CARPE DIEM
San Lorenzo de El Escorial, 4 de noviembre de 2012
Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia, quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida. Dejar a un lado todo lo que no fuese vida, para no descubrir en el momento de mi muerte que no había vivido.
Henry David Thoreau, Walden o la vida en los bosques (El club de los poetas muertos)
La melancolía me embarga y por mi cabeza pasan las imágenes de un montón de pelis que siempre, de alguna u otra manera, me han impactado o emocionado. Hoy estoy decidida a seguir el lema CARPE DIEM porque quiero vivir con intensidad todo lo que me depare el poco tiempo que me quede.
Ale había preferido no hablar por teléfono con Ashriel para comunicarle su decisión de ir a la universidad esa mañana con su madre y no con él. Así que le había mandado un WhatsApp para evitar su enfado. Y pensando en la mejor manera de esquivar ese mismo enfado en la universidad había decidido lanzarse al juego del coqueteo con él, para sentirse tan viva como el día anterior.
Sintiéndose mala y a la vez poderosa por primera vez en su vida, Ale se vistió para provocar y despertar descaradamente el deseo de Ashriel. Así que se enfundó en unas negras y transparentes medias de liga de seda, que casi no cubrió con una corta minifalda negra de vestir, y un suéter blanco ajustado y bastante escotado que le había robado a Marina. Se subió en unos zapatos de tacón negro básicos y se cubrió con un abrigo largo, deseando atreverse a quitárselo delante de sus propios compañeros en vez de quedárselo toda la mañana puesto, debido a la vergüenza que sentía por utilizar aquella indumentaria tan diferente a ella.
Cuando bajó, con el abrigo aún abierto, Marina se quedó perpleja.
—¿Dónde está mi hija y qué has hecho con ella? —preguntó con cierto deje de humor, pero a la vez impresionada.
—He decidido ser un poco más atrevida —dijo con decisión y alegría— y disfrutar dejándome guiar un poco por mis instintos, para no ser siempre tan reprimida y mojigata.
Marina sonrió a modo de aprobación, ya que una de las cosas que más le había costado con su hija había sido el que se abriera más al mundo y se dejase llevar alguna vez por la impulsividad, aunque aquello le hubiese supuesto equivocarse.
—¿Esto se lo debemos a tu guapo profesor de Historia? —demandó con interés.
Ale se sonrojó en el acto y no pudo evitar que a sus labios acudiese una tímida sonrisa de asentimiento.
—Me parece bien, hija —dijo con aceptación—. Tienes que relajarte y disfrutar un poco más de la vida.
Y así, las dos salieron felices de casa camino de sus respectivos destinos. Por el camino, esta vez, Marina no se durmió y fueron hablando y riendo todo el trayecto hasta que el camino de Ale se alejó del de Marina y, finalmente, se separaron.
Ale llegó a la universidad en compañía de una resignada Tere que cuando la había visto con semejante vestimenta había predicho que, ese día, nadie podría ligar en el campus porque no podrían hacer nada más que babear tras ella. Ale había vuelto los ojos hacia arriba, pero se había regodeado pensando en Ashriel babeando por ella y la perspectiva le había desatado mariposas en el estómago.
Ya en los pasillos, Ale se deshizo de su abrigo para colgarlo de su brazo y se sintió ridículamente desnuda cuando todo el mundo se quedó mirándola. Fue cuando comenzó a dudar de que aquello hubiese sido una buena idea ya que, a Ale, aquello le hacía sentirse incómoda. Ella no se parecía a Tere, que disfrutaba siendo el foco de atención.
¡Oh, Dios! Quería salir corriendo a esconderse y comenzó a buscar un refugio con los ojos cuando se tropezó con la mirada felina de aquellos ojos verdes que la observaban con tal fijeza que fue incapaz de moverse del sitio. Aquellos iris esmeralda comenzaron a hacer un exhaustivo escrutinio de cada parte de su cuerpo convirtiendo en fuego líquido cada rincón del cuerpo de Ale por el que se paseaban con adoración y lujuria. Incluso llegó a apartar ligeramente el abrigo como obligada por aquella inspección para exponerse más a aquella abrasadora mirada que la recorría con verdadera admiración y… posesividad.
