Quistaki Hamilton
William
Mary no dejaba de preguntar todo tipo de cosas, de cómo comenzó el dolor, qué fue lo que pasó y cosas por el estilo que no quería contestar. Negué con la cabeza sintiendo ese maldito nudo en la boca del estómago. Si no me da un ataque del corazón en cualquier momento, va a ser un gran milagro. Estaba muerto de la preocupación. Odiaba los hospitales, me traían un muy mal recuerdo. Pensaba en Lui, en su enfermedad.
Un doctor entró a la sala y sin pensarlo dos veces me puse de pie viéndolo fijamente. El señor frunció el ceño viéndome de arriba abajo.
—¿Familiar de Johana?
—¡Oh Dios! —gritó una señora detrás de mí—. Yo soy su madre.
—Señora, su hija salió bien de la operación, pronto podrá entrar a verla —antes de que se retirará dejando a la mujer abrazar a su esposo con emoción, lo tomé del brazo. Necesitaba saber de Abbi.
—Abigail Sheperd. Necesito saber qué pasa con ella. Por favor.
El doctor explicó unas mierdas de no estar al tanto del caso, pero que averiguaría dónde estaba y quién veía su caso. Estaba a segundos de gritarle cuando Mary me calmó pasándome el teléfono. Era Lui. Hablamos un momento, derramé un par de lágrimas, no de tristeza, eran de frustración de no podía tener a Abbi en mis brazos para calmarla. Las imágenes de ella gritando de dolor me regresaban a cada momento. Me sentía tan impotente.
Observé a Mary con más atención, no tenía nada que hacer. Pensaba en lo que dijo Lui, de querer un bebe con ella para conservar un linaje distinto de su sangre. Lamentaba que no hubiera salido como él quería. Su cabello estaba recogido, tenía ojeras y su ropa de dormir aún puesta. Se veía algo hinchada, como si estuviera reteniendo líquidos o algo por el estilo.
—¿Te sientes bien? —pregunté, observando que estaba inquieta.
—Solo un poco de migraña, últimamente estos dolores de cabeza se vuelven insoportables. Qué hay de ti, ¿todo bien?
—Sí, bueno… Preocupado como debe de ser. No sabía nada del embarazo de Abbi, tuvo que tratarse con más tiempo. ¿Por qué no vino con tiempo? Solo no entiendo.
—Ella estaba asustada, no lo creía posible. Le ha costado aceptar que va a ser mamá, eso es todo. Dale tiempo.
Darle tiempo era todo lo que podía. Yo tampoco sabía cómo asimilar la noticia. Tuvimos que tener más cuidado. ¿En qué estábamos pensando? No estábamos listos. Mary se tomó la cabeza con desesperación, su dolor de cabeza debe de ser intenso para tenerla de ese modo. Sin decir nada, salí de la sala de espera, caminé a la cafetería, pedí un café, pasé con una enfermera para pedirle una pastilla y regresé con ella para que pudiera tomar lo que le había llevado. Cuando entré, Mary me regaló una amplia sonrisa bastante amigable.
Estuvimos sin decir nada en lo que pareció ser una eternidad. No fue hasta que un doctor canoso y bastante viejo entró a la sala, esta vez no me puse de pie para captar la atención de todos. Esperé y recé porque fuera por Abbi.
—¿Abigail Sheperd? —preguntó el médico. En ese momento, tanto Mary como yo, saltamos de nuestros asientos para estar frente al hombre con canas—. Vamos a tener que someterla a una operación, es sencilla pero necesaria.
—Va a tener que ser más específico, doc —dije viéndolo nervioso—. ¿Qué le pasa a Abbi?
—Tiene un quiste de 5 centímetros, hay que extirpar el quiste para que se mejore. Solo necesitamos datos del seguro y la firma del encargado de ella.
—Yo me hago responsable de ella y del pago.
El doctor comenzó a comentar que era un procedimiento sencillo de dos horas, estaban preparando a Abbi para la sala de operaciones y haciéndole unos exámenes antes de ingresarla. La tenían en sala de emergencias, pero que no era algo de vida o muerte, que todo iba a estar bien.
