Jornada primera

(Salen Jael y Tamar, criada.)

Jael Ya no puedo caminar.

Tamar Y a descanso te convida

aquesta fuente.

Jael ¡Ay, Tamar,

que es símbolo de la vida,

un correr y un murmurar!

Ya son sus cristales fríos,

ya furiosos, ya tardíos,

ya por peñas, ya por prados,

hasta que en el mar mezclados

pierden sus nombres los ríos.

¿Qué es la muerte sino el mar

a donde acaban las vidas?

Tamar La tuya debes guardar.

Si tus pesares no olvidas,

tú misma te has de acabar.

Mira ese valle florido,

de sus flores guarnecido.

Jael Si a mí imitándome van,

presto se marchitarán.

Falte el Sol, vendrá su olvido;

que la Fortuna cruel

un mismo fin apresura,

y el mayor tormento en él.

Tamar Quien goza tanta hermosura,

¿por qué se queja, Jael?

¿Qué importa que con rigor,

por pensión de tu valor,

te sea la suerte avara?

Pues, al fin traes en tu cara

el mayorazgo mayor.

Jael ¡Ay, Tamar, nunca creí

que era hermosa, aunque avisada

del cristal o espejo fui,

hasta verme desdichada;

que entonces lo presumí.

Tamar Siéntate.

Jael Llega a mi lado,

verde sitio, hermoso prado

para aumentar mi tristeza.

Tamar Aumenta más su belleza

de los montes coronado.

Jael ¿Qué tierra [es ésta]?

Tamar No inquieres;

que no lo puedo saber;

mas al fin preguntar quieres

por ser del todo mujer,

aunque a todas te prefieres.

(Salen Fineo y Simaneo.)

Simaneo ¡Qué ligero el corzo va!

Fineo Los cristales buscará

de esa fuente clara y fría,

¡cosa tan cobarde cría

el desierto de Judá!

Simaneo Imposible es alcanzalle,

y más yo, que un topo soy.

Fineo Atrás deja el verde valle,

y en parte corrido estoy

de herirle y no matalle.

Simaneo A tan veloz animal,

seguirle pudieras mal.

Gente hay en la fuente, espera.

Fineo ¡Oh, qué felice ribera!

Ninfas beben su cristal.

Simaneo ¿No es ésta caza mejor

sin que se gasten las flechas?

Fineo Antes me anima el temor

entre dudas y sospechas

que los presume el amor.

¡Qué soberana belleza!

A no saber con certeza

que hay solo un Dios, adorara

a Venus en esta cara,

monstruo de naturaleza.

Simaneo ¿Por cuál dices?

Fineo Hablad vos.

Vista mis ojos pudieran...

¡No las entiendo, por Dios!

Simaneo Pues, en tus ojos hubieran

lugar a un tiempo las dos.

Donde hay lengua, ¿para qué

han de hacer los ojos fe?

Fineo Advierte con más decoro,

cuanto resplandece el oro

si entre la plata se ve.

Simaneo Pienso que a la blanca humillas

el corazón.

Fineo Maravillas

miro en el cristal ligero.

Simaneo Pues yo a la morena quiero

para hacerla seguidillas.

Tamar Si Narciso quieres ser,

bien puedes mirarte más.

Jael Mal me sabes entender.

Tamar Sé que embelesada estás.

Amor te podrás tener.

Simaneo Llega, pues.

Tamar Gente ha llegado.

¡Qué cazador tan turbado!

De la suspensión me admiro.

Jael Mal acertaréis el tiro

con el arco desarmado.

Si caluroso buscáis

la fuente, llegad.

Fineo No llego,

por saber que me engañáis.

Dieron vuestros ojos fuego

y agua con la voz me dais.

Mas, si hubiera de llegar,

agua pudiera tomar

cuando me he sentido arder;

que si no para beber

sirviera para llorar.

¿Quién eres, mujer divina?

Jael Una mujer desdichada

que desterrada camina.

Fineo Una gloria está cifrada

en beldad tan peregrina.

¿Eres gentil?

Jael De Israel,

el Dios adoro y en Él

fundo esperanzas altivas.

Fineo Ya de sentido me privas.

¿Cómo te llamas?

Jael Jael.

¿Y tú, quién eres?

