PRÓLOGO

 

 

 

 

La gente me pregunta: ¿Por qué escribes sobre comida, sobre comer y beber? ¿Por qué no escribes sobre la lucha por el poder y la seguridad, sobre el amor, como hacen los demás?

Me lo preguntan en tono acusador, como si escribiera sobre algo vulgar, como si fuera desleal al honor de mi oficio.

La respuesta más fácil es que, al igual que la mayoría de los seres humanos, tengo hambre. Pero eso no es todo. Creo que nuestras tres necesidades básicas, alimento, seguridad y amor, están tan mezcladas, combinadas y entrelazadas que nos resulta imposible pensar directamente en una dejando a un lado las demás. Así, cuando escribo sobre el hambre, en realidad escribo sobre el amor y el hambre de amor, sobre la calidez, la necesidad y el ansia que este nos despierta... y luego la calidez, la plenitud y la espléndida realidad del hambre satisfecha... forman parte de lo mismo.

Hablo de mí misma, del pan que comía en la ladera de una montaña, del vino tinto que bebía en una estancia hoy hecha añicos, y sin querer también hablo de los que estuvieron conmigo entonces, así como de sus profundas necesidades de amor y felicidad.

Hay comida en el plato, y también, debido a mi honestidad, hay casi siempre alimento para el corazón, para satisfacer el hambre más desesperada, más insistente. Todos tenemos que comer. Y si, ante esta realidad pavorosa, somos capaces de encontrar además otro alimento, así como tolerancia y compasión, nos sentiremos también colmados de dignidad humana.

Cuando se parte el pan y se toma el vino no solo se produce una comunión entre los cuerpos. Esa es mi respuesta cuando la gente me pregunta: ¿Por qué escribes sobre el hambre y no sobre las guerras y el amor?

 

M. F. K. FISHER