Múnich
Abbi
Me desperté con el corazón en la mano. ¿Qué diablos había pasado ayer? ¿Cómo me dejé guiar por sus sentimientos? Observé a Will, tapado por las mantas negras. Esto no estaba bien, teníamos casi tres semanas, si no es que más de no hablarnos. No podíamos simplemente venir y acostarnos. Eso no era correcto. No estaba bien. ¿Pero qué me pasa?
Ayer no le dije que no acepté a Harry como agapi, tampoco le dije que tenía más de una semana de no hablarle. ¿De qué serviría decirle de inmediato cuando estábamos besándonos de esa manera?
La negociación que pidieron los Woodgate sonaba tentadora, era una familia menos poderosa que los Hamilton, aun así, manejaban bastantes influencias mundiales para rechazar la oferta. Después de William, Harry era el mejor partido disponible. Will era todo lo que quería a pesar de todo el maldito drama que estábamos manejando, es como si tuviéramos diecisiete años y no veintiún en mi caso, casi veintitrés.
Will me abrazó la cintura regresándome a la cama. Sus brazos se sentían tan bien, pero mi moral me estaba dando un reclamo de campeonato.
—Pequeña, ¿te había dicho que puedo despertar cada mañana de este modo?
—Sí, cuando estábamos juntos —le recordé con una sonrisa en el rostro.
—Abbi, tenemos que hablar —dijo apretándome contra su cuerpo.
Correcto, teníamos que hablar tantas cosas que no sabía por dónde empezar. ¿Cómo le digo las cosas? Hey, William, estoy teniendo náuseas y creo que puedo estar embarazada porque no recuerdo cuando fue mi última menstruación. Estaba segura de que me vino, pero mi cabeza me estaba haciendo dudar horrores.
Me mordí los padrastros del dedo esperando una buena forma de empezar a hablar. Dicen que la base de una relación es la comunicación y en estos momentos debíamos comunicar todo lo que sentíamos si esta relación extraña iba a funcionar.
—Perdóname por cómo reaccioné con todo el asunto de Ames. Creí que ella importaba algo, pero a los segundos que te solté me di cuenta de que jamás quería soltarte.
Lo observé unos segundos no sabiendo qué decir. Ames había sido su mundo, su universo. Es imposible que no sea nada ahora. Me tomé las manos como era mi costumbre para ocultar el movimiento involuntario que salía de ellas. Esto no estaba bien.
—No quiero hablar de eso. ¿Puedes darme un poco de tiempo para asimilar todo? Sé que tenemos que hablar, pero… no puedo. William, me dolió horrores en el momento en que me soltaste para abrazarla. Sentí que mi mundo… —la voz se me fue por completo mientras las lágrimas se formaban detrás de mis ojos. Qué mierda de debilidad hormonal.
—Lo siento, lo siento, lo siento. Abbi te amo y quiero que entiendas que tú estás primero.
—Me gustaría decir que te creo, Will, pero… rompiste mi corazón y me hiciste creer que era menos de lo que era y eso no lo hace una persona que te ama.
William suspiró con desesperación viéndome como si suplicara internamente por algún perdón divino. Perdonar es fácil, olvidar es una cosa muy distinta. Negué con la cabeza esperando a que él dijera algo.
—¿Qué tengo que hacer? ¿Tiempo? Porque si es tiempo lo que necesitas estoy dispuesto a darte lo que necesites. Puedo explicarte a detalles todo lo que está pasando en mi mente y prometo ir ganándome tu confianza poco a poco.
Tenía dos opciones. Dejarlo ir y buscar sanar las heridas lejos de William o intentar sanar las heridas a su lado. Era una decisión difícil por mil razones, pero la única razón que estaba funcionando en mi mente era la locura que me gritaba cuánto lo necesitaba.
—Es como empezar de cero —susurré—. Los dos estamos dañados por cosas que dijimos o hicimos, es cuestión de trabajo de ambas partes para lograr que esto funcione.