Fineo Escucha,

porque te quiero obligar

diciéndote brevemente

mi estado y mi calidad.

Yo me llamo Ever Fineo.

Adoro al Dios de Abrahán.

Ignorante de la escrita,

sigo la ley natural.

Fue mi ascendiente Esaú

y soy nieto de Boaz,

deudo del santo Moisés,

vuestro heroico capitán.

Cuando huyendo de Egipto

fue pastor en Madián,

le dio Jetro, sacerdote,

la hija que quiso más.

Después, cuando el Mar Bermejo

hizo muro de cristal

y pasó las doce tribus:

Judá, Rubén, Isacar,

Zabulón, Neftalí, Aser,

Simeón, Benjamín, Dan,

que Jacob llamó culebra,

Efraín, Manasés, Gad,

y después que Josué

quebró el viril del Jordán,

[y] en la prometida tierra

rompió los muros de Haí,

bajó mi padre y familia

de la hermosa Ciudad

de las Palmas y habitaron

los desiertos de Judá.

Aquestos valles que miras

que eternos abriles dan,

cuyas fuentes son lazadas

de las flores de coral,

cubren los ganados míos

de quien soy otro Labán

sin que varas de Jacob

puedan sus pieles manchar.

Dime tú, Jael divina,

iris hermosa de paz,

¿quién eres y qué es la causa

que a este desierto te trae?

Jael Obligada, Ever Fineo,

a tu amor y voluntad,

oye las desdichas mías

en que un prodigio verás;

el tribu de Benjamín,

nieto querido de Isaac,

me dio sangre clara y noble

por serlo entre los demás.

De ricos padres nací

a quien no pude heredar

porque hermanos codiciosos

son ejemplo de crueldad.

Si fui hermosa, o si la soy,

tus ojos te lo dirán.

Solo sé que el parecerlo

pudo mis penas causar.

Muertos mis queridos padres,

al partir con gusto igual

la hacienda que nos dejaron

en el monte de Galaad

mis hermanos me dijeron,

Jael, ¿qué tesoro hay

[más] que tu rara hermosura

que puede el Sol envidiar?

No fue Raquel tan hermosa

ni vio más belleza Adán

en Eva, siendo su cuerpo

de jazmines y azahar.

¿Qué rosas cría Samer,

qué claveles Simaná,

qué bellos lirios Emón,

qué jazmines el Cedar

que a tus mejillas y cuello

no den superioridad

confesando ser traslados

de tu hermoso original?

Dividida en cuatro partes

nuestra hacienda, ¿quién será

rico de todos nosotros

si no es inmenso el caudal?

Tú, Jael, seguramente

esposo rico hallarás,

y por eso de la hacienda

tu parte nos puedes dar.

Dijeron y entre los tres

sin temer que el Jehová

poderoso castigase

tan inhumana impiedad,

parten los bienes y quedo

como en la orilla del mar

el que sin bajel desea

romper sus montes de sal,

como el mísero que pasa

los desiertos de Farahán

perdido en sus arenales

no habiendo a quien preguntar.

Piadosa y enternecida

pedí el favor celestial

como si entonces llovieran

las nubes dulce maná.

Determinéme, en efecto,

a dejar mi natural.

Aunque soy hija de Sara

peregrina como Hagar,

y con el traje que ves,

con poca seguridad,

de todos desamparada,

sino solo de Tamar,

por inciertas sendas guío,

hasta que la variedad

de las flores de este prado

entre lirios y arrayán

al descanso convidaron

con el dulce murmurar

de las fuentes fugitivas

que huyendo a su centro van,

nuestros cansados alientos

donde has venido a escuchar

las desgracias de quien huyo

pero corren ellas más.

Fineo Aunque debo con razón

culpar el término injusto

de tus hermanos, es justo

que alabe su discreción;

pues entre varios efetos

del ambicioso cuidado,

Jael, contigo han andado

avaros pero discretos.

Hazaña fue peregrina

el quitarte tus hermanos

todos los bienes humanos

conociéndote divina.

Simaneo ¿Y ella no dice quién es?

Tamar Su criada.

Simaneo Brevedad

notable y facilidad.

Tamar Yo le informaré después.

Fineo Fuerza es, divina mujer,

que halles un rico esposo.

