El último adiós
Abbi
Las tardes en la mansión se volvían eternas, más porque Mary estaba en la casa de los Montgomery. Lui se encargó de hacer pública su relación con Mary en redes sociales y del embarazo de la chica no de élite. Sus padres no tuvieron más opción que tenerla en casa y apoyarlos en todo momento. Poco a poco la madre de Lui iba cambiando de idea.
William venía casi todos los días por mí, pasábamos horas en la casa de Lui, platicando y jugando algún juego. Día con día veíamos cómo su luz se iba apagando sin que nosotros pudiéramos hacer nada. Will ya no volvió a tocar el tema de la solicitud de compromiso, tampoco me mencionó si estaba haciendo algo para solucionar nuestra situación. Imaginaba que estaba esperando a que las aguas se calmaran.
Había pasado una semana y media, tampoco teníamos noticias de Harry. Cora seguía siendo tan linda como siempre, atenta y una chica que demostraba su amistad en todo momento y Blake seguía demostrándole lo importante que era para él.
Entré a la oficina de mi padre. Él estaba observando unas cartas en su escritorio. Me indicó que me sentara frente a él. El puro que estaba fumando sacaba humo de recién inalado, el café recién hecho y la mezcla de los dos aromas me recordaba a mi abuelo años atrás haciendo exactamente lo mismo que mi padre.
—Abbi, cariño ¿Quieres tomar algo?
—No papá, gracias. ¿Pasa algo? —era raro que él me llamara a su oficina.
—El chico llegó hoy temprano a entregar su solicitud. No sus padres, fue él, personalmente. Tiró un discurso enorme acerca de no querer ser como todos nosotros que nos obligábamos a amar a nuestras agapis y no simplemente estar con la que amábamos. Demostró de todas las maneras posibles que te ama y que, si fuera por él, te secuestraba llevándote a Las Vegas para casarse contigo. Lo cual no me gustó como ya te lo imaginas.
—William —susurré sabiendo que era él.
—Sí, estamos hablando de William como ya sabes.
—¿Cuándo dan la resolución? —pregunté sintiendo mi mundo cobrar color. Will estaba luchando. En estos momentos incluso yo me iba a Las Vegas y me casaba con él.
Mi padre me dio un pergamino bastante largo. Levanté la vista esperando una respuesta. Mi padre, con su traje azul marino sonrió ampliamente.
—Lee hasta abajo del pergamino —dijo papá señalando la hoja en mi mano.
Volví a extender el papel enrollado y comencé a leer hasta llegar a la parte que decía en letra grande «APROBADO». Levanté la vista para ver a mi padre con esos ojos de orgullo. Lo habían aprobado, no podía creerlo, podía estar con William, podíamos, finalmente, vencer a todos esos subidos y estar juntos. Me abalancé a los brazos de mi padre como nunca lo había hecho, abrazándolo y gritando de felicidad. Sin esperar nada, corrí a la entrada de la casa para buscar al chofer y pedirle que me llevara a la casa de William.
¡Solo no puedo creerlo! Finalmente, podemos estar juntos.
Antes de encontrar al chofer en la entrada, encontré un deportivo negro. No tenía ni que preguntar de quién era, lo sabía a la perfección.
—¡William! —grité al tiempo que lo veía salir de ese increíble carro con sus lentes oscuros y su chaqueta larga color negro. Su cabello largo rubio despeinado tal y como a mí me gustaba. Sonreí sin preocupación alguna al verlo. Finalmente, juntos, malditamente juntos.
—Pequeña —sin decir nada más me abrazó, respirando acelerado. Algo estaba pasando en su mente, lo sentía temblar. No sé si de felicidad o de derrota. Pero sabía que estaba feliz y al mismo tiempo destrozado.
—Lo hiciste —dije sonriendo a sus ojos llenos de lágrimas.
—Te lo dije, solo tenías que confiar en mí. Solo eso —me dio un beso en los labios, esos labios húmedos y llenos de deseo.
—Lo siento —dije observando que algo definitivamente estaba mal. Acababan de aprobar nuestro compromiso, debería de estar feliz, ¿o no?—. Algo no está bien. ¿Qué pasa?
William me abrazó con fuerza besándome con furia, como si intentara desahogar una pena que lo estaba matando por dentro. Lo tomé del cuello atrayéndolo más cerca de mis labios. No tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero sabía que me necesitaba tanto como yo lo necesitaba a él.
