2. EL PERSILES COMO OBRA EDIFICANTE

 

El otro gran debate en torno al Persiles que apuntábamos al principio de los apéndices es el género o la calificación de la novela como épica en prosa. En la época hubo una gran polémica a la hora de acomodar los géneros emergentes. Se trataba de discernir si la épica grecolatina y las nuevas narraciones —lo que hoy conocemos como novela— compartían las mismas características y, por consiguiente, si pertenecían al mismo género. Este aspecto fue el nudo gordiano en la polémica sobre la épica que enfrentó a Torquato Tasso con los defensores de Ludovico Ariosto. Tasso sostuvo que épica y novela (romanzo en italiano) pertenecían al mismo género (Discorsi del poema eroico, III). Por el contrario, los defensores de Ariosto postulaban la existencia de dos géneros diferentes, que se regían por leyes también distintas. En este debate la novela de Heliodoro ocupó un lugar privilegiado como modelo de épica en prosa. Jacques Amyot, el traductor francés de la Historia etiópica, se dio cuenta del conflicto que suponía denominar historia a la obra de Heliodoro y buscó la manera de diferenciar ambos géneros. Este será el primer paso para incluir la Historia etiópica en la épica:

 

Lo cual espero que en alguna manera se podrá hallar en esta fabulosa Historia de las fortunas de Cariclea y Teágenes. En la cual, demás de la ingeniosa ficción, hay en algunos lugares hermosos discursos sacados de la filosofía natural y moral, muchos dichos notables y palabras sentenciosas, muchas oraciones y pláticas, en las cuales el artificio de elocuencia está muy bien empleado, y en toda ella las pasiones y afecciones humanas, pintadas tan al verdadero y con tan gran honestidad, que no se podrá sacar ocasión de malhacer [...]. Y cierto la dispo[si]ción es singular, porque comienza en la mitad de la Historia, como hacen los poetas heroicos, lo cual causa, de prima facie, una grande admiración a los lectores, y les engendra un apasionado deseo de oír y entender el comienzo, y todavía los atrae también con la ingeniosa lección de su cuento, que no entienden lo que han leído en el comienzo del primer libro, hasta que veen el fin del quinto; y cuando allí han llegado aún les queda mayor deseo de ver el fin, que antes tenían de ver el principio. De suerte que siempre el entendimiento queda suspenso hasta que viene a la conclusión [...]. Todavía no me quiero detener mucho a la encomendar, porque en fin es una fábula, a la cual aún falta, a mi juicio, una de las dos perfecciones para hacer una cosa hermosa: que es la grandeza, por causa que los cuentos, principalmente en la persona de Teágenes, al cual no hace ejecutar ningún memorable hecho de armas, no me parescen suficientemente ricos, y no merescerían por ventura ser leídos, si no fuese o por divertir enojo, como dijimos, o para tener después el entendimiento más libre y alegre a hacer o leer otras cosas mejores, siguiendo el precepto del sabio que dice que es menester burlar para hacer de veras, y no hacer de veras para burlar (traducción del prólogo de Jacques Amyot a la traducción francesa de la Historia etiópica de Heliodoro, incluida por «un secreto amigo de su patria» en los preliminares de la edición española de Amberes 1554. Historia etiópica de los amores de Teágenes y Cariclea traducida por Fernando de Mena, Francisco López Estrada, ed., Madrid, Aldus, 1954, pp. lxxx y lxxxi).

 

Estas palabras de Amyot revelan claramente que la relación de la Historia etiópica con la épica se basaba en la necesidad de diferenciarla de la historia. La disposición de la trama, esto es, el comienzo con la historia ya iniciada (o in medias res), era precisamente uno de los rasgos que diferenciaban ambas disciplinas, y acercaba la obra de Heliodoro a la épica. La épica era el género que compartía con la novela la «manera narrativa» y, por tanto, el único capaz de acoger la nueva producción. La sugerencia de Amyot la hace suya Julio César Escalígero; pero lo que para el traductor francés era una semejanza compartida, a pesar de sus reservas, para Escalígero es motivo suficiente para elevar la obra de Heliodoro a modelo paradigmático de épica en prosa. A partir de ese momento Heliodoro pasó a ser el modelo de la épica en prosa.

La calificación de la Historia etiópica como poema épico tuvo sus consecuencias a la hora de interpretar el Persiles como una obra seria y edificante. Cesare de Lollis en Cervantes reaccionario (1924) sostuvo que el conocido discurso del canónigo de Toledo sobre la novela ideal era la poética de Cervantes. Esto ha sido repetido por los críticos modernos, e incluso se ha debatido si el pasaje que citamos a continuación es resumen o bosquejo del Persiles.

Discurso del canónigo de Toledo:

 

[...] con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena: que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, descubriendo naufragios, tormentas, rencuentros y batallas; pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador persuadiendo o disuadiendo a sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer; pintando ora un lamentable y trágico suceso, ahora un alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada; aquí un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá un desaforado bárbaro fanfarrón; acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado; representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores. Ya puede mostrarse astrólogo, ya cosmógrafo excelente, ya músico, ya inteligente en las materias de estado, y tal vez le vendrá ocasión de mostrarse nigromante, si quisiere. Puede mostrar las astucias de Ulixes, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialio, la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de Trajano, la fidelidad de Zopiro, la prudencia de Catón; y, finalmente, todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto a un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora dividiéndolas en muchos.