Ashriel no podía apartar la mirada de la joven. Sabía que muchos estaban pendientes de él, pero no le importaba. Lo único que quería en ese momento era agarrar a Alecto y llevarla a algún sitio para desnudarla enseguida y poseerla hasta calmar el ardiente deseo que había despertado en él y que le quedase claro que ella era solamente suya. En cuanto a las miradas que estaban fijas en ella, por primera vez en su vida quiso asesinar, y lo peor era que no se arrepentía en lo más mínimo.
Ashriel hizo un leve gesto con la mano invitándola a pasar a su clase y, solo entonces, Ale fue capaz de volver a respirar y comenzar a moverse acercándose a él para adentrarse en el interior del aula en donde el ángel entró detrás de ella, como cerrándole el camino para que no lograse escapar de su campo de visión. Consiguió llegar a su sitio siendo consciente del fuego abrasador de la mirada de Ashriel sobre su espalda y tomó asiento. Desde allí pasó el resto de la clase observando al hombre de sus sueños que se desenvolvía con seguridad y confianza dando su clase, mientras que ella se sentía igual que si fuera gelatina. No podía dejar de mirar la imponente figura que se movía por el estrado con felina agilidad mientras todos aquellos músculos se tensaban y aflojaban con cada uno de sus movimientos, recordando aquel cuerpo desnudo balanceándose sobre ella mientras le había hecho el amor. Ale sentía que el rubor se había apoderado de sus mejillas ante tales visiones e involuntariamente cerró sus muslos ante la punzada de placer que en ese momento sentía en su interior mientras mordía su labio sensualmente. Tan ensimismada estaba en sus placenteros pensamientos mientras observaba el objeto de su deseo que de su garganta escapó un pequeño gemido, justo antes de que sonase el timbre que indicaba que la clase había llegado a su fin. Su propio sonido hizo que la bruma de deseo, en la que se había visto envuelta, desapareciese de una y ansió por todo lo más sagrado que nadie se hubiese dado cuenta de aquel sonido salido de su garganta, que casi se había solapado con el del timbre. Pero cuando su profesor se giró y la buscó con la mirada se preguntó si, al menos para él, no había pasado desapercibido. Su expresión era seria. ¡Dios! ¿Estaba molesto? Ale bajó la mirada comenzando a recoger sus cosas para cambiarse a otra clase y al levantarse fue cuando se dio cuenta de que su tanga estaba prácticamente empapado y que caminar sin la protección de sus vaqueros en ese estado se le iba a hacer muy incómodo. Pero, en ese momento, lo único que quería hacer era salir huyendo de allí, mortificada como estaba, y comenzó a caminar por entre los pasillos de las mesas con Tere tras ella.
—¿Se puede saber dónde tenías tú la cabeza? —demandó Tere en su oreja en tono burlón.
—No sé a qué te refieres, Tere —dijo intentando desviar el tema.
—¿Ah, no? —contestó sofocada y prácticamente riendo en alto—. ¿De qué iba ese gemidito mientras mirabas embelesada al «hombre de hielo»?
—¡Por Dios, Tere! —espetó fingiendo enfado para salir del paso—. Solo estaba carraspeando. Me duele la garganta, ¿sabes?
—Claro —dijo pagada de sí misma—, y a mí han dejado de gustarme los tíos, ¡no te fastidia! Que no soy tonta, ¿sabes?
—¡Alecto! —sentenció la poderosa y masculina voz de Ashriel desde la tarima de la pizarra—. ¿Puede venir usted ahora mismo a mi despacho?
El silencio fue general y Ale se quedó completamente paralizada y sin respiración en medio del pasillo sin saber qué hacer o qué decir.