—Estamos juntos y aprobaron nuestro compromiso —dije pegada a sus labios—. ¿Qué está mal?
—Nada, pequeña, estamos juntos para la eternidad —sus manos temblaban sin control y por más que intentaba saber qué estaba pasando sabía que necesitaba solamente calmarlo y distraerlo. Me negaba a pensar que podía ser… Quizá…
—Sí, pequeño, para la eternidad —susurré sintiendo cómo William me atraía a su depresión total.
Sin decir una palabra, William se recostó en su deportivo atrayéndome a él. Volvimos a besarnos desesperadamente. Él lo necesitaba más que yo. Sintiendo algo salado en mis labios, entendí que eran lágrimas. Me aparté al tiempo que William se desplomaba en mi hombro. Lo sentí llorar al tiempo que le sobaba la espalda de arriba abajo. Tranquilizando la tensión que se formaba con más fuerza. No tenía que preguntar qué estaba pasando, ya lo sabía, mi corazón lo sabía.
Cerré los ojos sintiendo mis lágrimas acompañar las de William.
Lui.
William
Me terminé de vestir, colocándome la camisa negra de botones, el pantalón de tela y la gabardina negra larga a la mitad del muslo. Me enrollé una bufanda que había tomado de la habitación de Lui y me puse mis zapatos formales. Odiaba vestirme tan elegante y con estilo para ir a enterrar a mi mejor amigo. Limpié mis lágrimas buscando mis lentes oscuros.
Estos tres días habían pasado como un sueño, uno que quería olvidar. Observé la nieve fuera de mi ventana. Tenía las ganas de salir y caminar en Hyde Park como le había prometido a Abbi, eso no pasaría, no hoy, quizá tampoco mañana. Recuerdos de la última plática que tuve con mi mejor amigo me llegaban en oleadas.
—¿No vas a hacer nada? —preguntaba.
—Lui, siento que te cuesta respirar, ponte el respirador. Te lo suplico —dije viendo cómo sus fuerzas se perdían.
—Tranquilo, solo termino de limpiarlos. Odio cómo mis mocos se meten en esos tubos, es antihigiénico.
Limpiando los tubitos, Lui me observó con esa gran sonrisa como si todo estuviera bien. Sabía que algo le estaba molestando y el dolor se estaba volviendo insoportable. Había ido a su casa después de dar vueltas por las afueras de Londres para calmar mi ataque de celos. Cuando su madre me informó de la recaída, me vine lo antes posible.
—No dejes que me muera sin saber que te quedaste con ella —dijo colocándose el respirador una vez más.
—Voy a quedarme con ella les guste o no a los idiotas de la élite.
—Pero para ella es difícil que no la acepten. Ha sido una chica que ha luchado mucho para que alguien en esta élite la acepte por quien es. No puedes culparla, nosotros tuvimos mucha de esa culpa.
—Lo sé —me restregué la cara con las manos. Tenía toda la razón—. ¿Qué hago?
—Llena la solicitud. Ahí está mi computadora, empieza a escribir, idiota. Las cosas no salen por obra de magia. Tienes que luchar y hacer que las cosas sucedan.
Asentí con la cabeza, tomando su computadora, escribiendo lo que yo ya sabía. Cuando terminé de hacer la solicitud con la ayuda de Lui, la imprimimos recostándonos en la cama, listos para ver una película. Blake apareció treinta minutos después, como era de esperarse, hablamos y disfrutamos del tiempo. Parecía ser el último, y así fue. A la mañana siguiente, me dirigí a la junta matutina de la clave. Los muy subidos estaban hablando de aprobar más presupuesto para infraestructura cuando lo único que necesitábamos era buena educación. Esperando mi turno, entregué la carta y rogué con mi corazón para que aprobaran mi solicitud. Nos tomó casi cuatro horas la discusión. Fue una pesadilla. Cuando, finalmente, tenía una respuesta, corrí a la casa de Lui. Lo encontré peor de lo que lo había dejado esta mañana. Tenía los ojos cerrados y su respiración apenas si salía de su boca. No entendía cómo hace unos días había estado tan bien y de un día para otro estaba tan mal.
—Y… ¿Bien? —preguntó con la voz entrecortada. No podía respirar.
