ΜΥΣΤΙΚΌ

Abbi

Me quedé viendo cómo Mary se metía a la piscina junto a Mau, los dos estaban intentando distraerme. Una punzada de dolor me vino de repente justo en los ovarios. Me llevé la mano para aplastar el dolor. Esto se estaba intensificando y sabía que pronto tendría que enfrentar el hecho que tenía un bebe dentro y que debía de cuidarlo.

Cada día me sentía peor del dolor de abdomen, lo cual me provocaba náuseas. A veces creía que era algo más que el bebe, pero al mismo tiempo pensaba que podía estar pasando algo terrible dentro de mí y estaba intentando ignorarlo por cobarde.

—Tranquilo —susurré a mi estómago—. Todo va a estar bien.

Dicen que hablarle al bebe funciona para calmar lo que hay dentro. Hablarle es la comunicación entre la madre y el bebe. Solo de pensar en esa palabra me da escalofríos.

Mi teléfono comenzó a sonar en ese preciso momento, el nombre de William Hamilton se iluminó con nuestra fotografía juntos en un atardecer. Era una selfi tomada por él en la que me daba un beso en los labios. La foto me gustaba mucho al igual que a él, por eso la teníamos de foto de contacto.

Dejé que sonara. Sonara y sonara hasta que mi contestadora fue la que contestó por mí. Suspiré despacio. Tenía que decirle cómo estaba, qué estaba pasando con el bebe y cómo lo enfrentaríamos. Era un cambio demasiado drástico que temía hasta la médula.

¿Cómo le explico si ni siquiera yo entiendo?

Bueno, igual es una llamada de chequeo, ver cómo estoy, qué estoy haciendo. Esas cosas. Normalmente, me cuenta cómo están todos, sobre todo Lui que al parecer se la está pasando mejor de lo que creíamos.

William: CONTESTA ESA MIERDA.

William: SÉ LO DEL BEBE.

Mi corazón dejó de funcionar. ¿Cómo diablos lo sabe? Mis manos temblaban sin control, las rodillas también dejaron de responderme. Me senté en la silla de playa dejando caer el teléfono. Levanté la vista para ver a Mary antes de gritarle.

—¡Ya lo sabe!

—¿Quién? ¿Qué?

—¡William! ¡Lo del bebe! ¿Qué voy a hacer?

Mary y Mau salieron corriendo para estar junto a mí. Mary tomó su toalla secándose a toda prisa.

—Tienes que llamarlo y explicarle. No puedes simplemente ignorarlo, Abbi.

—Nena, estoy con Mary en esto —Mau me tendió el teléfono mojándome un poco—. Tienes que llamar al hombre antes que le dé un ataque al corazón.

—¡No puedo! ¿Qué diablos le voy a decir?

—La verdad —susurró Mary.

Me rasqué la cabeza antes de marcar el número. Me puse más nerviosa y sentí otra punzada superfuerte en el estómago. Esto es horrible. ¿Y si me odia por esto? Para hacer un bebe se necesitan dos partes. ¿Cierto? Él puso el esperma por lo que es su culpa.

—¿Dime si es verdad o no? —dijo intentando calmar la voz.

—Will…

—Dime, Abigail. Ahora.

—Sí —fue lo único que pude conseguir sacar de mi boca.

—¡Mierda! Esas cosas no se ocultan, no corres de los problemas. Los enfrentas. No puedo creerlo, Abbi. Esas cosas no se hacen. Tienes a mi bebe en tu estómago. ¿Cómo no pudiste decírmelo? Siempre soñé con el día que tuviéramos bebes y resulta que a pesar de que no estamos listos, decides hacerte cargo tu sola y excluirme. ¿Te das cuenta de lo jodido que es esta mierda?

—Will, yo…

—No, escúchame bien. Mi mejor amigo está muriendo, tú corres para ocultar tu embrazo en el que yo soy el padre. Al menos espero sea mío y no de Harry. No estoy de humor para…

—¡¿QUÉ?! —grité furiosa. Cómo se atreve a siquiera pensar que podría ser de Harry. Nunca me acosté con nadie más. ¿Por qué sería de otra persona? No soy ninguna puta para que él venga a decir esto—. Para aclarar, William, que tú te estés acostando con solo Dios sabe quién en Grecia, no significa que yo me entregara a otra persona. Te pertenezco, siempre fue de ese modo. Ahora puedes irte mil veces a la mierda.