—¡¿Alecto?! —preguntó extrañada Tere—. ¿Tu nombre es Alecto?
Ale comenzó a escuchar cuchicheos parecidos con respecto a su nombre y dio gracias a Dios porque ese hubiese sido el único motivo de semejante silencio.
—¡Claro, profesor! —dijo con voz estrangulada.
Pero su gozo se quedó en un pozo cuando vio que la gente sonreía con malicia después de escuchar su respuesta. Las voces volvieron a cobrar su volumen habitual y la gente siguió caminando, dando por hecho que ella era la nueva conquista del «hombre de hielo». Incluso escuchó algún suspiro envidioso de alguna que otra alumna.
—¡Madre mía! —exclamó Tere excitada a su espalda—. Espero que me lo cuentes todo con pelos y señales.
—¡Tere! —exclamó ofendida Ale.
—Sí, sí, sí… —dijo como si no la escuchase—. Que a mí no me la das. ¡Te espero a la salida para el relato!
Ale caminó vergonzosa hasta Ashriel, que seguía con expresión seria y le cedió el paso para ir hasta su despacho. Por el camino fue consciente de la cercanía y de la mirada furiosa del ángel clavada en su espalda, lo cual consiguió ponerla de los nervios. Cuando llegaron al despacho, Ale se hizo a un lado para que su profesor sacase su llave y abriese cediéndole de nuevo el paso, para adentrarse los dos en el aula y cerrarla con llave. Aquel gesto hizo que Ale perdiese el aliento.
Sin previo aviso, Ashriel desproveyó a Ale de su abrigo y sus libros y la llevó de una manera brusca, aunque suave, contra la pared del despacho donde aplastó sus labios contra los de ella, de una manera tan posesiva, que Ale creyó que moriría asfixiada mientras él sujetaba sus brazos con ambas manos a la altura de su cabeza e inmovilizaba su cuerpo con el masculino. Cuando se despachó a gusto apartó apenas los labios de los de la joven y apoyó la frente contra la suya cerrando los ojos, con expresión de auténtico sufrimiento.
—¿Por qué me haces esto, Alecto? —exclamó más que preguntó mientras intentaba inútilmente serenar su respiración.
—Yo… pensé que te gustaría —dijo algo frustrada.
—¡Y me encanta! —dijo separándose algo para poder mirarla a la cara.
Ale pudo observar que las pupilas del ángel estaban tan dilatadas que sus ojos parecían ahora negros. Estaban cargados de deseo. Deseo por ella… Repentinamente, Ale se sintió poderosa y sensual. Se sintió atractiva y deseada… y quería más.
—Pues aquí me tienes —dijo entre inocente y atrevida—, para lo que desees…
—Estás loca. Pero más loco estoy yo por lo que voy a hacer en este mismo instante o creo que, si no, moriré.
Sin más demoras, volvió a besar a Alecto, pero esta vez con suma dulzura, regodeándose y paladeando cada rincón de la suave boca de la joven mientras sus manos dejaban libres las de la muchacha para descender hasta la estrecha cintura, donde la suave carne se dejaba entrever debido al alzamiento momentáneo de los brazos de esta. Acarició y mimó aquella tierna y alabastrina piel hasta que sintió cómo se le erizaba el vello y de su garganta brotó un ronco gemido.
Ale estaba hecha un flan. Jugaba en terreno desconocido y se había lanzado al agua sin saber nadar. Aunque había visto de cerca el juego de la seducción a su alrededor a lo largo de su vida, nunca lo había puesto en práctica. Pero parecía que no había sido tan difícil porque Ashriel había respondido a sus provocaciones de una manera más que positiva. Y ella había querido sentirse poderosa y sensual con él. Justo como se sentía ahora. Las manos del ángel eran puro fuego en su cintura y aquella lengua invadiendo su boca era lo más erótico que ella sabía que jamás sentiría.