—Lo aprobaron. Puedo comprometerme con Abbi con toda libertad —no dejaba de ver sus ojos esperando a que se abrieran. No lo hicieron.
—Bien… Muy… bien.
—Tienes que resistir y reponerte. Tu bebe…
—Shhh… No lo menciones, me destroza saber que… No voy… —un silencio eterno se extendió—. ¿Lo cuidarás por mí?
—Sin duda —por alguna razón, Lui había dejado los papeles de la paternidad a su nombre bajo mi cargo. Si el niño quería salir de la ciudad, tendría que autorizarlo antes. Incluso yo manejaría el dinero que se le daba a Mary para mantener al niño. Lui no quería a sus padres involucrados y lo entendía.
—Gracias, Will —susurró—, por ser un… amigo… incondicional.
—Yo soy el hombre con más suerte Lui. Te tengo en mi vida, te tuve y te tendré siempre en el corazón.
—Sí, idiota… Siempre. Soy lo… mejor.
Limpie las lágrimas de mi rostro ante el recuerdo de mi amigo. Ayer en la tarde, después de haber ido con Abbi para que se despidiera de él, nos había abandonado. Todos estábamos reunidos en la sala de estar de la mansión Montgomery hasta que su madre entró desplomándose por completo. Corrí a su lado calmando su llanto. Finalmente, anunció que Lui se había ido.
Lo extrañaba más que nunca. No podía imaginarme mi vida sin mi amigo. Lo había tenido a mi lado toda mi vida, desde los cinco años. ¿Cómo diablos iba a seguir sin él? Sentándome en mi cama, tomé una almohada tapando mi cara para que mis gritos no se escucharan. No quería preocupar a Abbi. Mis lágrimas resbalaban sin ningún control. Odiaba este sentimiento.
La almohada no fue suficiente. Abbi entró corriendo con su pantalón negro y su chaqueta a juego lista para abrazarme. Me tomó en sus brazos acunando mi dolor. Era imposible. Me estaba rompiendo por dentro.
—No te voy a decir que te tranquilices, amor. Llora, saca todo lo que tienes por dentro. Es lo mejor —decía al tiempo que subía y bajaba su mano en mi espalda.
No quitaba la cara de la almohada para que Abbi no viera cómo me quebraba pedazo a pedazo. En unos momentos debía ir al cementerio a despedirme del mejor amigo que me había dado la vida.
Como si no pudiera creerme aún lo que estaba pasando, pasé todo el entierro perdido en recuerdos de Lui. Sus comentarios fuera de lugar, su manera de descansar, el modo en que siempre me alentaba a ser mejor persona. Todo eso aparecía en oleadas enormes. Observaba a todas las personas, llorando y dejando flores encima del agujero vacío en que Lui estaba metido, al menos su cuerpo. No iba a quitarme los lentes oscuros por nada del mundo. Había visto mi aspecto antes de salir de casa. Abbi estaba en las mismas, solo que ella era mucho más fuerte que yo. Quizá tenía que ser de ese modo. Uno de los dos tenía que mantenerse en pie para que el otro no se derrumbara. Ella evitaba que me rompiera.
—Lo siento mucho —personas se acercaban a nosotros a rendir sus condolencias. Había dejado de llorar después de que salí del apartamento, me mentalicé en no llorar. Blake no estaba entero, estaba sentado en una silla quebrado hasta los huesos. Cora lo abrazaba de manera que parecía que lo protegía.
Los padres de Lui abrazaban a cada una de las personas de la élite. El llanto, los sollozos y los gritos de dolor eran desesperantes. No quería irme, pero tampoco podía quedarme.
—Sácame de aquí, Abbi —supliqué a su oído. Ella me tomó del brazo sacándome del entoldado que pusieron para que la nieve no cayera encima de nosotros. Caminando a mi deportivo, Abbi tomó las llaves. De haber sido otra situación no la hubiera dejado, nadie manejaba mi deportivo. En estos momentos, me importaba poco. Además, confiaba en ella. Dentro del deportivo, Abbi manejó directo al apartamento. No podía hablar, ni expresar nada. Estaba en shock. Ya no lloraba, ya no me movía. Estaba vacío.
Mi mejor amigo había muerto y una parte de mí se había ido con él. Ahora sí sabía qué era perder.