admitirlo, pero estaba aterrado. Nadie quiere morir, menos a una edad tan temprana.

—La semana pasada hice planes de viajar. No sabía que iba a recaer tan fuerte esta semana, pero… igual me voy a morir, así que, ¿qué más da? Mis padres no están de acuerdo, pero es mi último deseo por lo que no se van a negar. ¡Nos vamos de viaje!

—¿Nos vamos? —fruncí el ceño.

—Si me quieren acompañar, claro está. Sé que no van a decir que no, así que sí. Nos vamos. No me muero sin conocer Santorini y quiero regresar a Irlanda. ¿Recuerdas Irlanda, Will? Era tu lugar favorito.

Recordaba Irlanda y ese viaje donde fuimos con nuestros padres. Familia Montgomery y Hamilton unidos en un viaje inigualable. Fue divertido.

—¿Cuánto? —no tenía que especificarle mi pregunta, él lo sabía.

—Aproximadamente siete semanas —se encogió de hombros y escuché a su madre soltar un sollozo—. Dicen que la estadística es incierta, pero el hecho es que me muero y todos ustedes tienen que aceptarlo. Al menos tuvieron el placer de conocer al hombre increíble que soy.

Lui sonrió enseñando los dientes y sus labios secos. Era un buen amigo, iba a extrañarlo. No pensaría en el fragmento de tiempo que nos quedaba juntos. Pensaría en lo bueno que había sido tenerlo y aprovechar el tiempo que me quedaba.

Después de planear el viaje, llamé a uno de los trabajadores de papá que hicieron las reservas de avión, hotel, traslados y cuidado de todo tipo. Blake llamó a sus padres para avisarles del plan e invitó a su agapi a cenar. Blake estaba cayendo en redondo. Decidí no decir nada. Quizá se asustaba y no seguía el buen camino que estaba tomando hasta ahora. Cuando todos abandonaron la habitación, me quedé a solas con Lui. Sus padres habían confirmado que cuando volviéramos del viaje avisarían a la élite de la enfermedad. Era hora de que todos lo supieran.

—Sabes que nunca quise con Abbi, ¿verdad? —asentí con la cabeza incapaz de hablar—. Ella lo planeó y yo estuve de acuerdo, sé que la amas desde hace años y odio que seas tan terco para admitirlo. Tú madre tiene razón, tienes que luchar porque ella sepa que la amas. Dime loco, pero en estado drogado te escucho. Pero mi cuerpo no va a aguantar mucho, así que…

Lui comenzó a toser sin control. Tenía una flema asquerosa trabada en la garganta sin lugar a duda, siempre pasaba eso cuando terminaba la quimioterapia.

—No voy a estar mucho tiempo junto a ti Will. Si no quieres reconocer que tu maldita vida depende de ella, ahí tú. Ella te necesita, te quiere y tú la quieres. ¿Cuándo vas a aceptar que tu vida, tu destino es ella? Levanta ese culo y ve a decirle lo que sientes. Ya me estoy cansado de esperar a que lo entiendas.

Le lancé una sonrisa. Tenía toda la boca llena de razón. Le di un beso en la frente antes de salir corriendo a mi deportivo. Tenía que ir a buscar a Abbi y me importaba un puto carajo que fuera a la casa de la cuñada de su maldito nuevo agapi. Llamé a Blake para que me diera indicaciones, derrapé el carro al llegar y vi cómo un maldito policía marcaba una multa. Ya, que le den. Una puta multa no va a perjudicar mi buena reputación al volante.

Al tocar la puerta fue Blake el que abrió y agradecí de manera exagerada al ver que Harry no estaba en ningún lugar. Abbi se quedaba a dormir ciertas noches con Cora, por alguna razón estaba evitando la casa de sus padres. Sonreí y al segundo dejé de hacerlo.

Escuché cómo alguien vomitaba en el baño cerca de la entrada. ¿Abbi? Ese virus estaba siendo peor de lo que me comentaron, debía chequearse lo antes posible.

—¡Lávate los putos dientes, Abbi! Te vinieron a ver.

—¿Qué diablos le pasa? —dije preocupado.

—Un virus que crece en su estómago —dijo Blake conteniendo la risa—. La grasa le afecta.

Abbi estaba enferma. Toqué la puerta con los nudillos escuchando cómo se lavaba los dientes. De seguro y piensa que soy Harry. ¡Maldita sea!

Abbi abrió la puerta. Se quedó pasmada al verme de pie frente a ella. Mi respiración era acelerada. No me di cuenta en el momento en que decidí que era con ella con quien quería desahogarme, las emociones me invadían y el saber que perdía a Lui y a Abbi era demasiado. Los ojos se me llenaron de lágrimas, negando con la cabeza.