Me quedé viendo al doctor por un largo tiempo esperando a que dijera algo del bebe. No, nada.
—¿Qué pasa con el bebe?
—¿Qué bebe? —preguntó el médico preocupado.
—Abbi está embarazada —dijo Mary por mí. Yo ya había perdido la habilidad para emitir sonido alguno. Cómo no lo sabía. La iba a meter a operación. ¡Cómo diablos no sabía del bebe!
—Esto es extraño —el doctor arrugó la frente revisando una serie de papeles en su tabla—. Ella no está embarazada, solo tiene un quiste en los ovarios.
—¿Perdió al bebe? —mi mundo se fue a la mierda tres veces más de lo que imaginaba. ¡Dios! ¿Cómo iba a decirle eso a Abbi?
—Señor Hamilton, ella nunca ha estado embarazada —repitió el doctor como si fuera lento en procesar las cosas, en estos momentos vaya si no lo era.
—Pero la prueba salió positiva y los síntomas y el… —Mary se quedó en estado de shock.
—Las pruebas caseras muchas veces son erróneas y crean embarazos psicológicos. Como les repito, ella no está embarazada, no estuvo embarazada y tampoco perdió a ningún bebe.
Dando una sonrisa poco agraciada, salió de la sala de espera. Qué fríos son para decir las cosas, no hay bebe. ¡Pum! Se acabó, nos vemos mañana. Pero qué pendejos, los médicos debían aprender a ser más dulces para decir las cosas o quizá era yo el que estaba más sensible de lo normal.
Dejé salir el aire pensando en el modo que iba a tener que decirle a Abbi que no estaba esperando un bebe. En cierto punto era un alivio. No estábamos preparados aún, por otro… ¡Un momento! Me di la vuelta antes de que la enfermera que le había llevado un café a una señora dentro desapareciera por la puerta.
—¿Puede averiguar para una prueba de embarazo?
—Claro —la enfermera nos dio una sonrisa—. Es en el área de laboratorios, tercer nivel.
—Gracias —susurré para la enfermera. Le tendí la mano a Mary antes de decirle—. Vamos, es hora de salir de dudas.
No sabía en qué consistían las pruebas de embarazo, pero con las palabras del doctor, no cabía duda que podía ser que ella estuviera embarazada. De pronto todo hizo clic. No solo en mi cabeza, en la de Mary también. La chica palideció frente a mis ojos. Tenía que hacerse la prueba. Al parecer, aún quedaba esperanza para la familia Montgomery.
Las horas pasaron, la operación salió como lo esperado y ahora teníamos 42 horas metidos en un hospital esperando la recuperación de Abbi. La operación literalmente era sencilla, pero se veía asquerosa, la busqué en Google mientras esperaba resultados. Como era de esperarse Mary estaba en shock por lo del bebe. En efecto, era ella la embarazada y no Abbi. Las dos pequeñas locas cambiaron de prueba confundiendo todo.
Hace más de una hora que le quitaron el sedante a Abbi. Estaba empezando a despertar y no sabía cómo explicarle todo lo que había pasado. Hace tres horas que hablé con su madre y su padre, para mi suerte, ellos fueron accesibles mandando la carta por correo donde autorizaban que yo me hiciera cargo de su hija. En la élite funcionábamos de una manera muy distinta. Desde el momento que nos comprometíamos asumíamos ciertas responsabilidades que un mortal no podía entender.
Sus dedos apretaron mi mano, era una buena señal. Estaba desesperado porque esos ojos grises se abrieran. Me acerqué a sus labios y como si fuera cuento de hadas —de esos maricas—, abrió los ojos. Sabía que estaba a segundos de abrirlos, por eso hice lo que hice.
—Buenos días, pequeña —dije con una enorme sonrisa—. Ves cómo tu príncipe azul te despierta de este sueño tan raro que has tenido. Es una putada todo esto, pero estás vivas.