—Y, siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lazos tejida, que, después de acabada, tal perfeción y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho. Porque la escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas aquellas partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria; que la épica también puede escrebirse en prosa como en verso (Quijote, I-XLVII, Florencio Sevilla, ed., Barcelona, Penguin Clásicos, 2015, pp. 549-550).

[...]—Yo, a lo menos —replicó el canónigo— he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en él todos los puntos que he significado; y si he de confesar la verdad, tengo escritas más de cien hojas. (Quijote, I-XLVIII, Florencio Sevilla, ed., Barcelona, Penguin Clásicos, 2015, p. 550).

 

El libro que el canónigo había comenzado a escribir no era otro, según Cesare de Lollis, que el Persiles: un poema épico en prosa, en consonancia con los dictados neoaristotélicos y con el ideal estético contrarreformista. Esta tesis de hacer del Persiles una obra edificante portadora de los valores contrarreformistas ha tenido un gran impacto en la crítica de la obra. Se buscó una justificación teórica en el ámbito hispánico para reforzar la idea de que el Persiles era épica en prosa y se encontró en la Filosofía antigua poética de Alonso López Pinciano. A partir de la década de 1960, al modelo práctico que suponía la obra de Heliodoro se añadió la Filosofía antigua poética como modelo teórico del Persiles. Siguiendo a los tratadistas italianos, Alonso López Pinciano sostuvo que la Historia etiópica de Heliodoro era un poema épico:

 

[…] de manera q[ue] ni lo uno ni lo otro pone diferencia essencial alguna, sino, como diximos quando de la tragedia se habló, será más verisímil, quanto a este punto, la que en historia se fundamentare que no la otra; de manera q[ue] los amores de Theágenes y Cariclea, de Heliodoro, y los de Leucipo y Clitofonte, de Achiles Tacio, son tan épica como la Ilíada y la Eneyda [...].

Fradrique y Ugo se sonrieron, y después dixo Fradrique: Por Lucano lo dize Ugo, que de Heliodoro no ay duda que sea poeta, y de los más finos épicos que han hasta agora escripto; a lo menos, ninguno tiene más deleyte trágico y ninguno en el mundo añuda y suelta mejor que él; tiene muy buen lenguaje y muy altas sentencias; y, si quisiessen exprimir alegoría, la sacarían dél no mala. Torno, pues, a mi lugar y digo que, quanto a este punto, tiene más perfección la épica fundada en historia que no en ficción pura (Alonso López Pinciano, Philosophia antigua poetica, Alfredo Carballo Picazo, ed., Madrid, CSIC, 1973, III, pp. 165-166).

 

 

2.1. LA PEREGRINATIO VITAE

 

En estrecha relación con una lectura edificante del Persiles está la importancia que ha cobrado la ideología del escritor en la valoración de su última novela. Se ha querido ver en el Persiles el pensamiento contrarreformista de Cervantes. Así lo formulaba Avalle-Arce cuando escribía, en el prólogo de su edición, que la plenitud del Persiles como novela fue sacrificada en las aras de la más alta intención ideológica. El principio sobre el que se asienta esta aproximación es que el Persiles pertenece a la literatura de clase, cuyos presupuestos son el decoro y la preocupación moral. Fue también Cesare de Lollis quien esbozó previamente esta aproximación en Cervantes reazionario. En el Persiles vio cifrados los ideales de la Contrarreforma. Posteriormente, Joaquín Casalduero, Juan Bautista Avalle-Arce y Antonio Vilanova interpretaron el Persiles como la experiencia de la historia de la humanidad incidiendo en la importancia de la peregrinatio vitae y en los valores de la Contrarreforma:

 

El Persiles representa, como hemos dicho, el retorno al mundo maravilloso de la fantasía manteniendo en torno a la figura del héroe una verosimilitud humana y real. Por otra parte procede a la substitución del caballero andante de los libros de caballerías, por el peregrino andante que protagoniza la novela de aventuras como símbolo de la condición humana. Sin embargo lo que otorga un valor trascendente a la novela de Cervantes es el intento de dar un contenido simbólico universal a la peregrinación como aventura, característica de la novela del segundo Renacimiento. En el Persiles y Sigismunda, el errante peregrinaje de los protagonistas no se limita a una arbitraria sucesión de trabajos y fortunas por tierras incógnitas y remotas, sino que es una verdadera peregrinación en la que los peregrinos han formulado el voto de llegar a la ciudad de Roma, cabeza de la Cristiandad. Este valor simbólico de la azarosa peregrinación de Periandro y Auristela, representa por parte de Cervantes una clara adhesión a los ideales de la Contrarreforma, cuyo impulso vital y humano está muy lejos del quietismo místico del peregrino Luzmán en la Selva de Aventuras. Los trabajos de Persiles y Sigismunda son fundamentalmente el relato de una peregrinación amorosa y sus héroes verdaderos peregrinos de amor (Antonio Vilanova, «El peregrino andante en el Persiles de Cervantes», Erasmo y Cervantes, Barcelona, Lumen, 1989, pp. 377-78).