—Tranquilo —susurró—. ¿Me prestas la habitación de visitas? —le hablaba a Cora.

—Totalmente —contestó sin pensarlo—. Ya parece más tu habitación que de visitas.

Me tomó del brazo llevándome hasta una habitación pequeña, nada de lujos de élite. Era tan ella con ese cubrecama de color negro. Las paredes estaban escasas de decoración. Los zapatos estaban tirados junto a una blusa sucia. Sonreí al ver que era tan normal como siempre lo pensé. Abbi movió su portátil de lugar. Tenía abierto Skype. Pude leer que hablaba con Mary.

Mi estómago volvió a reaccionar. Con ella Lui aprendió a no ser tan elitista, demostró que le importaba poco lo que todos dijeran. Me demostró que cuando alguien te importa más vale mandar a todos a la mierda y luchar por lo que quieres.

Abbi tenía su pelo agarrado en una coleta, los ojos llorosos y la cara pálida. ¡Maldición! Realmente estaba muy enferma.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. Solo es un virus.

—¿Te has chequeado con algún médico? —no tenía buena cara. Estaba más delgada. Después de ver a Lui mal, esto era lo único que no quería para mi vida. Tenía que verla bien.

—Iré esta semana —sonrió—. ¿Cómo estás?

—He tenido mejores días. ¿Tú?

—El estómago me está jugando una mala jugada, pero estaré bien.

Negué con la cabeza no sabiendo cómo reaccionar al verla de este modo. ¿Era un virus o estaba deprimida? Conozco una depresión que te crea enfermedades raras que son psicológicas. Sea lo que sea espero se quite pronto.

—¿Ya sabes si tienes nueva… Ammm, agapi? —estaba desviando el tema. Podía sentirlo. Pero no tenía una nueva, solo la quería a ella. A nadie más.

No podía dejar de ver la preocupación en sus ojos y por más que quería abrirle mi corazón y resguardarla, no podía. La observé cómo se apretaba las manos como si quisiera decir algo.

—No, aún están negociando. Pero escuché que tú aceptaste estar con Harry. Felicidades.

La vi morderse el labio conteniendo las palabras que quería decir. Sus ojos se llenaron de lágrimas y asintió con la cabeza. Sabía que estar con Harry no era lo que quería, podía verlo en sus ojos. No era ni de cerca lo que ella necesitaba.

—Te necesito, Abbi. Necesito de ti en estos momentos. En poco te enteras qué pasa. No puedo decirte, pero confío en que entiendas cuando te digo que te necesito —los ojos se llenaron de lágrimas y la vi correr a mi lado para abrazarme. Me dejé caer en sus brazos llorando como nunca antes lo había hecho. Esto era demasiado—. No puedo perderlo, Abbi, tampoco puedo perderte a ti.

No me di cuenta en el momento, Abbi comenzó a llorar. Me apretó contra su cuerpo. Su corazón estaba acelerado, sus lágrimas corrían con desesperación por su rostro. Esto no estaba bien. La abracé y en segundos me recompuse. La tomé del rostro viendo esos ojos grises que tanto amaba. Sin pensarlo la besé. Sus labios estaban húmedos por las lágrimas. Llenos de ilusión y fidelidad. Esa era mi chica.

—No me dejes, pequeña, no ahora que te necesito.

Abbi se montó encima de mí, tomó mi camisa y de un tirón me la arrancó. Lo siguiente en desaparecer fue su blusa y su sujetador. Nos quedamos horas acostados, sintiendo nuestros cuerpos desnudos sin movernos. El palpitar de nuestros corazones hacían una verdadera delicia excitante. La observé de nuevo desabrochando su pantalón con delicadeza. Abbi intentó hacer lo mismo, pero como era costumbre, sus habilidades con los botones eran nulas.

La vi levantarse a cerrar la puerta con llave antes de regresar a la cama conmigo. Acostándose encima de mí, me besó como si todo quedara atrás y una vez más fuéramos nosotros y nadie más en el mundo.

Tenerla de nuevo era lo único que necesitaba en estos momentos. Los gemidos opacaron los suspiros y el sudor reemplazó las lágrimas. Una mezcla de sentimiento que no podíamos dejar de sentir, ni siquiera cuando terminamos abrazados la noche entera. Abbi no dejaba de besarme y yo de regresarle el mismo aprecio que ella me daba.

—Te quiero, pequeña. Eres todo lo que siempre quise para mi vida.

—Yo también te quiero, Will. No me sueltes. No ahora.

—Nunca Abbi. Nunca voy a soltarte. Eres mía.

—Solo tuya, Will. Siempre fue de ese modo.

Finalmente, logré dormir como esperaba a pesar de toda la situación que pasaba a mi alrededor. Se podría decir que las cartas estaban jugadas a mi favor, que nada pasaría después de ahora.