De regreso a casa
Abbi
El vuelo fue bastante incómodo. Eso de ir acostada, con unas mierdas en la nariz, suero y una enfermera preguntando si no sentía dolor todo el rato era molesto. William y Mary estaban sentados muy cerca de mí. No quería ni preguntar en cuánto salió este pequeño vuelo privado en un avión ambulancia solo por dignidad. No quería saber cuánto tendrían que gastar mis padres en un quiste.
William me lanzó una sonrisa de medio lado antes de comprobar que todo estaba bien conmigo. Luego regresó a su lectura. Nunca lo había visto leer antes y verlo de ese modo fue demasiado sexi para ser verdad, a pesar de que era uno de esos libros de economía política. Mary, por su parte, estaba leyendo por décima vez la carta que Lui le mandó. No solo le mandó una carta agradeciendo que ofreciera su vida y viviera la vida que le había tocado vivir a él, le mandó los papeles de paternidad —como si supiera del bebe—, le mandó una herencia que tenía que reclamar tarde o temprano y le dejó la vía libre a su hijo mortal para vivir una vida increíble en Londres. Que Lui le diera todo eso, no significaba que la élite fuera a aceptar.
Ella estaba dispuesta a dejar su vida por un chico que apenas si conocía. Mary siempre soñó con hacer algo heroico en su vida, creo que se pasó un poco con su momento heroico, pero estaba feliz por ella. Solo con verle la cara llena de ilusión, el deseo que tenía de ser mamá, me hizo pensar que este era su destino. Ella aceptó a ser algo que podía soportar. Era impresionante ver el cambio que mi amiga había tenido.
Lui aún no sabía absolutamente nada del bebe. Queríamos llegar para decírselo. Al regresar de Grecia, Lui tuvo que someterse a una operación por agua en los pulmones. Veía la cara de Will, la manera en que se desesperaba por salvar a su amigo. Era cuestión de tiempo para que Lui nos abandonara, William se negaba a aceptarlo. Sabía a la perfección que esto sería una piedra bastante fuerte que superar.
Al llegar a Londres. Mis padres estaban esperándonos junto a una ambulancia. Todo este traslado no hubiera sido necesario si Lui tuviera más tiempo. Will y Mary parecían desesperados por venir, una parte de mí también lo estaba. Lui fue mi apoyo cuando más necesitaba de alguien. Saludé a mis padres con una gran sonrisa falsa. No sabía cómo iba a remediar esta situación de Will y mía, tampoco estaba segura de cómo tomarían esta travesura de irme con un quiste en el ovario.
—Abigail —dijo mi padre muy serio.
—No uses ese tono conmigo —me quejé.
—¿Qué tono?
—El que usas cuando vas a regañarme. No fue mi culpa que un quiste decidiera formarse en mi ovario.
Mi papá soltó una risa escandalosa llamando la atención de mamá y la madre de William que hablaban con una de las enfermeras. William estaba hablando con su padre de una manera muy tranquila y seria. Siempre frente a su padre adquiría esa postura tan ejecutiva.
—No es tu culpa, eso lo sé. Lo que no entiendo aún es, ¿cómo paraste una vez más con William? Pensé que habías terminado con él.
—Sí, bueno. Simplemente pensé que podía vivir sin él.
—Supongo te diste cuenta de que no era de ese modo —mi padre tenía una sonrisa en el rostro que no reconocía muy bien, estaba siendo más tierno de lo normal.
—Así es. No puedo papá, lo amo.
Decirlo en voz alta costaba tres veces más que solo pensarlo. Hablamos durante horas con William acerca de cómo lo tomaría la élite mayor. Will estaba dispuesto a mandar a todos a freír papas si no dejaban que estuviéramos juntos, de mi parte estaba dispuesta a lo mismo, la diferencia es que yo quería dialogar todo este asunto antes de tener que recurrir a la parte extrema.
—Ya era hora que lo admitieras, hija. Estaba empezando a cansarme de todo este asunto. El hijo de los Woodgate no va a dar su brazo a torcer, pero su compromiso nunca se realizó, así que… aún podemos pelear porque acepten de nuevo su compromiso con William. Espero esta vez no metan la pata. Toma nota, no habrá otra oportunidad si lo logramos. La élite puede llegar a ser muy dura cuando se lo proponen y con ustedes su límite ya llegó.
—No, papá —dije viendo en dirección a Will—. No necesitamos más oportunidades. Ya tenemos claro lo que queremos y lo que necesitamos.
Ambos sonreímos, caminando al automóvil con mucha dificultad. William se negaba a que me fuera a casa con mis padres, mis padres alegaban que era mejor tenerme en casa. William podía ser terco cuando quería algo y después de dos minutos, íbamos camino al apartamento. Era bueno estar en casa.
