–DIOS MÍO... ESO ES... ES HORRIBLE –dijo Rebeca, y Josué escuchó que, al otro lado del teléfono, la muchacha comenzaba a sollozar.
–Tienes que ser fuerte, Rebeca. Ahora no podemos debilitarnos.
–No puedo, Josué, esto me supera.
–Lucha, Rebeca. Al enterarme yo también he estado a punto de derrumbarme, pero luego he comprendido que no puedo rendirme ahora. Es posible que Ismael nos esté buscando a todos.
–¿A todos? ¿Estásseguro?
–¿Por qué no? Tal vez pretenda eliminar a quienes lo estorban en su «sagrada» misión.
–¡Pero nosotros no le hemos hecho nada! Además, liberó a Leonor. ¿Por qué iba a hacerlo si quiere matarnos a todos?
–No lo sé, tal vez ella no sea una amenaza para él, pero no quiero quedarme quieto y esperar para averiguar si nosotros lo somos o no. Tenemos que movernos.
–¿Pero qué haremos? ¿Qué podemos hacer nosotros? ¿Y si, como dice tu padre, es el Anticristo? ¿Podemos hacer algo contra él?
–No digas eso, Rebeca. No creo que Ismael sea el Anticristo. Hay muchas teorías sobre qué puede significar eso en la Biblia. Puede que el anticristo no sea una persona, sino todo lo que se opone a Cristo.
–¿Y no es Ismael precisamente eso? Él es totalmente opuesto a Cristo. Todos nos dimos cuenta de que lo era cuando tu padre nos contó lo que había presenciado en La Hermandad.
–Sí, pero no creo que él sea... No creo que sea un ser tan maligno. ¡No es más que mi primo! No, me cuesta demasiado admitirlo. Creo que nosotros, mediante una buena dosis de miedo supersticioso, estamos añadiéndole un poder que no tiene.
–¿Quéquieres decir?
–Pues sencillamente que Ismael no es el Anticristo. No es más que Ismael, todo lo perturbado que quieras, eso sí, pero Ismael al fin y al cabo; un hombre de carne y hueso que ha logrado reunir un montón de seguidores gracias a su carisma y a un montón de cuentos. Nosotros nos los hemos creído, al igual que sus seguidores, y no solo eso, sino que además hemos contribuido con teorías inflamadas sobre su persona que no han hecho sino encumbrarle más, hacer que su... leyenda, crezca. ¿Me comprendes?
–Más o menos. ¿Quieres decir que durante todo este tiempo solo se ha montado un enorme engaño a su alrededor, que cada uno ha puesto su granito de arena para formar la montaña del mito que es ahora Ismael, y que incluso nosotros mismos lo estamos haciendo cuando decimos de él que es el Anticristo?
–¡Exacto! Para sus seguidores es un enviado de Dios, y para nosotros es el Anticristo, pero ambos bandos se están formando de Ismael la idea de alguien sobrenaturalmente poderoso.
–Nosotros estamos construyendo a nuestro Anticristo.
–Eso es. Pero Ismael...
–Ismael no es más que un loco, aunque peligroso.
–Justamente, Rebeca. Si admitimos las teorías de mi padre no estamos sino cayendo en la trampa del desequilibrado de mi primo. Él quiere que nos formemos esa idea para engañarnos, porque a él lo beneficia de todas formas.
–¡Pues tenemos que detenerlo!
Josué sonrió y, aunque Rebeca no pudiera verlo, asintió.
–Sí. Seguiremos el plan que Daniel tenía previsto: lo denunciaremos a la Policía Nacional, donde él no tiene adeptos todavía.
–Pero Josué, podríamos correr la misma suerte que Dani. Además, no creo que Leonor colabore.
Josué miró al piso de abajo cuando Rebeca pronunció el nombre. Leonor estaba sentada en el comedor, arropada con una manta y tomándose una taza de leche caliente, Seguía con la mirada fija en el infinito.
–No –dijo él–, no lo hará. Ella realmente cree que Ismael es la Bestia.
Pero creo que podremos apañárnosla sin ella. Tengo un plan.
–¿Y tu padre?
Josué recapacitó la respuesta.
–Tampoco debemos decírselo, se opondría a nosotros. Él también está convencido de que Ismael es el Anticristo, además, creo que piensa que no podemos oponernos a las profecías. Ya sé que no lo dijo abiertamente el día de la reunión, que dudaba sobre si podíamos luchar contra algo que supuestamente está escrito, pero si se entera de lo que le ha ocurrido a Daniel terminará de convencerse. Tendremos que actuar solos, Rebeca. Tú y yo. ¿Estás dispudispuesta?
Rebeca guardó silencio, Josué llegó a pensar que la comunicación telefónica se había cortado.
–¿Rebeca?
–Sigo aquí.
–¿Me ayudarás?
–Sí, Josué. No pienso dejarte solo en esto.
–Gracias. Entonces no perdamos más tiempo. Debemos ponernos en marcha ahora mismo.
–Está bien... Pero Josué...
–¿Sí?
–Estoy deseando que termine todo este infierno. Cuando termine, cuando haya acabado, tú y yo podríamos...
Rebeca no terminó la frase, pero Josué presentía lo que deseaba decir.
–Comenzaremos de nuevo, Rebeca. Sin prisas. Haremos crecer nuestra amistad.
–Tengo miedo, temo que todo salga mal y perder nuestra oportunidad.
–Esta vez no saldrá mal, confía en mí. Yo tampoco quiero perder la ocasión de estar contigo.
Y colgó el teléfono. Josué no quiso demorar más el momento de ponerse en marcha para contraatacar a Ismael; sabía, por lo que le había contado Leonor, que justo antes de que Roberto la echara se estaba preparando para marchar a un ajusticiamiento con buena parte de los miembros de La Hermandad. Ismael se quedaría prácticamente solo en la iglesia, tal vez acompañado por algunos residentes de la planta de abajo, pero ningún guardia, lo que daba a Josué la oportunidad perfecta para poner en marcha su plan. Así que, después de mentir a Leonor diciendo que debía ir un momento a casa de sus padres, agarró el abrigo y el paraguas, y se marchó.