Lo vi sonreír unos segundos. Luego levantó su mirada, acercándose a mis labios. Lo dejé que me diera un pequeño beso, luego se alejó para verme con una sonrisa mucho más grande.
—Cómo te amo, pequeña.
—De cero, William —dije en forma de broma—. ¿Qué acaso no te das cuenta de que «te amo» es un paso inmenso?
—Eso no quita lo que siento, Abbi. Así que lo siento, pero te amo.
Nos quedamos unos minutos acostados en la cama abrazados sin decir una palabra. El silencio era nuestra forma más pura de decir lo que aún no podía ser dicho. Aún tenía en la mente a Harry, no porque sintiera algo, sino porque William no sabía que no acepté nada, por lo que él podía seguir siendo mi candidato a agapi.
—No acepté a Harry como mi agapi, nunca se negoció nada a pesar de que mi padre lo consideró un momento —aclaré sin pensar.
—¿No? —preguntó Will sorprendido. Asentí con la cabeza esperando una reacción. Al ver que me veía con desesperación, me acerqué a él.
—No puedo tomar a nadie más porque siento tanto por ti que es estúpido hacerlo. Estaba esperando algún tipo de milagro de que regresaras y te dieras cuenta de que juntos valemos algo.
—A ver, explícame algo —dijo colocándose sobre mí—. ¿No estás aquí por algún tipo de acuerdo u obligación de parte de tu padre?
Negué con la cabeza riendo ante las insistentes manos de William haciéndome cosquillas delicadas.
—Suéltame —moviéndome de un lado a otro como si fuera gusano.
—Eso jamás. Te pegaré a mi piel con cola extrafuerte para que no puedas separarte nunca.
A mediodía salimos a comer a un restaurante que queda en St. James, al sur de la ciudad de Londres. Era diferente salir de la rutina que teníamos. El restaurante no era nada elegante, más bien comida típica inglesa que despertó mi apetito. Estaba en plan no comer por miedo a que las náuseas aparecieran de nuevo, pero al momento de ver la comida todo malestar desapareció.
William me contó de su viaje con Lui y Blake, su viaje de amigos anual. Sonaba bastante entusiasmado a pesar de que algo extraño se escuchaba en su voz cuando lo contaba. Recordé a Blake llorando en la sala de Cora, pero no me animé a preguntar qué había pasado, era solo ese presentimiento que no me dejaba avanzar.
—Yo iré de visita a Estados Unidos —iría a ver a Mary, esa decisión la tomé cuando no sabía qué hacer de mi vida y estaba confundida. Ahora debía irme para despejar mi mente y rezar al Dios americano que me venga para que pueda estar tranquila.
—¿Ah, sí? —se quedó pensativo unos minutos—. ¿Cuánto tiempo?
—Unas semanas nada más.
—¡Genial! Te extrañaré —dándome un beso en la mano continuó preguntándome detalles del viaje los cuales aún no sabía.
Me arreglé en el apartamento con Cora. Ella parecía estar bien con mi decisión de no seguir con su hermano. Tanto ella, como yo, sabíamos que no funcionaría. Un día llegamos a su apartamento, cuando entramos lo encontramos tomando a una rubia por las caderas en el sillón. Estaban desnudos y expuestos. En mi mente reí a carcajadas porque solo Dios sabe que él solo fue un juego nada más.
Me puse mi vestido largo turquesa. Peiné mi cabello con una moña a juego con el vestido. Coloqué maquillaje simple y delicado. A eso de las ocho estaba lista. El chofer de Cora llegó por nosotros y sin pensarlo me subí a la camioneta sabiendo que nada de lo que estaba haciendo era correcto. Pasamos un día espectacular, pero seríamos una vez más el tema de la velada y no quería serlo.
—¿Te noto tensa? —dijo Cora desde su asiento.
—Mal presentimiento. ¿Nunca los has tenido?