Mary iba totalmente pensativa. Las cosas que le rondaban la cabeza se veían muchas. Hablamos un par de horas acerca de todo este asunto en el hospital y en el avión. Ella estaba tranquila, emocionada y aterrada al mismo tiempo. Sabía que lo lograría.
—Al menos vamos a estar juntas por el resto de la vida —Mary sonrió.
—William tiene parte de la custodia de mi bebe, así que sí, así va a ser.
Mary se acomodó en la habitación de visitas, y yo en la de William. Me gustaría quedarme en mi habitación. Como era de esperarse, William tenía la habitación lista para mis cuidados. Serían dos largas semanas de reposo.
William
Terminé de cambiarme dentro del baño antes de salir a encontrarme con Abbi sentada con el ceño fruncido. No estaba contenta con tener que quedarse a esperarnos mientras Mary y yo íbamos a visitar a Lui. No tenía opción, estaba en reposo y eso significaba quedarse en casa. Pero como es necia, quería venir a ver a Lui.
—Bebe, no te enojes. Tienes que guardar reposo —dije con el fin de calmarla.
—Cállate, William. No es justo, malditos ovarios. ¿Por qué no pueden ser normales? —sabía que estaba muy cabreada, pero tenía que aprender a seguir las reglas, aunque sea una vez en su vida.
—De ser así, tú y yo seguiríamos creyendo que estabas embarazada, Mary no supiera lo de su embarazo y Lui quizá moriría sin saber lo de su bebe. ¿Te gusta más esa situación, amor? Porque si es así…
—Sabes que no me refería a eso —dijo con un puchero demasiado tierno. Abbi era una divina cuando alegaba por cosas que no entendía.
—Te amo, pequeña —dije sin dejar de sonreír.
—Yo también te amo, pequeño —respondió en forma de burla—. Que te ame no justifica el enojo que siento por ti en estos momentos. ¡Me voy a perder toda la acción!
Abbi quería saber qué reacción iba a tener Lui cuando le contáramos de su embarazo. Una parte de mí sabía que se alegraría demasiado, es lo que siempre había querido. Otra parte de mí sabía que se sentiría culpable por dejar a Mary sola, cargando con este bebe y esta presión a su edad. Ahí entraba en juego mi propuesta, le tendría que explicar que Blake y yo nos haríamos cargo de que todo saliera como él esperaba. Darle una vida mejor a su pequeño y continuar con el legado de la familia Montgomery.
—Lo más seguro es que Lui no aguante saber que estás aquí, sin bebe y recién operada y venga él personalmente a verte. Así que no te preocupes —intenté darle ánimos.
—Dale, vete —dijo Abbi resignada—. Ya me quedo aquí, sola. Sin nadie que me acompañe en estos momentos —reprimí una carcajada por la escena teatral que estaba haciendo.
Me acerqué a ella sabiendo que necesitaba mimos. Le tomé la cara con todo el amor del mundo y la besé. Como siempre, Abbi no se resistió, me regresó el beso sin pensarlo dos veces. Esto definitivamente era amor. Íbamos a luchar en contra de todo, de eso no había duda.
—Ahora vete —dijo Abbi señalando la puerta—, Mary te está esperando.
Así era. Mary estaba en la planta baja esperándome para poder ir a ver a Lui. Con un último beso me despedí de mi pequeña. Bajé al encuentro de Mary y juntos nos dirigimos en el carro de papá a ver a Lui.
No sabía cómo reaccionar exactamente a todo esto. Mary estaba retorciéndose las manos al momento de tocar la puerta de los Montgomery. No iba a culparla, incluso yo estaba nervioso y eso que no era el que estaba embarazado. Ella era una chica fuerte. Iba a saber sobrellevar todo esto.
La señora Montgomery abrió la puerta saludándome con mucho entusiasmo. A esa mujer le caía de perlas. Me adoraba. En cierto punto sabía a la perfección que cuando Lui muriera, Blake y yo ocuparíamos un lugar mucho más importante en la vida de esta señora. Esa era otra promesa que le hice a Lui, cuidaría de su familia sin importar qué. La pérdida de un hijo es lo peor que le puede pasar a una madre. Por eso íbamos a estar para ellos, no sería lo mismo, jamás ocuparía el lugar de Lui, pero podía rellenar ciertos vacíos que quedarían.
—Hola, linda —dijo la madre de Lui saludando a Mary. De seguro ni se entera que es una mortal—. No recuerdo conocerte de antes. ¿Quiénes son tus padres?
Puse lo ojos en blanco. Le pregunta por sus padres para saber el estatus dentro de la élite de la chica. La generación de nuestros padres era mucho más metida en estatus y en cosas como esas. No entiendo por qué no simplemente se vive sin niveles. Todo sería mucho más fácil. Una vida mucho más completa. Siempre estábamos categorizando a la gente.