—Mmmm —se quejó—. ¿Desde cuándo los príncipes tienen boca tan corriente?
—Desde que hay princesas poco comunes como tú.
Le apreté la mano sintiendo cómo todo empezaba a encajar en su lugar. Toda presión y punto importante encajaba exactamente donde debería. Observé unos minutos a Abbi despabilarse. Se quejó del dolor de abdomen, pero eso era normal. Cuando preguntó acerca de lo que había pasado y preguntó por el bebe, supe que era hora de hablar, por más que no me gustaran las respuestas que iba a darle.
—Tenías un quiste del tamaño de la luna metido en el ovario, te lo tuvieron que sacar.
—Oh, eso. ¿El bebe está bien? —preguntó llevándose las manos al estómago de forma protectora. Mi corazón se partió en mil pedazos. Pero qué crueldad. La idea de ser mamá le estaba llegando a su cabeza y ahora que la creía, se la quitaría en estos momentos. ¡Vaya mierda!
—Bebe —dije acariciando su cara—. Lo que vas a escuchar tal vez no te guste y no te asustes antes de tiempo. No hay bebe, pequeña, nunca lo hubo. Confundieron las pruebas con Mary y bueno, ella está esperando un Minilui o una Minimary, quién sabe qué será. En fin…
—¡OH DIOS! ¡¿Mary está esperando?! —Abbi intentó sentarse de la excitación, pero cayó en redondo por el dolor.
Después de ser el malo de la película y explicarle que no podía tomar esa actitud, ya que le acaban de sacar el quiste, volvimos a la historia. Le expliqué todo lo que pasó dentro de la sala, de cómo me enteré de que no había bebe y de cómo hice que le hicieran un examen de sangre, luego un ultrasonido a Mary. Abbi estaba emocionada por Lui y ella. Sabíamos que no llegarían a ser una pareja, incluso ellos lo sabían. No quitaba la emoción de un bebe en camino.
Esa misma tarde, mientras operaban a Abbi, hablé con Mary de ir a ver a Lui antes de que fuera muy tarde. Ella se negaba a hacerlo. Tenía miedo de sentir más de lo que sentía. Los dos sabían que no era amor, solo era una petición que él le hizo y ella por tener un corazón tan grande accedió. Eso solo me enseñaba que las personas más comunes tenían corazones mucho más significativos que los de la élite.
—Will, no estoy enamorada de él. No quiero sentir más dolor del que debería a causa de Lui. Su pérdida me va a doler a pesar de todo.
—Lo sé, pero él te quiere a su modo, le importa que tú lleves a su bebe. Dale ese rayo de luz que él necesita. Lee esto —le dije dándole el sobre—. No dejes que Lui muera sin saber que iba a ser padre. Piénsalo.
Esa misma tarde, Mary compró los boletos para ir a Londres de regreso. Buscamos traslado especial para Abbi, que estaría recién operada. Logré que Blake fuera a mi apartamento, arreglara todo y, especialmente, logré que mi padre accediera a pedir la mano de Abbi. No estaba seguro acerca de la reacción de la élite. No iban a estar accediendo a nuestros berrinches juveniles. Tampoco nosotros estábamos para aguantar a la maldita élite, habíamos pasado por suficientes cosas en estos días. Debíamos empezar a actuar como adultos, o como personas formales. Si la élite no accedía a nuestro compromiso, podían irse diez mil veces a la mierda. Abbi era todo lo que necesitaba en mi vida.
Regresé mi atención a Abbi bloqueando los pensamientos de todo lo malo que podía venir a nuestro regreso. Tampoco quería ni pensar en la reacción de la élite al enterarse del bebe que estaba a punto de venir, mitad mortal mitad sangre real. Esto sí que iba a ser toda una odisea.
—Lo siento —susurró Abbi tomándose el estómago, como si aún protegiera algo dentro, algo que hasta el momento no había existido.
—¿Qué sientes, pequeña? —pregunté. Ya sabía la respuesta, seguramente Abbi aún quería hablar. Así que la escuché.