Solo es lo dificultoso

que te pueda merecer,

y si de mí conociera

que méritos igualara

y que al cielo de tu cara

atrevido no ofendiera,

ya puesto a tus plantas bellas,

amante y enternecido,

diera, siendo tu marido

clara envidia a las estrellas.

Y, si licencia me das,

[si] para este atrevimiento,

y si de mi pensamiento

ya con enojo no estás,

permíteme que te ofrezca

un criado, no un esposo,

que te sirva cuidadoso

y que humilde te obedezca.

Rica y servida serás

y por tus ojos serenos,

Jael, que no puedo menos

ni puedo ofrecerte más.

Jael Fineo, el agradecer

tu amor es justa razón,

y pagar a tu afición

si acaso pudiera ser.

El casarnos, ¡no os asombres!,

es imposible los dos.

Soy de los hijos de Dios

y tú hijo de los hombres.

En mi ley es prohibido

el poder ser yo tu esposa.

Fineo ¿No sabes, Jael hermosa,

cuántos ejemplos ha habido?

Jael Yo sigo la ley de Job.

No vive otro sino tú,

descendiente de Esaú

entre hijos de Jacob.

Fineo Justas las leyes serán.

Jael Y es excusada porfía.

Fineo ¡Cuántos están de la mía

en el seno de Abrahán!

Jael Antes que Dios la ley diera

en el Sinaí a Moisés,

puede ser, mas no después.

Fineo La grandeza considera

de mi pueblo. Balán fue

testigo de su valor.

Si sois hijo del Señor,

¿cómo consentís que esté

en esclavitud pisada,

de Jabín, rey de Canaán?

Jael Nuestras muchas culpas dan

fuertes filos a su espada.

Padece porque ofendió

a su Dios. Porque estuvieron

en gracia, presto cayeron

los muros de Jericó.

Y para decir verdad,

por dichosa me tuviera

si nuestra ley una fuera,

en pagar tu voluntad.

Fineo La mucha fuerza de amor

a quien el alma rendí

hoy quiere mostrar en mí

todo su extremo mayor.

Pobre vienes y cansada.

Aquí si mi amor deseas

te queda para que seas

servida y reverenciada.

Una tienda te armarán

que al Sol en belleza afrente.

Tendrá la punta al oriente

y sus columnas serán

de cedro para que estés

como tu beldad promete.

Las columnas serán siete

y la cama de ciprés.

Allí de espacio, informado

de tu ley, seguirla quiero

y ser tu esposo.

Jael No quiero,

viéndome en tan pobre estado,

no aceptar tu ofrecimiento

pues que de ti me fío

mi honor.

Fineo No es amor el mío

ni atrevido ni violento.

Con respeto y cortesía

has de ser de mí tratada.

El hospedaje me agrada.

Simaneo ¿No habláis vos, morena mía?

¿Es vergüenza o es temor?

(Aparte.) (Derretido estoy por ella.)

Fineo El vano miedo atropella.

Jael No le tengo de tu amor.

Fineo Solo licencia te pido

porque llegue a ser dichoso

que alcance el nombre de esposo.

Simaneo Esposo de anillo has sido.

Jael Ese favor te concedo.

Fineo Pues, ven, esposa querida.

Jael Amante y enternecida,

al amparo tuyo quedo.

Fineo Ven, mi querida Jael.

Jael Soy esclava tuya al fin.

Fineo Hoy, hija de Benjamín,

claro espejo de Israel...

(Vanse.)

Simaneo ¿Osaráme a hablar agora

que su ama no está aquí?

Tamar Hablo poco.

Simaneo Jamás vi

mujer menos habladora.

Milagro es que haya mujer

que calle.

Tamar Si empiezo a hablar,

muy tarde suelo acabar.

Simaneo Eso es fácil de creer.

Advierte que no hay zagal

en los desiertos que ha habido

más fuerte ni más erguido.

¿Quiéresme?

Tamar Ni bien, ni mal.

(Salen el Rey y Sofonisa, su hermana, y el capitán Sísara.)

Rey Dame los brazos. Bienvenido seas.

Sofonisa Bien merecidos son esos favores.

Sísara Por ver que mis deseos los empleas,

se acrecientan en mí fuerzas mayores.

Tú, viva emulación de las tebeas,

que [así] con [tus] divinos resplandores

afrentan su candor, dame tus plantas.