—¡Esa boca! —me riñó.

—Sí, esta boca no está de humor para ti, señor Hamilton. ¡VETE A LA MIERDA! —dicho esto, estrellé mi teléfono contra el suelo. Como era de esperarse, ya que los iPhones no duran ni una caída, se rompió la pantalla en mil pedazos. Adiós, tecnología.

Esto está demasiado jodido. ¿Cómo podía siquiera pensar eso de mí? No se hace, jamás se hace eso. Mi estómago ardía y estaba segura de que no era el bebe ni otra cosa, era puro maldito enojo de William «Fucking» Hamilton. ¿Cómo puede hacerme eso? Pensar que el bebe es de otra persona. ¡Maldición!

—Acabas de destruir tu teléfono —Mau lo levantó del suelo—, y al parecer tu relación también.

—Cree que mi bebe es de Harry —dije temblando.

—¡Uy! ¿Qué diablos? —Mary negó con la cabeza—. Si lo tuviera delante de mí le parto la cabeza en mil pedazos.

—¡Exacto! —respondí viendo cómo mi mandíbula temblaba—. Qué patán.

—¿Qué les parece si vamos a comer algo rico? —Mauri creía que todo se solucionaba con comida.

—Me parece una buena idea —necesitaba algo para comer, no tenía nada en el estómago más que café.

—¡Volvió tu apetito! —Mary sonaba emocionada—. Chica, estás bajando de peso en lugar de subir de peso, eso no es nada bueno.

—Lo sé. Solo me siento débil, con mucho dolor en el abdomen. Lo siento —me sentía mal porque ella se preocupaba demasiado por mí.

—Tienes que ir al doctor.

—Ya tengo cita y vamos a ir.

—¡En tres días! Deberíamos estar ahí, ahora.

Puse los ojos en blanco para que Mauri me diera la razón, pero no lo hizo. Mis amigos estaban de acuerdo por primera vez.

—Si me vuelve a dar un dolor extremadamente duro vamos de inmediato, ¿está bien?

—Trato —respondió Mary dándome la mano.

 

 

William

—Quita la cara de quedado, Will. No es el fin del mundo. Es solo un bebe.

Podía escuchar el sarcasmo en la voz de Lui. No era gracioso, no en estos momentos. No era solo un bebe, era mi bebe. Iba a ser papá. Veintiún años es muy poco para ser papá, no estaba listo, Abbi no estaba lista. ¿Cómo diablos íbamos a lograrlo? Ni siquiera habíamos terminado la universidad. Sabía que nuestros padres nos apoyarían y sería una maldita sorpresa en la élite, pero… ¿cómo diablos lo íbamos a lograr?

Tendríamos que encontrar la manera, no teníamos opción. Íbamos a salir adelante con esto. Levanté el vaso de whisky llevándomelo a la boca. Delicioso maldito sabor que estaba dejando un sabor de boca delicioso. Alexander seguía a mi lado, tomando junto a mí como si algo malo estuviera pasando con él. Al parecer su chica de hace dos años aún lo tiene loco.

—Solo estoy siendo considerado contigo. Yo tomo para que tú no tomes. También lo hago por el bien de tus hijos y los míos. El alcohol acabó con mi padre, prometo que yo acabaré con el alcohol. Por el bien de los chicos que vienen detrás de nosotros —dijo Alex con una sonrisa en el rostro. Estaba siendo sarcástico y eso me gustó. Intentaba calmar mis nervios.

—Para empezar —dijo Katerina observándonos—. Papá no está muerto, no toma licor y para joderte la vida, algún día pagarás la mierda que eres con tus hijos.

—O con una chica que te rompa el corazón en pedazos —dijo Lui detrás de Katerina—. Siempre para siendo de ese modo.

