Que sea Roma la que Faustina, que el viento aguce los lápices de plomo del escriba sentado, o atrás de enredaderas centenarias aparezca escrita una mañana esta frase convincente: No hay enredaderas centenarias, la botánica es una ciencia, al diablo los inventores de imágenes presuntas. Y Marat en su bañadera.
También veo la persecución de un grillo por una bandeja de plata, con la señora Delia que suavemente acerca una mano semejante a un sustantivo y cuando va a atraparlo el grillo está en la sal (entonces cruzaron a pie enjuto, y Faraón los maldecía en la ribera) o salta al delicado mecanismo que de la flor del trigo extrae la mano seca de la tostada. Señora Delia, señora Delia, deje a ese grillo andar por platos playos. Un día cantará con tan terrible venganza que sus relojes de péndulo se ahorcarán en sus ataúdes parados, o la doncella para la ropa blanca dará a luz un monograma vivo, que correrá por la casa repitiendo sus iniciales como un tamborilero. Señora Delia, los invitados se impacientan porque hace frío. Y Marat en su bañadera.
Por fin que sea Buenos Aires en un día salido y rehilado, con trapos al sol y todas las radios de la cuadra vociferando al mismo tiempo la cotización del mercado libre de girasoles. Por un girasol sobrenatural se pagó en Liniers ochenta y ocho pesos, y el girasol hizo manifestaciones oprobiosas al repórter Esso, un poco por cansancio luego del recuento de sus granos, en parte porque su destino ulterior no figuraba en la boleta de venta. Al atardecer habrá una concentración de fuerzas vivas en la Plaza de Mayo. Las fuerzas irán por distintas calles hasta equilibrarse en la pirámide, y se verá que viven gracias a un sistema de reflejos instalado por la municipalidad. Nadie duda de que los actos se cumplirán con la máxima brillantez, lo que ha provocado como es de suponer una extraordinaria expectativa. Se han vendido palcos, irán el señor cardenal, las palomas, los presos políticos, los tranviarios, los relojeros, las dádivas, las gruesas señoras. Y Marat en su bañadera.