Sofonisa Con la humildad al cielo te levantas.

¿Tienes salud?

Sísara ¿No es fuerza que con muerte

la cobre, aunque en tu ausencia me faltara?

Sofonisa Que nos escucha el rey, mi hermano, advierte.

Sísara Deslúmbrame tu luz hermosa y clara.]

Rey Sísara, capitán heroica y fuerte,

que en Aser y Canaán mi gente ampara,

¿cómo quedan Samaria y Palestina?

Sísara Pues, tú por mis venturas adivina:

Saqué [desde] Haroset, el cananeo

ejército marchando belicoso

hasta mirar al muro jebuseo

que esperaba entre palmas, temoroso;

allí quisiera ver al gran hebreo

que el mar rompió soberbio y espumoso,

o el que detuvo al Sol con tal porfía

que se durmió la noche y todo el día.

Del tribu de Judá vi las banderas,

con el león real que al Sol atreve

al pasar del Jordán por sus riberas

que goza a mediodía diez y nueve

ciudades que puestas en hileras

cerca del mar que sus cristales bebe,

cobardes y rendidas, aunque tantas,

sobre ellas puse mis altivas plantas.

Rubén, que un monte por sus armas tiene

y el reino goza de los amorreos,

franco pasó. A mi ejército previene

para que marche, rico de trofeos.

Benjamín, con el buey por armas, viene

humilde a presentarme sus deseos

que hacia el septentrión límite inclina

y con el Muerto Mar líneas termina.

Dan mostró la culebra, su estandarte,

mas fue para que humilde se rindiera;

que el airado aquilón sus tierras parte

gozando de su eterna primavera.

Isacar, cuyas tierras a la parte

del Líbano, del mar ve la ribera

más humilde metió mis pretensiones

que el animal que pinta en sus pendones.

Neftalí, con el ciervo presuroso

de sus armas llegó a besar mi mano;

y Simeón, confuso y temoroso

dejó los montes, ocupando el llano.

Vi la Asiria y la Caldea hasta el hermoso

campo en Damasco, conde por la mano

de su Dios fue formado, porque asombre,

del limo de la tierra el primer hombre.

No se atrevió ninguno a dar señales

de que alegre admite tu obediencia

y los montes, los fieros animales

aman tu nombre y temen mi presencia.

¡Y pensar que los dioses inmortales

pudieran con humana inteligencia

juntarse, me dieron [dos] mil desvelos

del globo los desiertos paralelos!

No temas que otra vez los israelitas

salgan del cautiverio como hicieron

de Egipto, a quien las plagas infinitas

por orden de los dioses destruyeron.

Conquista las naciones inauditas

que de Orontes los cristales bebieron

que estatuas tuyas de alabastro y jaspe

han de ver las corrientes del Hidaspe.

Rey Ya conozco tu valor

y te estimo de manera

que contigo dividiera,

para muestras de mi amor,

el reino si de este modo

mis deseos no afrentara,

pues al que todo lo ampara

fuera bien dárselo todo.

Solo te quiero advertir

para saberte premiar

que ya que soy corto en dar

no los seas en pedir.

Sofonisa ¿No respondes?

Sísara Mil caminos

intento, mas todos vanos;

que por servicios humanos

espero premios divinos.

Sofonisa Bien te puedes atrever.

Agora hay buena ocasión

y no será discreción

que así la dejes perder.

Sísara Si por heridas pudiera

el corazón enseñarte,

de él, en la más noble parte,

lo que he de pedir se viera.

Del que puedes inferir

lo que te quiero agradar,

pues sabiendo pelear

me turbo para pedir.

Rey Ya ofendes con esas dudas

mis liberales antojos.

Sísara Yo sé que hablan los ojos

cuando están las lenguas mudas.

De ellos pudieras saber,

si puertas del alma han sido,

que ciego de amor te pido

a tu hermana por mujer.

Perdóname, loco estoy.

Rey Justos son tus pareceres.

Tú pides como quien eres.

Yo he de dar como quien soy.

Tuya es mi hermana cara,

mi valor y su nobleza.

Por dueño de su belleza

desde luego te declara.

Dale la mano.

Sofonisa Y con ella

el alma que suya es ya.

Sísara Humilde a tus pies está

quien toda el Asia atropella.

