Lámina
líquida sirva de espejo: página
lírica copie del agua el reflejo: trámite
tímido
entre el monstruo y los ojos: método
lícito
para esquivar el hechizo: la mirada
petrificante de la señora que quiso,
mísera, deslumbrada, celosa,
convertir en estatua a la Décima
Musa: la intratable señora se llama Medusa.
Y a pesar del maltrato, sílabas
ríspidas
transcriban del charco al papel su retrato.
Víboras engorgonan su cráneo: ráfagas
de ideas ponzoñosas. Pálida
la frente. Cándidas
falsamente las cejas engañosas.
Súbitos escultores sus ojos
célebres que en mármoles
fúnebres a quienes los miran transforman.
Águila su nariz cazadora.
Cátedra de crueldad es su boca,
bífida la lengua, ácido su aliento: todo cuanto dice
provoca sufrimiento. Trágico
el cuello aguarda el degüello mítico: tétrico
tránsito: vísperas: ¡pánico!:
pues a partir de los hombros
clásicos todo empeora: ¿cómo confesar
que a su modo resulta seductora?
Sáficos
músculos, garras, escamas. Glándulas
pródigas de venenos: los senos. Límites
húmedos
de los que no osaron hablar los helenos:
líbrenos
Hécate de seguir adelante: de llegar
adonde sólo atrevería un amante
de Hades
ávido. Más valdría
rápido, presto, apurar un resumen del resto.
Síntesis
de esa lóbrega fémina:
áspide bípeda; hórrida; íngrima; lépera; pésima.