Ashriel descendió sus manos hasta la cadera de la joven donde arrugó la delgada y fina tela de la corta falda, para subirla de manera deliberada y lenta, mientras se separaba apenas de la joven para conseguir su objetivo de subir aquella prenda hasta la cintura.
Ale sintió la caricia de la suave tela resbalar por la parte de sus muslos que sus ligas no llegaban a tapar y aquella lenta fricción consiguió que su entrepierna se humedeciese al instante llena de expectación por lo que vendría a continuación.
Cuando el ángel terminó de subir aquella falda y se encontró con aquella parte de las esbeltas y firmes piernas desnuda, descubriendo aquellas sugerentes ligas, pensó que su erección no podría tensarse más de lo que ya estaba y un dolor y una necesidad como nunca antes había sentido lo llenó de urgencia. Desplazó sus manos hacia atrás comprobando que su alumna llevaba un diminuto tanga y masajeó las redondeadas nalgas de la joven con verdadera reverencia mientras boqueaba intentando contener la pasión que desconocía que podía embargarle de esa manera.
Ale se sentía completamente mareada y entregada a las sensuales caricias que Ashriel le prodigaba. En su inocencia, su instinto la llevó a apretar más la cadera contra él, percibiendo claramente la dura erección que clamaba por ser liberada de aquel vaquero. Ni corta ni perezosa, decidida a regalar todo lo que había venido a dar y a concluir con aquel arrebato de atrevimiento desvergonzado, bajó sus manos hasta la hebilla del pantalón donde comenzó a desabrochar todo lo que encontraba a su paso para llegar hasta su objetivo, mientras oía la agitada respiración del hombre. ¿O era la suya? Daba igual. Era su momento y quería disfrutarlo y aprovecharlo al máximo.
Ashriel estaba perdido en una bruma de deseo de la cual ya era muy difícil retornar. Enfebrecido por el avance decidido y a la vez tímido de Ale levantó el delicado suéter que la joven llevaba para dejar expuesto a sus dilatados ojos el delicado encaje del sujetador que se había puesto. Con manos expertas lo desabrochó en un suspiró apartándolo también hacia arriba mientras aquellas turgentes esferas saltaban libres de aquel agarre y se erguían firmes y erectas ante su descarada mirada.
En aquel momento, se oyó un gemido ronco procedente de la garganta del ángel justo cuando la mano de la joven alcanzaba el grueso y suave miembro y lo rodeaba con total admiración. Ashriel se dejó hacer hasta que su cuerpo no pudo soportar más el avance de la joven y entonces, con cuidado, agarró la mano de Alecto y la retiró con suavidad mientras sus rodillas se doblegaron para poder contemplar el centro de ella, sin tapujos, mientras recuperaba el resuello. Cuando apoyó las rodillas en el suelo y su mirada quedó enfrentada a aquel triángulo cubierto apenas por unas pequeñas braguitas negras se le cortó el aliento. Como hipnotizado, sus manos ascendieron por las esbeltas piernas y se aferraron a la goma que las sujetaba a las redondeadas caderas, para arrastrarlas hacia abajo dejando al descubierto el vello rubio que cubría la parte más íntima de la joven. Ashriel quedó completamente subyugado ante aquella visión.
Ale contenía el aliento sin saber cómo actuar y sin moverse para no romper la magia del momento. Su cuerpo estaba tan encendido que pensó que saltaría hasta la alarma de incendios. Justo cuando pensaba que tendría que realizar algún movimiento o comenzar al menos a respirar, Ashriel volvió a posar con sumo cuidado las manos sobre sus muslos para mínimamente separarlos y enterrar su cara entre ellos con verdadera adoración mientras aspiraba su dulce aroma con auténtica idolatría. No hizo nada más. Se quedó allí parado durante unos instantes que a Ale se le antojaron eternos creando el momento más erótico que ella jamás pensase que pudiera existir.
—Jamás pensé que diría esto —dijo apenas separando la cara de sus muslos—, pero creo que voy a morir sepultado por las malditas llamas del infierno.