Job quedara envidioso

de mis dichosos empleos,

mas quiero que los trofeos

veas que alcanza tu esposo.

Los esclavos israelitas

quiero que besen tus pies

para que estimes después

la libertad que me quitas.

Rey Dispón a tu gusto, en fin.

Sofonisa No hay más bien que desear.

Sísara A caza te he de llevar

a los montes de Efraín,

porque si conmigo vas,

después de verme temido,

viendo lo que yo he vencido,

el vencerme estimarás.

(Salen Abdías, Barac, Rubén, y soldados.)

Abdías Aquesta es su habitación.

Éste es el monte Efraín.

Barac Ya estoy con más confusión.

Saber, Abdías, el fin

me llama a esta ocasión.

Abdías Ella misma lo dirá.

Aquí vive entre Ramá

y Betel.

Barac ¿Qué puede ser?

Abdías Aquesta ilustre mujer

respuestas al pueblo da.

Al pie de una palma altiva,

después que murió su esposo

Lapidot, para que viva

en el seno venturoso

y su nombre en bronces, escriba,

vive Débora, y consulta

con alta deidad oculta,

al Dios de Abrahán e Isaac.

Rubén ¿Quién es aquéste?

Soldado I Barac.

Rubén Quiero ver lo que resulta.

Barac [El fin] de haberme llamado

[cierto me lo dirá].

Soldado I Mira

cuánta gente se ha juntado.

Abdías Ya escucha el pueblo admirado;

y su belleza me admira.

(Sale Débora.) Aquí está, Débora hermosa,

Barac.

Barac A tus pies [me] tienes.

(Aparte.) (Mucho me mira y no habla.

Más confusión me parece.)

Débora Sean los montes testigos

cuyos peñascos parecen

gigantes que al cielo suben

armados de ramos verdes;

los arroyos despeñados

cuyas risueñas corrientes

con ricas plumas de vidrio

púrpura y azahar guarnecen;

los animales feroces

que a mis voces obedientes

embelesados me escuchan

y sin responder entienden

de que el gran Dios de Jacob

por mi indigna boca quiere

hablar para remediaros,

porque el ánimo os despierte.

¡Oh, pueblo de Dios querido!

¡Victorioso tantas veces

contra el número infinito

de los idólatros reyes!

¡Ah, vosotros que pasasteis

el Mar Bermejo, de suerte

que hombres [treparon] las ovas

a donde habitaban peces,

por quien cayendo las aguas

sobre Faraón rebelde,

el caballo y caballero

vieron su sangre la muerte!

Los que una nube cubría

para que el Sol no les diese

calor sino luz hermosa

por los estíos ardientes;

y de noche una columna

de fuego os prestaba siempre

luz para ver en los campos

llover el maná de nieve;

que cansándoos su dulzura

disteis causa a que lloviese

codornices por las ollas

que llorasteis impacientes.

¿No sois los que con el arca

el Jordán claro y alegre

abierto por doce bocas

os dio paso francamente

y en la prometida tierra

que manaba miel y leche,

vencidas tantas naciones

os vestisteis de laureles?

¿Cómo, desagradecidos

al Dios que os dio tantos bienes,

falsos dioses adorasteis

engañados del deleite?

Volved al Dios de Jacob,

que Él por mi boca os ofrece

la victoria de Jabín

y su capitán valiente.

A ti, Barac, te ha elegido

el Dios que ejércitos vence

porque del número seas

de los ilustres y jueces.

Levanta pues, animoso.

Trae al Tabor eminente

del tribu de Neftalí

origen de quien desciendes

y deja brillar diez mil

soldados con que presentes

a Sísara la batalla,

del Cisón en las corrientes.

Allí el Dios de vuestros padres

traerá a tus manos la gente

de Sísara, con los carros

falcados que rige y tiene.

Será famoso tu nombre.

Levanta, ¿qué te suspendes?

Dios te llama y yo te aviso.

Anímate, pues. Él vence.

Barac ¡Oh, profetisa divina,

el ánimo helado enciendes!

La ceniza de mis canas

en vivas brasas conviertes.

No dudo de la victoria

sino de hallarme imprudente

para empresa tan heroica

que tanta industria requiere.

Débora, si vas conmigo,

con tu amparo atreveréme;

mas si no vas, mi osadía

se acobarda y entorpece.

