De los gastados vericuetos del alma
Desnuda está la carne
Tan simple
Aún ternísima, tan gozosa del aire,
Visible, sí,
¡Total!
La claridad
Se inventa con el día
Rinde todas las simas
Que unifica el silencio
Con su secreto ser.
Hasta el espíritu
El aire modifica
Mientras la claridad
Va traspasando el céfiro
Más puro
Y los soles más densos
Vagan
Disueltos en resplandores
Fugaces...
¡Ay!, los recuerdos,
Las palabras,
Desde los ya gastados
Vericuetos del alma
Van respirando
Una vida callada
Desde el aire,
Más allá del amor
Mis ojos abarcando
Vigías
Se entregan a ordenar
El contorno del límite
Que aguza la tensión
De un pleno día
De perfección
Tan viva
Que se extiende
Al dominio del fuego.
De repente...
La realidad con todos sus colores
Hilvana
Desde un ceñido firmamento
La creación contigua
Por el aire.
La mañana ha cumplido
Sus promesas
Y no hay gozo
Que el dolor asalte
Ni gracia inmediata
Que no abuse
Mientras más condena
La existencia,
Más se renueva
A la caricia amante.
Ya ni la muerte llegará
¡Pues la vivimos!
En un lento constante
Que se inventa,
Más frágil
Que una promesa descarriada.
Si pudiera soñar,
Me alojaría
En mi propio abismo,
Ignoraría la fe
De los que creen
Bajo este sol de todos;
Desde voces nuevas
Haría noches y auroras
Agolparse
Desde los más gastados
Vericuetos del alma,
Pues inmortalidad
No es el instante
Sino aquella Verdad
Que se descubre
De un centro refulgente
Y nos ciega
Condensándonos a
rehuir la luz,
Mientras la carne
Se nos fuga a borbotones
Inmersa en un mundo
Que lo abarca todo,
Vanamente,
Resucitando lo vivido,
Concluyendo lo que el amor
Había vencido hacia el olvido
Hora tras hora,
Inexorablemente
Cotidianas
Entre cunas y fosas...
Retórico ejercicio
De un pecado
Que el paraíso espera
Para ascender
La última sima
Sobre el regazo
De los tiempos idos.