—No para mí. Este bebe no se enamora. Mira lo jodido que está Will, no quiero eso para mi vida. Sin ofender —dijo encogiéndose de hombros.

—¿Qué pasa con Mia? —preguntó Katerina.

—Todo en esta vida tiene una explicación —Lui asintió con la cabeza—. Estabas enamorado y te rompieron el corazón.

—Cierra la boca, Kat —Alex negó con la cabeza.

—Sí, Lui, le rompieron el corazón hace dos años y tiene miedo de volverse a enamorar. Así de sencillo.

—Eres una mierda —Alex a pesar de todo lo que estaba diciendo, la veía con ojos de cariño.

—Como sea —interrumpí—. No importa lo jodido que se está en la vida, al final de todo esto tiene que haber una solución y en un futuro, Abbi, nuestro hijo y yo estaremos juntos.

Katerina suspiró como si estuviera enamorada, Lui y Alex soltaron una carcajada y yo me sentí patético. Muy patético. Blake no aparecía aún con la chica que no recuerdo su nombre. Esos nombres griegos eran todo un dolor de cabeza. Las horas pasaron y cuanto más tiempo pasaba, más pensaba en que debía ir a buscar a Abbi. Ella me necesitaba más que nunca.

Tomé el teléfono y llamé a Mary. Ella me explicó que Abbi había estado teniendo dolores abdominales y que estaba bajando de peso en lugar de subir. Eso me preocupo bastante. ¿Por qué diablos no iba a un doctor?

—¿Y el doctor? —pregunté cuando terminó de contarme.

—Es Abbi, es terca y no me hace caso.

—¡Arrástrala, métela al auto y llévala a un puto hospital!

—No me subas el tono, Hamilton. Tú deberías venir y hacerte responsable. Es tu bebe.

Me quedé en silencio unos minutos. La americana tenía un buen punto.

—Tienes razón. Llegaré lo antes posible —dije sin más.

—¿Qué? —Mary sonaba sorprendida.

—Que alistes todo, llegaré lo antes posible.

—La cita es en tres días.

—Llegaré en dos para estar con ella en esos momentos. No va a ir sola.

Terminamos de coordinar unos asuntos de hospedaje y luego colgamos. Mi mente daba mil vueltas. Me puse de pie, caminando de un lado a otro. Era cuestión de organizarme bien y tomar los vuelos correctos para llegar.

—Iré por Abbi —anuncié, finalmente.

Ella era la indicada, ella era el maldito amor de mi vida. Si seguíamos de esta manera no llegaríamos a ningún lugar. La necesitaba a mi lado. Siempre fue ella. En The Royal, cuando el profesor daba su clase y nadie ponía atención a excepción de Abbi, la veía con su cola de caballo despeinada, sus lentes de lectura, sus ojos grises escondidos siempre, la cabeza caída. Siempre ocultándose de las burlas de todos. La amaba en ese entonces y la sigo amando ahora.

—Lui —dije señalándolo—. Tienes que aguantar hasta que regrese, hermano. Tengo que ir por ella.

—Lo ven, les dije que tarde o temprano lo aceptaría la bestia —Lui acomodó el tanque, se puso de pie y me abrazó—. Ve por ella, Will. Ya era hora. Mañana por la mañana sale el vuelo a Atenas, de ahí tú te vas a España, luego a América y nosotros directo a Londres. Todo va a salir bien.

—¿Qué? —pregunté confundido.

—Sabía que reaccionarías de un momento a otro. Solo nos adelantamos a tu mente —Blake me somató la espalda—. Ve por ella, idiota. Tu bebe y tu futura esposa te esperan.

—Apoyo lo que ellos dos dicen —Alex se encogió de hombros—. A veces es mejor luchar.

Como un idiota le mandé unos mil mensajes a Abbi. Unos que decían lo importante que era para mí, lo mucho que lamentaba ser un idiota. Tenía que ir a buscarla, tenía que ir por ella. Esta vida alejados me estaba matando. Nos necesitábamos.