No iré si no me acompañas

porque quiero que peleen

mi espada y tus oraciones.

No es miedo aunque lo parece.

Débora ¡Qué no por llamar Jacob

ciervo a Neftalí te viene

parte de su cobardía!

Contigo iré, pero advierte

que no tiene de ser tuya

la victoria que Dios quiere;

que a manos de una mujer

Sísara la vida deje.

Abdías ¡Vivan Débora y Barac!

¡A sus contrarios sujeten!

Ciña este laurel honroso,

Barac ilustre, tus sienes.

(Dentro.)

Voces ¡Por aquí va el capitán!

Con él al valle desciende

su alteza.

Sísara Deja el caballo.

Abdías Voces al aire suspende

de cazadores.

(Salen Sísara y Sofonisa.)

Sísara Teneos.

¿Qué hace aquí tanta gente?

Débora Éste es Sísara. No temas.

Barac Ya es forzoso atreverme.

Sísara ¿Qué es esto, viles hebreos?

¿Quién os animó a juntar

tanta gente, y en lugar

contraria a nuestros deseos?

¿Qué laureles, qué trofeos

en la cabeza ponéis

de un caduco? ¿A quién hacéis

fiesta? ¿Qué memoria honráis?

¿Los ácimos celebráis

o la pascua ennoblecéis?

Como al ídolo que adoro

primero y a mí después,

¿No sois alfombra a sus pies

de más divino tesoro?

Si le perdéis el decoro

y no llegáis a adorar

a Venus, hija del mar,

en perfecciones tan raras,

vuestra sangre en limpias aras

le pienso sacrificar.

¿No habláis? ¿No respondéis?

Si es que turbados estáis,

ya que la ocasión buscáis,

por el miedo que tenéis,

(Sísara le quita la corona de laurel a Barac y se la presenta a Sofonisa.)

vuestros laureles veréis

puestos a sus plantas bellas

para que se honre en ellas.

Débora ¡Suelta, mujer!

Sofonisa ¡Ay de mí!

Sísara ¡Vivan los dioses! Que vi

en el suelo las estrellas.

(Quítale Débora la espada a Sísara.)

Débora Levanta, Sísara.

Sofonisa Apenas

puedo vencer el temor.

Sísara La sangre con el furor

helada queda en las venas.

Manche las rubias arenas

la sangre de la canalla.

Débora Quien sin espada se halla,

¿cómo busca nuestra ofensa?

Si tú me das mi defensa,

necia seré en no tomalla.

Sofonisa Advierte que solo estás

y sin armas.

Sísara Loco estoy.

Muestra mujer.

Débora No la doy

para que te enojes más.

De aquí adelante tendrás

por defensa de Israel

un contrario más cruel

en el que informas así;

que por eso le ceñí

verdes hojas de laurel.

Resucitado a Josué

otro Judá ha nacido

que a tu poder atrevido

el castigo justo dé,

y no será lo que fue.

Sísara Bárbaros jueces nombráis

cuando cautivos estáis,

pero bien es que mostréis

cuán poco valor tenéis

pues de un caduco os fiáis.

Barac Sísara, si no te viera

de tus carros rodeado,

verte [he] de mí castigado

y que el castigo te diera.

Cubra la verde ribera

del Carit y del Cisón,

tu innumerable escuadrón

agote el claro Jordán.

Sube en tus carros. Serán

los que perdió Faraón.

Vuelve a Haroset y no esperes

a que tu injusto rigor

tanto incite mi valor;

que te deshonras si mueres

desarmado.

Sofonisa Si me quieres,

como dices, no aventures

tu vida y mi mal procures.

¡Si es difícil de vencer

hasta que con el poder

las victorias asegures!

Sísara Aunque del furor vencido,

tu mandamiento obedezco

y las causas que te ofrezco

de estos que libres han sido.

Vuestros nombres no he sabido.

Débora Débora y Barac serán

los que guerra te darán.

Sísara Débora, guarda mi espada.

Débora Presto la verás manchada

con la sangre de Canaán.

Sísara ¡Qué arrogancia de mujer!

¡Y qué viejo confiado!

La guerra habéis publicado

que vuestra muerte ha de ser.

Barac Dios tiene el sumo poder.