Muchos en la élite eran devotos a la iglesia y se supone que la iglesia dicta que todos somos iguales ante los ojos de Dios. Pero a la hora de repartir títulos, la iglesia y Dios les vale madre. El poder lo es todo.
—Ella es amiga mía, de Lui y Abbi —dije para distraerla—. ¿Cómo siguió Lui?
—Estable. Le cuesta respirar y lo tenemos con un monitor de aire permanente. Las quimioterapias ya no funcionan por lo que las suspendimos. Es cuestión… —la voz de la mujer se cortó por completo. Tapándose la cara con las manos, comenzó a llorar.
—Tranquila, Anabeth —dije sobando su espalda—. Será algo difícil, pero vamos a superar esto juntos.
Estaba a segundos de tirarme a llorar junto a esta mujer cuando el padre de Lui llegó al rescate. Abrazó a su mujer de forma tan protectora. Los dos estaban mal y era evidente. El señor Montgomery era un señor fuerte, con su barba del siglo XVIII. Verlo tan débil como ahora era de lo peor que mis ojos habían presenciado. Sin mencionar cuando Abbi estaba mal y cuando Lui empezó a recaer.
—Anden, chicos, ignoren a este par de viejos y entren con Louis —pocas veces usaban su nombre completo, escucharlo me rompía más el corazón. Iba a extrañar a ese bastardo. Había sido mi mejor amigo durante años, desde mi maldita infancia. ¿Cómo se suponía que iba a sobrellevar una vida sin él?
Tomé a una muy shockeada Mary llevándola por las escaleras a la habitación de Lui. Con todo el miedo en mis manos abrí la puerta. Ahí estaba Lui viendo una película en la televisión, la enfermera estaba revisando la máquina que estaba a su lado y él —como era costumbre— la ignoraba.
Mis ojos se encontraron con los de él. Sin color, sin vida. Le sonreí en forma de saludo con las manos metidas en los bolsillos. Lui me sonrió de vuelta, luego giró la cabeza para ver a Mary y su sonrisa se desvaneció. Se tapó la cara unos segundos antes de lograr articular.
—Mierda, Mary. Lo siento tanto —tenía los ojos llorosos. Nunca lo vi tan vulnerable como ahora—. ¡Dios, pero qué idiota! No debí, lo siento tanto.
—¿Cómo sabes por qué estoy aquí? —dijo Mary tratando de estar tranquila.
—¿Por qué otra razón estarías aquí? Tienes clases, es tu primer año y… —negó con la cabeza—. Ven aquí, cuéntame todo, cariño. ¿Me he cagado en tu vida?
—No te has cagado en nada. Yo quiero este bebe. Quiero que… —su voz se cortó y antes de entender lo que estaba pasando, Mary se abalanzó a sus brazos. Él la tomó con cariño besando su frente. Nunca me imaginé ver esto.
Era imposible pensarlo, mis ojos estaban viendo a Lui perdido en ella. Quizá era porque lleva a su bebe, pero la abrazaba con tanto cariño que jamás imaginé verlo de este modo.
Se quedaron un buen rato abrazados. En silencio. Le hice señas a la enfermera que nos dejara solos y ella tranquilamente obedeció. Por mi parte me quedé al margen, lejos de lo que estaba pasando. Finalmente, Lui recuperó el habla.
—No debí haberte pedido nunca nada de eso, nunca debí dejarte embarazada. Pensé que tenía más tiempo, pensé que todo iba a estar bien. Lo siento tanto.
—No digas eso, Lui, por favor.
—Pensé que tenía más tiempo, pensé que lo tenía. Lo siento tanto —para este punto Lui estaba llorando, Mary estaba llorando. ¡Dios! Incluso yo estaba llorando. Más tiempo. Por favor, ruego que alguien le dé más tiempo de vida.
—Lui, por favor —Mary rogaba como loca entre lágrimas.
Lui estaba perdiendo la razón, no dejaba de llorar y sobar su mano. Estábamos perdidos en este momento donde mi amigo —finalmente— se lamentaba de su maldita enfermedad. No quería morir. ¿Quién diablos quiere saber que va a morir? Nadie. ¡Vaya mierda!
—William, ven —dijo extendiendo su mano—. No la dejes, por favor, cuida de ella y de mi… ¡Mierda! Nunca pensé decirlo, pero… cuida de mi hijo o hija. No los dejes, por más que la puta élite se niegue a aceptarlos y… ¡Me llevan las putas! ¿Cómo no lo pensé antes? Si no los aceptan…
—¡Basta! —dije sentando a una Mary en muy mal estado. Esto no podía seguir así, le haría daño al bebe. ¿Qué acaso no piensan en eso?—. Yo voy a cuidar de ellos, Abbi y Blake también lo harán. Jamás estará sola, ni ella ni tu hijo. Tienes que calmarte porque no creo que sea bueno que la primera vez que tu bebe escuche a su papá esté como loco gritando. Así que… —no puedo llorar, no puedo llorar— sé fuerte y resiste un poco más.