Empaqué mis cosas. Di vueltas como idiota en toda la isla. Pasé por los restaurantitos que ahora estaban cerrados, entré en un café, me tomé un expreso y comí unos triangulitos de queso feta que estaban increíbles. Tenía mucho que pensar cómo iba a hacer las cosas.

Esa noche cenamos en Lotza, el restaurante de los gemelos. El restaurante era hermoso, con una vista espectacular a la caldera. Las mesas y las sillas de madera, la decoración sencilla, los detalles muy tradicionales griegos y la comida ni digamos. Todo parecía encajar en este lugar.

Observé a Alexander y a Katerina, definitivamente esta amistad marcó un punto de partida de ahora en adelante. Prometí traer a Abbi a esta isla en verano, seguramente la traigo a este restaurante. Espero para ese entonces saber qué pasó con la chica latina de Alex.

Observé a la luna reflejarse en el mar mediterráneo. Por instantes imaginé cómo hubiera sido el volcán de Thera antes de que explotara y cambiara el curso de la vida en el mediterráneo. Bien dicen que esta es la Atlántida y que la civilización más avanzada de la historia quedó destruida a partir de ahí.

—Último secreto —dijo Lui acercándose a nosotros.

—Mío, tuyo o del idiota de Blake —dije sabiendo que él escuchaba. Me dio un empujón juguetón antes de sentarse en la orilla de la pared del balcón de la casa blanca. La luna era todo un espectáculo.

—Mío, tuyo y del idiota de Blake —respondió Lui.

—Ya basta con lo de idiota. No es como si de verdad fuera… ¿Creen que soy idiota de verdad? —los dos estallamos en risas provocando que Blake se pusiera rojo como un tomate. Nos sentamos a su lado. Ayudamos a Lui con el tanque, de manera que no molestaba a ninguno.

Lui indicó que necesitaba que Blake contara algo, algo que quisiera sacar de su pecho. Nunca pensé que mi amigo fuera a decir lo que dijo, mucho menos después de haber pasado acostándose con las chicas griegas.

—Voy a proponerle matrimonio a Cora en junio. En dos años cumplimos los veinticuatro, en un año deberíamos estar pensando en la boda y cosas por el estilo —Blake suspiró—. Creo que voy a ser feliz con ella y creo que va siendo hora de madurar. ¿No creen?

Lo felicitamos. Realmente era un gran paso. Yo también pensaba hacer algo parecido, antes de enterarme que sería papá pensaba mandar a todos a la mierda y proponerle matrimonio a Abbi, no porque la élite me obligara. Quería hacerlo porque era ella la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida.

—¿Will? —dijo Blake. Suspiré pensando bien mis palabras. Era hora de hablar de Abbi.

—No quiero ser papá aún —negué con la cabeza—. Quiero ser papá, pero no estoy listo ahora. Quiero disfrutar un poco más mi vida antes de pensar en hijos. Pero ese no es un secreto, está pintado en mi cara que no quiero el cambio que viene en mi vida, pero mi secreto es Abbi, siempre fue de ese modo. Siempre fue mi pequeño secreto. Ella es mi pequeña. Me reservé todo este tiempo para que fuera ella la primera a la que besé, la primera con la que hice el amor, la primera y la última en mi vida.

—Profundo —dijo Lui fingiendo que la respiración le faltaba.

—Te toca, imbécil, y más vale que sea una buena —dijo Blake pasándonos una cerveza a cada uno.

—Salud, compañeros de guerra —Lui alzó su botella en nuestra dirección. Los tres le dimos un trago y pusimos atención—. Voy a extrañarlos en el infierno, de seguro ahí es a donde iré a parar, no me preocupo porque pronto me encuentro con todos ustedes ahí abajo —sonrió con sarcasmo—. No quiero que paren su vida solo porque ya no estoy, no quiero que lloren mi pérdida. Solo me estoy adelantando un paso. Uno pequeño. Desde arriba, en el cielo o abajo en el infierno, voy a cuidar a mis hermanos del alma.