Sísara ¿Qué poder si vivo estoy

y asombro a los cielos doy?

Débora Confía en el Dios de Isaac.

Todos ¡Vivan Débora y Barac!

Sísara Rabiando de enojo voy.

(Vanse y sale Simaneo.)

Simaneo Cada hora, cada instante

va creciendo mi amorío;

de noche no temo el frío,

no hay día que el Sol me espante.

Ya no voy tras el ganado

con el gusto que solía.

Yo que amor no conocía

en su ciencia soy letrado.

Ésta es la tienda en que están

las dos de todos servidas,

que de mozas tan garridas

inficionados están.

Saber un cantar quisiera

con qué llamase a Tamar,

pues que no sabe el cantar

ruiseñor de esta ribera,

como ella. ¿Qué podré hacer

para que pueda salir?

Que es leer y no escribir

el cantar y no tañer.

Gente suena. ¡Juro a mí!

Instrumentos traen. Quisiera

que alguno un cantar dijera,

y se hiciese, porque así

dijera que había sido

requebrando a mi morena

a costa de voz ajena

que ya es uso introducido.

(Salen Fineo y los músicos.)

Fineo Como el bien aún no poseo

que con esperar me engaña,

adorando a esta cabaña

le doy aliento al deseo.

A mi esposa querida

darle música concierto;

que en cuidado tan despierto

no ha de haber alma dormida.

Simaneo Éste es mi amo.

Fineo ¿Quién va?

Simaneo Bien arrebozado estoy.

Fineo ¿Es Simaneo?

Simaneo Él [soy].

Todos estamos acá.

Fineo Pues tú, ¿qué haces aquí?

Simaneo También soy persona yo,

y sus virotes gastó

Amor, como en vos, en mí,

y si a Tamar no me dais,

amor, guárdaos el ganado.

Fineo Gusto infinito me has dado.

Simaneo Como en esperas andáis

de casaros, los desvelos

diferenciáis de los dos;

que gocéis la esposa vos

y acá que nos papen duelos.

[.......................]

Fineo Calla; que yo estoy aquí

para que imites a mí.

[........................]

Músicos “Levanta, paloma mía.

Suene a mi oído tu voz,

la de la tórtola a mí

en nuestra tierra se oyó.”

(Dentro.)

Jael Muéstrame, adorado mío,

dónde, en ardiente calor,

apacientas tus rebaños

pues ves que a buscarte voy.

Tamar Estando el rey en su trono,

el nardo dióme su olor.

Hija de Jerusalén

hermosa aunque negra soy.

Músicos «A estos montes de Judá

mi bella esposa subió,

hermosa como la Luna,

escogida como el Sol.»

Jael Si viéredes a mi esposo,

bellas hijas de Sión,

llamadle y decidle todos

que estoy muriendo de amor.

(Salen Jael y Tamar.) Levantéme, esposo, a verte

cuando mi alma te oyó,

llenas de mirra las manos

para que abriesen mejor.

Fineo Ábreme, esposa querida,

que el invierno no pasó,

y el verano a dar empieza

dulce fruto entre la flor.

Ya se llega el mismo tiempo

de nuestra imaginación,

fruto ha dado la higuera,

la viña flores brotó.

Por el desierto subiste

como hermosa inspiración

del vino que de la mirra

y del incienso nació.

Es aceite derramado

tu nombre. Tras ti me voy

al olor de tus aromas

de infinita estimación.

Los tabernáculos santos

del Cédar del rey mayor

el vestido a tu belleza,

son propia comparación.

Hermosa eres, mi Jael,

y mancha en ti [no] se halló.

Tórtolas son tus mejillas,

palomas tus ojos son.

Tu cabellera el rebaño

de las cabras que subió;

del monte Galaad quedaba

bellísimo resplandor.

Simaneo ¿No dejaréis que requiebre

a Tamar un poco yo?

Fineo Antes quiero que nos vamos.

Que descanse y es razón.

Jael ¿Qué más descanso que el verte?

Fineo Adiós, mi Jael.

Jael Adiós.

Simaneo Vamos cantando, zagales,

una amorosa canción.

Músicos “Si tus ojos se ponen,

zagala bella,

no habrá luz que me alumbre

cuando amanezca.”

(Vanse todos.)

Fin de la primera jornada