—No voy a estar presente para el nacimiento, ni para su primer cumpleaños, ni para la primera palabra —negó con la cabeza—. No va a conocer a su papá, nunca me va a llamar papi y nunca voy a poder decirle a mi hijo lo orgulloso que estoy de él. Nunca podré ser parte de su vida. Solo no lo entiendes, Will, no lo entiendes porque tú no tienes un maldito reloj en cuenta regresiva.
Lui no dejaba de llorar y yo solo no sabía qué hacer. Decidí que esto no era bueno para Mary. La tomé del brazo sacándola de esa habitación. Caminé hasta la cocina donde encontré a la señora Montgomery en un mar de lágrimas. Berta, la cocinera, ya estaba hirviendo el agua para té. Les pedí que le dieran algo calientito a Mary. Dejándola con la futura abuela de su hijo, las dejé para que se desahogaran entre ellas. Lui me necesitaba, pero Mary no podía seguir escuchando cómo Lui se rompía en mil pedazos.
Al regresar a la habitación, encontré a Lui limpiándose la cara. Había dejado de llorar, lo cual era bueno. Me senté a su lado esperando a que él fuera el primero que hablara. No lo hizo. No inmediatamente. Cuando, finalmente, logramos articular palabra dije lo único que necesitaba saber.
—Te quiero, Lui. Eres mi mejor amigo en todo el mundo y mi vida… —¡qué mierda! Mi voz se volvió a cortar—. Mi vida va a estar incompleta sin ti. Pero me dejas un ser, un bebe el cual voy a cuidar como si fuera mío. Lo prometo.
—Nunca lo dejes —dijo con la voz casi apagada—. Enséñale lo que es tener un buen corazón y no juzgar a nadie por ser mortal o ser de la élite. Enséñale exactamente lo que tú tienes en el corazón, no lo que yo tenía. Si quiero algo para mi hijo, es que sea como su tío Will. Que sepa amar a la gente sin ponerle una puta etiqueta.
—No somos tan diferentes Lui, tú y yo tenemos un buen corazón y voy a criar a tu hijo como si fuera mío. De eso no te preocupes.
Por un momento nadie dijo nada. Aún salían un par de lágrimas de los ojos de Lui. Intenté ser fuerte, darle ánimos, pero estaba destrozado. Le tomé la mano esperando a que reaccionara.
—No puedo creer que voy a ser papá. Dejaré mi legado en el mundo. Entonces… Abbi y tú van a tener un bebe y Mary también. ¡Esto es un caos! —dijo bastante entusiasmado.
—¡Qué va! —dije reprimiendo la risa—. Abbi ya parió un quiste del tamaño de Júpiter, le sacaron cinco centímetros de los ovarios. Por ahora solo tenemos un quiste.
—¿Quiste? —preguntó con el ceño fruncido.
—Abbi y Mary confundieron las pruebas ¡Menuda estupidez! Abbi se sentía mal porque tenía quistes en los ovarios. Ya la operaron y ahora está en el apartamento. Se estará quedando conmigo. No voy a dejar que sus padres la separen de mí.
—Así que tienes un bebe quiste. ¡Un quistaki! —oprimió los labios para no reírse de mí—. Y pensar que estabas tan cagado cuando te enteraste del bebe —soltó una carcajada—. Esto sí que es épico.
—Cállate, idiota —dije dándole un golpe suave en el brazo.
—¿Qué pasa con la élite?
Sabía a lo que se refería, el problema es que aún no tenía una respuesta que darle. Tenemos que solicitar un permiso para anulación de la anulación del compromiso. Necesitábamos que ellos autorizaran este matrimonio antes de dar por sentado que estábamos juntos. Yo había optado por mandar a todos por un tubo, Abbi, por su lado, quería negociar.
—No sé qué es lo que van a dictar. No sé qué decisión van a tomar. Lo único que sé es que voy a quedarme con ella.
—Ya era hora, idiota. Al parecer uno hace locuras grandes cuando está enamorado.
—No sabes qué nivel de estupideces se pueden hacer. Casi accedo a ser papá con tal de verla sonreír. La amo, Lui —dije dándole una sonrisa que él me devolvió de inmediato.
—No puedo creerlo —dijo Lui extendiendo su sonrisa. Sus ojos brillaban de emoción—. ¡Voy a ser papá!
Deseaba que esto fuera una novela, de esas que cuentan con un escritor para hacer algún tipo de medicamento milagroso y ¡PUM! De la nada, no existe cáncer y Lui vivirá eternamente. Pero para mí desgracia, esta es la vida real. No hay medicamentos milagrosos y no hay escritores que cambien el rumbo de la realidad. Estaba perdiendo a mi mejor amigo.