Mi cordura se perdió. Mis lágrimas rodeaban mi cara y sentía que mi mundo se iba a la mierda poco a poco. No sabía imaginar mi vida de otro modo, no sabía si mi vida no funcionaría sin él. Le tomé las manos demostrando que los hombres también lloramos. Blake ya estaba en el mismo camino, íbamos a extrañar a este bastardo con todas las fuerzas.

—Cuando tengas a tu bebe, Will, dile sobre nosotros, dile de las aventuras que vivimos, dile de lo mucho que su tío Lui intentó luchar para verlo nacer. Amo a ese pequeño y aún no sé nada de él. Extraño como suena. Blake, cuida a tu chica, enamórala, hazla tuya. Demuestra que puedes tener corazón debajo de tanta mierda al igual que Will lo está haciendo. La vida es una ruleta rusa, nunca sabes cuándo es que vas a tener que jalar por última vez. Mi secreto esta noche es… ¡Mierda! Pensé que iba a ser más fácil.

Por primera vez en años, Lui lloró. Las lágrimas salían de sus ojos como cataratas. Sus manos temblaron y le era muy difícil limpiarse los mocos con esa cosa en la nariz. No iba a negarlo. Eso era un asco. Blake salió corriendo por papel para que mi amigo se limpiara las lágrimas. Cuando estaba más calmado nos sorprendió.

—Le pedí a Mary que quedara embarazada para mí.

—¡¿Qué?! —dijimos simultáneamente con Blake.

—Así de egoísta como suena. No quería que mi linaje muriera. No quería que el legado Montgomery se perdiera por mi estúpida enfermedad. Quería demostrar lo superficiales que éramos. Mi hijo llevaría sangre real y sangre mortal. Sería un niño diferente, único.

—¿Mary también está embarazada? —pregunté sintiendo la preocupación.

Eso no estaba para nada bien. Lui sabía que la que sufriría las consecuencias sería Mary, tenía toda la razón, su secreto era demasiado egoísta. No sabía si enojarme con él o entenderlo. Decidí que eran las dos juntas. ¿Cómo podía hacerle eso a ella?

—La prueba salió negativa. No lo logramos y… —su voz se rompió una vez más—. Iba a pedirles que cuidaran de ella, la apoyaran en su embarazo, ahora no hay un pequeño Lui en camino, pero sí un pequeño Will y quiero que sepas cuidar a tu mujer como a mí me hubiera gustado cuidar de Mary. Verla crecer. Su panza morena, sus tetas enormes por la leche y el puto mal humor que les da. Quería vivir eso. Imaginarlo es un plus muy grande.

—Lui, no tienes por qué… —no podía siquiera hablar.

—No, Will, no tengo por qué llorar ni mendigar por lástima. Solo ese era mi secreto. Un secreto que no quería llevarme a la tumba —sacó un sobre de su mochila—. Dentro hay una carta para Mary, donde decía que yo era el padre de su hijo. Otra que le escribí a mi futuro hijo imaginario. Quizá nunca pueda dársela al mío, pero sí puedes dársela al tuyo, así mis palabras quedarán en la mente de alguien más.

Cerré los ojos. Esto era peor de lo que había imaginado. Era de lo peor. Sueños rotos, sueños a punto de empezar. Esta vida se empezaba a hacer pesada. Abrazando a Lui, los tres lloramos por la pérdida de sueños y recuerdos que perdurarán por el resto de nuestras vidas.

A la mañana siguiente, cuando Alex nos daba un aventón al aeropuerto de Santorini, volví a apreciar todo lo que me rodeaba. Pasé comprando antes de irnos un traje de recién nacido que decía «I LOVE SANTORINI», no tendría tiempo de mucho. En Washington estaría Mauri esperando por mí. Mary se encargó de hacer los arreglos de donde estaría quedándome, no era muy partícipe de estar lejos de Abbi, pero seguramente no iba a querer venir al hotel conmigo.

Cuando nos bajamos del carro. Alex me dio un llaverito pequeño con un burrito de peluche.

—Para tu pequeño —dijo dándome tres palmadas en la espalda. Seguramente nos volveríamos a encontrar. Seguramente la próxima vez que nos veamos me cuenta alguna loca historia de su vida y el amor. Quién sabe, quizá la chica regrese en algún momento y puedan cumplir esa promesa que nunca hicieron.