—Por engañarte, te dije que íbamos a tener un bebe. Qué descaro de mi parte, tienes que creerme cuando te digo que…
—Amor —dije tomándole la mano—, me encanta escucharte, pero ahora no estás diciendo cosas coherentes. Yo te creo. Fue solo una confusión, nada de qué asustarse, pequeña. Yo te creo.
—Es bueno saberlo porque hablamos de una familia, de estar juntos, de luchar por este bebe que era una sorpresa y creamos sueños con él. Yo lo… Yo —sus ojos se llenaron de lágrimas— lo estaba empezando a querer y solo no creo que esto me esté pasando. ¡Soy un desastre!
La tomé en brazos al tiempo que se derrumbaba. Las lágrimas le resbalaban sin control por toda la cara. Si de algo estaba seguro, es que a Abbi le gustaba llorar. Era una persona sentimental hasta cierto punto. No intentaba ser la fuerte todo el tiempo. Solo era ella. La chica que no sabía ocultar sus sentimientos y eso me gustaba demasiado.
—Mírame, Abbi —dije levantando su barbilla para ver esos ojos grises—. ¿Quieres un bebe? Porque si eso es lo que quieres, espero a que se pase el dolor por el quiste y te hago el amor hasta que tengamos un bebe. Nos encerramos en el apartamento durante todo un maldito mes, lo cual sería increíble. Pequeña, si lo que quieres es un bebe, eso tiene solución. Te voy a dar uno. Tenemos todo para hacerlo.
No podía creer al nivel que habíamos llegado. Era capaz de darle eso que necesitaba. Sabía que, si ella me lo pedía, le haría el amor hasta conseguirlo. En estos momentos era capaz de todo por ella.
Abbi soltó una risita, la cual ocultó como siempre detrás de sus manos. Como ya era costumbre, le destapé la sonrisa. El rubor de sus mejillas fue bastante evidente cuando limpió las últimas lágrimas que habían salido. Tomé su cara besando los restos de las lágrimas, la amaba como un loco. Ella se había convertido en mi estabilidad. A pesar de que éramos todo un caso.
—Quiero un bebe —dijo, finalmente—. No ahora porque no estoy lista. Pero en algún futuro, quizá podamos pensar en tener bebes.
—Yo también quiero uno —dije regalándole una sonrisa—. Pero tampoco lo quiero ahora. Quiero disfrutarte primero. Quiero llevarte a muchos lugares que no conoces, quiero que mires cosas que jamás pensaste ver y probar algunas otras que te podrían gustar. Como tirarte de paracaídas o un viaje a Santorini o incluso podemos ir a esas fiestas electrónicas que tanto me gustan y tú detestas, solo para variar un poco.
—¿Quieres irme a meter a una fiesta electrónica? —preguntó Abbi arrugando la cara en señal de asco.
—Sí, nena, lo pretendo. Quiero que vivamos nuestra relación al máximo. Quiero casarme contigo, viajar mucho, terminar la universidad y luego, cuando seamos mayores, tener un hermoso bebe que sea igual de guapo que su papi. También quiero tener una nena, una de ojos grises como los de su mami. Estoy seguro de que esos niños se robarán una parte de mi corazón, como su mamá lo hizo desde el primer momento.
Abbi sonrió, una sonrisa de oreja a oreja. Estaba feliz y eso me hacía inmensamente feliz a mí. Jaló mi cara con fuerza hasta que sus labios estaban en los míos. Con delicadeza metí mis dedos en su cabello atrayéndola más a mí. Su lengua se apoderó de mi boca. Por un segundo olvidé dónde estábamos, olvidé los pitidos de la máquina que tenía Abbi conectada, olvidé el supuesto embarazo y la futura muerte de mi mejor amigo. Olvidé todo. Por un momento solo existíamos los dos, sumergidos en un beso lleno de deseo, de excitación, pero sobre todo amor.
—¡Ouch! —se quejó Abbi. Sí, había olvidado incluso el maldito ovario. ¡Vaya mierda!