—Cariño —dijo con su habitual tono dulce—, para eso vivimos. Para complicarnos la vida con malos presentimientos.
Cora comenzó a contarme lo que estaba pasando con ella y Blake, aun cuando ellos no lo admitían del todo, el sexo los había unido de muchas maneras y esa historia me parecía como las locas películas de adolescentes en las que se enamoran de su amigo con derecho.
—¿Entonces? ¿Ya son exclusivos? —pregunté.
—No lo sé. Al menos de mi parte es exclusivo. No quiero estar con nadie más. ¿Suena estúpido?
Negué con la cabeza antes de que me abrieran la puerta para bajar. Los flashes llegaron de la nada, las preguntas acerca de mi separación con William y si Harry sería mi próximo agapi atacaron mi tranquilidad y mis nervios. Me digné solo a sonreír y no contestar absolutamente nada.
—¡William! ¿Una pregunta? —escuché a una periodista a mis espaldas.
Me di la vuelta para ver a William con su saco y pajarita, totalmente guapo como siempre. Le di una sonrisa de medio lado antes de que tomara mi mano y volteara a ver a la chica.
—Por supuesto. ¿Cuál es su pregunta? —como todo un político y un gran relacionista público.
—¿Están juntos? Se comentó acerca de su separación.
William levantó mi mano besando mis nudillos.
—Más juntos que nunca.
Dándose la vuelta, nos encaminamos al gran salón. Como era de esperarse, todos los malditos ojos cayeron sobre nosotros.
¡Hola, atención!
Últimamente la atención pública es mi mejor amiga, para ser sincera, no la mejor amiga que quiero a mi lado. Prefería guardarme en lo más bajo de la sociedad y no salir nunca, nunca, nunca.
Me regaló una sonrisa antes de sobar mi pierna y darme ciertas palabras de aliento. Ella sabía mis sentimientos por William, se los conté todo el día que encontramos a su hermano. Ella también me contó lo que sentía por Blake. Era extraño ver cómo el sexo los había unido. Poco a poco estaban cayendo en un amor profundo. ¡Suerte por ellos!
—¿Qué piensas? —preguntó Will dándome un beso en la mejilla.
—En que mi imagen ahora ha de ser de puta o fácil. ¡Dios mío! ¡Seré una Lessa! —dije viendo a todos.
William se giró para estar frente a mí. Me tomó la cara en sus manos. Dándome un beso profundo en los labios, se encogió de hombros.
—¿Alguna vez te acostaste con Lui o con Harry? —su pregunta me sorprendió, negué con la cabeza con toda sinceridad—. Lo imaginé. Lo que piensen los demás me sobra. Tú eres todo lo que necesito. Eres mía, yo soy tuyo y nadie ni nada puede decir lo contrario. Si quieren creer que eres fácil, ¡pues que se jodan! No son ellos los que van a casarse contigo. Ese voy a ser yo, pequeña. Tampoco nos van a dar de comer, así que quédate tranquila. En este barco solo estamos tú y yo.
Como siguiera destilando miel, mi corazón no podría más. William Hamilton era tan dulce cuando se lo proponía, que sería capaz de ponerle un letrero neón que indicara que era mío. Al menos eso decía Vanne, una chica bastante agradable en The Royal Academy. Will era de los más cotizados, todas estaban atrás de él y Lui. Vanne siempre dijo que le pondría un cartel con el nombre de Lui reclamándolo suyo. Creo que robaría su idea y la usaría en mi beneficio.
Sonreí con dulzura al tomar su mano una vez más.
—Eres de lo más perfecto que existe, William Hamilton. ¿Qué voy a hacer con todas estas sensaciones?
Will me observó durante unos segundos antes de agregar.
—Sentirlas toda tu vida, cariño. Estarás liada conmigo el resto de tu vida.