En Atenas todo pasó muy rápido. El vuelo de Lui y Blake salía en diez minutos y el mío en media hora. Nos apresuramos a su sala. Después de darles un fuerte abrazo a Lui y a Blake, los vi subir ese avión con destino a Londres. No quería pensar que era la última vez que vería a Lui, ese bastardo prometió mantenerse con vida hasta que regresáramos.

¿Quién diablos viaja tanto en un avión? Al menos Lui había comprado boletos primera clase, no soportaría ir sentado en la parte trasera con algún desconocido preguntándome por qué estaba tan preocupado o cosas por el estilo. En todo el viaje pensé en lo que debía decirle a Abbi, pensé en todas las cosas que necesitábamos para que esto funcionara. Escuché música, intenté comer algo, dormir y vomitar un par de veces más. Estaba nervioso. Sabía que mamá y papá apoyarían esta metida de pata, de igual manera, ellos tenían la culpa por habernos mandado a vivir juntos. Debí usar condón, ¿en qué estaba pensando? Mejor dicho. ¡¿Por qué diablos no pensé?! ¡Dios! El pene debería de tener una mente propia con sentido común, ya que la del ser humano no funciona como se debe. Definitivamente eso había pasado, pensé con la cabeza, no exactamente la que está arriba de mi cuello. Me tapé la cara con desesperación. Esto era un desastre.

Abbi seguía sin contestar el WhatsApp. Incluso no se había conectado desde que hablé con ella. Si es que se le puede llamar así a eso.

El movimiento en el Ronald Reagan era toda una odisea, saqué mi pasaporte político recibiendo la atención que debería. Gringolandia es un mundo complicado, los puestos de registro, las colas… Es demasiado para mi sistema. Odio los aeropuertos a pesar de que vivo metido en ellos cuando papá está de gira. Y no me hagan empezar con África, al menos ahí eran vuelos privados.

Como parte de la vida del político, es importante recordar las caras y nombres de las personas. Recuerdo pasar horas memorizando rostros, nombres y datos importantes. Mauri no era político, era solo el amigo de mi agapi por lo que no presté la atención esperada. Vi un par de fotografías de él en el Instagram de Abbi. Alto, pelo oscuro, gay… Muy, muy gay. ¿Debía ser fácil identificarlo o no?

Giré la cabeza por todos lados dándome cuenta de que no era el único gay en el lugar. Había por lo menos unos cincuenta. Definitivamente el mundo estaba cambiando y debíamos comenzar a acostumbrarnos a esos cambios.

Puse lo ojos en blanco cuando leí el mensaje que tenía Mauri en las manos: «SU MAJESTAD HAMILTON, FUTURO PAPÁ». Negué con la cabeza, esquivando un par de personas para llegar a él. Este me recibió con un abrazo algo incómodo.

—¡Vaya! —dijo Mauri con una sonrisa en la cara—. No te reconocí con esa cara. ¿Quién murió?

—Sí, bueno. Yo tampoco con esa ropa tan masculina —lo observé de pies a cabeza con esa cazadora negra y botas de motorista—. ¿No se supone eras gay?

—Amor, esta es la última moda. ¿No es una monada? Parezco famoso con esta ropa. Ven, vamos. Supongo que estás desesperado por tomar una ducha.

Quise exigirle que me llevara directo con Abbi, pero en realidad necesitaba una ducha, rasurarme la barba de un día y lavarme los dientes. Necesitaba llegar mejor de lo que estaba. Saber que estábamos en el maldito mismo continente era un hermoso alivio.

Estaba cansado de las habitaciones que Lui nos daba, la de Santorini era hermosa, pero las camas al parecer siempre eran duras. Esta habitación parecía el quinto cielo en comodidad, si lograba convencer a Abbi de venir conmigo, la quería en un lugar digno de ella.

Mauri se acomodó en uno de los sillones alardeando el lugar. Dejé que tomara lo que quisiera del minibar, de ese modo me daría la tranquilidad que necesitaba antes de enfrentarme a Abbi.