Sin más preámbulos, cosa que no era ya más necesaria, Ashriel se adentró con la lengua en el mismísimo centro de Alecto probando y disfrutando el dulce néctar que aquella diosa griega le ofrecía sin remordimientos. Su sabor lo embriagó de tal forma que olvidó dónde se encontraban y las circunstancias que rodeaban sus vidas. Y cuando la joven entreabrió aún más sus muslos para permitirle un mayor acceso creyó morir de placer allí mismo escuchando los jadeos entrecortados de ella, que le anunciaban el esperado clímax. Con auténtica maestría y conocimiento de lo que hacía introdujo dos de sus dedos en la húmeda vagina, lo cual consiguió en apenas un instante el esperado orgasmo de la joven, que tuvo que morderse el labio para no gritar descontroladamente.
La bruma en la que Ale se encontraba inmersa no le dejaba volver a la realidad y, sin saber muy bien qué era lo que ocurría, la joven se vio elevada hasta la cintura de Ashriel, donde entrelazó sus piernas, como si fuese lo más natural del mundo, dejando sus pechos a escasos centímetros de la boca del ángel, que no perdió un segundo en devorarlos con su caliente y húmeda boca. La sensación era más que exquisita y Ale se encorvó cual gato ofreciéndose más aún, si es que eso era posible, instándolo a que continuase con aquel asalto a sus sentidos mientras gemía de placer.
—¡Dios, Ashriel! —dijo en un arrebato de vergüenza ante sus guturales sonidos—. ¡Pueden oírnos o…!
—Shhh… —interrumpió el ángel que en aquel momento separó a duras penas la boca de aquellos pechos con la mirada enfebrecida—. ¡Da igual! De todas formas, es lo que todos están pensando…
Y sin más, pasó a su siguiente objetivo mientras continuaba con el manjar de aquellos pezones erectos en su boca y con las manos acariciaba dulcemente las suaves nalgas de Alecto. Comenzó a deslizar dos de sus dedos por aquella hendidura de manera deliberadamente lenta. Una lentitud que no expresaba en absoluto la urgencia de zambullirse dentro de ella y que, en esos momentos, le estaba haciendo perder la cordura.
Al sentir aquellos dedos deslizarse por su sexo Ale creyó que explotaría de nuevo. No podría soportarlo durante mucho más tiempo y, cuando él se detuvo en su delicado botón para trazar suaves círculos alrededor de él, el cuerpo de la joven comenzó a danzar en un vaivén acompasado a aquellas caricias que sin ella desearlo se aceleraba por momentos demandando más. Cuando creyó que iba a explotar y que su chillido sería oído en todo el campus, Ashriel la descolgó ligeramente hacia abajo atrapando la boca de la joven con la suya mientras su erecto y duro pene se zambullía de una y sin previo aviso en su interior. Su orgasmo fue sublime y las convulsiones que se apoderaron de su cuerpo no cesaron en tanto en cuanto Ashriel embestía una y otra vez contra ella dejándola indefensa y completamente saciada contra aquella pared.
Cuando Ashriel se introdujo con aquella facilidad y perfecta sincronización dentro de ella supo que no tardaría mucho en conseguir su propio placer y apoderándose de aquella voluptuosa boca se dejó atrapar por la estrechez y suavidad de aquella dulce cavidad, que de tan buena gana le acogía estallando en un poderoso orgasmo que hizo que sus pupilas se contrajesen de una, percibiendo el placer más grande de toda su existencia.
Ale notó cómo desaparecía le presión de su espalda y un ruido de tela al rasgarse le informó de que, de nuevo, habían comenzado a gravitar, al sentirse flotar como si estuviesen buceando en el mismísimo mar. Abrió mínimamente los ojos para comprobar que las alas del ángel habían emergido en su totalidad rasgando sus ropas y que flotaban cual astronautas en aquel pequeño despacho.