Sentados en nuestra mesa. Will tomó mi mano. Mamá estaba como loca por la noticia de que volvíamos a intentarlo, el papá de Will estaba de la misma manera. Lo que más me sorprendió fue ver a Janette Hamilton, feliz que estuviera al lado de su hijo. Siempre me pareció que ella era la menos entusiasmada de esta relación. Mi hermana —como era de esperarse— me recalcó la imagen de puta que iba a dar ante la élite. Para mi suerte, no fui yo la persona que la silenció. William estaba poco tolerante con ella.
La velada transcurrió como tenía que transcurrir. Tranquila. Comimos, bebimos vino, bailamos y hablamos con todos nuestros amigos. Pensé que vería a Lui esta noche. Al parecer un mal virus lo dejó en cama. Blake no dejaba de hablar de todo lo que harían en su viaje. Estaba entusiasmada por ellos.
Harry no dejaba de ver a nuestra dirección, estaba enojado y podía verlo. En un momento, cuando William se levantó al baño, me levanté detrás de él para que pudiéramos hablar unos minutos. Tenía que explicarle que era lo mejor y que estaba enamorado del idiota al que odiaba.
—¿Así que regresaron? —dijo tomando un trago de su whisky.
—Sí, algo así.
—Eres una estúpida, Abbi, nunca aprendes.
—¿Aprender? Por favor, Harry, no seas tan hiriente cuando sabemos que tú y yo estábamos condenados al fracaso.
Harry soltó una carcajada. El aroma que salía de su boca era a whisky rancio. Hice una mueca de desagrado.
—¡William es un idiota! Te trató mal toda tu puta vida y ahí estás, rogando su atención como perro arrastrado que ama a su dueño.
¡Por un carajo! Sacándole el dedo de en medio, me di la vuelta dispuesta a marcharme por donde había venido. ¿Qué diablos estaba fingiendo? ¿Pedir perdón a un patán? Por favor, puede podrirse bajo tierra mil millones de veces.
—¡Y ahí está, señoras y señores! ¡Abigail Sheperd! La mujer que sigue esperando a que William la quiera.
—¡Cierra la boca! —ahora sí teníamos los ojos puestos en nosotros. La música incluso había dejado de sonar.
—¿Abbi? —la voz de William me llegó de repente.
Suspiré sin apartar la vista de Harry.
—Sabes, Harry, pensé que te debía algún tipo de explicación por algo que jamás tuvimos. Ahora veo por qué tu mamá se dio por vencida contigo, eres una persona muy mala.
—¿Malo yo? —Harry se rio tan fuerte que se ahogó con su propia saliva—. William Hamilton se encargó de destruir mi vida y la tuya de pequeños. Jugó con nosotros y nos humilló frente a todos y aun así, ¿yo soy el malo? Por favor.
Mi enojo creció a mil. William fue malo y bueno a la vez, pero tenía razón en una cosa, las personas solo vieron cuando él me humillaba. Mi respiración estaba fuerte y pesada, tenía ganas de gritarle y tirarle una piedra en la cabeza.
—Vete. A. La. Mierda —dije con todo el enojo que tenía guardado.
—Con gusto. Ahí te estaré esperando cuando él —señaló a William—, te mande a la mierda una vez más.
—¡Suficiente! —gritó Will tomándome del brazo.
—¿Qué pasa Willy, Billy? ¿Tienes miedo?
Will solo negó con la cabeza, jalándome del brazo como si fuera una niña mal portada. Fruncí el ceño minutos antes de sentir la debilidad tocar mis piernas, perdiendo el balance me agarré del brazo de William. Este me observó unos segundos abrazándome fuerte para que nadie se diera cuenta. Cuando la música comenzó a sonar otra vez, con toda la discreción, Will me sacó de donde estaba.
—¿Estás bien? —me preguntó inspeccionando mi cara—. Te veo pálida.
—Estoy bien, solo necesitaba aire.
Me tomé el abdomen con dolor espantoso. ¿Qué diablos me está pasando? Me mordí el labio, si gritaba de seguro me lleva al hospital y en estos momentos es lo que estoy evitando a toda costa.
—Solo es algo que comí —mentí—. Estoy floja del estómago. Eso es todo.
¡Genial! Ahora va a creer que estoy a punto de cagarme hasta el cabello. Prefiero eso a que piense otra cosa o peor aún, que me digan que el embarazo no es tan psicológico como me gustaría pensar.
William
Estábamos a minutos de aterrizar en el aeropuerto de Múnich. Lui estaba dormido con un respirador portátil, totalmente pálido. Su madre no quería que saliéramos de viaje, quería entenderla, pero entendía más el punto de Lui. Iba a morir, no había vuelta atrás. Las cosas eran como eran. Quería disfrutar sus últimos días. Separarme de Abbi no fue fácil, pero pensar que tenía cuenta regresiva de días junto a mi mejor amigo rompía mi corazón.
Me quité los audífonos observando fotos viejas que tomé de nosotros juntos. Era lo mejor que me pasó en la vida. La quería y quería hacerla feliz. Blake se unió a observar las fotografías. Lo veía soltar risas cuando pasaba una muy romántica o una muy graciosa. Blake empezó a contar historias de Cora y él. Estaba sorprendido por la chica, nunca le pareció atractiva o la correcta, ahora era todo lo que quería. Siempre vivíamos juzgando la popularidad o el nivel de locura, incluso el físico. Nunca era lo que creíamos o nos llenaba por dentro.
—¿Es estúpido no? —observé a Blake unos segundos.
—¿Que estemos enamorados de una obligación?
—Sí, en parte.
Ellas dos habían sido obligadas y pararon siendo seres totalmente correctos en esta vida incorrecta. Me llevé la mano al cabello, desordenándolo más de lo normal.
—No es una locura, es suerte y pretendo aprovecharla al máximo —recalcó mi amigo.
Sonreí. Quería creer en la suerte, pero creía más en el destino que en la suerte.
Las ventajas de viajar con un enfermo, es que te dan prioridad en todo. Bajamos de primero, nos pasaron al chequeo antes, nada de colas tediosas. Lui no paraba de alegar por el hecho de que lo tenían en silla de ruedas. No tendría que cargarla todo el tiempo, pero para él era tortura. El oxígeno sí era permanente, algo que tampoco era de su agrado. No queríamos que fuera diferente la manera de tratarlo, por lo que seguíamos las típicas bromas y el oxígeno no era la excepción. A Blake es al que más gracia le hacía el hecho de que estuviera lleno de cables.
Llegamos a un hotel bastante simple, no tenía un lobby como todos los que conocía, ni techos altos, o lámparas de araña. Fruncí el ceño pensando que era una equivocación. No lo era, Lui quería viajar al estilo mochilero y no nos informó nada. Observé las maletas de todos nosotros. De mochileros no teníamos absolutamente nada.
—Qué cosa más linda —dijo Blake burlándose de Lui—. Hasta huele a humedad.
—Cállate idiota y vive la experiencia que nunca podrás vivir de otra manera, señoooor real —Lui le dio un empujón.
Nos acomodamos en la habitación de tres camas. Estábamos en el primer nivel por la altura. No estaba seguro si le afectaba en algo a Lui, pero él lo pidió de ese modo. Tomé mi celular para enviarle un mensaje a Abbi.
Yo: Pequeña, ya en el hotel… Bueno, si es que puedes llamarlo hotel. A tu amigo le dio por ser mochilero.
Abbi aún no sabía nada de Lui, pero pronto se enteraría. Estaba seguro de que lo haría.
Pequeña: Buena experiencia de vida, no te quejes. Mándame una fotografía, bebe. Te extraño.
Sonreí al ver su mensaje. Ni idea si las cosas estaban bien o no, pero el estar así en estos momentos ya era un plus. Abbi cambiaba de humor en minutos y quería aprovechar estos segundos. Le pedí a Lui que se quitara cinco segundos el respirador. Tomé el celular y disparé un par de selfis. Lui vio que podía respirar sin los tubitos, pero no íbamos a correr suerte. Le obligamos a ponerlo de regreso y Blake lanzó sus bromas habituales.