Los dos se quedaron unidos hasta que sus respiraciones se normalizaron, cosa que les llevó un buen rato. Todavía alojado dentro de ella, Ashriel comenzó a besarla de nuevo con desesperación mientras la estrechaba con fuerza por la cintura como si tuviese miedo de perderla si la soltaba y la cobijó en una de sus alas consiguiendo una inusual intimidad mientras sus cuerpos giraban entrelazados de manera lenta, meciéndose en medio de la nada.
—Gracias, Alecto —dijo en un ronco suspiro cuando acabó con aquel beso lleno de significado.
—¿Gracias?
—Sí. Gracias —asintió con expresión de sufrimiento—. Gracias porque no me había dado cuenta de lo perdido y solo que siempre me he encontrado hasta que tú llegaste. Gracias por hacerme entender que toda mi larga existencia me estaba conduciendo a ti. Gracias por darme todo lo que me has dado y transformar mi alma. Gracias por hacerme entender lo que es amar. Gracias por ser mi destino… y gracias por ser mi luz.
—Ashriel —dijo Ale con lágrimas emocionadas en los ojos—. Soy yo la que tiene que darte a ti las gracias. Eres la primera persona que ha creído y confiado en mí sin más contemplaciones. Eres la persona que más me ha ayudado y la que me ha descubierto lo bonito que es amar… Ser amado… y compartir el cuerpo —dijo enrojeciendo.
—He de reconocer —dijo sonriendo sin querer romper ese momento de intimidad— que eres una alumna muy aventajada.
Los dos se quedaron mirando fijamente con intensidad unos instantes llenos de dicha y amor, y Ale notó que la erección de Ashriel volvía a endurecerse en su interior provocando una mirada escandalizada en la joven, que hizo que su profesor sonriese de forma traviesa a la vez que le daba un ligero cachete en una nalga y la instaba a que se desenredase de su cintura, mientras deslizaba el cálido miembro fuera de su cuerpo y descendía al suelo con maestría, para acabar replegando las alas y hacerlas desaparecer como si no existiesen.
—Debemos ponernos serios o no te dejaré salir jamás de mi despacho. Ahí tienes un aseo. —Señaló con la cabeza mientras se separaba de ella con dificultad.
Ale se dirigió a la pequeña habitación para asearse y refrescarse el rostro ya que sus mejillas estaban de un rojo encendido difícil de hacer desaparecer. Cuando terminó de lavarse y salió, su profesor ya estaba perfectamente vestido y su cara iluminada por una gran sonrisa.
—Menos mal que siempre guardo una camisa por si acaso me mancho en este despacho —apuntilló mientras observaba intrigado los restos de la tela rasgada debida a la pasión.
—Debo irme —dijo Ale con reticencia—, o las sospechas de lo que aquí ha ocurrido aumentarán hasta el infinito.
—No me importa.
—A mí sí.
—¿Ah, sí? —dijo acercándose de nuevo a su joven alumna para rodearla entre sus brazos por la cintura y tenerla junto a él—. ¿Por eso te has vestido así y me has provocado con tus gemidos en clase?
—¡¿Me oíste?! —exclamó avergonzada.
—Escucho y siento todas y cada una de tus respiraciones cuando te tengo cerca. No consigo centrarme en nada más que todo lo que rodea a tu persona.
Ale intentó restarle importancia a aquel comentario, pero lo cierto es que se regodeó en él a placer.
—¿Te puedo acompañar a casa? —preguntó esperanzado.
—Le prometí a Marina que volvería con ella —dijo disculpándose—. No te importa, ¿verdad?
—¿Qué me concedes a cambio? —demandó juguetón.
—Bueno… Mañana por la mañana puedes ir a buscarme y, si vienes pronto, podemos hacer alguna parada antes de llegar a la universidad…
Ashriel soltó una sonora carcajada.
—La lujuria te ha dominado por completo, amor —la amonestó—. Pero he de reconocer que me encanta.
Volvieron a besarse dulcemente con la promesa de aquel mañana en sus cabezas. Un mañana… que no imaginaban que Ale no llegaría a ver…