Decidimos salir a caminar por una pequeña plaza que teníamos frente al hotel, estaba llena de gente con rastas y músicos callejeros. Si no fuera porque Lui insistía en vivir la experiencia estaría cagado del miedo. Paramos frente a una cafetería y decidimos tomar algo. Blake y yo pedimos una cerveza. Dicen que en Alemania eso es lo que hay que tomar, según las indicaciones de la chica del hotel. Lui pidió un helado, cosa rara por el clima. Nunca se comía helado en invierno. La chica con el ceño fruncido le preguntó —en un muy mal inglés— si estaba seguro.
—Lo estoy —respondió—. Voy a morirme en poco, tráeme mi helado con extra de chocolate y galletas.
La chica parecía tenerle lástima. Estábamos cansados de escuchar a Lui decir lo de su muerte como si fuera algo normal. No era algo que aceptábamos, estaba seguro de que un milagro pasaría y no perdería a mi amigo. Tenía que ser de ese modo. No sé qué haré sin él.
—Bueno, Blake. Alemania es tu turno. Vamos a dedicarnos a trabajar en todo lo malo que hay en ti —dijo Lui sacando un cuaderno—. Es como un checklist, a cada lugar que vayamos tú tienes que confesarnos un dato que no sepamos, algo secreto. También en cada lugar discutiremos algo malo que tengas que cambiar. ¿Entendieron?
—¿Por qué yo? ¿Por qué no Will? —dijo a la defensiva.
—Déjate de mierdas —respondió Lui. Tuve que taparme la boca para no carcajearme en su cara—. Su turno es en Grecia y el mío también.
—¿No iremos a Irlanda? —pregunté frunciendo el ceño.
—No, lo cancelé. Más días en Santorini. Dicen que es la gloria ese lugar.
Negué con la cabeza. Me senté atento a lo que Blake tenía que contarnos. En efecto, era lo que pensaba. Blake nos contaba de su primera vez con Ash. Sabía que la hermana de Abbi no le entregó su virginidad a Connor, era obvio. No me gustaba la idea que ella era mi media hermana o por lo menos eso decía mamá. Esperaba que fuera toda una equivocación.
Blake se adentró en su historia. Nunca nos confesó antes quién había sido su primera. Lo único que sabía era que perdió todo un día encerrado con la chica misterio. Ahora no era ningún misterio. Había sido Ash.
—La chica tenía guardada como diez baterías en sus piernas. Le daba y le daba. No quería parar, fue un buen sexo para ser su primera vez. Eso sí, manchó todo y fue un asco cuando terminamos.
—¿Asco? —pregunté pensando en Abbi.
—Bueno, no asco, pero era sangre. No soy muy amante de la sangre.
—Yo me acostumbré después de la tercera a la que le quité la virginidad —dijo Lui con una gran sonrisa. Bastardo. Ya sabíamos que le quitó a cinco su inocencia. Sin contar a las chicas fuera de la élite.
—¿Y tú? —preguntó Blake.
—¿Asco? —negué con la cabeza—. No, fue… hermoso saber que fui el primero en su vida como ella en la mía. Ella estaba apenada, pero… Ya sabes, me gustó.
Blake arrugó su cara como si algo fuera a provocarle ganas de vomitar. Lo empujé sabiendo que estaba en su estado bromista número diez. Lo observé unos segundos antes de agregar.
—El amor hace que todo sea perfecto, por más imperfecto que sea, nada puede arruinar el momento.
Dicho esto, Lui sonrió estando de acuerdo conmigo. El amor es lo que sentimos entre tanta imperfección, es cuando estamos cegados por flores, corazones y mierdas rojas y rosadas. Este sentimiento me tenía como estúpido, pero valía la pena estar de este modo.